Cómo convertir los comités en comunidades
por Roberta Hestenes
Manual de formación de líderes. Claves para centrarse en la misión (1 Juan 4:7, 8; Juan 17:22, 23).
Tradicionalmente, los comités no alcanzan a ser comunidades centradas en la misión en las áreas mencionadas:
1. Compromiso. Para el miembro de comité promedio, el compromiso significa: «Vengo a las reuniones y respondo a todo por lo que se supone que debo votar. No es mi culpa que algo no ocurra».
Por lo general, el tiempo establecido para ese compromiso es inadecuado. La mayoría de los comités asumen que un puñado de personas que se reúnen una vez al mes pueden renovar la adoración, la educación cristiana o el discipulado. En la mayoría de los casos, eso no alcanza para proveer ni siquiera un mantenimiento mínimo.
2. Frecuencia. Por lo general, un comité se reúne siguiendo un calendario ya establecido. Sin embargo, una comunidad que se centra en la misión se reúne siempre que sea necesario para cumplir con la tarea.
3. Llamado. Mis amigos banqueros me suplican: «Por favor, diles a las personas que los banqueros no necesariamente quieren servir en el comité de finanzas».
Los comités de candidaturas tradicionales habrían puesto a Saulo, el fabricante de tiendas de Tarso, en el comité de mantenimiento. Las personas como Saulo harán su trabajo con gran gozo, pero necesitan una forma de descubrir otros dones.
Sin embargo, las comunidades de misión se forman en respuesta a necesidades reales y están conformadas por personas cuyos roles están determinados por sus dones y su llamado.
4. Responsabilidad. Los comités tradicionales a menudo separan la autoridad de la responsabilidad, y eso es algo mortal. Los miembros del comité terminan con un bajo sentido de responsabilidad por sus decisiones, mientras que aquellas personas que realizan el trabajo a menudo carecen de la autoridad necesaria para tomar decisiones responsables.
Sin embargo, las comunidades de misión tienden a mantener la responsabilidad y la autoridad juntas.
5. Los huéspedes «no invitados». Siempre hay invitados a una reunión convencional de comité: se trata de nuestros cerebros y nuestros asientos. Se supone que traemos ideas e información y permanecemos sentados todo el tiempo que dure la reunión.
Los huéspedes no invitados son nuestras emociones, los problemas familiares, y las preocupaciones personales. Entran a hurtadillas como duendecillos y alborotan una reunión, descargando frustraciones en discursos sobre temas que no tienen absolutamente nada que ver con lo que en realidad nos está molestando.
En una comunidad no existen los no invitados. Toda la persona está invitada. Nos damos el tiempo para ponernos al tanto unos con otros, para orar por nuestras necesidades, y luego continuamos con el trabajo.
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