Biblia

Aproveche y aprenda de sus errores

Aproveche y aprenda de sus errores

por Gregorio Elder

Todo comienzo es difícil, lleno de expectivas y cosas nuevas y las elecciones que hacemos al iniciar un ministerio pueden resultar en bendición o en traumas que perduran durante años …

Todos los que estamos en el ministerio cometemos errores, pero los que recientemente inician están más propensos a ellos. Todo comienzo es difícil y las elecciones que hacemos al iniciar un pastorado pueden resultar en bendición o en traumas que perduran durante años. Al concluir mi primer período de servicio como pastor asistente, habiendo estado bajo la dirección de uno mayor que yo (y también más sabio), enumeré algunos de los errores que cometí al principio. Estos son los que ahora procuro evitar:

  • Permitir que un reducido número de personas absorban gran cantidad de mi tiempoSiempre entendí que una cita de una hora significaba dedicarle sesenta minutos de mi tiempo, pero no todas las personas de la iglesia lo veían de ese modo. Hay algunas personas con necesidades genuinas que quieren ser oídas por nosotros, y sin buscarlo absorben nuestro tiempo. Son aquellos que vienen a consultar sobre un problema y terminan relatando toda su vida y dando una buena cantidad de opiniones religiosas y políticas. Cuando descubren que estamos dispuestos a escuchar tales divagaciones, se presentan frecuentemente.Sí. Ciertos problemas requieren determinado tiempo de análisis, y algunas personas necesitan más de una hora. Pero la mayoría requiere una segunda entrevista o una mano firme que los guíe hacia la puerta de salida cuando el tiempo se ha acabado. Para esto se necesita firmeza y no es fácil hacerlo sin sentirse mal. Pero pregúntense si hablarían tanto ante un psicólogo o abogado que les cobra por el tiempo que les proporciona.
  • Dejar que se formen relaciones de dependenciaDebido a los halagos que uno recibe es muy fácil llegar a pensar: «Yo soy el único que en verdad puede ayudarlo —o convertirlo, o sanarlo o aconsejarlo, etcétera—.» Las personas necesitadas a menudo alientan esta actitud; quizá ellos mismos lo creen así. Y los que se inician en el ministerio son muy vulnerables ante esto, ya que ansían ser útiles.Sin embargo, esto también es vanidad, pues el ministerio es algo que pertenece a toda la iglesia. Habrá unos pocos que tengan una relación singular con el pastor, pero la mayoría pueden recibir ayuda de muchas otras personas competentes, que muestren amor y cuidado. Cuando permitimos que algunas personas lleguen a considerar que nosotros somos los únicos que pueden ayudarlos, los perjudicamos a ellos y a la iglesia.
  • Llegar a ser el pastor de la «oposición leal»Toda la congregación tiene un porcentaje de personas que consideran que el pastor principal es un terrible holgazán sin educación, que debe ser despedido. Y la verdad es que cualquier ministro en todo el mundo tiene suficientes faltas como para proporcionarle a este grupo abundantes municiones.Uno de los juegos favoritos de estas personas es atraer al pastor asistente hacia su territorio. Al alabar a ese pastor y expresar críticas legítimas del pastor principal, creen haber obtenido un pastor propio. Aun cuando esto no amenace dividir la congregación es espiritualmente mortífero. Si alguien realmente ha sido herido por un pastor en particular, deja la iglesia y se va a otra. Pero los que eligen permanecer en la congregación donde se encuentran terriblemente descontentos, tienen problemas no resueltos que un pastor novato no puede solucionar. Es mejor rehusarse a escucharlos a menos que el pastor principal esté involucrado en algún escándalo grave.
  • No hablar sobre asuntos serios con otros pastores jóvenesAlgunos pastores se ven a menudo, pero gran parte del tiempo que pasan juntos se dedican a ponerse al día con las noticias o discutir sobre el nuevo órgano, y no a ministrarse el uno al otro. Esto no está del todo errado; es necesario intercambiar noticias «del ministerio». Pero también necesitamos oportunidades de encontrarnos para hablar más privadamente.Cuando fui ordenado, algunos de nuestro grupo pensamos en organizar encuentros para pastores asistentes y líderes de las iglesias de nuestra localidad. Nunca lo hicimos y esto fue un error. ¡Qué bien nos hubiera hecho encontrarnos regularmente para intercambiar ideas y orar juntos! Mirando en retrospectiva descubro que algunos de mis amigos se han ido de la localidad, o han dejado el ministerio por completo, y pienso que un grupo como el que habíamos propuesto podría haberlos ayudado cuando atravesaban las circunstancias que los movieron a tomar esas decisiones.Verdadera comunión es difícil. Involucra confianza, paciencia y tiempo. Requiere personas con las cuales tengamos algo en común. La mayoría de nosotros tiene, contados con los dedos, colegas con los que puede compartir, pero hoy, me siento más dispuesto a esforzarme por lograr esa comunión porque me doy cuenta cuánto la necesito.
  • Abandonar a la familiaTodos hemos oído esta advertencia vez tras vez, y sin embargo, es extremadamente fácil no vivir de acuerdo con ella. En mi caso, no estaba consciente de que estaba ignorando a mi esposa hasta el día en que mi secretaria me anunció que había llegado la persona anunciada para las 14 horas. Le dije que la hiciera pasar, entonces entró mi esposa. Iba para presentar la queja ante el pastor de que «su esposo la estaba ignorando». Su presencia me sacudió y reconocí mi error. Después de todo, las entrevistas y las reuniones de comisión vienen y van, pero «mujer virtuosa, ¿quién hallará? Su estima sobrepasa largamente a….» (Pr 31.10)La ceremonia de ordenación no es de mayor peso que la del matrimonio. Ambas son vocaciones loables y nobles, y una no es más alta que la otra. Ambas fueron instituidas por Dios para la santificación de su pueblo. Por algún curioso acto de su gracia, esta santificación incluye también a los ministros.
  • Temor a los poderososToda congregación tiene personas de gran influencia a quienes el pastor principal presta mucha atención. Son ellos los que deciden su salario y cuánto tiempo libre dispondrá. Han visto desfilar a muchos asistentes. Las opiniones de ellos sobre sus sermones, su cuidado pastoral, su esposa, y su autómovil tienen peso con otras personas. Debemos admitir que son formidables. Es fácil procurar evitarlos o decir y hacer lo que uno piensa que les caerá bien. Sin embargo, al examinar mis primeros dos años, creo que la mayoría me respetaba más cuando disentía con ellos que cuando aceptaba sus opiniones. No siempre era así, pero sobreviví a las diferencias de opinión. Las personas que realmente tienen poder, no tienen nada que temer de un pastor novato; son aquellos que buscan el poder los que más amenazan.
  • Discutir sobre temas secundarios Por supuesto, recién egresado del seminario uno no los considera secundarios. Pero en retrospectiva, me siento avergonzado al pensar que discutí sobre tales cosas con el pastor principal. No es que he cambiado de opinión en la mayoría de los asuntos. Si alguna vez llego a estar a cargo de una iglesia, ciertamente actuaré de acuerdo con mis convicciones. Pero no eran asuntos tan importantes como para arruinarle el día al pastor. Lo más serio de esto es que discutir sobre la ubicación de una silla en el santuario, me descalificó para señalar algo en un debate más serio. Incluso con los pastores mayores, hay «tiempo de guerra y tiempo de paz» (Ec 3.8).Para determinar la importancia de un asunto, debemos preguntarnos cuánto estaríamos dispuestos a sufrir para defender una opinión en particular. ¿Estaría dispuesto a aceptar una disminución en el salario si me permitieran elegir los himnos? ¿Estaría dispuesto a afeitarme la barba para que se permitiera el uso de una guitarra en el culto dominical? ¿Cuántos libros personales quemaría para lograr establecer una nueva política de casamientos y bautismos? Preguntas como estas nos ayudarán a colocar las cosas en su correcta perspectiva.
  • Hablar demasiadoUno de los peligros de ser pastor es que la gente tiende a escucharnos. Excepto otros pastores, pocos nos interrumpen. Quieren oír nuestras opiniones sobre una variedad de asuntos. Si es que tenemos uno o dos títulos universitarios, a menudo suponen que sabemos algo. La tentación que enfrentamos es de utilizar la oportunidad para expresar opiniones personales sobre la Palabra de Dios.Nosotros quizá tengamos más conocimiento doctrinal que la mayoría de los creyentes en la concregación, pero el hecho es que ellos conocen más acerca del mundo. Tuve que aprender que Santiago 1.19 es de especial aplicación a pastores jóvenes: «Prontos para oír, tardos para hablar». Si no estamos seguros de conocer determinado tema, debemos decirlo. De todos modos, a su tiempo la gente comprobará esta realidad.
  • No leerMe pareció raro la gran facilidad con la que dejé de estudiar después de haber sido ordenado. Cuarquiera pensaría que después de años de estudio la disciplina autodidacta ya hubiera sido adquirida. Pero lo que ocurrió fue que el tiempo para preparar las notas para el estudio bíblico o el sermón se redujo considerablemente. ¿Por qué?El problema con la formación del hábito de estudio —y devocional— en el contexto del seminario es que ese ambiente los propicia, pero ningún otro medio nos da el tiempo para pensar, orar y discutir teología como se tiene allí —no parecía así en ese momento, ¿verdad?. En el ministerio deben establecerse nuevos esquemas porque los que uno tenía en el seminario no funcionan fuera de él.Cuando fui ordenado, prometí que dedicaría un día de la semana para estudiar. Por un tiempo lo logré, pero no tardé mucho en ir dejándolo. Finalmente, no hacía ningún trabajo académico y se dejaba ver en mi predicación. Fue sólo al establecer un programa modesto, pero realista, que pude volver a leer. Siguiendo el consejo de otro pastor, dispuse dedicar ciertas horas para la lectura y anotarlas en mi agenda, respetándolas como cualquier otra cita o tarea.
  • Tomar las cosas muy en serio Cuando miro algunas de las fotos mías de hace cuatro años con mi nuevo cuello clerical, me avergüenzo. Era tan correcto, tan preciso, tan formal. Lo mejor en estos casos es reírnos de nosotros mismos.Se dice que Satanás cayó por gravedad. Por cierto que muchos de nosotros caemos también al ser demasiado graves o serios. Rodeado por los problemas de la vida congregacional es muy difícil actuar de otra manera. Pero los creyentes recuerdan mejor lo jocoso de mis sermones que las ilustraciones más serias. Quizá en esta época tan atribulada será lo risueño lo que comunique mejor el evangelio.

  • Idea básica de este artículo


    Errores cometen todos los pastores, la clave está en reconocerlos y determinar las acciones específicas para no repetirlos y optar por prácticas concretas que alejen de ellos.


    Preguntas para pensar y dialogar

  • ¿Con cuál o cuáles experiencias del autor se identifica usted?
  • ¿Tiene alguna forma de compilar sus experiencias para ayudar después a otros? Además de los errores que el autor comparte, ¿qué errores de su propia experiencia añadiría a estos? Señale lo que el Señor le ha enseñado con ellos a fin de usarlos para orientar a otros pastores?
  • ¿Hará cambios o correcciones en su vida y ministerio a las luz de las sugerencias del autor? ¿Qué pasos específicos dará?

  • Tomado de la revista © Leadership, 1988. Usado con permiso. ©Copyright Apuntes Pastorales, todos los derechos reservados.