Caleb: el que seguía a Dios Josué 14:1–15

El mundo está Ileno de personas que quieren ser líderes, jefes, caciques, gobernadores, generales y hasta dictadores. En los medios de publicidad aparecen sus fotografías, sus datos biográficos, sus maniobras políticas y hasta sus pecados, pero siempre se mencionan junto con algunas buenas obras. Todo ello ha sido calculado no sólo para informar, sino para impresionar y de una forma u otra, controlar al vulgo.

No obstante, de vez en cuando surge un hombre noble en todo el sentido de la palabra, que tiene una conciencia iluminada por Dios y convicciones sólidas acerca de la veracidad de lo que Dios ha comunicado al hombre, tanto lo referente a su persona como a su plan eterno.

Pero tal vez los medios publicitarios no le hagan mucho caso porque no es atractivo para el voraz apetito sensacionalista del público. Así que los tipos nobles tienden a desvanecerse en los archivos empolvados de la historia, mientras que los nombres y perversidad de los malvados permanecen bajo el reflector.

La figura central de Josué 14 es un hombre de estos últimos, noble en toda la extensión de la palabra. Y eso, a pesar de lo que significa su nombre en hebreo. Traduciéndolo en la forma más benigna posible, “Caleb” quiere decir “enfurecerse con vehemencia canina”. A propósito, no hay indicación alguna de que tuviera un comportamiento rabioso, pero sí hay bastante evidencia de que era un hombre que vivía conforme a sus sólidas convicciones personales.

REUNIÓN DEL “COMITÉ” REPARTIDOR

Josué 14:1–5

Los dirigentes del pueblo se habían reunido para repartir la herencia a las nueve y media tribus que todavía no la tenían (Josué 1:4). Eleazar, el sumo-sacerdote, fue el tercer hijo de Aarón ( Éxodo 6:23). Fue consagrado como sacerdote después de la muerte de sus hermanos desobedientes, Nadab y Abiú (Levítico 10:1–7). Recibió la investidura de sumo sacerdote en el monte Hor, inmediatamente antes de la muerte de su padre Aarón, y ocupó ese puesto hasta fines de la conquista.

Josué también estaba presente juntamente con “los cabezas de los padres de las tribus de los hijos de Israel” (Josué 14:1). Así que había una amplia representación de autoridades religiosas y civiles en el importantísimo acto de repartir la tierra echando suertes.

EL NOBLE CALEB

Josué 14:6–15

Una serie de recuerdos que lo acreditaban 14:6–9

(1) “Tu sabes lo que Jehová dijo a Moisés, varón de Dios, en Cades-barnea, tocante a mí y a ti” (Josué 14:6). Josué y Caleb fueron los únicos espías que dieron un informe positivo, iluminado sin duda por el gran poder de Dios. Combinando lo dicho en Números 14:24; 32:12 y Deuteronomio 1:36, el estudiante tiene todos los detalles de lo dicho por Moisés en esa ocasión: (a) que de aquella generación sólo Josué y Caleb entrarían en la tierra y (b) que a Caleb se daría “la tierra que pisó” (Deuteronomio 1:36). No era necesario exhortar a Josué a que recordara su anterior aventura, pero de todos modos, estuvo bien dicho porque así autenticaba su mensaje ante los príncipes del pueblo. El hecho de que asignó las palabras a Moisés, “varón de Dios”, dio credibilidad a su testimonio.

(2) Un espía comisionado y cumplido (Josué 14:7–9). A los 40 años de edad fue comisionado por Moisés en Cades, pero son pocos los detalles que tenemos de la comisión que recibieron los espías. Deuteronomio 1:22 agrega al reconocimiento general las palabras: “nos traigan razón del camino por donde hemos de subir, y de la ciudades adonde hemos de Ilegar”.

Lo que todos deben haber tenido como principio irrevocable era la promesa divina: “Mira, Jehová tu Dios te ha entregado la tierra” (Deuteronomio 1:21a). Pero sólo Josué y Caleb vieron la tierra a través de esa lente, y es obvio que Caleb tomó esa verdad muy a pecho, la cual vino a ser parte de la convicción que lo motivaba. Por eso agregó que había traído noticias según el sentir de su corazón (Josué 14:7c). De acuerdo con Números 14:24, había en Caleb otro espíritu, y su meta era seguir a Jehová (Josué 14:8c).

Una parte muy triste de ese corto repaso se relaciona con diez de sus colegas. Mientras que el pueblo de esa generación fue sentenciado a vagar por el desierto hasta que le Ilegara la muerte, los que trajeron el informe negativo fueron condenados a muerte de inmediato, sentencia que se Ilevó a cabo por medio de una plaga (Números 14:37).

¡PENSEMOS!
“Siguiendo a Jehová mi Dios” (Josué 14:8c) y: “fueron perfectos en pos de Jehová” (Números 32:12b) son frases que reflejan una constancia que afectaba todo lo que hacían Josué y Caleb. Alguien con semejante convicción puede ver lo que otros no ven, y aunque sea uno solo el que sigue en pos de Jehová, puede lograr lo que otros no. Por supuesto, se expone a la crítica, porque su marcha se basa en el compás de otra música, de un ritmo diferente al del mundo y a la disonante melodía de la incredulidad. La mente del que sigue “perfecto en pos de Jehová” se concentra en lo que Dios ha dicho; su corazón reacciona como el de Dios y su voluntad está sumisa a la de él.

(3) El juramento de Moisés (Josué 14:9). Aquí, Caleb tocó en forma personal el tema principal de la reunión, el repartimiento de la tierra. Moisés, como representante de Jehová, había prometido a Caleb con juramento que “la tierra que holló tu pie será para ti, y para tus hijos en herencia perpetua”. Ese veterano de la tribu de Judá, el más anciano, y probablemente el más respetado de su tribu, aceptó la palabra de Moisés, y la tomó como la base para pedir su porción. Nadie se opuso.

Su situación en aquel momento, lo acreditaba 14:10–11

Son muy interesantes los cálculos que Caleb menciona en este pasaje. En ese momento, Caleb tenía 85 años de edad y dijo que habían pasado 45 años desde que regresó de su misión de espionaje, cuando recibió el juramento de Moisés. Esto último sucedió 38 años antes de cruzar el río Jordán. Quiere decir entonces, que la primera fase de la conquista duró alrededor de siete años.

Sus cálculos del versículo 10 nos interesan, pero la frase más importante es la primera: “Jehová me ha hecho vivir”. Caleb atribuyó a Dios su preservación durante las vicisitudes pasadas en 38 años de peregrinación y los años de la guerra que siguieron. Así que ya fuera como peregrino en el desierto, o como soldado en la tierra prometida, no fue ni la fortuna, el destino (“¡qué será, será!”), ni los falsos dioses que algunos israelitas trajeron consigo de Egipto, sino Jehová, el que lo había guardado. A los 85 años todavía no sentía que hubieran disminuido sus fuerzas.

“EN TU MANO ESTÁN MIS TIEMPOS”

(Salmos 31:15).

Su petición 14:12–15

Aunque tenía 85 años de edad, Caleb demostró que todavía era un hombre vigoroso: “Dame, pues, ahora este monte” (Josué 14:12). ¡Qué reto el que se echó sobre los hombros! En ese monte estaba Hebrón, a 927 mts. sobre el nivel de mar, la ciudad más alta de la tierra prometida. Pero lo que es más importante todavía, es que era una de las más antiguas del mundo, habiendo figurado en gran parte de lo ocurrido en la historia bíblica esa fecha (Génesis 13, 23 y 35).

Pero había otro factor mucho más significativo. Allí vivían los anaceos, una raza de gigantes feroces, los mismos que habían causado tanta consternación entre los espías colegas de Caleb, y ante quienes se sintieron como langostas (Números 13:33). Caleb, plenamente convencido de que las promesas de Dios equivalen a una garantía, estuvo totalmente dispuesto a aceptar lo que los ya difuntos espías pensaron imposible. Bien sabía que Jehová es el Dios de los imposibles.

“PORQUE NADA HAY IMPOSIBLE PARA DIOS”

(Lucas 1:37).

Observaciones finales

  1. “La suerte”. Aunque a primera vista parece que los israelitas dejaron todo en manos de la fortuna, no fue así. En primer lugar, Dios aclaró muy bien en el libro de Proverbios que él controla todas las cosas. “La suerte se echa en el regazo; mas de Jehová es la decisión de ella” (Proverbios 16:33). En segundo lugar, las asignaciones de tierra en realidad fueron hechas conforme al plan eterno. Este factor se nota al considerar el nacimiento del Señor Jesucristo en la ciudad de Belén de la tribu de Judá, acontecimiento específico ocurrido en un lugar específico que dependió de una asignación específica de la tierra que se hizo años antes, y todo formó parte de un gran plan en el cual no cabía el acaso. Dios tenía y tiene, el control de todas las cosas.
  2. Lo malo de los espías enviados desde Cades no consistió en la comisión que les fue dada, puesto que sólo pretendían saber cómo iban a hacer la conquista, no si debían realizarla: “Nos traigan razón del camino por donde hemos de subir y de las ciudades adonde hemos de Ilegar” (Deuteronomio 1:22). La interpretación que dieron a lo que vieron fue la que causó la reacción incrédula del pueblo. Cometer un pecado trae consecuencias serias; hacer que otro peque es más serio todavía (Mateo 18:6).
  3. “Todavía estoy tan fuerte como el día que Moisés me envió” (Josué 14:11), y eso lo dijo Caleb a los 85 años de edad. Parece que él experimentó lo que Isaías escribiría años después, y que ha sido de consuelo para cada hijo de Dios desde entonces: “Pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán” (Isaías 40:31).

Platt, A. T. (1999). Estudios Bı́blicos ELA: Promesas y proezas de Dios (Josué) (85). Puebla, Pue., México: Ediciones Las Américas, A. C.