Aspectos conflictivos de la consejería actual

por Alberto Barrientos P.

Hace veinticinco años, en 1977, cuando sentí que el Espíritu me impulsaba a escribir el libro Principios y alternativas de trabajo pastoral, dediqué un capítulo al importante aspecto de la consejería pastoral. Para que tuviera una base más sólida que la de mi experiencia pastoral de veintitrés años, en ese tiempo realicé una encuesta entre pastores de varios países latinoamericanos. Los datos coincidieron unos con otros, e incluso con lo que yo había observado en mi labor pastoral.

Entre las preguntas que hice, incluí la siguiente: «¿Cuáles son los aspectos más comunes por los cuales los creyentes buscan consejería de sus pastores?» En orden de frecuencia fueron: 1. Problemas matrimoniales. 2. Las relaciones entre padres e hijos. 3. Pleitos entre hermanos en la fe. 4. Dificultades con respecto a la fe.

Esos eran los temas que ocupaban principalmente el campo de la consejería pastoral. Ahora, ya entrado el siglo veintiuno, encuentro una situación muy diferente en la misma labor. Mi observación de los últimos tres o cuatro años, sin hacer encuestas, me ha planteado una serie de interrogantes que, me parece, nos obliga a repensar esta labor.

Otra vez me he preguntado: ¿Cuáles son los asuntos por los cuales he sido consultado? Sin ponerlos en orden de importancia, hallo los siguientes. 1. Miedo a las maldiciones generacionales, a las que la gente les pueda echar, y las relacionadas con no dar el diezmo. 2. Liberación de sentimientos negativos o de recuerdos de experiencias desagradables. 3. El deseo de saber si están endemoniados o no. 4. Divorcio y nuevo matrimonio. 5. Explicación sobre sueños y supuestas visiones o voces. 7. Violación en la infancia. 8. Violencia intra familiar. Aclaro que mi objetivo con este artículo no es responder a cada uno de dichos temas sino plantear ciertas preocupaciones en relación con ellas.



Influencia de la postmaternidad

Me sorprende que casi han desaparecido las consultas sobre asuntos relacionados con el sexo y con el matrimonio. Mi explicación es que posiblemente se deba a que como los medios de comunicación hoy tratan estos temas sin ningún tapujo; las personas reciben la información que quieran sin necesidad de acudir a los pastores. Pero, por otro lado, la ética o conducta del cristiano está siendo asiduamente influenciada por las ideas y actitudes que han surgido de lo que hoy se conocer como el postmodernismo, de modo que se han relativizado las normas del reino de Dios y así algunas cosas que antes se consideraban pecado, que eran motivo de culpa y hasta de alejamiento del Señor y de la iglesia, ahora no se consideran así. El resultado es que hoy se puede vivir en dos mundos sin conflictos de conciencia cristiana.



Pseudo maldiciones

El problema del miedo o angustia relacionado con las llamadas maldiciones, que en mi caso es uno de los aspectos más consultados hoy, deben analizarse mayormente desde la perspectiva puramente bíblica, y Ano sólo emocional. ¿Por qué? Porque dichos sentimientos son el fruto de enseñanzas de moda, presuntamente bíblicas, y consideradas como muy necesarias para la salud de los creyentes. Hace varios años llamé la atención sobre este asunto en el libro Misión y poder (IINDEF, Costa Rica, 1997) pues ya veía resultados de dichas enseñanzas, y cuanto más ha pasado el tiempo, más me alarma el asunto.


Muchos creyentes se encuentran fascinados por enseñanzas así porque les parece que son formas muy profundas de religión y de allí que se dedican a rebuscar alguna maldición entre sus antepasados para hallar explicación a las dificultades que hoy están viviendo. El asunto se agrava cuando se dan cuenta que no pueden llegar al fondo de aquel ignoto océano, se llenan de angustias, y se ven apresados en un callejón sin salida. Vemos que esta doctrina ayuda a crear fantasmas que persiguen al creyente. Y es aun más grave cuando, desde pulpitos y programas televisivos, algunos lanzan rayos y maldiciones para quienes no diezman.

La religiosidad que esta enseñanza ha fomentado es del todo cuestionable, y en vez de ser un avance en la fe y libertad cristiana, es un grave retroceso. Todo ello me recuerda la fuerte amonestación de Pablo a los gálatas que querían regresar a la esclavitud de la Ley por parecer una religión mejor y más elegante que la sencillez de la libertad en Cristo: «cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos del mundo, a los cuales os queréis volver a esclavizar». (Gá 4.9) Así quieren descubrir un mejor nivel de vida por un camino falaz, y lo que está resultando es más dolor, yugo, miedo y angustia. En mi labor de consejero he visto que al mostrarles las falacias de estas enseñanzas a la luz de la Palabra y a la vez guiarlos a comprender los alcances del poder libertador del evangelio de Jesucristo, los efectos de la verdadera conversión cristiana, y el significado del gran milagro del nuevo nacimiento por el poder del Espíritu Santo, el reposo y la paz de Dios vuelven a su corazón. La sustitución de lo que es central en la fe y la vida cristiana, valga decir, el evangelio, por enseñanzas que parecen lógicas e interesantes se convierte en un boomerang, pues una vez lanzadas se vuelven en contra nuestra.



Seudo endemoniados

Ha sido común para mí que vengan padres de familia y me presenten a un niño, hijo de ellos, diciéndome que por favor, ore por él pues «está endemoniado». Cuando los niños escuchan a sus padres hablar de su estado, algunos agachan la cabeza, miran a otras partes, se sienten avergonzados y quieren huir de la situación. Otros empiezan a comportarse diferente. Tal parece que los padres los han convencido de que el diablo los posee, y empiezan a «demostrarlo». Aclaro, que sí es posible que tanto un niño, como un joven, o un adulto pueden estar endemoniados. Esto es bíblico, y es parte de una larga y valiosa experiencia que Dios me ha dado. Pero en los últimos años no recuerdo ni un sólo caso verdadero de posesión demoníaca en un menor de edad. El hecho de que a un niño se le etiquete de estar bajo la influencia satánica, o peor aun, que está poseído, porque sea inquieto, porque no sienta deseos de ir a la escuela, porque le gusta pelearse con sus hermanitos, porque sea desobediente, porque sea hiperactivo, y otras cosas más, es entrar en un campo muy grave por las implicaciones mentales y emocionales que tiene, pues inclusive puede servir para abrirle la puerta a una posesión real. Lamentablemente hay muchos hermanos involucrados hoy en la sanidad interior y liberación que todo «lo curan» como si fuera demoníaco. Asimismo, hay predicadores que han hecho de este asunto su gran fuente de enseñanza. Puesto que con ellos a veces no se puede razonar, hay que tratar primero con los padres mismos y luego ayudar al niño.

También encuentro común que creyentes adultos a menudo vengan a consultarme sobre la posibilidad de que ellos mismos estén endemoniados porque sienten fuertes tentaciones, porque son inestables emocionalmente, y otras cosas parecidas. Insisto en que, lamentablemente, esto no procede de afuera de la iglesia, ni de la mentalidad postmoderna. Es el fruto de enseñanzas que pretenden ser más apostólicas que los Doce y Pablo juntos. Pero en vez de ayudar, estas enseñanzas causan daño, muchas veces muy grave. Dejo planteados estos ejemplos para llamar seriamente a la consideración sobre lo que estamos enseñando y lo que hemos dejado de enseñarle al pueblo de Dios, y para que le pongamos atención a los posibles efectos que esto pueda tener en la salud mental, emocional y espiritual de los creyentes.

Añado a lo anterior algo muy delicado. Me ha tocado encontrarme ocasionalmente con personas que se sienten consejeras y se dedican a la «liberación». Entre ellos he descubierto algunos que sufren de trastornos de estados de ánimo, y hasta de esquizofrenia por lo que tienen tratamiento psiquiátrico permanente. Muchos de ellos permanecen anónimos. Sin embargo tratan con personas a quienes impresionan por sus visiones, por las voces que escuchan, y hasta son vistos como profetas o profetizas. Aunque sea doloroso decirlo, no son personas aptas para la consejería. Los pastores, cuando descubran casos así, deben evitar su «colaboración».



Necesidad de buscar ayuda especializada

Mencioné también lo que es hoy común en la tarea de la consejería: los casos de violación durante la niñez o adolescencia, la violencia intrafamiliar, y el divorcio y nuevo matrimonio. Estos son campos con características diferentes de los anteriores y, aunque en escala mucho menor que la población en general, son ya parte de la experiencia de algunos hogares cristianos. Tenemos que reconocer que son áreas de muy difícil tratamiento para un pastor, por ejemplo, cuando una hermana de la congregación es agredida física o mentalmente a cada rato por su marido inconverso, enemigo de la iglesia, o lo que es peor, miembro de ella. O también el caso de hermanos varones agredidos y atemorizados por su propia esposa. ¿Qué se les puede aconsejar a las personas que están en semejantes situaciones? ¿Se les lee un salmo y se despiden en oración, solamente? ¿O cuando se descubre un caso de violación de un menor de edad dentro de la misma familia y se necesita urgentemente ayuda psicológica? ¿O situaciones en las que la esposa de repente descubre que su marido cohabita con otro hombre, o viceversa?

Algunas de las situaciones mencionadas pueden conducir a los pastores a reconocer la necesidad de acudir a otras instancias y recursos como las autoridades civiles, instancias defensoras de la mujer, psicólogos, psiquiatras o abogados. Cuando escribo esto no me siento incómodo pues recuerdo que la Palabra nos recomienda resolver ciertos problemas dentro del ámbito de la congregación. Pero hay algunos que obligan a salir de la iglesia para buscar ayuda. Esto implica que el pastor en el día de hoy debe tener conocimiento y estar de algún modo conectado con estas instancias. Dichosamente en el mundo evangélico iberoamericano actual se encuentran muchos profesionales a quienes acudir en situaciones como las descritas. Muchas iglesias tienen servicios de consejería legal y psicológica que son aliados del pastor en su labor para los hermanos, a la vez que pueden brindar un valioso servicio a la comunidad.



Recomendaciones

Reconociendo que la consejería pastoral es una labor muy digna, necesaria, y delicada, me permito hacer las siguientes recomendaciones. 1. Esta labor exige del pastor integridad espiritual y pureza para no verse envuelto en situaciones pecaminosas. 2. Necesita el don de discernimiento espiritual porque no sólo pueden darse casos de endemoniados disfrazados, o de quienes piensan, equivocadamente, que lo están, sino de personas que acuden a consejería pero esconden a veces sus verdaderas cartas e intenciones. 3. Se requiere del Pastor que estudie este campo no sólo desde los libros muy «comerciales» que hoy se venden en nuestras librerías evangélicas, sino en el mismo campo de la sicología, por lo menos en los aspectos de orientación general y básica para comprender y resolver conflictos. 4. Revisar, a la luz de la misma Palabra de Dios, algunas doctrinas de moda, así como examinar los espíritus que hoy proclaman novedades, para discernir lo que es aceptable y lo que no. Debe ser observado el efecto que las doctrinas producen en la salud emocional y espiritual de la gente. 5. Pedir sabiduría del Espíritu Santo para dar la palabra apropiada en cada situación. Yo pienso que la consejería pastoral y la atención profesional sicológica son dos campos que, aunque se traslapan en cierto grado, son diferentes. El Pastor en lo posible debe emplear la Palabra de Dios, sabiduría que ayuda a señalar el nudo del problema a la vez que ofrece una dirección correcta de lo que hay que hacer, y debe emplear también la oración que ministra paz, confianza en el Señor y fuerzas renovadas para enfrentar la vida con sentido de victoria en Cristo.



Ideas básicas de este artículo

1. En el transcurso de tres décadas los asuntos por los cuales se consulta a los pastores han cambiado significativamente.

2. Dos observaciones básicas de este cambio de interés de los consultantes: 1) La procedencia: unas vienen por la influencia que ha tenido la postmodernidad en la iglesia; y otras no proceden de fuera de la iglesia, ni de la mentalidad postmoderna, son el fruto de enseñanzas que pretenden ser más apostólicas que los Doce y Pablo juntos. 2) Existen ciertas circunstancias, como la violencia intrafamiliar, que pueden conducir a los pastores a reconocer la necesidad de acudir a otras instancias y recursos.


Preguntas para pensar y dialogar


1. ¿Cómo justifica el autor que hayan desparecido las consultas sobre asuntos relacionados con el sexo y con el matrimonio?


2. ¿Qué análisis hace el autor del problema del miedo o angustia relacionado con las llamadas «maldiciones»? ¿Cuáles son las recomendaciones del autor para el tratamiento de este problema?


3. En el caso de consultas sobre asuntos relacionados con posibles endemoniados, ¿cuáles cree usted que podrían ser los posibles efectos que esto pueda tener en la salud mental, emocional y espiritual de los creyentes?


4. Condense las cinco recomendaciones que el autor da para la consejería pastoral.


El autor es licenciado en Administración de Recursos Eclesiásticos de la Universidad Evangélica de las Américas. Ha sido pastor, evangelista y asesor en América Latina durante cuarenta y otros años. Actualmente radica con su esposa, Teresa Sivaja en Costa Rica. Es fundador de IINDEF y estuvo vinculado con este ministerio por veinte años. También ha sido miembro de LAM por treinta y seis años.