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Abriendo canales

Abriendo canales

por Daniel Pedro Rota

Toda persona tiene la necesidad básica de comunicase con los suyos. En este proceso se reconoce a sí mismo y reconoce a los otros. Lamentablemente habitamos un paradójico mundo con millones de «solitarios». Cuando se habla, hay que buscar ser entendido, y cuando se escucha, hay que buscar comprender …

Toda persona tiene la necesidad básica de comunicase con los suyos. En este proceso se reconoce a sí mismo y reconoce a los otros. Lamentablemente habitamos un paradójico mundo con millones de «solitarios». ¿Dejaremos que les ocurra lo mismo a aquellos a nuestro alrederor o aquellos que están a nuestro cargo?


Comunicarse es poner en palabras nuestros proyectos, nuestras emociones, los deseos e ideas. Esto es a fin de conocernos y conocer a los que están a nuestro lado. Lamentablemente, los canales de la comunicación familiar se obstruyen, obliteran y deterioran fácil y rápidamente. Debemos detectar estas fallas para poder solucionarías a tiempo.


En forma sencilla, el proceso de comunicación consta de un emisor (el que habla), un mensaje (lo que se dice) y un receptor (el que escucha). Y en la comunicación familiar estos roles interactúan y se entremezclan. No obstante, el entender a cada uno y sus fallos nos ayudará a comunicarnos mejor.



FALLAS DEL EMISOR

  • La credibilidad es uno de los requisitos para ser escuchado. Lo que nos rodean piensan de nosotros afecta lo que escuchan de nosotros. Debemos ser transparentes y sinceros. 1 Pedro 3.10.
  • El temor a no ser escuchado también trae sus complicaciones. Se utilizan argumentos tales como: «¿Y si no le interesa lo que voy a decir?», o se piensa que el otro está con la mente en otra cosa, muy ocupado o preocupado y no va a poner atención.
  • El temor a no ser entendido acecha también en el emisor, haciéndole «perder fuerza» para intentar comunicarse. «Por más que le hable no me va a entender», o «Me va a criticar cuando le diga esto».


  • FALLAS EN EL MENSAJE


    Los dobles mensajes se hacen presentes cuando lo que digo no está de acuerdo con lo que siento o verdaderamente pienso. Más acentuado se ve esto cuando lo que digo no está de acuerdo con mi conducta. Por ejemplo, les decimos a nuestros hijos que son muy importantes para nosotros y después no vamos a las reuniones donde nos citan en el colegio, o pasan meses sin que nos tiremos en el piso a jugar con sus juguetes.


    FALLAS EN EL RECEPTOR

  • La falta de atención tal vez sea la falla más grande en el receptor. Se puede estar escuchando y no entender lo que el otro dice por falta de atención. A eso le llamamos «poner la oreja, pero no el oído». Debemos mirar a los ojos del que habla; no podemos pretender escuchar a alguien y mientras leer el periódico, mirar televisión, escuchar la radio o estar pensando en otra cosa. Santiago 1.19.
  • La impaciencia de suponer. Creer que el otro esta diciéndonos tal cosa sin antes escucharlo debidamente. De esta forma, lo que hacemos es sólo hablar con nosotros mismos.
  • Cambiar de tema es, además de irritante para el otro, lisa y llanamente un «asesinato del diálogo». Es cuando como respuesta se trae otro tema completamente distinto del que se estaba hablando. Para lograr una buena comunicación debemos mantener el foco en un solo tema, no irnos por las ramas. Sólo cuando lo agotemos podremos cambiar de tema.

  • ¿Y POR CASA,MO ANDAMOS?


    Quizás, estimado lector, usted está cansado de hablar en su iglesia, de escuchar y aconsejar a otros. Recuerde que su familia también necesita escucharlo, y no sólo desde el púlpito. Su familia necesita saber qué cosas le pasan, qué piensa y qué siente. Ellos también tienen muchas cosas para compartir con usted, y si usted escucha con atención las cosas sencillas —y aparentemente sin importancia— lo importante comenzará a salir a la luz.


    Evalúe la distancia emocional que hay entre los integrantes de su familia. Esta distancia está dada por la calidad de nuestra comunicación. A mayor comunicación, mayor cercanía; a mejor comunicación, mejor relación y entendimiento.


    Esta regla se aplica también en nuestra relación con Dios. A mayor comunicación con nuestro Padre Celestial a través de la lectura de la Biblia y la oración, mejor relación.


    Busque entonces momentos para poder comunicarse con cada uno de su familia. Invite a su esposa a dar un paseo, invítela a tomar el té, caminen tomados de la mano mientras hablan. No la interrumpa hasta que ella termine de hablar. No acuse, no hiera, no lastime. Escuche atentamente y trate de entender qué le está diciendo. Profundice en la comunicación, exprese sus sentimientos.


    Salga a pasear con sus hijos, y si es posible con cada uno, por separado. Escúchelos. En la comunicación con sus hijos es más importante escuchar que hablar. Ellos tienen cosas importantes para decirle. Una hora semanal a solas con su hijo puede producir milagros en la relación,… y en su vida. Deles tiempo a que se abran, no los critique o juzgue sin comprenderlos, no los sermonee ni mencione repetidamente una misma frase como por ejemplo: «Lo que pasa es que vos sos chico todavía», o «¡Cuando yo tenía tu edad…!»


    Fundamentalmente, cuando hable, hágalo buscando ser entendido, y cuando escuche, hágalo para comprender. Proverbios 18.13.


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