Tenemos que andar con el Espíritu Santo
En estos últimos tiempos ser requiere la máxima santidad. No hay tregua para que se quiere santificar.
No es vivir en una obsesión o pánico para irnos al infierno, sino convicción de mirar a Dios con Fe.
Este mensaje cristiano enseña que sin Fe no agrado a Dios y no lo veo. Con poca Fe solo accederé al paraíso, lo más bajo del tercer cielo.
La vida según la entendemos aquí, no será igual en su Reino. La santidad allí, se verá reflejado en las ropas con diamantes y piedras preciosas.
La eternidad en su gloria no puede contarse con la mente natural.
La nueva Jerusalem posee la cámara de su amado. No hay otra expectativa, que no sea de Fe para alcanzar lo celestial.
Cuando uno pone las manos en el arado es para no volver atrás, nunca más.
Nuestra medida de Fe viene determinada cuando no hay maldad en el corazón, y este está circuncidado del todo.
Los que son espirituales conocen que ciertamente si Dios no obra en ellos, no podrían hacer nada.
Si hay maldad en mí, gobierna todavía mi alma, y el Espíritu no puede decidir en nosotros, pero él no obliga a nadie.
Millones de creyentes llegarán arriba pero sin fruto, estos no serán recompensados por Dios, y no les darán corona alguna. Los que tienen el espíritu de verdad, vivirán por el fluir de la santidad.
La palabra nos lava cuando es recibida con Fe.
Si no hay Fe y creencia ciega en su Palabra no seremos conocidos por el Hacedor.
Los que son “suyos” se les conocen porque están en otra dimensión. El cielo es máxima concentración.
Un hombre de señales y prodigios es alguien que vive en dimensiones muy altas.
Si buscamos el reino de los cielos, somos más de allí que de nosotros.