SUEÑOS CRISTIANOS – CREYENTES
Un creyente sin un sueño de futuro no va a ningún sitio, deambula sin rumbo. La palabra es el indicador de nuestro rumbo.
Si la palabra no mora dentro, no hay dirección. De todo lo que no hacemos caso, en el futuro se convertirá en un lamento.
Todo el que no acepta el proceso de purificación sufrirá desmayos. Las dimensiones de un creyente deben crecer, a base de
buscar la carne espiritual.
Todo lo que es agradable de nuestros ojos, y tomamos de ello para alimentarnos es vanagloria de los ojos. Primero es buscar el
reino de Dios, y así los miedos y los pecados huirán de nosotros. Jesús nos regala su justicia y los que no practican la justicia serán
puestos a parte. Si nuestra dimensión en la que nos movemos habitualmente es carnal, nunca creceremos pues los frutos no se
desarrollaran en nosotros.
Para que un árbol crezca y pueda dar fruto tiene que estar bajo el sol de justicia. La religiosidad dice “todo vale, si tu propia justicia
por obras te justifica. Pero la justicia de Dios actúa por la obra y responsabilidad de Dios.
La persona que ama de verdad, vive preparada para servir. La fórmula del amor de Dios actúa en aquellos que se entregan sin
condiciones.
El que ama de verdad consigue que los demás les acepten. Podemos vivir en trastornos cuando aborrecemos el consejo del sabio.
El primer fruto del cristiano debería ser la justicia. El amor no se complace de lo malo. Nuestra propia justicia se convierte en un
veneno que tarde o temprano comeremos. La siembra de nuestras manos hoy será nuestro alimento para mañana.
La dimensión natural en la que insistimos en vivir se puede volver predominante sobre el área espiritual. El justo se le conoce porque
nunca se descara contra Dios, sino que vive bajo la imposición propia de la humildad.
La palabra que “Él reine” quiere decir todo el dominio y toda la autoridad le pertenecen. Los árboles aunque sean centenarios, sino
dan fruto solo sirven para ser cortados y echados en el fuego. La orden que un día se nos dio para que llevásemos fruto puede ser
hoy nuestra condena. Los que no llevan fruto es porque no aceptaron en su origen al pastor como maestro.
El que practica la justicia de Dios, está siempre golpeando su propio cuerpo, para hacerlo entrar en disciplina. Las obras que
hacemos volverán a nosotros como fruto tanto si son buenas o son malas.
Isaías 61:3