Comités en los que todos desean trabajar
por Roberta Hestenes
La mayoría de los miembros de las juntas de la iglesia soportan las tareas, pero no necesariamente las disfrutan o son productivos. La autora comparte interesantes consejos y anécdotas que lo ayudarán a tener una nueva compresión de lo que significa ministrar juntos, en lo que ella llama: «comunidad enfocada en la misión».
Tememos a la reunión pero de todas formas asistimos una vez al mes. Siempre duran una eternidad y generalmente regresamos a casa frustrados. Ninguno de nosotros, si somos honestos, podría decir que disfruta de las reuniones de nuestra junta de gobierno.
Una noche el problema se concentró en cómo revitalizar nuestros cultos de adoración ya que habíamos concordado en que eran bastante aburridos. En la reunión anterior, alguien mencionó que los ancianos debían «tomar cierta responsabilidad».
La solución: organizamos un comité y le asignamos a uno de los ancianos la responsabilidad. ¿Qué ocurrió? Nada. Pasaron los meses y no hubo ningún informe. La tensión y presión se mantuvo creciendo.
Todas las reuniones empezaron a seguir un patrón: Después de orar íbamos directo a los informes de los comités. A pesar de que formaban parte de la agenda, en raras ocasiones llegábamos a algo conciso. Se repetía una y otra vez los reportes de cada uno de los comités o, en el caso del comité de adoración, se discutía acerca del reporte fantasma.
Bob, el encargado de la junta, daba un discurso lamentándose de los comentarios que le habían dicho los feligreses durante ese mes. Informaba que «algunas personas» pensaban dejar la iglesia.
Jim, el director musical, respondía a la defensiva, y decía que él solo recibía comentarios positivos y que todavía seguía en espera de la guía del comité de adoración.
Bill, el encargado del comité de adoración, tenía un sinnúmero de explicaciones del porqué el comité no pudo reunirse o todavía no estaba listo para dar recomendaciones.
Las personas elevaban su tono de voz y eran menos sutiles. Y toda esta discusión era sobre cómo adorar al Dios de amor.
Una noche, mientras estacionaba mi auto, no pude dejar de preguntarme, si nosotros los líderes no sabíamos cómo ser la iglesia, al igual como tratábamos los asuntos de la iglesia, entonces ¿llegaríamos a ser la iglesia algún día?
El otro extremo
Algunas personas reaccionan ante el lado desagradable de trabajar dentro de la estructura de una iglesia, por eso, evitan cualquier responsabilidad institucional. No se involucran en la iglesia más allá de la adoración, los estudios bíblicos en casa o los grupos de apoyo.
Muchas personas que sienten una atracción por estos grupos pequeños no quieren participar demasiado en las funciones tradicionales en la iglesia. Esperan que haya Escuela Dominical y clase cuna durante los cultos de adoración. Disfrutan escuchar el coro y la música de calidad. Participan en los programas de la iglesia, pero no desean involucrarse con la estructura porque sencillamente eso no «suple sus necesidades».
Si un miembro trabajador de un comité hablara honestamente con una de esas personas que disfrutan de los grupos pequeños, la conversación sonaría algo así:
Carlos (miembro trabajador del comité): Ayudé a fundar esta iglesia y serví como encargado de la junta por diez años. He visto cómo estudios bíblicos y parejas jóvenes vienen y van. Pero la iglesia y sus programas continúan. Francamente, estoy cansado de ver a la gente venir y hablar, disfrutar de los beneficios del programa, y nunca contribuir.
Ron (la persona de los grupos pequeños): Los comités y los trámites burocráticos me dejan frío. Quiero estar en un grupo que comparta sus necesidades y relacione la Biblia con lo que ocurre en el mundo real. ¿No ha crecido la iglesia desde que empezamos los grupos pequeños?
Carlos: Si la iglesia ha crecido, ¿por qué es una lucha mantener los programas a flote? ¿Por qué no hemos alcanzado nuestro presupuesto de misiones? ¿Por qué hacen falta maestros de Escuela Dominical? ¿Por qué los cultos de domingo por la noche y los cultos entre semana tienen tan poca asistencia? Parece que las personas del ministerio de grupos pequeños realmente no se preocupan por la iglesia.
Ron: ¿Pero no lo ves? ¡Nosotros somos la iglesia!
Carlos: Bueno, tal vez deberíamos empezar a pasar la canasta de ofrendas en estos grupos para así poder apoyar el programa de misiones. Tal vez deberías cancelar tu grupo de estudio bíblico la semana que tenemos planificado un avivamiento. Tal vez tu gente debería tomar una responsabilidad con la iglesia y ocupar más puestos. Para ser honestos, me estoy cansando de dar y dar y nunca suplir mis propias necesidades.
Ron: ¡Pero de eso se tratan nuestros grupos, de suplir necesidades!
Carlos: Entonces, ¿por qué no empiezan a suplir las necesidades de la iglesia y nos quitan de nuestros hombros la carga administrativa que llevamos por ustedes?
¿Por qué existe la brecha de expectativa?
Hasta cierto punto, estas diferentes perspectivas reflejan una brecha generacional. A menudo los miembros más jóvenes (que tienen entre veinte y treinta años) se sienten más atraídos hacia el enfoque relacional. Prefieren las relaciones definidas más por la calidad que por los títulos formales. Llegan a la iglesia y preguntan: «¿Cómo puedo utilizar mis dones?» Si la respuesta es «únete a un comité», ellos responden, «eso no fue lo que pregunté».
Las personas que prefieren el enfoque relacional no se motivan con la tradición o la lealtad denominacional. Desean saber: «¿Esta actividad me proporcionará una experiencia importante, auténtica y significativa?» Desean sentir que valen como individuos. Desean que se reconozcan sus preocupaciones personales. Para ellos, un comité que se enfoca en las tareas generalmente se siente como algo frío e impersonal.
Por otro lado, las personas que prefieren el enfoque de programas tienden a pensar que hablar acerca de la vida de uno y sus problemas es algo rústico y mal educado. Si en su familia hay tensiones, y usted se lo cuenta a personas que no tienen ninguna relación sanguínea, entonces está violando un práctica básica:
«Somos leales en nuestra familia; no le contamos a los extraños nuestros problemas.» Ellos sienten que la mejor forma de manejar un mal día es poner una buena cara, hacer lo que hay que hacer, y seguir adelante sin sentirse afligido por el problema. Hacer algo más es una mala forma de sobrellevar la situación.
La persona del enfoque relacional reacciona y dice: «Si no podemos hablar acerca del mundo y la vida real si tengo que sentarme aquí y poner una cara falsa entonces no tengo tiempo, energía, o interés. Me involucraré en algo más solo si la situación me ayuda a suplir aquellas necesidades que el mundo no satisface. En cualquier otro lugar, tengo que pretender que soy competente, que tengo todo bajo control. No quiero venir a la iglesia a pretender.»
Los institucionalistas se ven a sí mismos no como personas que les gusta pretender sino como individuos que desinteresadamente realizan todas las actividades y responsabilidades. Para ellos, el lema de un comité es: ¿Qué alcanzamos y cuánto costó?
¿Pueden estos dos tipos de personas trabajar juntos?
Cuando un grupo piensa que logra sus objetivos por medio de las relaciones y el otro por medio del ejercicio del poder, la tensión entre ambos es inevitable. Las personas que tratan de mantener la institución en marcha se desanimarán cada vez más por no tener suficiente dinero, recursos o apoyo para lo que están haciendo.
Las personas que se enfocan en las relaciones desarrollarán los grupos pequeños y atraerán a aquellas que consideran que estos grupos son significativos. Sin embargo, conforme la iglesia empiece a crecer (y con el crecimiento se demande más de los programas), las personas que se enfocan en la institución empezarán a preguntar por qué las personas relacionales no «se involucran en el programa».
Para mí, un punto decisivo llegó cuando me pregunté: «¿Cómo se desarrolla un ministerio?» Me di cuenta de que tenía a todo un grupo de personas comprometidas con el ministerio. Ellas eran las personas que conformaban la estructura. Sin embargo, necesitaban más de lo que recibían.
Experimentaron la iglesia en dos lugares: en el culto de adoración y en los comités. Creían que, en un comité, una persona dejaba de vivir bajo la guía bíblica para vivir bajo las reglas de Juan Pérez. Era como si Jesús dijera: «Ámense los unos a los otros al menos que estén en una reunión de comité. En ese caso, el amor pasa a último plano para que puedas ganarle a todos.»
Hace algunos años, cuando formaba parte de un equipo pastoral y estaba involucrada en varios comités, hice una cita con uno de los ancianos. Fuimos a almorzar juntos, y luego me dijo: «Muy bien, ahora dígame que quiere.»
«¿A qué se refiere?» le pregunté.
«Nunca he ido a comer con alguien del equipo de liderazgo que no quisiera algo de mí.» Me tomó el resto del almuerzo convencerlo de que solo quería conocerlo más, saber cómo estaba su vida y cómo podía orar mejor por él. No tenía ninguna estrategia escondida.
La persona que prefiere el enfoque de programas generalmente no se ve como una persona sino como alguien que produce. Pero es necesario preocuparse por los aspectos personales si alguien desea mantenerse en un ministerio. Incluso las personas que prefieren el enfoque institucional, que trabajan con un profundo sentido de lealtad, compromiso, y deber, terminarán agotadas o convertidas en un cínico si intentan que la iglesia funcione sin que ellos reciban algún cuidado personal.
Por ejemplo, cuando conozco ancianos o miembros de juntas de otras iglesias, les pregunto cómo creen ellos que se sentirán el día en que terminen su labor. Tristemente, la respuesta es «¡Aliviado! Realmente no me siento satisfecho con este cargo. Lo hago porque alguien tiene que hacerlo.»
Esta perspectiva fatalmente defectuosa fracasa a la hora de apreciar a las funciones como ministerios que se llevan a cabo en el contexto de la comunidad. Al menos de que los líderes capturen esta visión, la iglesia nunca dejará de ser tan solo una institución.
Rechazo tanto el enfoque impersonal del comité como el enfoque de los grupos que se excluyen de las responsabilidades. Necesitamos una nueva compresión de lo que significa ministrar juntos, ha esto lo he llamado una «comunidad enfocada en la misión».
Una comunidad enfocada en la misión
Los comités tradicionalmente se quedan cortos en un sinnúmero de áreas a la hora de desarrollar una comunidad enfocada en la misión.
Compromiso: Para un miembro de comité promedio, compromiso significa «asistir a las reuniones y responder ante cualquier circunstancia a la que se supone debo votar. Si algo no se lleva a cabo, no es mi culpa; no soy responsable de tomar la iniciativa a menos que ese punto forme parte de la agenda».
Además, el tradicional compromiso de tiempo generalmente es inadecuado. La mayoría de los comités asumen que un puñado de personas que se reúne una vez al mes puede renovar a una iglesia en áreas como adoración o educación cristiana o discipulado. Lo que a menudo ocurre es que tomamos un mes para reclutar a las personas. No nos reunimos durante el periodo de vacaciones ni durante las fechas especiales como la época navideña. La temporada de fiebre es en febrero. A fin de año, nos hemos reunido unas ocho o nueve veces, generalmente iniciamos las reuniones tarde o con los que hayan, y algunas veces terminamos tres horas antes. En una noche promedio tal vez dos horas fueron realmente productivas.
2 horas x 9 reuniones = 18 ¿Se supone que dieciocho horas revivirán nuestra iglesia con respecto a la educación adulta? Ni siquiera sería suficiente para proveer el mantenimiento mínimo. En realidad, nos hemos programado para no crecer ni ser creativos.
Frecuencia: Un comité generalmente se reúne según un calendario propuesto. Una comunidad enfocada en la misión, por el contrario, se reúne tantas veces sea necesario para que se realice la tarea.
En una iglesia el comité de evangelización se reunía cada mes y daba un informe acerca de cómo otras personas debían hacer algo para evangelizar:
«El pastor debería hacer más invitaciones»
«La congregación debería salir y ganar a los vecinos para Cristo»
Hasta donde sé, ni una sola persona llegó a la iglesia o aceptó a Cristo como resultado de ese comité, pero fielmente se reunía y daba resoluciones monótonas.
Finalmente un nuevo encargado anunció que renunciaría al menos que el comité tomara la batuta y empezara a evangelizar personalmente. El grupo aceptó el desafío y se convirtió en una comunidad con una misión. Algunas veces se reunían por todo un día. En otras, los meses pasaban y no se reunían porque no había necesidad de hacerlo, pero siempre se mantenían en contacto. Cada persona se responsabilizaba por lo que tenían que hacer y lo hacían. Al final de ese año, más de cien personas aceptaron a Cristo como resultado directo de ese comité.
Llamado: «Por favor dile a la gente rogaban mis amigos contadores, que los contadores no necesariamente queremos servir en el comité de finanzas.» Un amigo contador me dijo: «Siempre termino siendo el encargado del comité de finanzas, pero ¡eso es lo que hago todo el día! Realmente deseo trabajar con niños, pero nadie me pide que lo haga porque asumen que la vocación de mi vida representa mi llamado en la iglesia. Bueno, sencillamente no es así.»
En el sistema tradicional, un comité le hubiera propuesto a Saulo, el fabricante de tiendas proveniente de Tarso, que formara parte del comité de mantenimiento. Los hombres como Saulo felizmente realizarán ese trabajo, pero también necesitan descubrir sus otros dones.
El llamado también influye en el número y tipo de grupos formados. En muchas iglesias, ciertos comités existen porque siempre han existido, sea que se necesiten o no, y pueden existir ciertas necesidades para las cuales no hay comités. Por otro lado, las comunidades enfocadas en una misión responden a las necesidades reales y sus comités los conforman personas que han decidido esa misión y cuyos dones y llamado determinan sus funciones.
Un grupo ministerial que visite las prisiones, por ejemplo, podría conformarse porque varias personas han sentido un llamado a ese ministerio. Podrían desarrollarse otras comunidades enfocadas en una misión porque suplen la situación de una congregación en particular, las necesidades de las personas y sienten un llamado.
Para aquellas funciones donde es la propia persona la que decide participar, usted, como líder, primero debe establecer las necesidades y tareas ante su equipo y preguntar: «¿En cuál se sienten llamados y comprometidos?». En una iglesia donde trabajé por más de diez años, nos dimos cuenta de que las personas se comprometían más con sus ministerios cuando les dábamos tiempo para orar, hablar acerca de las necesidades, y elegir sus tareas por sí mismos. Ahora sabían cómo manejar el problema y la solución porque no aceptaron de mala gana una responsabilidad. El entusiasmo se multiplicó porque ya no era «este trabajo que me asignaron».
Responsabilidad: En una iglesia, una junta compuesta por cuatro ancianos no les gustaba la forma en que se veía la oficina de educación cristiana. Su razonamiento final fue: «Somos los ancianos y tenemos la autoridad.» Por eso, un sábado fueron a la oficina y la reacomodaron. Cuando las mujeres que estaban a cargo del programa las que reclutaban a los maestros, ordenaban los materiales, y organizaban las clases llegaron el domingo, quedaron confundidas y consternadas. Y renunciaron inmediatamente.
Los comités tradicionales a menudo separan autoridad de responsabilidad, y esto es un arma mortal. Los miembros de los comités terminan con un bajo sentido de responsabilidad a la hora de tomar decisiones, mientras que aquellos que realizan el trabajo a menudo carecen de la autoridad necesaria para tomar decisiones responsables.
Los comités enfocados en una misión, por otro lado, tienden a unir responsabilidad con autoridad.
Invitados no gratos. Siempre hay invitados bienvenidos en las tradicionales reuniones de los comités: nuestros cerebros y las sillas. Se supone que debemos aportar ideas e información a medida que transcurre la reunión.
Los invitados no gratos son nuestras emociones, problemas familiares, y preocupaciones personales. Como pequeños monstruos, llegan a hurtadillas y desordenan las reuniones al descargar frustraciones en los discursos con temas que no tienen ninguna relación con lo que realmente nos inquieta.
Cuando usted escucha un tono de enojo en la voz de alguien, probablemente se deba a que esa persona está cansada, llena de tensiones, o alguien la trató mal. Experimenta todos estos sentimientos, pero como los sentimientos no fueron invitados a la fiesta, esta persona no puede manejarlos directamente.
Esto perjudica no solo la eficacia del comité, sino también al individuo que vino hasta un grupo de hermanos creyentes, donde la ayuda debería estar disponible.
Una forma de identificar a todos los invitados es hacer que todos los miembros respondan una pregunta breve sea en el grupo entero o en grupos más pequeños de tres o cuatro personas. Algunas personas se sienten incómodas con cualquier actividad que sea demasiado personal. No obstante, si sienten que la discusión es importante para la asignación del ministerio, entonces empezarán a abrirse. Por ejemplo, si debemos discutir un informe de evangelización, yo preguntaría: «¿Qué lo influenció más para llegar a Cristo?». O antes de discutir sobre la adoración: «¿Cuál fue su experiencia de adoración más significativa?». La clave es hacer preguntas relacionadas a la tarea mientras evita aquellas que sean pesadas o que no puedan ser respondidas.
En una comunidad, no hay invitados no gratos. La persona entera es invitada. Apartamos un tiempo para ponernos al día y orar por las necesidades, después nos ponemos a trabajar. Antes de hacer negocios, necesitamos saber quién está ahí física y emocionalmente y con lo que tenemos que trabajar.
¿Cómo llegamos hasta ahí?
Empecé este artículo con el dilema de nuestra junta un comité de adoración que no entregaba informes. El episodio terminó de una forma que nunca me hubiera imaginado. De hecho, los eventos reales nos ayudaron a dar un gran paso hacia la comunidad.
Decidimos pasar los primeros quince minutos en grupos de cuatro para discutir tres preguntas:
¿Cómo ha estado tu semana?
¿Cómo podemos orar por ti?
¿Cuál es un área de tu ministerio por la que podemos orar?
El encargado del comité de adoración fue el último que contestó a las preguntas:
«Bueno, esta semana ha sido como las demás. Mi esposa está muriendo de cáncer.» (¡Ninguno sabía nada al respecto!)
«Llego del trabajo y preparo la cena. Llevo a los niños y a Irene a la cama, y ya es medianoche. Luego me voy a la cama para hacer todo de nuevo siete horas más tarde. Con respecto a mi ministerio, sencillamente parece que no puedo alcanzar nada. Cuidar de Irene toma cada gramo de la energía que tengo. Me gustaría que oraran por mí.»
En ese momento, todos nuestros sentimientos enfermizos hacia ese hombre desaparecieron. En lugar de sentirnos irritados, quedamos devastados. Ninguno de nosotros había orado por él durante estos meses. Lo criticamos, hablamos a sus espaldas y nos preguntábamos por qué no cumplía con su responsabilidad.
«¿Por qué no nos dijiste nada antes?» le pregunté.
«De alguna forma nunca me pareció el momento apropiado» me respondió. «¿Qué se suponía que debía hacer, interrumpir una discusión acerca de las ideas del director musical para decir: «Por cierto, las cosas no andan bien en casa»? Además, tenía miedo de ponerme a llorar.»
Ese día, decidí que nunca más permitiría que los negocios del comité exprimieran lo esencial de la comunidad. No importa en qué problema o proyecto estamos trabajando. Antes de llevar a cabo actividades, somos personas que deben cuidarse los unos a los otros. Y eso nos hace trabajar juntos en una forma más eficaz.
Roberta Hestenes es presidente de la universidad Eastern College en St. Davids, Pensilvania. Este artículo se publicó por primera vez en Building Church Leaders de Christianity Today, usado con permiso.Título del original: Committees People Want to Join. Copyright por el autor o por Christianity Today. Traducido y adaptado por DesarrolloCristiano.com, todos los derechos reservados.