El ambiente o la atmósfera que tiene que rodear y envolver nuestro hogar es la humildad.
Si el Señor es siempre fiel, con eso debemos tener suficiente. A los santos les espera la corona de la vida. Todo sigue el curso que Dios ha establecido. Él controla que la tierra no se salga de su eje. El pecado no toma el control del universo porque Dios no se lo permite.
Aquellos que viven fuera de la atmósfera de humildad, se vuelven disimuladores; pues no aceptan el trato de Dios.
Cristo es la esperanza de la Iglesia y como amemos a alguien más que a Él, Él nos será quitado. Cuando ponemos más amor en aquellos que son amigos, que en el mismo Dios, no somos dignos. Si Dios toma el control de nuestras vidas, como por ejemplo, al pedirle su hijo a Abraham y no se lo rehusó; entonces el Padre cubre de bendición a esta persona. Hay que dejar claro que Abraham no esperaba ser bendecido cuando entregó a Isaac.
En Dios existen protocolos que hay que cumplir y si no se cumplen sucede que nuestras vidas son puestas al revés.
Delante del trono de Dios, los ángeles conocen que hay un protocolo que cumplir. En la Iglesia primitiva Jesús estableció un orden a seguir o lo que es lo mismo, un protocolo.
Cuando en la Cruz el Señor Jesús expiró y entregó su espíritu el “protocolo del cielo” se paralizó y se apagaron las lumbreras celestes.
Cuando se levantan los adoradores y entran en el lugar santísimo, la nube desciende según el orden de culto.
La semilla de la Palabra equivale a buenas nuevas.
Génesis 3:16
3:16 A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti.
En éste versículo de génesis, se ve anunciada la simiente de Jesús. Hasta cuatro mil años después no se cumplieron estas palabras.
En el mismo momento de la muerte o de la entrada del pecado, Dios ya estableció una salida para esta condenación.
Gálatas 3:16
3:16 Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo.
Todo lo que hemos conseguido sin Dios lo perderemos tarde o temprano. El Dios del cielo suspira por sus amantes. Los creyentes disimuladores son dominados por cualquiera. Éstos no tienen personalidad propia y siempre están en el lugar incorrecto.
En la presencia de Dios está el centro del lugar correcto. En este lugar hay que consagrarse por completo.
Todas las promesas para la Iglesia actual, fueron dadas a la simiente que es Cristo. Cristo recuperó al nacer, la simiente que en el Huerto del Edén había muerto
La simiente que era Jesús permaneció tres días en la tumba del Jardín, esto era el equivalente a lo que necesita un grano para poder germinar y dar fruto.
En la simiente que es Cristo, hoy descansan nuestras promesas.
Los murmuradores y los disimuladores equivalen a ser menospreciadores del Protocolo espiritual.
A los que guardan la simiente de Dios, el diablo no los puede tocar. Los que somos de la simiente debemos descender y morir para poder desarrollarnos después.
La unidad del Espíritu no es de conveniencia, pero la unidad de la amistad carnal se deja llevar de un lado para otro. Esto conlleva muchos conflictos en las congregaciones actuales.
Hechos 3:24
3:24 Y todos los profetas desde Samuel en adelante, cuantos han hablado, también han anunciado estos días.
Dios bendice en su simiente a todas las familias de entre los judíos. Desde el cielo Dios no mira a las denominaciones, sino a aquellos que han sido injertados en la simiente. La gloria de Dios desciende sobre aquellos que están injertados en la simiente incorruptible de Cristo.
La clave de obtener el fruto de la simiente es una obediencia perfecta y ciega. Dios se dirige a su simiente y en su simiente está nuestra bendición.
El nacimiento del espíritu no le debe nada a lo que es del mundo. El renacimiento espiritual es de la Palabra. En las Palabras que confiesan que Jesús es el Señor y que murió por nosotros, ahí está el verdadero crecimiento.