Aprendí a amar la Biblia

por Ruth Graham

Alguien dijo que la mejor manera de lograr que un chico coma su comida es dejándole ver cómo sus padres disfrutan con la de ellos. Ruth Graham comparte cómo aprendió a amar la Biblia por el ejemplo que sus padres le dieron.

Cuando era niña y vivía en China con mis padres misioneros, nuestra familia tenía una vieja ama de llaves china llamada Wang Nai Nai. Era un alma dulce, gentil y sencilla a quien adorábamos. Una vieja copia de la Biblia era su libro favorito. Es más, había aprendido a leer para poder hacerlo en la Biblia. Recién de grande me enteré de la mala vida que había tendido Wang Nai Nai antes de convertirse. Todo lo que sabía de niña era que ella amaba a este libro y que era una de las más amables y tiernas personas en todo el mundo. Cuando bajaba cada mañana a tomar mi desayuno, mi padre —un cirujano misionero muy ocupado— estaba leyendo su Biblia. A la noche, una vez terminadas sus labores, mamá hacía lo mismo. Cualquier libro que captara tanto el interés y la devoción de aquellos a quienes yo más admiraba y quería, tenía que ser investigado. Así es que ya a temprana edad comencé a leer mi Biblia…



No entendía todo lo que leía. Pero eso no importaba. John Bushin dijo una vez: “Cuando leas un libro dirígete al autor para captar su significado”. Fui al Autor y aprendí que todo el libro trataba acerca de personas que se habían apartado como ovejas perdidas y acerca de un Pastor que dio su vida para traerlas de regreso. Y yo era una de esas ovejas. Mis recuerdos más tempranos son de asombro y de honda gratitud porque El me amara tanto.


Cada mañana, en nuestro hogar en China, teníamos oración en familia y leíamos versículos en voz alta. Los domingos a la noche, cuando papá terminaba sus rondas en el hospital, teníamos juegos bíblicos: “Siga hasta que adivine”, “Veinte preguntas” y otros. Eran divertidos y nos enseñaron mucho de la Biblia.


No es sorprendente que cuando fui a Corea del Norte a cursar mi secundario me destacara en las clases de Biblia. Y más tarde cuando vine a Estados Unidos para ir a la Universidad, decidí especializarme en Biblia.


En ese entonces yo deseaba volver a China como misionera, mas Dios tenía otros planes. Pero alguien dijo que Dios nunca desaprovecha las experiencias de sus hijos. Lo que había aprendido en los cursos seculares en el secundario y en la universidad era importante, pero lo que aprendí de la Biblia ¡era vital!


En 1967 Petrus y Ernestine Ramoboa, cavando su concesión de 20 pies cuadrados, en Lesotho, Africa del Sur, desenterraron un diamante del tamaño de un huevo. Fue eventualmente comprado por un joyero de Nueva York, Harry Winston, por 649.000 dólares. Cuando fue hallado, Ramoboa tenía sólo cuatro dólares. “Hoy —informó la revista Life— él (Petrus Ramoboa) es rico, un personaje, un turista vitalicio en un mundo lleno de maravillas”. Esto es más cierto aún de aquel que examine las Escrituras con todo su corazón para encontrar los tesoros allí almacenados: versículos de consuelo, de guía, de aliento, ánimo, corrección, todo lo que necesitamos para cualquiera sea la situación que estamos viviendo. La Biblia es una guía segura en un mundo incierto. Verdaderamente es “el corazón de Dios en las palabras de Dios”, nosotros debemos amarla y leerla. Si deseamos que otros lleguen a conocer y a gozar de Dios, debemos deleitarnos nosotros en El.


Hay tres puntos que debe seguir un buen relator, y que también se aplican para enseñar la Biblia a nuestros hijos: “Aprende el cuento; ama al cuento; vive al cuento”. Si queremos que nuestros hijos amen la Biblia, debemos aprenderla, amarla y vivirla.


Cuando nuestros hijos eran bastante pequeños, comenzamos a contarles historias de la Biblia. Tratamos también de que el domingo fuera un día especial en el cual les permitíamos tomar gaseosa, comer caramelos y chicles. En cuanto fuera posible, limitábamos estos placeres a este día especial, teníamos libros para colorear la Biblia.


Los domingos a la tarde los pasábamos en familia y eliminando los juegos y ocupaciones en las que participábamos en los otros días de la semana, teníamos más tiempo para pasarlo juntos, estudiando la Biblia y aprendiendo acerca de Dios.


La adoración en familia diaria es de importancia vital. Y todas las veces que sea posible debe ser el padre quien convoque a la familia a que se reúna. En mi hogar, siendo que mi marido está casi siempre viajando fuera, yo he tenido que asumir esa responsabilidad. Pienso que especialmente cuando hay varones en la familia, es desafortunado asociar las oraciones con mamá. Hemos tratado de subsanar esto cuando mi marido está en casa. Las oraciones en familia son tanto más interesantes y apropiadas cuando él las conduce.


Creo que es importante que la lectura de la Biblia y la oración sean relativamente breves y que varíen de vez en cuando. A veces nos turnamos para leer versículos. Otras veces leemos todo un libro, leyendo unos pocos versículos a la vez. O utilizamos una historia bíblica para ilustrar alguna verdad espiritual. Generalmente el que conduce el devocional es el que ora, pero a veces tal como a la noche o los domingos, cuando los devocionales pueden ser más largos, es bueno tener oraciones cortas para que cada uno ore por turno. Aquí también sea breve.


Tenga en mente las palabras de Isaías 29.9-10: “¿A quién se enseñará ciencia, o a quien se hará entender doctrina? ¿A los destetados? ¿A los arrancados de los pechos?”. Porque mandamiento tras mandamiento, mandatos sobre mandatos, renglón a renglón, línea sobre línea, un poquito allí, otro poquito allá. “Empiece cuando son chicos y delo en pequeñas dosis”. “La mente de un niño —dijo John Trapp en el siglo diecisiete— es como una botella de cuello pequeño: échele el vino dentro muy rápido y gran parte del líquido se volcará y se perderá”.


Una de las cosas más personalmente encantadoras y gratificantes que uno puede hacer, es memorizar versículos o pasajes de la Biblia. Lo que se ha guardado en forma segura en el corazón, no podrá ser quitado jamás. No sólo eso, sino que por las noches, cuando el sueño tarda en llegar o durante el día, cuando uno está ocupado, lavando platos o manejando el coche, uno puede repasar versículos de la Biblia y deleitarse en sus tesoros. Más aún, las selecciones de la Palabra de Dios son un freno para el pecado. El Salmo 119.11 nos dice: “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra Ti”.


Cuando su hijo esté enfrentando una situación particularmente difícil o tenga un problema especial, seleccione un versículo que sea apropiado para su situación o problema particular y ayúdelo a memorizarlo. Si tiene uno que esté preocupado, pruebe Filipenses 4.6-7: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”. Y uno bueno para varones es Proverbios 1.10: “Hijo mío, si los pecadores te quisieren engañar, no vayas con ellos”. Enséñales también algunos versículos básicos como Juan 3.16; 14.1-6; 1 Juan 1.9; 1 Corintios 13; Josué 1.8; Salmos 1 y 23 y lo más pronto posible, haga que se pongan a leer la Biblia ellos mismos.


Sabemos que la salvación es un milagro de gracia. Pero lo más grande que como padres podemos hacer a nuestros hijos, es deleitarnos nosotros mismos en Dios y en Su palabra, poniéndola en práctica con su ayuda y enseñándola fielmente a nuestros hijos. Precepto sobre precepto, línea sobre línea, …un poco aquí, un poco allá. El lo tomará desde allí.



Traducido del artículo I Learned to Love the Bible. God´s ancient Revelations is her daily delight, por Ruth Graham (reimpreso de The Bible Story Picture Book), que fue publicado en The Christian Reader. © 1971 G/L Publications, 2300 Knoll Drive, Ventura, CA.


Usado con permiso.



Apuntes Pastorales, Vol. III, número 3


Octubre — Noviembre / 1985