Génesis 28:10-22
Introducción:
Jacob nunca se imaginó que mientras huía de su hermano Esaú, Dios le revelaría aspectos de su gloria y lo que de alguna manera él esperaba de Jacob. Cuando despertó del sueño que tuvo dijo:
“¡Cuan terrible es este lugar! No es otra cosa que Casa de Dios y Puerta del Cielo” (v.17) ¿Que hace que un lugar llegue a ser “Casa de Dios y puerta del cielo”?
1. Que en ese lugar haya visión (v.12).
“Y soñó”. Usualmente nuestras grandes victorias comienzan con un sueño. Un sueño es el anhelo, el deseo que Dios pone en nuestro espíritu de llegar o de alcanzar algo que se torna en una meta para uno. Un sueño es un destino, una meta, un propósito que nos inspira a proseguir, que nos motiva a continuar. Es aquello que nos da “chispa” y ánimos para no desmayar. Los sueños se tornan en una pasión y la pasión es la que nos empuja a avanzar sin desistir de lo que anhelamos alcanzar. Quien no tiene un sueño, no tendrá forma alguna para despertar en él la pasión. Generalmente nuestros logros más significativos comienzan con un sueño, un anhelo, un deseo. No en vano la Palabra de Dios nos anima a tener deseos en el corazón que Dios pueda cumplir:
“Deléitate así mismo en Jehová, y él te concederá las peticiones (deseos, sueños, anhelos) de tu corazón” (Salmos 37:4).
Que triste resulta ver que a pesar de que “soñar no cuesta nada”, muchos no tienen un sueño que alcanzar. Y lo cierto es que cuando no se tiene un destino, tampoco se encuentra el camino.
Cuando se pierde la visión, también se pierde la pasión. Muchos no han alcanzado mejores logros porque ya no tienen una visión de lo que quieren ser o alcanzar. Note usted que a lo mejor Jacob ni siquiera conocía el camino por donde iba, pero una vez que tiene ese encuentro con Dios, sabe a donde debe llegar y lo logra porque Dios lo guió (Génesis 29:1-14). Lo otro es que nunca olvidó ni ese lugar ni esa experiencia (Génesis 31:11-13). Nuestro destino está determinado por el sueño que tengamos por alcanzar. Los que sueñan, triunfan en la vida.
2. Que en ese lugar esté la presencia de Dios y la acción del Espíritu Santo (13-18).
Jacob vio a Dios en lo alto de la escalera y tuvo conciencia de su presencia. Luego unge la piedra y la levanta como señal de de un hecho y una declaración profética.
El aceite que él vertió sobre la piedra simboliza dos cosas:
A. Que ese lugar era propiedad de Dios, que Dios era el dueño (en el antiguo pacto, el ungir con aceite simbolizaba que el lugar, la persona o el objeto era propiedad de Dios). Jacob declara de forma profética que en ese sitio había una oficina del cielo en donde se revelaban detalles importantísimos sobre la majestad del Señor.
B. Que habría un continuo fluir de poder del Espíritu Santo.
El derramamiento de aceite simboliza el continuo fluir del Espíritu de Dios que nos unge y nos capacita para que hagamos lo que Dios espera que hagamos. El aceite señala que necesitamos “viscosidad espiritual” y “lubricación” en lo ministerial Pudiéramos contar con los mejores implementos para adorar a Dios, pero eso no sería suficiente: necesitaríamos el mover del Espíritu Santo y la poderosa presencia activa de Dios para que el Señor sea honrado con lo que hacemos.
3. Que se implementen cambios (v.19)
Jacob le cambió el nombre de “Luz” por “Bethel”. Los cambios son necesarios y a veces, urgentes.
Aquel que quiera ver que en su iglesia y en su ministerio suceden cosas distintas, tendrá que hacer las cosas de forma distinta. A veces tenemos 5, 10 o más años de estar haciendo las cosas de la misma manera. Un año de experiencia y 9 de estar repitiendo lo mismo. Cultos rutinarios, actividades monótonas, enseñanzas sin atractivo e interés alguno es lo que más se ve en algunas congregaciones de nuestro continente. Es ahí donde urgen los cambios.
Jacob le cambió el nombre al lugar. Tal vez “Luz” no le decía nada a él, pero “Bethel”, era ya otra cosa, otra historia. ¿Qué cambios tendrá que hacer usted en su vida, en la iglesia o en su ministerio en procura de que se conviertan en casa de Dios y puerta del cielo? No le de temor implementar los cambios que sean necesarios para que el Señor sea glorificado y su ministerio se haga y se vea más productivo. Mire que cuando no se implementan cambios, los resultados podrían ser infructuosos, a pesar de todos los esfuerzos que podamos estar haciendo.
Los cambios que se pudieran implementar obedecerían a los pocos resultados de los métodos actuales. Se pueden implementar cambios sin que se tenga que modificar la esencia y la identidad de lo que somos y de la visón que Dios nos haya dado.
4. Que hayan personas que se involucren en los pactos (v.20-22).
¿De donde había aprendido Jacob lo del diezmo? ¡De su abuelo Abraham y de su padre Isaac! Esto no solo lo convirtió en un hombre próspero, sino que además le aseguró el futuro a su descendencia (Hebreos 7:4-9).
A una gran cantidad de cristianos les cuesta admitir que en el orden de Dios el dinero juega un papel determinante. Muchos de los anhelos que una congregación pudiera tener, están supeditados a la fidelidad financiera de sus miembros. Cuando las personas fieles en lo económico escasean, la iglesia se ve afectada en los logros que desea. Pero la fidelidad financiera a Dios prospera y permite el logro de las expectativas más inminentes. La dación del diezmo y las ofrendas hacen parte del culto y la adoración que le ofrecemos al Señor (Proverbios 3:9-10)
Conclusión:
No tengo ninguna duda en creer que un lugar destinado para adorar a Dios como aquel en el que durmió Jacob, se convierta en “casa de Dios y puerta del Cielo” cuando se den las características que aquí hemos señalado. ¿Cuántos lo creen? AMEN.
Esto por supuesto no anula cualquier tratamiento médico al que usted se encuentre prescrito. Lo que sí significa es que por ningún motivo o circunstancia se vaya a rendir frente a una dolencia o enfermedad. Cuando una enfermedad se hace presente, Dios puede intervenir a favor nuestro o bien por el ejercicio directo de nuestra fe, o por el procedimiento médico en el que nos encontremos. El Señor no se opone a ello. Su deseo es que estemos sanos y gocemos de salud (3ª Juan 2).
Si desea gozar de una buena salud, hágalo mediante la práctica de ciertos ejercicios físicos, una buena y balanceada alimentación y una visita periódica a su médico de confianza. Mire que el Señor sana y los médicos lo reconocen, lo certifican. Y si más allá de la ciencia no hay cura que se aviste, entonces active su fe y declárese sano por las llagas de Jesús. Él es quien sana. Aún si se mostrara que la ciencia fue la que logró su sanidad, detrás de ello estuvo la mano poderosa de nuestro Señor. Jesucristo es el sanador.
Haga declaraciones de sanidad de forma continua sobre su cuerpo. Recuerde que lo que creemos con el corazón, lo confesamos con nuestra boca (Romanos 10:10; 2ª Corintios 4:13) y que en lo que confesamos está la vida o la muerte (Proverbios 6:2; 18:21).
Usted y yo tenemos todo el derecho a gozar de salud porque Cristo pagó el precio de ello. “Tetelestai” nos recuerda que frente a cualquier dolencia o enfermedad, Jesús es nuestro sanador.
3. EL PODER DE LA MUERTE Y LA CONDENACIÓN ETERNA.
Según el libro de Hebreos 2:14 la muerte fue también vencida por el sacrificio de Jesús. El texto de esta carta dice:
“Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo”
También el profeta Oseas nos habla de esta victoria:
“De la mano del seol los redimiré, los libraré de la muerte. Oh muerte, yo seré tu muerte; y seré tu destrucción, oh seol…” (Oseas 13:14).
Esto nos asegura dos cosas:
1. Que cuando morimos, vamos a estar con el Señor Jesús 2. Que también nosotros un día resucitaremos.
La muerte de la muerte ocurrió con la resurrección de Jesucristo. La muerte fue absorbida en victoria.
Para un cristiano la muerte no es el fin de su vida. Es apenas el inicio de una eternidad al lado del Señor.
Cuando un cristiano muere mire lo que dice la Biblia sobre ello:
“Estimada es a los ojos de Jehová la muerte de sus santos” (Salmo 116:15) Es estimada porque pasamos a estar por siempre en su presencia.
Cuando muramos no iremos a condenación, sino a gozar de su consolación. El Señor enjugará nuestras últimas lágrimas cuando partamos para estar con él.
El infierno no será nuestra última morada, sino las mansiones de gloria que fue a preparar para sus redimidos. El sonido de la última trompeta que escucharemos para ir a su presencia nos hará presentarnos ante su gloria y majestad, y allí, le adoraremos por todos sus beneficios y por su victoria total.
Pero nuestros cuerpos no se quedaran por siempre en la tumba. Un día también resucitaremos para retornar a este mundo a ejercer un tiempo de mando y de gobierno cuando se instaure el reino milenial que Cristo establecerá, y en el que nosotros sus redimidos le acompañaremos gobernando sobre este mundo.
Conclusión:
Mientras todo esto sucede, hoy podemos vivir en victoria y libres de cualquier angustia tanto que el ayer o el mañana nos quieran prodigar porque ese “Tetelestai”, ese “consumado es” aun retumba en el tiempo y con él Jesús selló para siempre la victoria sobre el pecado, las enfermedades y la muerte. En Cristo somos más que vencedores. ¡Aleluya!
Siento la presencia y la unción del Señor para ministrar sanidad en el nombre de Jesús. Ahora mismo ordeno que los ciegos vean, los paralíticos se levanten de sus sillas de ruedas, que desaparezca toda dolencia, toda enfermedad. Cáncer, desaparece. Rinitis, inflación, otitis, ardor en la vista, miopía, afecciones cardíacas, problemas respiratorios, bronquios, pulmones, son sanos ahora en el Nombre de Jesús. Fuera toda enfermedad, toda complicación cardíaca, asma, congestión nasal, sida, osteoporosis, dolor en el cuello, inflamación en la garganta, te ordeno desaparecer para siempre ahora en el Nombre de Jesús. Amén.
Creo también que a través de este medio electrónico Dios está obrando sanidad. Si estás enfermo mientras lees este mensaje, te declaro sano ahora en el Nombre de Jesús. Declaro que el Señor está impartiendo sanidad en este momento y que usted recibe sanidad total sobre cualquier dolencia o enfermedad por las llagas de Jesucristo. Amén.
Fuente: www.centraldesermones.com