Amando a la congregación
por Joel C. Hunter
Por mucho tiempo pensé que una iglesia local era como una máquina compleja que necesitaba un mecánico, y consideraba que ese mecánico podía ser yo. El mejor cambio ideológico que he sufrido en mi vida ha sido el de erradicar esa imagen.
La iglesia local, más que una máquina es una persona, con personalidad completa. Cristo dibuja a la iglesia universal como a su novia. Tomando este ejemplo, en vez de usar procedimientos mecánicos, mi acercamiento ahora se parece a un cortejo. Alimento la misma actitud hacia mi congregación que un pretendiente tiene hacia su amada. Los resultados para mí han sido sorprendentes en crecimiento y desarrollo de la iglesia. Aquí hay unos pocos ejemplos personales de ese acercamiento.
DEL LA CORTE AL CORTEJO
En mis primeras reuniones de consejo pastoral asumía el rol de abogado, discutiendo varios asuntos progresivos. Por ejemplo, exponía los hechos y ventajas de tapizar los asientos de la capilla. Antes de la reunión me ponía a adivinar quién estaría a favor y quién en contra, disponiendo cuidadosamente mis argumentos según los votantes en mente. O sino expondría el caso de un nuevo énfasis misionero, citando precedente escritural, capítulo y verso. Los jurados siempre eran benevolentes, pero varios problemas se hicieron evidentes en forma consistente y dolorosa.
Primero, las decisiones fueron mayormente negativas debido a opiniones en contra. No tenemos suficiente dinero ahora, o si apoyamos a uno, entonces tenemos que apoyar al otro. Siempre se dijo poco sobre las necesidades de la gente.
Segundo, mis relaciones con los miembros del jurado quedaron tirantes después de unas pocas reuniones. Cada comentario parecía tener una sospechosa intención escondida.
Creía que los conflictos de iglesia pavimentaban el camino al progreso y que todo lo que necesitaba hacer era conseguir el lado correcto para ganar. Ahora veo el conflicto como una guerra civil dentro de una misma persona, una guerra que no gana terreno nuevo sino que disputa el ya existente. El progreso sólo puede alcanzarse a medida que el conflicto es resuelto y olvidado. Una casa dividida no puede responder al desafío de sígueme. Ahora trabajo para minimizar la fragmentación y enfatizar la invitación a la aventura mutua con Cristo.
Di una segunda mirada al estilo de Jesús. Tenía tanto más a su favor que hechos y argumentos. Era más atrayente que ganador; ejercía más influencia que control. Su acercamiento era más intuitivo que formulado, su autoridad más sentida que vista.
En los asuntos de negocios de la iglesia me pregunté: ¿Por qué quiero que pase este asunto?. Entonces me respondí: Porque podemos hacerlo juntos en amor para ser constructivos para Dios, y me di cuenta, de la manera en que se da cuenta cada pretendiente enamorado, que no importa realmente lo que hacemos juntos mientras estemos juntos.
La palabra corle se transformó en cortejo. Los asuntos son importantes pero secundarios, son casi una excusa para estar juntos. La atención y el respeto personal en el medio de los negocios de la iglesia parecían como maná en el desierto. Finalmente nos hicimos renuentes a tomar decisiones que interfirieran con el amor y la calidez necesaria para el progreso. El cortejo, el romance había reemplazado a la actitud de juicio.
LA LIBERTAD DE SENTIRSE PREDETERMINADO
Después de algunos meses de salidas, flirteo e intriga con mi futura esposa, las preguntas se elevan: ¿Es nuestra relación simplemente producto de la casualidad o estamos juntos por voluntad de Dios? Rastreando las coincidencias poco comunes que llevaron a nuestro encuentro, nos decidimos por la última opción. Dios nos estaba uniendo.
En nuestros momentos más románticos de nuestra actual viola de casados, sigo pensando que nuestro casamiento debía ser, pero lo que más me fascina, sin embargo, es que esta convicción es más fuerte en medio de nuestras lógicas luchas y tensiones como pareja. Mientras las implicancias de la predeterminación proveen leña para el debate teológico entre los seminaristas en cualquier país y los sumerge en dudas y escepticismos, los efectos de la predeterminación sobre nuestra pareja son remarcables y afirman toda la relación. El sentido de estar predeterminados nos agrega un sentido de legitimidad, poder y mayordomía al matrimonio, lo que nos ayuda a caminar más libre y proyectadamente.
Cuando me encontré con cada una de las congregaciones que me ha tocado pastorear, estaba convencido de que el plan de Dios para nosotros estaba siendo cumplido. Aquí también, el divino sentido de predeterminación se energizaba y me motivaba a llevar a cabo mi parte de la empresa con lo mejor de mi capacidad. ¡Y más aun cuando el trabajo se ponía escabroso!
En el seminario, consideraba al estudio bíblico y asuntos de oración como de edificación personal. Ya en el ministerio, proveen las instrucciones del Hacedor y Jefe. En el seminario, mi valor dependía de cuanto sabía. En una relación de iglesia, mi poder viene de cuan consistentemente puedo amar.
No hace muchos años atrás me encontré enfrentando a un parroquiano enojado, con las venas resaltando del cuello. Mientras me decía qué poco valor le daba él a mi ministerio, traté de permanecer tranquilo y callado, tratando de evitar la confrontación. En mi interior fui bastante sacudido encontrándome frente a dos pensamientos conflictivos:
Sarmientos conflictivos. Al principio rugí: ¿Quién necesita esto? Soy un buen ministro con dones sólidos. Hay un montón de iglesias. ¡Puede ser que debiera irme de aquí y encontrar una congregación donde me aprecien!
Ese ridículo final dio la chispa para mi segundo pensamiento: Si Dios me colocó en esta congregación, el escape no es una elección válida. Sospecho que hay algo que puedo aprender quedándome, y quizás algo que este hombre pueda aprender si yo me quedo también.
La idea de que Dios tiene planes para las vidas individuales es todavía una fuente de fuerza y perseverancia para mí. Jesús lo sabía cuando dijo: No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca. (Jn. 15.16). Quien tiene presente que es parte clave de un plan de Dios, es quien tiene la clave para comportarse dentro de ese plan. Un pastor predeterminado persevera en el plan de Dios.
¿MOSTRARNOS TAL CUAL?
Los líderes son gente que necesitan que otros los amen, pero no pueden ser amados hasta que se revelen a sí mismos. Cuanto más se revelan, más hay para que los otros los amen.
¡Así dicen todos, ahora!, pero mientras la teoría básica es aparentemente válida, muchas veces en la práctica no lo es. La dinámica haga-a-la-gente-conocerlo-a-través-de-su-basura no es ni apetitosa ni particularmente efectiva.
Cuando recién salía del seminario, hace una docena de años, asumí que la iglesia era como la comunidad del seminario. Consideraba que la congregación consideraba al pastor un colega y un par, y estaba equivocado; hice cosas tontas. Recuerdo cuando dije una broma de mal tono en un grupo de hombres, cierto día, tratando de comunicar mi humanidad. Quizás algunos se sintieron más cercanos a mí porque mostré que yo no estaba sobre ellos. No podría afirmarlo. Lo que sí pude decir en los meses siguientes fue que mi capacidad para liderar espiritualmente a esos hombres había caído a plomo.
Otra vez respondí a la confesión de una parroquiana con un: Oh, no sea demasiado dura consigo mismo. He tenido esos sentimientos también y nunca los he resuelto del todo. Ella me contestó: Entonces tengo que ver a otra persona. ¡Yo necesito ayuda para resolverlos!
Proyectar todo lo que soy y todo lo que pienso para que todos lo vean como en una enorme pantalla, no es malo; sólo que es estúpido. Necesitamos examinar lo que revelamos así como un pretendiente sabio examina su conducta y conversación.
El romance necesita tejer un contexto positivo para la intimidad. La discreción no es necesariamente decepción. Cuando estamos saliendo las primeras veces, primero ponemos nuestro mejor pie adelante. A medida que la relación crece hacia la madurez, gradualmente revelamos las debilidades en su perspectiva correcta. Entonces, soportar las cargas los unos a los otros debería ser un acto de intimidad, más que una forma de exhibicionismo. Una congregación tiene las mismas necesidades iniciales de una novia: ambas necesitan tiempo para confiar en lo mejor de mí para que después pueda confiarle el resto.
Antes de compartir información confidencial a cerca de mi persona con la gente, examino los pensamientos con este criterio:
-¿Estoy revelando esto para mi beneficio, para su beneficio o para el beneficio del Señor.
-¿Puede la gente a la que le estoy hablando hacer algo positivo sobre lo que estoy revelando, sin destruir nada?
-¿Su posesión de esta información aumenta mi capacidad de ayudarlos?
He decidido no colocar mi alma en el esplendor de una pantalla ancha sin primero examinar el tiempo y el contenido a la luz de las necesidades de la ocasión.
Apuntes Pastorales Volumen VII, número 1