Amor urbano
por Ray Bakke
Dios ha reunido, en las grandes ciudades, a las etnias del mundo y las ha dejado al alcance de la iglesia local.
El mundo está en movimiento: el hemisferio sur se traslada hacia el norte, el este hacia el oeste. En los seis continentes se produce un mismo fenómeno: La población se traslada hacia las grandes ciudades. En el año 1900 apenas 8% de la población mundial habitaba las grandes ciudades. Hoy, más de 50% de la población, es decir unos tres mil millones, viven en los grandes centros urbanos del planeta. Esto significa que muchas de las personas que aún no conocen a Cristo ya no se encuentran en tierras muy distantes de la iglesia local. Siguen separados culturalmente, pero viven en las grandes ciudades del mundo.
Ciudades transformadas
Si realizáramos una gira étnica por Londres, nos encontraríamos con barrios dominados por asiáticos, otros por negros y otros más poblados por árabes. El imperio británico alguna vez abarcó más de cincuenta naciones. Hoy, representantes de esas cincuenta naciones viven en una sola ciudad.
La Iglesia no está preparada para afrontar esta realidad. En Londres residen más musulmanes que metodistas y bautistas combinados. En otras ciudades, como Bradford, 80% de la población es de origen asiático. Antiguas construcciones de la iglesia se han reciclado y hoy son templos sijes (1) o mezquitas.
Alemania presenta una situación similar. Hace cien años se construyó una pista que la unía con el Bósforo. Hoy, cientos de miles de turcos viven en Alemania. O consideremos la Parroquia de San Olaf, en Oslo, Noruega. En una reunión típica es posible encontrar a personas de noventa y siete diferentes naciones. Las poblaciones homogéneas a las que estábamos acostumbrados han desaparecido por completo.
Más de un millón de japoneses viven en Sao Paulo, Brasil. Más de 80 millones de chinos viven fuera de China. Mientras nosotros nos esforzábamos por encontrar la forma de insertar misioneros en aquel país, millones han salido a todos los rincones del mundo, para instalarse en las grandes urbes de nuestros propios países.
Retos demográficos
Todo el mundo ha llegado a las ciudades, y cada ciudad nos presenta extraordinarios desafíos. Consideremos, por ejemplo, el reto demográfico de este movimiento. Las comunidades de las que formamos parte representan un gran pluralismo. Se requiere conocimientos sociológicos para obtener una buena exégesis de la comunidad. Cada uno de los que llega acarrea un bagaje cultural. Sea que residan en París, Buenos Aires o Nueva York, cada pastor debe esforzarse por entender las culturas de origen mientras trabaja por insertar a las personas en la cultura del Reino.
Las ciudades ejercen una innegable influencia sobre sus habitantes. Esto lo aprendí cuando era un pastor joven, en la ciudad de Seattle. En esta ciudad operan las plantas de la constructora de aviones Boeing. Miles de personas trabajan en esta gigantesca empresa. Sin embargo, por una decisión tomada en Washington, se transfirieron los recursos económicos a otra empresa y Boeing se vio obligada a despedir a cientos de empleados. De repente me encontré pastoreando una congregación en la que más de la mitad de los hombres ya no tenían trabajo. Fue la primera vez que me di cuenta de que me urgía prestar atención a lo que sucedía en la sociedad para lograr ser eficaz en mi tarea pastoral.
Cuando usted le pregunta a la gente de la ciudad quienes son, le responden refiriéndose a lo que hacen. Cuando la gente de mi congregación se quedó sin trabajo por la política de despido de Boeing, no deseaban seguir congregándose, porque ya no sabían quienes eran. Los problemas de desempleo no son en primera instancia de naturaleza económica. Son señales de una crisis de identidad. Todos estos temas, en conjunto con el de la cultura y el de la etnia, afectan al pastor que sirve en las zonas urbanas. Lo obligan a trabajar a fondo su comprensión de lo que es la misión y el llamado de la Iglesia.
Desafíos para la iglesia
Pensemos en los cambios eclesiales que se han producido. En las Filipinas existen más de 7.100 islas. En 1918 los misioneros acordaron trabajar por separado las islas. De esta manera, en una isla se instaló el catolicismo, en otra, los bautistas y en otra más la Alianza Cristiana. Cada isla tenía su himnario y su versión de la Biblia. Hoy, nativos de todas esas islas viven en la capital, Manila. En cada barrio, sin embargo, existe una congregación que ofrece su versión del evangelio.
Los pastores no han recibido capacitación para esta transformación. Los graduados de un seminario llegan a Manila y se encuentran con una multitud de etnias en su congregación y no saben qué versión de la Biblia usar o cuáles canciones cantar en los cultos. Como resultado, optan por modelos autoritarios de ministerio con los que imponen sobre los congregantes sus propios criterios. Además abruman a las personas con reuniones todas las noches de la semana para que sus miembros no sean «contaminados» por los feligreses de otras congregaciones. Este cuadro se repite una y otra vez en los seis continentes. Los pastores carecen de la competencia para construir puentes de esperanza entre las culturas y las otras congregaciones.
Los temas teológicos también representan un desafío particular. En el pasado las luchas tenían que ver con diferencias entre denominaciones. Hoy, los conflictos están relacionados con las diferencias en expresiones religiosas. En vista de esto, un pastor en Chicago, por ejemplo, decidió llevar acabo una reunión para «primos hermanos», en la que reunía a personas con una herencia común, judíos, cristianos y musulmanes. Leían juntos el Antiguo Testamento y muchos, por el camino, han decidido confiar sus vidas a Jesús.
La misión moderna nos obliga a reexaminar nuestra teología y a reinventar la Iglesia. Por desdicha, muchos de nuestros seminarios siguen preparando personas para trabajar con grupos homogéneos que pertenecen a una pequeña franja de la sociedad. Necesitamos, con desesperación, modelos que integren diferentes etnias y grupos sociales.
Otra perspectiva de misión
A los pastores les urge una orientación misionológica. Nunca consideraríamos la posibilidad de enviar a una persona a trabajar en otro país sin ofrecerle una capacitación cultural y lingüística para ese llamado. Las barrios de las grandes urbes ahora son mucho más complejos que las tribus de etnias en tierras lejanas. Los barrios representan un caleidoscopio de razas que se funden en una nueva identidad. Los pastores, para lograr acercarse a las personas que pretenden pastorear, están obligados a entender estas realidades. Cuando no les proveemos a los pastores las herramientas transculturales que precisan para esta tarea, acabamos quebrando su eficiencia ministerial.
Solía pensar que si un pastor y una congregación poseían la información y la motivación necesarias, eran capaces de alcanzar las ciudades para Cristo. Consideraba que las barreras para la misión eran las ciudades donde abundaba el mal. Pero 90% de las barreras para alcanzar las ciudades no se encuentran en las ciudades en sí. Se han construido dentro de nuestras propias congregaciones. Esta realidad la delatan frases como «nuestro pastor jamás nos dejaría hacer algo así» o «van a pensar que somos liberales si hacemos eso» o «no podemos hacer eso, porque nunca nos han capacitado para esa tarea». Son barreras instaladas en nuestras estructuras, temores que afectan nuestra forma de llevar a cabo el ministerio. Estos son los verdaderos obstáculos que dificultan nuestra eficacia.
Los cristianos que vivimos en la ciudad no estamos en el negocio de dar consejos. Estamos en el negocio de compartir noticias, la noticia de que Dios, en la cruz, hizo algo grande por nosotros. No debemos negarles a los pobres la posibilidad de que se arrepientan de sus pecados. Sin embargo, los pobres no son los únicos pecadores. Muchas veces ellos son las víctimas de los pecados de otros. Por esto, la doctrina de la esperanza es tan indispensable como la del arrepentimiento. Y si a las personas se les da una esperanza, pero acaban en la cárcel, entonces esa esperanza se convierte en cinismo. Necesitamos forjar una nueva alianza entre las personas de la esperanza y las personas del amor, entre las de la verdad y las de la gracia. Necesitamos trabajar hombro a hombro, los unos con los otros, personas con las buenas nuevas unidos con personas que poseen las herramientas para liberar y sanar.
Si poseyéramos solamente el mensaje de Pablo a la iglesia en Colosas, afrontaríamos todos los desafíos de la ciudad y redimiríamos los sistemas que la sostienen. Si tuviéramos solamente el mensaje a los creyentes de Filipos, comenzaríamos con el trabajo que Cristo lleva a cabo en nosotros, y afianzaríamos un modelo de evangelización personal. No obstante, en el Nuevo Testamento, recibimos ambos mensajes, uno a la par del otro. Adquirimos, por tanto, una fe intensamente personal (la opción de Filipenses) y una fe pública (la opción de Colosenses). Es necesario que unamos estas dos piezas de cristología para elaborar una fe cristiana eficaz para las grandes ciudades del planeta. Si lo logramos no solo veremos a personas y congregaciones transformadas, sino también el renacimiento de comunidades y ciudades.
(1) Del sijismo, religión india que se desarrolló en el contexto del conflicto entre las doctrinas del hinduismo y del islam durante los siglos XVI y XVII. A los seguidores del sijismo se les llama sijes[1] (en inglés sikhs). Fue fundada por el Gurú Nanak en el siglo XVI.
Preguntas para estudiar el texto en grupo
1. ¿Cuál es la manera más apropiada de enfrentar el reto demográfico para la misión?
2. ¿Qué nos permiten ver los problemas de desempleo?, ¿en qué beneficia a la tarea pastoral?
3. ¿Cuál es la capacitación que a los pastores les urge conseguir para construir puentes de esperanza entre las culturas y las cogregaciones?
4. ¿Cómo se debería enfrentar el desafío teológico que presentan las grandes ciudades?
5. ¿Cómo enfrenta su iglesia el desafío de la pluralidad étnica dentro de la congregación?
6. ¿Han creado algún modelo que a otras congregaciones les convendría seguir para responder adecuadamente a la pluralidad?
7. ¿Cuál es la propuesta del autor al respecto?
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