Al encuentro de la verdad
por Justo González (hijo)
La Iglesia había estado tratando con herejías mucho antes de las controversias de los siglos cuarto y quinto. En el principio surgieron maestros que decían tener acceso especial a las «verdaderas enseñanzas» de Jesús. En sus comienzos, entonces, la Iglesia tuvo que encontrar formas de discernir la verdad y rechazar el error. Un estudio sobre los gnósticos y Marción.
Cómo la Iglesia Primitiva decidió que Marción y los gnósticos, entre otros, estaban equivocados.
La Iglesia había estado tratando con herejías mucho antes de las controversias de los siglos cuarto y quinto. En el principio surgieron maestros que decían tener acceso especial a las «verdaderas enseñanzas» de Jesús. En sus comienzos, entonces, la Iglesia tuvo que encontrar formas de discernir la verdad y rechazar el error.
Conocimiento secreto
De todas las interpretaciones del cristianismo, ninguna fue tan peligrosa ni se acercó tanto a la victoria como el gnosticismo. Este era un movimiento vasto y amorfo que existía tanto dentro como fuera de la Iglesia.
El nombre gnosticismo viene de la palabra griega gnoses, que significa «conocimiento». De acuerdo a los gnósticos, ellos poseían un conocimiento especial y místico reservado para aquellos con verdadero entendimiento. Este conocimiento era la clave secreta para la salvación.
La salvación era la preocupación principal de los gnósticos. Concluyeron que toda la materia es mala, o en el mejor de los casos es irreal. Un ser humano es en realidad un espíritu eterno que de alguna manera ha sido encarcelado dentro de un cuerpo. Ya que el cuerpo es una cárcel para el espíritu, y ya que nos guía erróneamente en cuanto a nuestra verdadera naturaleza, es perverso. Por lo tanto el objetivo final de los gnósticos era escapar del cuerpo y de este mundo material en el cual estamos exiliados. El mundo no es nuestro verdadero hogar sino que es un obstáculo para la salvación del espíritu.
¿Cuál es, entonces, el origen del mundo y del cuerpo? El gnosticismo afirmaba que originalmente toda realidad era espiritual. El ser supremo no tenía intención alguna de crear un mundo material sino un mundo puramente espiritual. Por lo tanto creó seres espirituales. Los maestros gnósticos no estaban de acuerdo en la cantidad exacta. Algunos presentaban 365 tales seres espirituales o «eones». En cualquier caso, uno de estos eones la Sabiduría deseaba producir algo por sí misma, y el «aborto» resultante fue el mundo. Eso es el mundo para el gnosticismo: un aborto del espíritu, no una creación divina.
Pero ya que este mundo fue creado por un ser espiritual, todavía hay «chispas» o «pequeños pedazos» de espíritu en él. Estos son los que han sido encarcelados en cuerpos humanos y deben ser liberados por la gnosis.
Para poder lograr tal liberación, un mensajero espiritual debe venir a este mundo para despertarnos de nuestro «sueño». Nuestros espíritus están «dormidos» dentro de nuestros cuerpos, siendo guiados por los impulsos y las pasiones del cuerpo. Alguien debe venir del más allá para recordarnos quiénes somos en realidad y llamarnos a luchar contra nuestro encarcelamiento. Este mensajero trae la gnosis, el conocimiento secreto y la inspiración necesarias para la salvación.
Arriba de nosotros están las esferas celestiales, cada una gobernada por un poder malvado cuyo objetivo es impedir nuestro progreso hacia el mundo espiritual. Para alcanzar la «llenura» espiritual debemos atravesar esas esferas. La única manera de hacer esto es tener el conocimiento secreto que abre el camino como si fuera una contraseña espiritual. El mensajero celestial ha sido enviado precisamente para darnos este conocimiento, sin el cual no hay salvación.
En el gnosticismo cristiano, ese mensajero es Cristo. Él ha venido a la tierra para recordarnos nuestro origen celestial y darnos el conocimiento secreto sin el cual no podemos regresar a las mansiones espirituales.
Ya que Cristo es un mensajero espiritual, y como el cuerpo y la materia son perversos, la mayoría de los gnósticos cristianos rechazaron la idea de que Cristo tuvo un cuerpo como el nuestro. Algunos decían que su cuerpo era solamente una apariencia. Él era, para ellos, especie de fantasma que milagrosamente parecía tener un cuerpo verdadero. Muchos hacían distinción entre el «Cristo» celestial y el «Jesús» terrenal. En algunos casos afirmaban que Jesús tenía un cuerpo pero este era de «material espiritual» diferente del nuestro. La mayoría negaba el nacimiento de Jesús, que lo hubiera puesto bajo el poder del mundo material.
Mientras tanto, ¿cómo debemos vivir esta vida? En este punto, los gnósticos daban dos respuestas diferentes. La mayoría declaraba que ya que el cuerpo es la cárcel del espíritu debemos controlar el cuerpo y sus pasiones y así debilitar su poder sobre el espíritu. Pero también había algunos que sostenían que ya que el espíritu es por naturaleza bueno y no puede ser destruido, debemos dejar al cuerpo en libertad y permitirle seguir la guía de sus propias pasiones. De tal manera mientras algunos eran ascetas extremos, otros eran libertinos.
El gnosticismo fue una verdadera amenaza para el cristianismo hasta el fin del segundo siglo.
Anti-Jehová
Marción, cuyo padre era obispo de Sinope en Ponto, conoció el cristianismo desde pequeño pero tenía un gran desagrado por el judaísmo y el mundo material. Alrededor del año 144 d.c. fue a Roma, donde reunió algunos seguidores.
Ya que Marción estaba convencido de que el mundo era perverso, concluyó que su creador debía ser perverso o ignorante. Pero en lugar de presentar una larga serie de seres espirituales, como hicieron los gnósticos, Marción propuso una solución mucho más sencilla. De acuerdo a él, el Dios y Padre de Jesús no es el mismo que Jehová, el Dios del Antiguo Testamento. Fue Jehová quien hizo este mundo. El propósito del Padre era que hubiera solamente un mundo espiritual. Pero Jehová, ya sea por ignorancia o con malas intenciones, hizo este mundo y puso seres humanos en él.
Esto significa que las Escrituras hebreas son realmente inspiradas por un dios, aunque este es Jehová, no el Padre Supremo. Jehová es un dios arbitrario, que elige un pueblo en particular por encima de todos los demás. También es vengativo, constantemente tomando nota de quienes lo desobedecen y castigándolos.
Contra Jehová, y muy por encima de él, está el Padre de los cristianos. Este Dios no es vengativo sino amoroso. Este Dios no nos exige nada sino que nos da todo libremente, incluyendo la salvación. Este Dios no busca ser obedecido sino amado. Es debido a su compasión por nosotros, las criaturas de Jehová, que el Dios Supremo ha enviado a su Hijo para salvarnos. Este Hijo simplemente apareció como hombre crecido durante el reinado de Tiberio. Naturalmente, al fin no habrá juicio, ya que el Dios Supremo es completamente amoroso y simplemente nos perdonará.
Todo esto llevó a Marción a dejar las Escrituras hebreas a un lado. Si el Antiguo Testamento era la palabra de un dios inferior, no debería ser leído en las iglesias ni ser usado como base para la instrucción cristiana. Para llenar este vacío, Marción hizo una lista de libros que consideraba verdaderas Escrituras cristianas. Estaban las epístolas de Pablo — uno de los pocos, de acuerdo a Marción, que verdaderamente comprendieron el mensaje de Jesús — y el Evangelio de Lucas. En cuanto a las muchas citas del Antiguo Testamento en los escritos de Lucas y Pablo, Marción explicó que eran meras interpolaciones — la obra de los judaizantes tratando de arruinar el mensaje original.
Por varios años esta iglesia rival logró cierto éxito, y aún luego de su clara derrota continuó su influencia por siglos.
Regreso a la Biblia
La lista de Marción fue el primer intento de compilar un «Nuevo Testamento». Cuando los cristianos de la Iglesia primitiva hablaban de «Escrituras» se referían a las Escrituras hebreas, generalmente en la versión griega conocida como la Septuaginta. También era costumbre leer en la iglesia pasajes de uno o varios de los evangelios, así como también de las epístolas, especialmente las de Pablo. Ya que no había una lista aprobada, se leían diferentes Evangelios en diferentes iglesias, y lo mismo era cierto de los otros libros.
El desafío de Marción, sin embargo, requería una respuesta, y de esta manera la Iglesia comenzó a hacer una lista de escritos sagrados cristianos. Esto no se hizo de manera formal, a través de un concilio o alguna reunión especial. Gradualmente se llegó a un consenso.
No había ninguna duda, sin embargo, excepto entre los gnósticos y los marcionitas, que la Escritura hebrea era parte del canon cristiano. Esto era importante como prueba de que Dios había estado preparando el camino para la llegada del cristianismo. También era una forma importante de entender la naturaleza del Dios que se había revelado en Jesucristo. La fe cristiana era el cumplimiento de la esperanza de Israel, no una aparición repentina desde el cielo. En cuanto a lo que ahora llamamos el Nuevo Testamento, los Evangelios fueron los primeros en ser reconocidos generalmente. Es importante observar que los primeros cristianos decidieron incluir más de un Evangelio en su canon. Lo hicieron como respuesta directa al desafío de Marción y del gnosticismo.
Muchos maestros gnósticos sostenían que el mensajero celestial había confiado su conocimiento secreto a un discípulo en especial, y que éste era el único intérprete verdadero del mensaje. De tal manera varios grupos gnósticos tenían un libro que sostenía presentar las verdaderas enseñanzas de Jesús. Tal era, por ejemplo, el Evangelio de Santo Tomás.
En respuesta, la Iglesia buscó demostrar que sus doctrinas no estaban basadas en el supuesto testimonio de un apóstol o evangelio en especial sino en el consenso de toda la tradición apostólica. El simple hecho de que los diferentes evangelios diferían en detalles pero estaban de acuerdo en los asuntos básicos hacía de su acuerdo un argumento más convincente.
Hacia el final del segundo siglo los libros principales del canon estaban establecidos: los cuatro evangelios, Hechos, y las epístolas de Pablo. Sobre los libros mas cortos del canon presente no hubo consenso hasta más tarde: la segunda mitad del cuarto siglo.
El símbolo de la fe
Otro elemento de la respuesta de la Iglesia a las herejías fue lo que ahora llamamos el Credo de los Apóstoles. El texto básico fue compilado, probablemente en Roma, alrededor del año 150. Entonces era llamado «símbolo de la fe».
La palabra «símbolo» significaba una forma de reconocimiento, tal como un objeto de identificación dado por un general a un enviado para que quien recibía el mensaje supiera que era un verdadero representante. De la misma manera, el «símbolo» fue un medio por el cual los cristianos podían distinguir a los verdaderos creyentes de quienes seguían las herejías corrientes, especialmente el gnosticismo y el marcionismo.
Uno de los principales usos de este símbolo fue durante el bautismo, cuando se le presentaba al candidato en forma de una serie de tres preguntas:
¿Cree en Dios el Padre todopoderoso?
¿Cree en Cristo Jesús, el Hijo de Dios, que fue nacido del Espíritu Santo y de María la virgen, quien fue crucificado bajo Poncio Pilato, y murió y resucitó al tercer día, viviendo de entre los muertos, y ascendió a los cielos y se sentó a la diestra del Padre, y vendrá a juzgar a los vivos y los muertos?
¿Cree en el Espíritu Santo, la santa Iglesia, y la resurrección de la carne?
Un análisis cuidadoso muestra claramente que este credo antiguo es dirigido contra Marción y los gnósticos. Primero, la palabra griega pantokrator, generalmente traducida «todopoderoso», literalmente significa «que gobierna todo». Lo que significa aquí es que no hay nada, y ciertamente nada en el mundo material, que cae fuera del gobierno de Dios. Se rechaza la distinción entre una realidad espiritual que sirve a Dios y una realidad material que no lo hace. Este mundo, su materia y sus cuerpos físicos son parte del «todo» sobre el cual reina Dios.
El párrafo más detallado del credo es el que trata con el Hijo. Esto se debe a que era precisamente en su cristología que Marción y los gnósticos diferían de la Iglesia en forma más evidente. Primero, se nos dice que Jesucristo es el «Hijo de Dios». El nacimiento de «María la virgen» no está ahí principalmente para enfatizar el nacimiento de una virgen sino para afirmar el hecho de que Jesús nació y no apareció simplemente en este mundo como Marción y otros decían. La referencia a Poncio Pilato no está ahí para culpar al gobernador romano sino para poner fecha al evento e insistir que fue un evento histórico con fecha. Y se niega aún más el gnóstico al declarar que Jesús «fue crucificado … murió y resucitó». Finalmente, se afirma que este mismo Jesús volverá «para juzgar», una idea que Marción nunca aceptaría.
La «santa Iglesia» es afirmada porque los cristianos estaban comenzando a enfatizar la autoridad de la Iglesia. Y la «resurrección de la carne» es una negación final del concepto que la carne es perversa o irrelevante.
No hay más secretos
En su lucha contra la herejía, el debate finalmente llegó al tema de la autoridad de la Iglesia. Todos estaban de acuerdo en que el verdadero mensaje era el enseñado por Jesús. Los gnósticos sostenían tener algún acceso secreto a ese mensaje original por medio de una serie de maestros secretos. Marción sostenía acceder a ese mensaje por medio de los escritos de Pablo y Lucas. Éstos, sin embargo, tenían que ser limpiados de aquello que no estaba de acuerdo con la opinión de Marción sobre el Antiguo Testamento. La Iglesia mantenía poseer el Evangelio original y las verdaderas enseñanzas de Jesús. De este modo, lo que era debatido era en cierta manera la autoridad de la Iglesia contra los alegatos de los herejes.
En este punto la noción de sucesión apostólica tomó gran importancia. Lo que se discutía era simplemente que si Jesús hubiera tenido algún conocimiento que comunicar a sus discípulos — lo cual no era así — hubiera confiado esas enseñanzas a los mismos a quienes les confió la Iglesia. Si esos apóstoles hubieran recibido tal enseñanza se la hubieran pasado a quienes los seguirían en el liderazgo de la Iglesia. Por lo tanto, si hubiera alguna enseñanza secreta debería encontrarse entre los discípulos directos de los apóstoles y sus sucesores, los obispos.
Lo cierto es que quienes en el segundo siglo podían afirmar sucesión apostólica directa negaban en forma unánime la existencia de tal enseñanza secreta. En conclusión, lo que los gnósticos afirmaban, que había una tradición secreta y que ésta se les había confiado a ellos, era falso.
Para poder fortalecer este argumento era necesario demostrar que los obispos del momento eran verdaderamente sucesores de los apóstoles. Esto no era difícil, ya que varias de las iglesias más antiguas tenían listas de obispos vinculándolos con el pasado apostólico. Roma, Antioquía, Efeso y otras tenían tales listas. Sea por medio de obispos reales o por medio de otros líderes (algunas iglesias antiguas eran lideradas por consejos de «ancianos»), la Iglesia ortodoxa del segundo siglo podía demostrar su conexión con los apóstoles de una forma en que Marción y los gnósticos no podían hacerlo.
La Iglesia «católica»
La palabra católica significa «universal» pero también significa «de acuerdo a la totalidad». Para separarse de los grupos herejes y las sectas, la Iglesia antigua comenzó a llamarse «católica». Este título enfatizaba tanto su universalidad como la amplitud del testimonio en que se basaba. Era la Iglesia «de acuerdo a la totalidad», o sea «de acuerdo a todo el testimonio de todos los apóstoles». Solamente la Iglesia «de acuerdo a la totalidad», podía afirmar la posesión del testimonio apostólico completo.
Tomado La Historia del Cristianismo, por JustoGonzález. Usado con permiso.