Biblia

Acompañar la transición

Acompañar la transición

por Jorge Atiencia

La carta a los Hebreos ofrece valiosos principios para pastorear a quienes atraviesan momentos de incertidumbre.

La verdadera espiritualidad no está exenta de dudas. Mateo relata en su evangelio que en los días posteriores a su resurreccción, los discípulos fueron al monte a reunirse con Jesús y «cuando lo vieron, lo adoraron, ¡pero algunos de ellos dudaban!» (28.17 – ntv). El Señor no discriminó a los que dudaron; cuando los comisionó, no señaló: «la Gran Comisión la voy a llevar a cabo solo con los que me adoran sin dudar». El Señor sabe que no tenemos todas las respuestas ni aun viéndolo cara a cara. El líder auténtico vive su espiritualidad en esa tensión entre la adoración y la duda.

 

La Carta a los Hebreos puede ayudarnos mucho en este terreno. Cuando recorremos esta epístola, percibimos que está dirigida a una comunidad a la que le ha tocado pasar por un sufrimiento muy intenso. También advertimos que esa circunstancia los ha expuesto a ciertas tentaciones y riesgos.

 

Una de esas tentaciones es la de abandonar su fe. De ahí el énfasis del autor, a lo largo de toda la carta, en insistir que «retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio» (3.14 – rvr 95) y que «con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos» (2.1).

 

Los destinatarios forman una comunidad que se debate entre la fe y la duda. Se percibe que han vivido momentos de abundante vitalidad espiritual y que han perseverado en medio de las aflicciones: «Traed a la memoria los días pasados, en los cuales, después de haber sido iluminados, sostuvisteis gran combate de padecimientos […] sufristeis con gozo» (10.32–34 – rvr 60). Estos creyentes han pasado por un tiempo de victoria, pero luego, en su gracia, el Señor ha diseñado otra etapa de peregrinaje. En palabras de Samuel Escobar, esta comunidad vive ahora una época de transición.

 

Las transiciones son aquellas etapas en que la vida cambia radicalmente. De pronto nos movemos del todo a la nada. Es cierto que entramos a transiciones para las que estamos un poco más avisados, porque los libros las anticipan, pero lo real es que no las vivimos en carne propia hasta que llegan.

 

La Carta a los Hebreos está dirigida precisamente a una comunidad que parece vivir todas las tensiones propias de una transición. Contiene lo que podríamos llamar una pastoral de la transición, que responde a las profundas necesidades que surgen en las crisis.

 

El perfil de la transición

 

Una situación de transición posee características propias: sentimientos, vivencias, tentaciones que acompañan a quienes pasan por la crisis del cambio. Podemos reconocer estas características en la comunidad para la cual se escribe esta carta.

 

El mundo parece derrumbarse

En época de transición, sentimos que el mundo ha cambiado repentina y redicalmente. Todo se encuentra desordenado, «desujetado». Lo que antes parecía sostenerlo ya no lo sostiene más. En lo que antes creíamos, parece no funcionar más. Por eso el autor elabora el concepto asegurador de que todo está sujeto a Jesús: «Porque en cuanto le sujetó todas las cosas [a Jesús], nada dejó que no sea sujeto a él»(2.8).

 

Sentimiento de amargura

…que no brote ninguna raíz venenosa de amargura, la cual los transtorne a ustedes y envenene a muchos. (12.15 – ntv)

 

Surgen momentos en los que pareciera que la vida contradice lo que creemos y esperamos de Dios. Es posible que estos creyentes oraran: «Señor, aplaca la persecución; Señor, acuérdate de nosotros, mira todo lo que hemos dejado por ti». Pero la presión no disminuía.

 

¿No nos pasa, a veces, que, a pesar de orar, todo nos sale al revés? En épocas así es posible que cambiemos la esperanza por cinismo. La fe ya no me responde, la esperanza no me sostiene. Y si no nos abrimos a la santidad del Señor, es posible que crezca en nosotros un sentimiento de amargura.

 

Sentimiento de pérdida

Las etapas de transición se acompañan de agobiantes sentimientos de pérdida. Nos vemos obligados a dejar atrás posiciones, ralaciones, posesiones. Esto provoca una profunda sensación de vacío, que genera frustración y depresión. El autor de la Carta a los Hebreos percibe ese sentimiento: «Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombe, habiendo servido a los santos y sierviéndoles aún» (6.10 – rvr 60).

 

Es como si de pronto se preguntaran: «Todo esto, ¿para qué?» Por eso se esfuerza por asegurarles que sí valió la pena, que Dios no va a olvidar lo que hicieron y lo que sacrificaron.

 

Temor a la muerte

El que pasa por una crisis de cambio siente intensamente la transitoriedad y sufre la sensación de ser esclavo de un devenir incontrolable. Cuando la crisis llega a ser muy aguda, puede aparecer el temor a la muerte.

 

La Carta a los Hebreos se dirige a una comunidad que está oprimida por el temor, particularmente el temor a la muerte. El escritor sabe que viven bajo la amenaza de muerte y que el contexto pesa sobre la espiritualidad. Qué interesante, cómo alcanza a comprender el contexto en el que viven y los ayuda a entrar en contacto con Jesucristo, que también experimentó la angustia de muerte.

 

Debido a que los hijos de Dios son seres humanos —hechos de carne y sangre— el Hijo también se hizo de carne y sangre. Pues sólo como ser humano podía morir y sólo mediante la muerte podía quebrantar el poder del diablo, quien tenía el poder sobre la muerte. Únicamente de esa manera el Hijo podía libertar a todos los que vivían esclavizados por temor a la muerte. Hebreos 2.14–15

 

Tentación a retroceder a lo conocido y seguro

El apóstol se extiende por casi cinco capítulos para mostar que existe un camino mejor que el de los sacrificios de toros y machos cabríos. ¿Por qué esa insistencia? La comunidad acomodada del pueblo judío tradicional, donde quiera que estuviese radicada, parecía no haber sufrido persecución porque nunca había sido una amenaza para el entorno. Al parecer, los creyentes estaban prensando: «Mejor volvamos a aquello que no provoca riesgo».

 

En ocasiones, estamos tentados a retroceder a lo conocido y seguro… Llega la hora de dejar mi posición en la obra, por ejemplo, pero como siento miedo de lo que va a venir o de lo que puede no venir, retengo el puesto. La incertidumbre, el temor al vacío me llevan a quedarme porque me siento más protegido y seguro.

 

Una respuesta pastoral

 

El apóstol responde con una pastoral que es profunamente consoladora para el que pasa por una transición.

 

Fronteras y raíces

En primer lugar, les establece fronteras teológicas, levanta un muro de contención al desorden: «Es más, no son los ángeles quienes gobernarán el mundo futuro del cual hablamos “[…] Le [a Jesús] diste autoridad sobre todas las cosas”. Ahora bien, cuando dice “todas las cosas”, significa que nada queda afuera; pero todavía no vemos que todas las cosas sean puestas bajo su autoridad» (2.5, 8 – ntv).

 

Las épocas de transición son periodos de alto riesgo, cuando todo parece desestructurado, «desujetado»; necesitamos fronteras. El escritor no deja de ser realista: «pero todavía no vemos que todas las cosas sean puestas bajo su autoridad» (2.8), pero estimula la esperanza.

 

En segundo lugar, afianza las raíces de la comunidad. Las etapas de transición producen pérdida, con todo lo traumático que es sentirse de pronto desenraizado, arrancado. En épocas de transición se agudiza la necesidad de pertenencia. Precisamente porque se ha quedado sin casas, porque han tenido que salir de sus terruños, el escritor elabora este concepto tan asegurardor: «somos casa del Señor» (3.6).

 

Cuando dejamos roles y posiciones, tenemos el sentimiento de haber perdido algo, de habernos desenraizado. Qué consoladora resulta entonces esa noción de pertenencia que nos da el Señor.

 

Un modelo: Jesucristo

El apóstol no solo desarrolla una teología que da fronteras y raíces. También ofrece un modelo: nos muestra cómo vivió Jesús sus propias transiciones.

 

Jesús sí que vivió una violenta transición: de la gloria a la vergüenza y la muerte. Aceptó las aflicciones, y de esa forma fue perfeccionado: «Convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos (2.10).

 

De Jesús aprendemos que hay provecho en las transiciones, que pueden llevarnos a la madurez. En realidad es imposible desarrollar madurez sin pasar por experiencias de transición.

 

Qué hermosa imagen: autor. Las transiciones pueden darnos una sensación de autoría sobre nuestras vidas. Pero al igual que Jesús, para trascender a nuevas etapas tenemos que morir a algo. Llega un momento en que Dios nos pide morir a miniterios, morir a expectativas y ambiciones, morir a experiencias. No es posible avanzar a otra etapa sin morir a algo. «Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo. Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados» (2.17–18).

 

Josús no es solo un modelo en el pasado. Él vive, y es poderoso para socorrernos. Podemos pedir socorro, gritar pidiendo auxilio cuando estamos en una situación extrema, porque Jesús vive hoy y quiere ayudarnos.

 

Las etapas de transición conllevan riesgo, en el que estamos propensos a cruzar fronteras y ceder a las tentaciones. El Señor nos dará auxilio de manera poderosa si se lo pedimos. Jesús fue sometido a tentación, padeció, venció y ahora es poderoso para socorrernos.

 

Preguntas para estudiar el texto en grupo

1.     ¿Cuáles eran las dudas contra las que combatían los creyentes para quienes se escribió la Carta a los Hebreos? ¿Cuáles podrían ser algunas dudas contra las que su comunidad quizá esté combatiendo?

2.     ¿Cuáles eran las caracterísicas de la transición por la que pasaban los destinatarios de esa carte?

3.     ¿Cuáles de esas características le son familiares porque han sido su experiencia? ¿Qué atención pastoral recibió mientras vivió la transición?

4.     ¿En qué consisten las fronteras teológicas? ¿Qué fronteras teológicas podría levantar para sostenerse en medio de una transición?

5.     ¿Qué expone del beneficio de las transiciones el ejemplo de Jesucristo?

Se tomó del libro Cómo pastorear y ser pastoreados, por Jorge Atiencia y Douglas Stewart, Certeza Argentina, pp. 77–86. Se usa con permiso.