Biblia

¡Así debemos vivir!

¡Así debemos vivir!

por Ricardo Demichelis

La nueva vida exige una completa transformación en nuestra manera de conducirnos.

El Apóstol Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, envía desde Corinto esta carta a los hermanos de Roma. La Epístola a los Romanos es también conocida como el «Quinto Evangelio», pues en ella encontramos las doctrinas fundamentales del cristianismo: 1- la depravación del hombre; 2- el pecado y sus consecuencias; 3- la justificación; 4- la santificación; 5- el cuerpo de Cristo. Pablo también expone en Romanos 13.10–14, por el soplo de Dios, cómo debe ser la vida del cristiano, es decir, de todos aquellos que integran el reino de Dios.  Pablo menciona en este pasaje dos elementos importantes:
1- La venida de Cristo (11)
2- Cómo vivir la nueva vida (12–14)
Analicemos cada uno:
1. La venida de Cristo
El Señor afirma que su regreso, su parousía, es inminente. Advierte también que «es ya hora de levantarnos del sueño»: no se refiere a los sesenta minutos que puede durar la siesta, sino a que es el momento histórico de la humanidad y de la Iglesia, para que él regrese. Se acerca aquel día en que lo veremos cara a cara, la hora en que seremos transformados, el momento de nuestra partida al cielo.Cada día que pasa se acerca más nuestra salvación. Cuanto más oscuro es el mundo, más lo debe iluminar la luz. Es por eso que resulta necesario levantarse del sueño. Esta es una figura de lenguaje, que indica escaparse de una actitud de indiferencia, de relajación, de no poseer el sentido de urgencia para cumplir con la voluntad y el deseo del corazón de Dios.
La urgencia que sentía Pablo por llevar al mundo el evangelio y trabajar para la edificación de la Iglesia seguramente lo movió a incluir en su carta esta exhortación. Por medio de ella el Señor quiere indicarnos que todos debemos estar en constante vigilia, sin descuidar nuestra vida espiritual ni la extensión del Reino… porque la venida de Cristo está más cerca.
2. Cómo vivir la nueva vida
Pablo utiliza tres verbos importantes que nos enseñan cómo debemos vivir la nueva vida mientras regresa el Señor Jesús: 1- desechar (12); 2- vestirse (12 y 14) y 3- andar (13)
¡Debemos vivir vistiéndonos, desechando y andando!
La expresión «la noche está avanzada» se refiere simplemente al sistema de este mundo bajo el gobierno de Satanás. Y en medio de este sistema de tinieblas, de oscuridad, de confusión, de abundancia de pecado, de independencia de Dios, debemos vivir velando: desechando, vistiéndonos y andando.
Cabe preguntarnos: ¿desechar qué?, ¿vestirse de qué?, y ¿andar cómo?
Desechar: significa menospreciar, desestimar, renunciar, no admitir, apartar de sí. Debemos desechar, menospreciar, desestimar, renunciar y apartar de nuestra vida las obras que el mundo practica, el estilo de vida mundano. Algunas de esas obras, que son pecados, se mencionan en el versículo 13: glotonería y borracheras, lujuria (es decir, consumar en la mente lo que nos gustaría realizar con el cuerpo), lascivia (apetito carnal), contiendas y envidia. Jesús mismo advierte sobre estas obras y sus peligros en Lucas 21.34.
Desechando esto, debemos vivir una vida de santidad y consagración manifestando día a día, la conducta del reino de Dios, viviendo bajo los principios del Reino. Rick Warren es su libro Una vida con propósito afirma: «La vida cristiana es más que credos y convicciones; incluye conducta y carácter».
Andar: Pablo exhorta a desechar las obras de este mundo y a andar como de día. Estamos en la noche, en un mundo sumergido en el pecado y perdido, pero debemos andar como es digno del reino de Dios, el reino de la Luz y de los discípulos de Cristo.
El término «andemos» es sinónimo de vivir, de la manera de conducirse en cada aspecto de la vida: trabajo, hogar, iglesia, relaciones, etcétera. Vivamos de tal manera que otros, en la noche, puedan ver la luz, la claridad del día. ¡Que otros vean a Cristo en nosotros y por nosotros! Este es el mismo concepto que se presenta en Mateo 5.14 y 16. ¡Dejemos ver el estilo de vida del reino de Dios para que el mundo glorifique al Padre!
Vestirse: La acción de desechar no resulta suficiente para una vida que agrada a Dios. Pablo añade que este proceso se debe acompañar de una labor adicional, la de vestir.
Debemos vestirnos de las armas de luz: que son armas provistas por el «Padre de las luces» (Sgo 1.14), y esas armas se caracterizan por ser «poderosas» (2Co 10.4). ¿Cuáles son las armas que debemos vestir?: la oración, el ayuno, la Palabra y la alabanza constante. Debemos, también, vestirnos de Cristo (14). ¿Qué significa vestirse de Cristo? El vestido en la Palabra de Dios es símbolo de: conducta, de forma de vida, la exteriorización de algo interno. Es la voluntad de Dios que cada uno de nosotros se vista de Cristo, es decir, viva como él.
Recordemos que el propósito de Dios es que seamos semejantes a su Hijo, es decir, que nuestra vida, nuestras actitudes y hábitos reflejen al Señor.
¿Es posible esto? Sí, absolutamente sí. No vamos a lograrlo por medio de nuestras fuerzas, sino en dependencia total del Espíritu Santo y obedeciendo en desechar las obras del mundo y vestir las armas.
Vestirse de Cristo es: Ser manso y humilde de corazón: es decir, cortés, considerado y ejercitando el dominio propio. Jesús nos invita en Mateo 11.29 a aprender de él, que es manso y humilde (1Pedro 2.23) (Ej. No tengo problemas en reconocer ante Dios que soy pecador, pero cuando algún hermano me señala: «eres pecador», «eso está mal» me justifico, o me ofendo). ¡Nos vestimos de Cristo al ser mansos y humildes!
Negarse a uno mismo: (Mateo 16.24) Cristo no estimó el ser igual a Dios como algo a que aferrarse, sino que se humilló, se hizo obediente (Fil 2.6, 7) Uno se niega a así mismo para beneficio de los demás. Nos vestimos de Cristo cuando nos negamos a nosotros mismos.
Perdonar: «Nada nos mueve tanto al perdón como el maravilloso conocimiento de que nosotros mismos hemos sido perdonados! Cristo enseñó acerca del perdón, y perdonó. ¡Nos vestimos de Cristo al perdonar! (Ef 4.32; Col 3.13).
Seguir la paz con todos: En las «Bienaventuranzas» Cristo enseñó claramente sobre la bendición de ser pacificadores. ¡Dios desea hijos pacificadores y no alborotadores!, porque él es el autor de la paz. La Palabra nos confronta con la imagen de un Dios pacificador y reconciliador (Col 1.20; Ef 2.15). Ser pacificadores significa no buscar la venganza, ni guardar rencores. (Ej., somos vengativos cuando dejamos de interesarnos y de orar por alguien que nos falló, y lo crucificamos en nuestro corazón). ¡Nos vestimos de Cristo al ser pacificadores! Debemos vivir una vida de santidad y consagración manifestando día a día, la conducta del reino de Dios, viviendo bajo los principios del Reino. Ser constantes en la oración: Cristo usó esta poderosa arma (Lc 6.12; 9.29; Mt 14.23; 26.36; Mr 14.32; Lc 18.1; 22.41). Jesús oraba : agradeciendo, intercediendo y consultando, aun en tiempos de dolor y dificultad. En los evangelios observamos que era constante en la oración. La Biblia nos exhorta a ser también constantes en la oración (Ro 12.12), a orar sin cesar (1Ts 5.14). ¡Nos vestimos de Cristo cuando oramos!
Llevando el fruto del Espíritu:  Para que nuestro carácter sea como el de Cristo, Dios ha provisto nueve gracias o virtudes mencionadas en Gálatas 5.22–24. El fruto del Espíritu refleja lo que Cristo es; amoroso, gozoso, lleno de paz, paciente, benigno, bueno, fiel, manso y templado (completo dominio propio). ¡Nos vestimos de Cristo al producir estos frutos en cada momento de nuestra vida: en público y en privado!
Conclusión:
Cada día que pasa se acerca más nuestra salvación. Cuanto más oscuro es el mundo, más lo debe iluminar la luz. El apóstol nos llama a estar alertas porque la influencia de las tinieblas será, cada día, más fuerte sobre nuestras vidas. El discípulo comprometido no se estancará, sino que trabajará activamente con el Espíritu para acelerar en su vida aquella transformación que le permitirá mostrar la luz de Cristo en todo lugar y toda circunstancia. ¡Esta es nuestra vocación!

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