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Al cuidado de la puerta

Al cuidado de la puerta

por Larry W. Osborne

El equipo de liderazgo de la iglesia es clave para la salud de la misma. La clave para un liderazgo sano la encuentra el autor en la selección del mismo. A la luz de la necesidad de elegir correctamente, nos ofrece principios fundamentales para saber hacer esa selección.


Frente a la habitación había una pizarra vieja llena de nombres: los nominados para el cuerpo de diáconos. Por lo menos unos veinticinco nombres en la lista, muchos más de los que se necesitaban para cubrir los ocho cargos. Cuando casi finalizaba la sesión, alguien sugirió un nombre. Obedientemente el director de la sesión lo agregó a la nómina.


De inmediato, uno de los pastores del grupo susurró a mi oído: «¡Deben estar bromeando!»


Asentí con la cabeza. Todos sabíamos que esa elección significaba: ¡problemas!


El nominado era un hombre con gran carisma, un experto en el «hablar de Dios». Pero detrás de esa imagen había un hombre contencioso y criticón. Para empeorar las cosas, era discípulo y amigo personal del maestro de Biblia más rígido de la nación. Siempre rápido para detectar una interpretación o práctica diferente de sus comentaristas preferidos, y hábil para ver una conspiración detrás de cualquier decisión que a él no le agradara.


Esperamos a que el pastor principal, o el presidente de la sesión, o algún otro hablara, pero nadie lo hizo. Aparentemente, ellos consideraban que no habría riesgo de una futura desunión. Además, su nombre estaba al pie de la lista, demasiado abajo como para obtener una seria oportunidad en la votación. Sin embargo, un mes más tarde, allí estaba su nombre, como uno de los finalmente nominados para ser parte de la asamblea anual.


Su nombre había subido en la lista porque los que le precedían no habían aceptado la propuesta o no estaban capacitados. Así que este hombre fue nombrado por un período de tres años, lapso en el que experimentamos la peor división. Afortunadamente, su función culminó antes de tiempo, cuando decidió irse de la iglesia enojado por una decisión que no le gustó.


Situaciones similares ocurren todos los años en las iglesias a lo largo del país. Cada vez que esto sucede, la unidad del cuerpo de ancianos, y aun de toda la iglesia, sufre. Dirigimos nuestra frustración hacia la persona que causa los problemas, pero el verdadero culpable es otro: las fallas en el proceso de selección.



Tres preguntas clave

Sólo encontré un remedio. Tenemos que «cuidar la puerta de entrada». Será demasiado tarde tratar de construir la unidad después de que permitamos la entrada de una persona contenciosa o divisionista al cuerpo. El daño ya estará hecho. En ese punto, lo mejor que podemos esperar es que ese daño sea controlado, pero que no haya unidad.


Sin embargo, el cuidar la puerta de entrada es algo delicado y peligroso. Para lograrlo necesitamos formularnos primero unas preguntas:

¿Cuál es el principal objetivo del cuerpo de ancianos?


¿Cuáles son nuestros requisitos mínimos?


¿Quién guardará la admisión al cuerpo de diáconos?



¿Representación o liderazgo?

¿Cuál es el principal objetivo del cuerpo de ancianos: representación o liderazgo? Nuestra respuesta tiene un impacto significativo para la unidad.


Muchas, sino todas las iglesias, optan por el modelo representativo. Concuerda con nuestros principios democráticos, así como con nuestros más queridos principios doctrinales: el sacerdocio de los creyentes. Esto implica que cada uno tiene la oportunidad de ser escuchado, no solo aquellos que tienen poder o que están bien conectados. Y es una forma de garantizar que el cuerpo de ancianos esté en conexión con las necesidades y deseos de la congregación.


Pero el cuerpo de representantes también tiene sus puntos negativos. Para empezar, el énfasis en representar los diversos intereses de los grupos facilita la entrada al cuerpo. Desde una perspectiva de representación, cualquier miembro, no importa cuán contencioso sea, tiene derecho a formar parte del liderazgo.


Segundo, es difícil llegar a un consenso cuando se enfrenta un tema controversial. Por definición, un cuerpo representativo busca proteger las opiniones de la minoría; esto a menudo resulta en un juego de ajedrez, más que en una solución.


Tercero, los miembros de este tipo de cuerpo pueden comenzar a verse a sí mismos como representantes de una específica constitución. Julio puede ser el campeón en la alabanza tradicional, mientras que Juan defiende a los jóvenes. En el medio, Susana pelea por los derechos de la Escuela Dominical. Olvidado en medio de la disputa está el asunto más importante: encontrar y llevar a cabo la voluntad de Dios.


Por estas razones y otras más, me he convertido en un fuerte promotor del cuerpo de ancianos orientado al liderazgo. Comparado con el anterior, este tiene una agenda diferente. Antes de resolver lo que cada uno quiere, los miembros del cuerpo de líderes tienen un solo objetivo: encontrar el mejor camino para la acción y seguirlo. Están centralizados en el liderazgo más que en responder a cada capricho de la congregación. Cuando hay que enfrentar una situación difícil, no se preguntan primero: «¿Cómo reaccionará la gente?» sino «¿Qué quiere Dios que hagamos?»


Esto no significa que el cuerpo de líderes no responda a las necesidades y preocupaciones del cuerpo. Por el contrario, los buenos líderes siempre están en contacto con la gente. Pero un buen pastor nunca olvida que trabaja para el Jefe de los pastores, no para las ovejas.


Un cuerpo de líderes así pasa por un proceso de «guardar la puerta», porque no asume que cada persona que se atraviesa y quiera un cambio radical en la dirección del ministerio, tenga derecho a ser líder. Desde este punto de vista, cuando llega el tiempo de seleccionar a un futuro miembro del cuerpo de líderes, no va a importar si esta persona representa a una porción importante de la iglesia. Lo que va a importar es si la persona ayudará a que el cuerpo de líderes cumpla con su objetivo: conocer y llevar a cabo la voluntad de Dios.


Una persona contenciosa, como la que describí, no va a tener lugar en el liderazgo. A pesar de su popularidad, su fama de encontrar la hilacha en cada tema y castigar al que se consideraba herético, hay razones suficientes para excluirlo.


Al cuerpo de líderes también les es más difícil llegar a un consenso en temas difíciles. ¿La razón? Tienen un objetivo común: descubrir la voluntad de Dios, antes que los objetivos personales o la defensa de los intereses de algún grupo en especial.


Cuando llegué a la Costa Norte, nuestro cuerpo de ancianos se apoyaba en la forma representativa. Como resultado, cada vez que tratábamos asuntos controversiales, lo primero que cada miembro del cuerpo quería saber era: «¿Qué pensarán ellos?» Ellos representaban a un nebuloso grupo de gente que se quejaría si realizaban un cambio. Nadie sabía quiénes eran ellos, y en realidad raramente ellos se quejaban. Pero eran poderosos: pasábamos un tiempo difícil cada vez que nos reuníamos para buscar cómo mantenerlos felices.


Ahora la balanza se tornó más hacia el principio del liderazgo; en lugar de preguntarnos primero qué es lo que ellos quieren que nosotros hagamos, nos preguntamos primero qué es lo que Dios quiere que hagamos. No sólo es una mejor pregunta, sino que ahora tenemos una tremenda unidad en el cuerpo. Esto corta cualquier tendencia nuestra de querer ser congresistas, defendiendo los derechos de los jóvenes o de los viejos, carismáticos o no carismáticos, o de cualquier otro grupo de la iglesia.


Visualizo a los miembros del cuerpo de líderes como congresistas de Dios. A menudo les recuerdo que su trabajo es discernir y llevar a cabo la voluntad de Dios, no la de la congregación. Irónicamente, a medida que más nos movimos en esa dirección, hubo mayor unidad y apoyo en nuestra congregación.


Por ejemplo, cuando cambiamos nuestra forma de adorar, un grupo de personas se quejó. Pero como nuestro equipo de líderes está convencido de que Dios quiere que hagamos ese cambio y es lo mejor para la iglesia en su totalidad, nos mantuvimos en la decisión. Si hubiéramos tenido un cuerpo representativo probablemente aún estaríamos discutiendo los méritos de alabar en forma tradicional o contemporánea. De esta manera, una vez que tomamos la decisión, unos pocos se fueron, pero la vasta mayoría se adaptó al cambio, especialmente cuando vieron que el cuerpo de líderes estaba unido. Al observar me he convencido de que la gente prefiere seguir a un grupo de líderes unidos y en amor, que a quisquillosos representantes, aun si las decisiones no siempre son las que ellos tomarían.



¿Qué estamos buscando?

Aunque estemos convencidos de que necesitamos un cuerpo de líderes y no de representantes, debemos hacernos otra pregunta para guardar efectivamente la puerta de entrada. ¿Cuáles serán los mínimos requisitos?


En muchas iglesias el principal requisito es que tenga un corazón dispuesto. Cualquiera que con fidelidad trabaja en la iglesia, eventualmente se encuentra siendo miembro del cuerpo de líderes. Si bien no conozco iglesia que proclame este método para seleccionar, sé de muchas, que de hecho, siguen este camino.


Pasajes como Hechos 6, 1 Timoteo 3, Tito 1 y 1 Pedro 5 dejan claro que tener un corazón dispuesto no es suficiente. Hay requisitos espirituales que no son únicamente el haber nacido de nuevo, requisitos que van más allá, a temas de carácter. Si bien no todos están de acuerdo con la interpretación y aplicación de dichos pasajes, una cosa es cierta: la iglesia del Nuevo Testamento consideraba la madurez espiritual como requisito para ser líder.


Por madurez espiritual considero una vida que consistentemente exhibe el carácter de Cristo Jesús. No es asunto de cuánto sabe la persona sino de cómo es. Notarás que todos estos pasajes tratan más con el carácter que con los dones, conocimiento bíblico, o celo. No debemos sorprendernos de que muchos de los centrados en sí mismos y divisionistas, en la iglesia, están grandemente dotados, conocen la Biblia mejor que nadie y exhiben un celo que avergüenza a muchos, pero cuando llegan a participar en el cuerpo de ancianos, ¡cuidado!


Al tratar de poner en práctica estos principios bíblicos, necesitamos equilibrarnos entre dos extremos. El primero es interpretar estos pasajes de tal manera que nadie puede alcanzar el nivel. Recuerdo el comentario de un pastor: en su iglesia de quinientos miembros excepto él y otro ministro ordenado, nadie llegaba a calificar para el liderazgo. No quise señalarle que ese dato iba en contra de sus seis años de ministerio.


El otro peligro es redefinir o bajar el nivel de los requisitos. He observado que en muchas iglesias, cuando alguien no alcanza los requisitos, se tiende a bajar el nivel de los mismos. Tomemos, por ejemplo, un miembro del cuerpo de ancianos cuya familia se está alejando. Él recibirá simpatía y apoyo, aunque tal vez sea motivo de chismes, pero deberá pedírsele que deje el cuerpo de líderes. Estos pasajes enseñan que es necesario tener un buen hogar como requisito para ser líder en la iglesia. (1 Ti. 3:4, 5, 12 y Tit. 1:6). Y cuán a menudo encontramos entre los miembros del cuerpo de ancianos, a personas contenciosas autosuficientes, materialistas o «cabezas calientes», que desechan la advertencia bíblica de que no pueden ser líderes.


¿Qué pasa si no hay suficientes personas calificadas que deseen o que estén disponibles para ser miembros del cuerpo de ancianos? En ese caso, recomiendo tomar la gente más dispuesta y, a medida que la iglesia crezca y madure, despaciosamente ir elevando los niveles de requisitos.


Tan importante como la madurez espiritual, para construir un equipo de liderazgo armonioso y efectivo, es el de considerar otras calificaciones.


Aprendimos que nos tenemos que preguntar:

¿Está esta persona de acuerdo con nuestra filosofía básica para el ministerio?


¿Se adecuará al equipo ya formado?

Si alguna de las preguntas se responde negativamente, entonces sería un error incluir a esa persona en el equipo, no importa cuán espiritual sea.


No es garantía que una persona espiritualmente madura pueda trabajar bien en equipo. Aunque comparta los objetivos, sin embargo podría tener problemas para involucrarse: cuando sus convicciones sean muy fuertes e incluso excluyentes (tal fue el problema entre Pablo y Bernabé con respecto a Juan Marcos), podrán presentarse problemas terribles. Por eso es importante considerar cualidades filosóficas y de relación.


Esto no significa que cada posible miembro nominado para la sesión de ancianos tenga que estar de acuerdo con cada asunto que nosotros ya hayamos decidido o efectuado previamente. Lo que significa es que debe estar de acuerdo con las verdades básicas de nuestro ministerio. De otra manera habría conflicto.


Como pueden imaginar, encontré fuerte resistencia al comenzar a enseñar estos principios. Algunos no pueden entender por qué no incorporamos a una persona madura al conjunto de ancianos, simplemente porque no concuerda con la dirección del ministerio.


Francamente, me asombra tal manera de pensar. Ejecutivos que están dejando de utilizar en sus compañías la mezcla de filosofías divergentes en los negocios, defienden el pluralismo y la falta de homogeneidad en el cuerpo de ancianos de la iglesia. De alguna manera piensan que los líderes de la iglesia pueden llegar a trabajar bien, aun bajo condiciones que harían pedazos cualquier otro grupo.


Imaginen un comité que decide que el único requisito para nombrar a un predicador es su madurez espiritual y sus dones. Si ellos no consideran la importancia de un buen ensamble con el resto, se estarán buscando problemas, introduciendo a un pastor de cuello azul en una congregación de cuello blanco. Un activista social (no importa cuán espiritual sea) tendrá la posibilidad de tener éxito en una iglesia que tiene ministerios variados. Pero cualquier comité sabio que desea un ministerio serio y exitoso pondrá en consideración estas cosas. ¿Se pueden permitir requisitos más bajos para seleccionar a líderes laicos?


Determinar buenos ajustes puede llevar tiempo. Cuanto más cuidadosamente se piense en las cualidades, y cuanto más estrictas se mantengan, mayores serán nuestras oportunidades de experimentar un cuerpo armonioso o saludable.



¿Quién debe cuidar la puerta de entrada?

Hay una sola pregunta que queda por responder antes de estar preparados para cuidar la puerta de entrada: ¿Quién queremos que la cuide?


No se equivoquen. La pregunta no es: «¿Debe alguien cuidar la puerta de entrada?», porque alguien lo hace. La pregunta es: «¿Están haciendo un buen trabajo?» y «¿Son estas las personas que queremos que la cuiden?»


Toda iglesia tiene porteros. Son las personas que tienen el poder de nominar o seleccionar; a menudo son los miembros de un comité de nombramiento. Desafortunadamente muchas iglesias desestiman su influencia. Aun iglesias que cuidadosamente eligen a su cuerpo gobernante, pueden ser superficiales al decidir quiénes van a controlar la selección inicial de miembros del cuerpo de diáconos.


Estuve en una iglesia donde preguntaron desde el púlpito quién quería participar en el comité selector, durante la sesión que se llevaría a cabo el siguiente jueves. Otras iglesias permiten a cualquiera que participe en el proceso antes de la reunión de selección. El método garantiza la ineficacia en el cuidado de la puerta de entrada, porque no importa cuál sea la línea que se tome para el nombramiento, posiblemente alguno va a desear hablar en contra de ella en la asamblea general. He estado en iglesias donde suponían que, para tener el mejor comité de selección, debían incluir gente de diferente trasfondo: un ama de casa, una profesional, un hombre de negocios, un anciano, un joven. La única cualidad para servir era equiparar las necesidades demográficas.


Seleccionar líderes es algo muy importante para ser tratado casualmente. Demanda la mejor gente que tengamos. El comité de selección debe ser el más importante en la iglesia, porque es como el manantial que da origen a un río. Si hay polución en los arroyos de arriba, indefectiblemente contaminará todo el caudal de abajo. Si pudiera elegir a un grupo en nuestra iglesia que tuviera la sabiduría de Salomón sería nuestro comité de selección.


Una persona que creo tiene que estar siempre involucrada en el proceso de selección es el pastor. Sé que es política de algunas iglesias no permitir que el pastor tome un rol oficial en el proceso de selección, pero aun en esas circunstancias, un pastor puede ejercer una influencia informal. Por definición, un cuerpo de liderazgo efectivo y saludable demanda un buen trabajo de relaciones entre el pastor y el cuerpo de ancianos. Es tonto pensar en poner a alguien en el cuerpo gobernante que no se lleve bien con el pastor o que no comparta su filosofía de trabajo. Así como un jugador de fútbol que no concuerda con la forma de jugar del técnico, será motivo de que el equipo pierda.


No sugiero que el pastor elija a los miembros del cuerpo gobernante. Pero sí que el pastor tenga la oportunidad de hablar en contra de una nominación que puede llegar a causar conflicto. Esa oportunidad puede no ser buena, si nosotros no tenemos el coraje de usarla.


La situación que describí al comienzo nunca hubiera ocurrido si el pastor principal hubiera hablado. Pero él creía que no era su rol liderar o influir en el comité, así que se sentó quietamente, esperando y orando para que alguien hablara por él y anulara la nominación.


Hablé con muchos pastores que sirvieron como observadores porque sentían que no les correspondía participar activamente. Entonces, si no deseaban hablar, ¿para qué estaban en esa reunión? Y si estoy allí y permanezco en silencio, no estoy seguro de que después tenga derecho a quejarme de la gente con la que trabajo. El comité de selección es como una ceremonia de bodas: hable ahora o calle para siempre.


Otra característica que descubrí es que el comité va a ser cándido, yo tengo que guiar en el camino. Nadie quiere ser acusado de juzgar, y la mayoría de las personas se aterrorizan por pensar que su voto pueda fugarse fuera del recinto. Recuerdo la primer vez que voté en una selección de líderes. Un hombre de Dios, con una filosofía totalmente diferente al liderazgo del cuerpo gobernante, fue nominado por numerosos miembros de la congregación. Cuando se leyó su nombre en el comité, imperó un incómodo silencio. Él había servido fielmente a la iglesia en otro tiempo; sin embargo, todos sabían que no cuajaba con el actual equipo de líderes. Los problemas eran filosóficos, no espirituales, pero problemas al fin. Después de lo que pareció una eternidad, tragué saliva y hablé: «No creo que debamos incluirlo; terminaremos nuestra reunión dando vueltas en círculos»


Una vez que estuvo sobre la mesa, un par de nosotros estuvo de acuerdo con la nominación. Pero después de una breve discusión, llegamos a un unánime consenso y nominamos a otro. Fue obvio que otros sentían lo mismo que yo, pero nadie decía nada hasta que yo rompí el hielo. Nuestro comité fue muy sabio, podría haber permanecido en silencio e inactivo.


Desde entonces otros comenzaron a hablar. Nunca más tuve que ser el único en hablar, ni el primero, porque se estableció una atmósfera sana.


Obviamente, mi decisión de estar involucrado en el proceso lleva su riesgo. Como me dice un amigo: «¿Cómo puedes hacerlo sin que te maten?» Actualmente, esto nunca crea un problema. ¿La razón? Somos estrictos en lo confidencial. Como el cuerpo de selección está formado por las personas de mejores cualidades, no tenemos problema en recordar: «Lo que se dice aquí debe permanecer aquí». Y en caso de que lo olviden, ¡se los recuerdo antes de cada reunión!


Pero sé que estar involucrado en este proceso puede ser muy riesgoso para el pastor. Los secretos son difíciles de mantener, y el voto de un pastor puede herir a otro. Por eso soy cuidadoso con lo que digo y cómo lo digo. Deseo que las cosas que digo no sean repetidas, pero me aseguro de poder seguir viviendo en caso de que se divulguen.


Mi decisión de ser un miembro activo en el cuerpo de selección no fue fácil. Lo hice en contra de las advertencias de algunos de mis más confiables maestros. Pero después de orar y considerar el asunto cuidadosamente, decidí que tenía poco que perder. Sabía cuál era el resultado de haber permanecido callado muchas veces.



¿Cómo lo lleva a cabo una iglesia?



Muchos de ustedes se estarán preguntando cómo poner en práctica estos principios. Por esta razón voy a describir brevemente nuestra forma de seleccionar. Su política y circunstancias podrán determinar cuál de estos pasos se pueden amoldar a su caso. El proceso se ofrece no como una receta, sino como una descripción de cómo una iglesia ha tomado seriamente la necesidad de cuidar la puerta de entrada.


En nuestro caso, el cuerpo de ancianos es el comité que finalmente elige a las personas. Si bien hay algunos problemas potenciales con el cuerpo seleccionador, esta es la mejor gente que tenemos y la usamos.


Cada semana, durante el mes que precede a nuestra nominación, el boletín de la iglesia contiene un formulario para nominar. Pedimos que todos los asistentes regulares lo llenen, lo coloquen en la bolsa o plato de la ofenda y lo envíen a la oficina. Nuestros boletines y anuncios enfatizan que se debe nominar a personas que estén espiritual y filosóficamente calificadas.


Al finalizar el mes, nuestro cuerpo de ancianos examina tanto los formularios entregados por la congregación como también los del pastor o los diáconos. Al revisar las listas eliminamos los que por alguna razón no se ajustan a lo pedido; en nuestro caso, por ejemplo, personas que no son miembros de la iglesia, gente que hace menos de un año que está en la iglesia, y cualquiera que claramente tenga un problema emocional o espiritual. Luego continuamos con los nombres restantes, pidiendo que cada uno comparta sinceramente. Los defectos en el carácter no siempre son obvios; a menudo, sólo uno o dos de nosotros tenemos conocimiento de si hay problemas en el matrimonio, o un temperamento duro, o falta de discreción. También nos preguntamos cómo se amoldarían estas personas a nuestra filosofía en el ministerio y en el equipo de liderazgo. (Sinceramente, pocos son los que fallan esta prueba).


Un segundo paso es decidir cuántas vacantes tenemos. Depende de cuántos miembros se planea que continúen y si necesitamos incrementar la medida del cuerpo. La ventaja es que nuestros estatutos sólo marcan el mínimo de cinco ancianos. Aunque este número es muy poco para nuestra realidad, nos da libertad para incrementar o decrecer la medida del cuerpo según sean nuestras necesidades, mucho mejor que tener un número arbitrario fijo.


Luego preparamos una lista de nuestras posibilidades, por orden prioritario. Le preguntamos a la primera persona de la lista si desearía servir. Si no lo desea continuamos con la siguiente persona por orden de lista y así sucesivamente. Si todos dicen que no (algo que no ha sucedido aún) no agregamos a nadie ese año. Bajo ninguna circunstancia agregamos a alguien que no esté calificado simplemente porque necesitamos llenar un lugar.


Finalmente, presentamos los nominados a la congregación, en nuestra asamblea anual. Se vota por cada uno con un sí o un no, en forma individual. Hasta aquí, no elegimos a dos personas que participen para un mismo cargo. He encontrado que la razón de que muchas congregaciones colocan a dos personas compitiendo para el mismo cargo es para que la iglesia pueda elegir entre uno u otro. No quieren que la gente sienta que sus líderes les son impuestos. Pero como les damos a la gente la oportunidad de votar sí o no por cada candidato, ni siquiera lo piensan.


De hecho, el compromiso de que sea más de uno el propuesto para cada cargo puede malograr el proceso de selección. Muchas iglesias no tienen suficiente gente calificada como para postular a más de uno. Como resultado el comité de selección sugiere gente no calificada en la terna y ora para que la congregación no los nombre. Preferimos adelantar nuestra selección sin pedir disculpas y permitir que la congregación la confirme o la rechace.


El proponer sólo a dos candidatos para cada cargo mantiene fuera del cuerpo de líderes a otras excelentes personas. Solamente aquellos que sirven en posiciones muy altas y visibles, o que tienen un nombre bien reconocido terminan siendo elegidos, particularmente en iglesias muy grandes donde todos los miembros no pueden conocer a todos. No estoy en contra de que sólo dos personas sean propuestas para un ministerio, si hay suficiente gente calificada que no le importa quien gane. Pero en la realidad éste es un caso raro.


De todos modos, este es el proceso que utilizamos. Así trabaja para nosotros. Mientras estamos comprometidos con los principios, no tenemos un gran compromiso con la metodología. Cambiamos o adaptamos si es necesario mejorar el camino en el control del proceso de selección.


La línea de abajo es para lograr lo que sea necesario en la consecución de la mejor gente para el equipo de líderes. Los equipos ganadores necesitan jugadores ganadores. Aun Romario De Souza Fario no puede ganar sin un buen equipo. Tampoco nuestra iglesia.

© Leadership, 1990. Usado con permiso. Apuntes Pastorales, Volumen XII – número 2