Biblia

A Dios orando y con el mazo dando

A Dios orando y con el mazo dando

por Miguel Angel de Marco

Si alguien mata, asesino es, y el muerto, muerto es. En caso de milagro de resurrección, el muerto no será muerto sino resucitado, pero si es resucitado se deberá a que en su historia hubo una muerte previa.

Lo hecho, hecho está, y lo desecho, desecho esta. Un matrimonio consumado no puede deshacerse; podrá terminar por muerte o separación, pero la historia ya lo anotó como sucedido (y no estoy hablando de indisolubilidad, que es otra cosa). Cuando ese mismo matrimonio se rompe y termina, no es cuestión de «salvar» lo que ya no es. En todo caso se podrá rehacer, o sea, restaurar, pero la «soldadura» siempre quedará. Dicho con otras palabras, se podrán volver a unir, pero los cónyuges no podrán borrar la separación de su historia, porque, en verdad, la hubo.

¿Y… «a qué viene tanta dialéctica», se pregunta usted?, pues viene a que la historia queda escrita y debemos trabajar con ella.

La Biblia nos cuenta».. .que para el Señor un día es como mil años y mil años como un día», y que esos mil años «…son como el día de ayer, que pasó». Esto es usado por algunos para creer que, siendo así de maleables los tiempos para Dios, El puede rebobinar la historia como si se tratara de una casete; luego, puede borrarla y grabarla de nuevo. Sumado a que Dios»… llama a las cosas que no son, como si fuesen», se llega a la presunción de que, a las cosas que sí son. El las puede llamar como que no son.

La confusión reinante en la mente de muchos creyentes es notable; oran a Dios por una limpieza tal de sus vidas al punto de pretender borrar la historia. El deseo de que «le oren» para disipar experiencias o recuerdos y sean solucionados los problemas personales ha desplazado al aconsejamiento pastoral, y en función del «poder de la oración» se ha desplazado, como de un plumerazo, la búsqueda de la santidad personal y el camino hacia la madurez espiritual. Con una oración se basca borrar lo hecho. Y lo más triste es que hay quien consolida el error ministrándolo.

Así como Dios puede resucitar a un muerto pero no borra su historia, también lo hace con todos los pecados y sus consecuencias; El quiere que aprendamos a que conviene no pecar. Los malos hábitos, la inmadurez o la preponderancia de lo temporal en la vida de cualquier creyente no se disipan pidiéndole al pastor «que ore por uno», sino que son problemas, como el temor, la culpa, la depresión y tantos otros, que deben resolverse con trabajo espiritual personal. Y no es que el poder del Señor no alcance, sino que así dispuso El las cosas.

«Pues, allí está la tarea del pastor», me dirá usted. Lamentablemente, la confusión no solo está en la congregación sino también en varios líderes, que lo único que hacen es «orar» por sus fieles y predicarles los domingos. Mientras, la gente en sus congregaciones se debate día tras día con las verdaderas luchas: contra su propia carne, con el mundo y con el enemigo. Se les dice que sean victoriosos pero no se llega a su intimidad para ver en qué están débiles, ¿Cuál es su llaga?, ¿Cuál su quebranto? «Oraremos por los dolidos», se escucha. ¿Dolidos de qué?, porque cada dolor se pastorea de distinta forma. En muchas congregaciones se tiene bien instrumentado el tiempo en que el pastor orará por ellos; se forman colas y se dan turnos, se imponen manos, pero no hay consultorio pastoral, no hay conversaciones particulares. ¿Cómo sabrán mejorar su carácter? ¿Cómo harán para salvar sus matrimonios y criar bien a sus hijos? ¿Cómo serán escuchados y orientados?

La historia personal de cada uno tiene sus recuerdos, cada acto sus consecuencias, y una vida de pecado se supera con madurez espiritual, con trabajo espiritual. Una pastoral que no se ocupe de hacer trabajar a su gente para solucionar conflictos tendrá siempre una congregación conflictiva, y quien no pastoree hacia la madurez, por más que ore, no tendrá más que un pequeño o gran número de inmaduros que esperan que la oración del pastor los libre de sus obligaciones personales para con una vida santa.

El pastor orará por ellos, y ellos. Domingo a Domingo, vendrán «para que les ore», y nada más.

Apuntes Pastorales, Volumen VI – Número 1