por Miguel Angel de Marco
Hace un mes estuvimos debatiendo en Medellín, Colombia, sobre los desafíos y propuestas de la Teología de la Liberación en una interesante consulta organizada por el Seminario Bíblico de Colombia. Fue muy bueno ver a unos 500 líderes, pastores, profesores y seminaristas debatiendo sobre la función social y política de la iglesia, cada uno en su nivel.
La declaración final representa bastante bien el espíritu que quedó flotando en el ambiente después de los debates. La nota más sobresaliente de dicha declaración es que la iglesia, o mejor dicho: la parte de la iglesia que allí se reunió, reconoce que no ha hecho lo que debía en amar al desvalido, cubrir al desnudo y proveer para el hambriento.
Yo también creo firmemente que en la iglesia no hemos hecho todo lo que debíamos. Pero dentro del tramite de la consulta, en un momento, volvía yerto que tantas veces ocurre cuando las pasiones entran a tallar, y es que el me culpa había llegado a tal puntó que se estaba olvidando lo que sí ha venido haciendo la iglesia a través de los siglos, como centenares de orfanatos, asilos de ancianos, hospitales, miles de escuelas, comedores infantiles, hogares para madres solteras y estudiantes, etc. En ese momento vi que, si bien es bueno arrepentirse del pecado (y la falta de amor al prójimo es pecado grave), en el análisis se estaba viendo sólo el «medio vaso vacío» sin considerar el «medio vaso lleno», SÍ, es bueno reconocer lo que no hice, sin embargo la iglesia también está compuesta por aquellos que sí han hecho mucho. (De paso, y muy lamentablemente, los que hacen son los buenos invitados a las reflexiones sobre el tema).
SÍ lo primero es el arrepentimiento de los que han faltado a su deber, lo segundo (o parte de lo primero) es reconocer lo que hacen los obedientes de siempre sobre el tema, A estos hombres y mujeres debemos honrar, apoyar y escuchar. A ellos les sucede como a aquellos gobiernos que hacen bies su trabajo, (pie tienen buenas acciones de gobierno y que por modestia no las publicitan. por austeridad no hacen propaganda. Con la filosofía de que «el ruido no hace bien» y de que «el bien no hace ruido», gobiernan calladamente. Con el tiempo, la gente no lo considera como un buen gobierno, porque está acostumbrada a juzgar según «el ruido publicitario.
Hagamos lo que debemos hacer como comunidades en un mundo necesitado, pero no dejemos que nos acosen «Se no haber hecho nada», y más aun, no olvidemos el sacrificado y valiente trabajo de los que sí han venido aguantando el trabajo diario con los niños abandonados, el cuidar a los ancianos, el visitar hospitales, el hacer de comer diariamente pasa cientos de hambrientos, porque ellos sí vistieron, abrigaron y alimentaron al Señor a través de sus prójimos.
Apuntes PastoralesVolumen VI Número 2