Predicas Cristianas | Estudios Biblicos
Estaba sentado en el sofá de mi casa el otro día viendo un programa de televisor, cuando mi hija llego y se sentó en mis piernas. Entonces me miro y me empezó a contar como le había ido el día, y todas las cosas que había hecho. Ella hace esto todos los días cuando llega a la casa, me cuenta lo mucho que se divirtió en casa de su abuela y me da detalles de todo lo que sucedió en la rutina de su día. Les puedo decir con toda franqueza que esos momentos traen un gran gozo a mi vida. Lo que de verdad me mata son las cosas tan ocurrentes que dice de repente. Porque así fue, de buenas a primeras me dijo que lo que ella en realidad necesitaba era un carro. Se pueden imaginar la reacción que esto causo en mi, una niña de dos años pidiéndome un carro ahora. Entonces ella me explico que lo necesitaba para poder ir a la iglesia, y a visitar a su abuelita y pasear por todos los lugares. Después de acabar la conversación y de haberle dado un abrazo y un beso, me puse a pensar y me di cuenta que dentro de esa conversación tan inocente había un mensaje. ¿Cuál puede ser este mensaje? Bueno de eso vamos hablar, hoy vamos a basar nuestro estudio bíblico acerca de lo que es el hablar con nuestro Padre Celestial.
Muchos de nosotros cuando se nos dice que llevemos un grupo en oración damos la misma excusa, decimos que no sabemos orar. Cuando nos paramos frente a un grupo de personas, de buenas a primeras se nos traba la lengua. Puede ser que estemos pensando exactamente lo que queremos decir, pero por alguna razón las palabras no salen de nuestras bocas. ¿Alguien aquí a tenido este problema? Yo les puedo decir con toda honestidad que yo si lo tuve. En cuanto a mí me decían ora para abrir el servicio, o cualquier otra razón, yo me trababa y enredaba de tal manera que daba lastima. Eso todo tiene que ver con la realidad que yo soy una persona penosa, y no me gusta ser el centro de atracción. Así que se pueden imaginar, yo también use la misma excusa. Pero todo eso cambio el día que me di cuenta de algo, vamos a leer la palabra de Dios para ver si todos nos damos cuenta de la misma cosa.
Mateo 6: 9-13 – Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. 10 Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. 11 El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. 12 Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. 13 Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.
Cuando leemos la primera parte de estos versículos, encontramos que nos dice que nuestro Padre esta en los cielos. Vamos ha examinar esto por un momento. Esto nos indica que Dios no es solamente majestuoso, pero también se preocupa por sus hijos. Mi hija me habla a mí sin problema porque yo soy su papá. Ella no trata de impresionarme con su vocabulario y no se preocupa de lo que me quiere decir. Ella solamente dice lo que le viene natural y habla sin preocupación. Como hijo yo también puedo hablarles a mis padres sin preocupación. Yo sé que voy a recibir el mejor de los consejos si eso es lo que estoy buscando, o que seré oído cuando necesito hablar de cualquier situación. Todos hacemos lo mismo. El punto aquí es que nos sentimos cómodos hablando con nuestros padres y es porque lo hemos hecho toda nuestra vida. Pero muchos de nosotros no podemos decir lo mismo cuando viene a nuestro Padre Celestial. Con nuestro Padre Celestial nosotros oramos cuando estamos en apuros o problema y las oraciones no son completas o bien enfocadas.
Algo que los estudios biblicos y predicas cristianas nos enseñan claramente es que lo más importante de la oración, no es que usemos palabras o términos grandes; Dios no será impresionado con ningún gran vocabulario que podamos tener. Tampoco es la posible razón por la cual estemos orando, ya que Dios sabe la necesidad de cada uno de nosotros individualmente. Lo más importante acerca de la oración es la de hacerla de todo corazón. La oración no puede empezar en la mente, la oración tiene comenzar y salir del corazón. Cuando Dios nos escucha, cuando nos mira, Él examina nuestros corazones. Puede ser que hablemos palabras preciosas y usemos un vocabulario extensivo, pero si nuestro corazón no esta en el lugar adecuado, no tendremos la atención completa de nuestro Padre.
Cuando nos ponemos a examinar la oración de nuestro Señor Jesucristo, algo es muy evidente, y eso es que esta oración viene directa de Su corazón. Jesucristo le estaba hablándole al Padre con un corazón completamente abierto. Tres cosas que son evidentes en esta oración son que nuestras oraciones tienen que ser humildes, perdonadoras, y transportadoras. Jesús no estaba tratando de impresionar al Padre con palabras grandes, Él le estaba hablando con palabras que fueron producidas en su corazón. Examinemos esto: “Padre nuestro que estas en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.” ¿Que más humilde de esto podemos querer? Jesús tenía el poder de hacer cualquier cosa que él quisiera, Dios se le había dado toda potestad (Mateo 28:17). Pero aquí Él le esta diciendo al Padre, Yo sé que tu me as dado todo el poder y potestad, pero necesito que me guíes para estar seguro de que es tu voluntad la que hago y no la mía. Segundo Él le pide al Padre que perdone nuestras deudas y que perdone a los que nos deben. En otras palabras Él esta diciendo, no solo te pido perdón por mis faltas sino por las faltas de otros en contra mi. Vamos a preguntarnos esto ¿Cuándo fue la última vez que oramos por alguien que no nos cae bien? ¿Cuándo fue la última vez que le pedimos perdón a Dios por otros quienes han cometido ofensas en contra nuestra? Si la respuesta es nunca, o no se puede acordar de la última vez, pues entonces es hora de empezar a hacerlo.
Ya hemos visto los dos puntos de la oración al Padre, siendo humilde y perdonadora, pero seguramente estén todavía pensando en lo que quise decir cuando les dije que tenía que ser transportadora. Déjenme explicarles; cuando le oramos al Padre estamos haciendo lo mismo que hace mi hija cuando llega a la casa y se pone a conversar conmigo. Los estudios biblicos y predicaciones nos enseñan que en ese momento de oración, estamos comunicándonos con el Padre, y ¿donde esta el Padre? “Porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.” Pues en el Reino de los Cielos. Entonces cuando le hablamos a Él, lo tenemos que hacer en el Reino. ¿Cuántos aquí no han sentido una gran paz después de orar? ¿Se han puesto a pensar el por qué se sienten de esa manera? Bueno la respuesta es fácil, la razón es porque estuvimos ante la presencia de nuestro Dios, estuvimos sentados en las piernas de nuestro Dios y Él nos escucho atentamente.
Para concluir. Es hora de abrir una mejor línea de comunicación con Dios. Necesitamos hablar con Él no solo cuando estamos en situaciones apretadas o en dificultades, necesitamos hablar con Él diariamente, tenemos que subirnos en las piernas de nuestro Padre y contarles como nos fue el día. Olvidémonos de palabras extravagantes o de vocabularios extensivos, lo importante es orar de todo corazón.
Ahora mismo vamos a olvidarnos de todo lo que esta a nuestro alrededor, cerremos nuestros ojos, y orémosle todos unidos de corazón. Vamos a darle gracias por todo lo que ha hecho por nuestras vidas y por todo lo que continua haciendo. Alabemos al Dios todo poderoso porque Él es digno de alabanza.
© 1999, Jose R. Hernandez. Todos los derechos reservados.