Biblia

Andar en el Espíritu

Andar en el Espíritu

por Darío López

Andar en el Espíritu no es hacer de los creyentes una suerte de «idiotas útiles», sino amar y defender la vida, promover y practicar justicia, defender el derecho y tejer espacios de solidaridad humana en los que todos sean valorados y tratados como imagen de Dios.

«Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne (..) Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.»Gálatas 5.16, 15La vida cristiana, la ruta de seguimiento impostergable e indeclinable al Señor encarnado, crucificado y resucitado, es modelada e impulsada por el Espíritu Santo. Debido a la obra del Espíritu Santo, y por la fe en Jesucristo a quien confesamos públicamente como Señor y Salvador, hemos nacido de nuevo y formamos parte del pueblo de Dios cuya vocación es la obediencia a los principios inalterables de la fe bíblica.Andar en el Espíritu implica, por un lado, una ruptura con los valores que informan y moldean el estilo de vida de la sociedad predominante; por otro, tener un estilo de vida arraigado profundamente en los valores innegociables de la buena noticia del reino de Dios. Desde la óptica del apóstol Pablo, la nueva vida en Cristo de los creyentes (si vivimos por el Espíritu, como se señala en Gálatas 5.25), exige una conducta individual y pública coherente con la nueva naturaleza que ya tienen debido a la misericordia de Dios (andemos también por el Espíritu, como señala Gálatas 5.25). Esa relación estrecha entre fe y obras, entre discurso y práctica, entre palabras y ética, define y modela la identidad de los discípulos como miembros de la nueva sociedad que Dios está forjando en Cristo Jesús: la Iglesia.Andar en el Espíritu tiene su punto de arranque en el nuevo nacimiento, se galvaniza con la llenura del Espíritu…En la Epístola a los Gálatas, un documento del Nuevo Testamento considerado como «la carta magna de la libertad del evangelio en el que se elabora una defensa de la verdadera libertad del evangelio» (Bruce 2003: 530), y en el que Pablo argumenta sobre la dimensión social de la justificación por la fe, puntualizando que en la iglesia todos tienen cabida —tanto judíos como gentiles— y que nadie debe ser excluido de la comunión cristiana (Hansen 1994: 25), se aborda también el tema del andar en el Espíritu. Pero, ¿qué significa exactamente andar en el Espíritu?Andar en el Espíritu o ser guiado por el Espíritu, tiene su punto de arranque en el nuevo nacimiento, se galvaniza con la llenura del Espíritu y se expresa en una conducta privada y pública basada en los principio de la buena noticia del reino de Dios, ya que el Espíritu, que ha operado el nuevo nacimiento, capacita también a los creyentes dotándolos de poder para el servicio, y los acompaña en los distintos espacios sociales en los que deben dar testimonio de su fe en el Dios de la vida y señor de la historia. Para entender lo que significa y lo que implica andar en el Espíritu, Gálatas 5.16, 25, constituye un excelente punto de partida.Los deseos de la carneEl nuevo nacimiento, cuyo paso previo es la conversación que implica la confesión pública de Jesús de Nazaret como señor y salvador, tiene como correlato o consecuencia precisa la adopción de un estilo de vida radicalmente distinto a la vida antigua que antes se tenía y que moldeaba la cotidianeidad de nuestro andar en el mundo. La nueva vida exige una completa ruptura con todos aquellos pensamientos y prácticas que informaban y controlaban la vieja naturaleza.La nueva vida demanda una nueva ética. Y esa nueva ética tiene que estar informada y moldeada por los valores inalterables del evangelio, lo cual supone que ya se ha renunciado a los valores que impulsaban y dominaban el anterior estilo de vida o al viejo hombre. A la luz de ese hecho, se supone que únicamente aquellos que han nacido de nuevo por la fe en Jesucristo, pueden captar la exigencia del siguiente consejo apostólico y obedecer ese consejo en todo momento: «(…) no satisfagáis los deseos de la carne» (Gá 5.16).Para los creyentes, la satisfacción de los deseos de la vieja naturaleza dominada por el pecado, ya quedó atrás, bastante lejos, pertenece al pasado, puesto que luego de su conversación, como cristianos fieles y obedientes, todos sus intereses y todas sus preocupaciones están orientados únicamente a dar gloria a Dios en cada aspecto de su vida. Esto es así porque la libertad que tiene en Cristo demanda que ya no regresen nuevamente a la esclavitud del pecado. Esto es así porque el Señor los ha liberado de todas las opresiones para que disfruten plenamente de la vida abundante que él por su misericordia les ha dado, vida nueva que tiene exigencias éticas precisas. Así, por ejemplo, el amor mutuo, un don invalorable del Señor, tiene que ser ahora la marca distintiva de la nueva vida que disfrutan en Cristo. Como lo puntualiza Pablo: «Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados, solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino siervos por amor los unos a los otros» (Gá 5.13).La libertad en el Señor, como lo indica el apóstol Pablo, no significa una licencia o un permiso para el libertinaje. La vida cristiana sigue principios suficientemente claros que no se relacionan ni tienen puntos de contacto en ningún momento con los principios que rigen el estilo de vida de los no creyentes. La libertad cristiana exige no estar sujetos nuevamente a la esclavitud del pecado.En palabras de Pablo: «Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de la esclavitud» (Gá 5. 1) Libres para no pecar.Andar en el Espíritu implica tener una mentalidad y una conducta cristianas en todos los campos de la vida. Esa es la idea central que subyace en este texto bíblico, ya que la libertad cristiana, una libertad que ha quebrado y pulverizado todas las opresiones, implica una transformación radical de todos los planos o esferas de la vida. Precisamente el consejo apostólico está en modo imperativo, que indica que la obediencia no es un asunto optativo, sino un llamado a estar alerta en todo tiempo para guardar fielmente la libertad que se goza en Cristo.La vida en el EspírituLa vida antigua está dominada por los deseos y la voluntad de la carne. Es una vida bajo el control del diablo y que responde a los intereses mezquinos de este personaje que únicamente desea nuestra destrucción. La vida en el Espíritu, una vida que es el resultado del nuevo nacimiento, ya es una realidad en la experiencia cotidiana de los creyentes fieles y obedientes a los mandamientos del Señor. Esto explica por qué, cuando escribió su epístola a los cristianos de la región de Galacia, el apóstol Pablo reconoció ese hecho que formaba parte de la experiencia espiritual de los discípulos de esa región. Las palabras del apóstol fueron: «Si vivimos por el Espíritu (…)» (Gá 5.25).El apóstol Pablo está hablando, no de una posibilidad o de una cuestión referida al futuro, sino de una realidad palpable en la experiencia espiritual cotidiana de los creyentes de la región de Galacia. Todos ellos, como discípulos de Jesús de Nazaret encarnado, crucificado y resucitado, habían nacido de nuevo. El Espíritu Santo había actuado en ellos y creó un nuevo hombre o una nueva criatura —varón y mujer— (Gá. 3.26-27) por la fe en Cristo y una nueva comunidad en la que todos tenían cabida (Gá 3.28).La vida en el Espíritu tiene exigencias éticas concretas. Esto es así porque la frase «si vivimos por el Espíritu», una referencia explícita a la nueva realidad que ha transformado nuestra vida y que actúa en ella cada día, se presenta como una condición necesaria para tener un estilo de vida radicalmente distinto al estilo de vida que predomina en el mundo. En otras palabras, la vida en el Espíritu está conectada a una conducta cristiana cuyo fundamento y propósito no tiene vínculos con los valores y la orientación ética de la sociedad predominante. La vida en el Espíritu exige ser alimentados, sostenidos y guiados por el Espíritu en todo momento. Y esto supone una ruptura radical con todo aquello que no proviene de la voluntad de Dios para nuestra vida. Ruptura que se hace visible en la adopción de una nueva ética contrapuesta a la ética que caracteriza a la sociedad circundante. En otras palabras, la nueva vida que el Espíritu ha producido en nosotros, tiene que reflejarse en la conducta de cada día, tiene que expresarse en todas nuestras relaciones y en todos los espacios sociales en los que diariamente nos movilizamos como discípulos de Jesús de Nazaret.El mandato bíblicoYa se ha señalado que la vida en el Espíritu tiene como correlato o consecuencia específica una ética individual y pública sustentada en los principios inalterables del evangelio. Esto se deduce de la relación directa que el apóstol Pablo establece entre vivir por el Espíritu y andar en el Espíritu. Hasta en dos ocasiones hace referencia a este hecho. En la primera de estas ocasiones utiliza un verbo imperativo. «Andad en el Espíritu (…)» (Gá 5.16). El verbo andad indica que se trata de un mandato que debe ser obedecido de una manera imperativa, y que no se trata de una simple propuesta o de un asunto opcional. De lo que se trata es de una exigencia que no admite postergaciones ni dubitaciones de ninguna naturaleza. Andad por el Espíritu implica la adopción de un estilo de vida coherente con la nueva naturaleza que los cristianos ya tienen por la fe en Jesucristo el señor y salvador de sus vidas.Posteriormente, cuando se refiere en una segunda ocasión a la relación estrecha entre vivir por el Espíritu y andar en el Espíritu, el apóstol Pablo manifiesta lo siguiente en su epístola a los creyentes de la región de Galicia: «(…) andemos también por el Espíritu» (Gá. 5.25). De acuerdo con este texto bíblico, lo que espera de un creyente, un discípulo de Jesús de Nazaret que ha crucificado «la carne con sus deseos y pasiones» (Gá. 5. 24), es que así como ha nacido de nuevo por la obra del Espíritu Santo, ande o camine en todo tiempo bajo el impulso del Espíritu, y no como un esclavo de sus apetitos carnales. En otras palabras, la vida cristiana demanda que exista en todo momento una relación estrecha entre el nuevo nacimiento y una nueva ética, entre fe y obras, entre discipulado y obediencia, entre confesión de fe y práctica de vida.Este mandato bíblico no necesita de mayor explicación. Claramente se indica que la nueva vida está conectada a una conducta cristiana fundamentada en los principios del evangelio. No se espera una actitud distinta de los cristianos. Cada uno de ellos, varones y mujeres que han nacido de nuevo por la fe en Jesús de Nazaret, tiene la inevitable responsabilidad de sentir, pensar y actuar en todo momento como discípulos fieles y obedientes a su señor y salvador. Esta exigencia ética es innegociable. Andar en el Espíritu no es una opción ni una vía alternativa para los creyentes. Es la ruta que ha sido diseñada por el Señor para que todos nosotros, como discípulos fieles y obedientes hasta la muerte, la recorramos con alegría y gratitud cada día de nuestra vida.La tarea permanenteAndar en el Espíritu presupone que el creyente ya ha roto definitivamente con todo aquello que formaba parte de su anterior estilo de vida, que ha dejado atrás todo signo de su vieja naturaleza, que ha cambiado completamente tanto el patrón mental como el patrón de conducta que antes lo caracterizaban. Y presupone, además, que actualmente tiene una mente y una conducta informada, formada y transformada por el Espíritu. Sin embargo, se tiene que precisar que andar en el Espíritu es más que tener un lenguaje distinto y una conducta decente, ya que no se trata únicamente de la adopción de un discurso religioso inocuo y de una conducta restringida al ámbito privado. ¿Por qué? Porque andar en el Espíritu implica tener una mentalidad y una conducta cristianas en todos los campos de la vida.Implica, además, comprender que andar en el Espíritu es distanciarse de todo aquello —ideologías que cosifican al ser humano, políticas económicas que devalúan la dignidad humana, prejuicios culturales que quiebran las relaciones humanas— que colisiona directamente con los principios inalterables de la fe bíblica en la que Dios se presenta como el Dios de la vida que ama y defiende la vida y como el Dios que libera de todas las opresiones. Desde ese punto de vista, andar en el Espíritu no es hacer de los creyentes una suerte de «idiotas útiles», sino amar y defender la vida, promover y practicar justicia, defender el derecho y tejer espacios de solidaridad humana en los que todos sean valorados y tratados como imagen de Dios.Sobre el autor:El autor obtuvo un doctorado de la Universidad de Oxford. Fue presidente del Concilio Nacional Evangélico de Perú. En la actualidad es profesor visitante de varios seminarios teológicos en EE.UU., Bolivia, Puerto Rico, Perú y Ecuador. Es también el pastor de la iglesia de Dios en Perú y autor de varios libros.

Tomado de La fiesta del Espíritu, Ediciones PUMA, Lima, Perú, ©2006. Se usa con permiso.
Publicado en Apuntes Digital II-4, ©2010, derechos reservados.