¿Cómo se lo perdieron?
por Jorge M. Vargas
Estamos tan familiarizados con los acontecimientos del nacimiento de Jesucristo que nos resulta difícil formarnos la idea de que hubo personas cercanas al lugar que se perdieron la oportunidad de ser testigos de ese evento único e irrepetible, en la historia de la humanidad.
Nuestra tendencia es a enfocarnos en la cantidad de profecías bíblicas que anticipaban la llegada del Mesías y en los testigos célebres los ángeles que anunciaron a los pastores el evento y glorificaron a Dios por el milagro de la encarnación de su Hijo, los sabios del oriente que, guiados por la estrella, viajaron largas distancias para no perderse semejante oportunidad de adorar personalmente al Hijo de Dios, los pastores que, luego de recibir el anuncio angelical, corrieron hasta el pesebre para adorarlo, Simeón, varón junto y piadoso, que desde un principio era conciente de la muerte del redentor, Ana, la anciana profetiza, que hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Israel.
Frente a estas reacciones y manifestaciones concretas del advenimiento del Mesías nos preguntamos, entonces, ¿quién sería capaz de pasar por alto semejante acontecimiento? Pues bien
en este momento tengo en mente a tres:
EL POSADERO
«Así que dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada» (Lucas 2.7 NVI).Es en lo simple y cotidiano que Dios obra su hechos portentosos. Por eso en ningún momento fue conciente.. El evangelista no nos ofrece ninguna referencia explícita sobre esta persona, pero obviamente hubo alguien que indicó a la pareja que no había habitaciones vacantes, y que, como único recurso, le ofreció el establo.
No sabemos si se sintió apesadumbrado porque esa joven mujer, casi a punto de dar a luz, pasaría la noche en semejante lugar, o
quizá satisfecho por ganarse un pesillos de más por alquilar el establo.
Sin embargo, María y José estaban ahí, en ese espacio, incómodo, húmero y maloliente, en el momento del nacimiento del Mesías. El posadero no estuvo presente, a pesar de estar tan sólo a unos pasos de vivir la experiencia más grande de la historia de la humanidad y de la propia.
¿Qué factores propiciaron que esta persona quedara al margen del evento? Me gustaría sugerirle algunos:
Se dejó abrumar por sus múltiples quehaceres
Con tanta visita en el pueblo a causa del censo, el negocio del posadero incrementaba sus ganancias. Estaba tan afanado en su trabajo que no se dio permiso para echar una mirada a lo que sucedía en su propiedad.
No son pocas las ocasiones en que permanecemos ciegos ante los hechos trascendentes de Dios. Con demasiada frecuencia nos dejamos abrumar por nuestras múltiples ocupaciones, así que nada relevante puede distraer nuestra atención de ellas. Aunque no lo declaramos y con dificultad lo reconoceríamos, tal actitud demuestra que son lo más importante de nuestra vida.
Pasó por alto lo simple y cotidiano
No podemos criticar al posadero por no reconocer a una pareja joven extraña que probablemente nunca volvería a ver, pero sí podemos cuestionar su carencia de la sensibilidad necesaria para acercarse a lo sencillo mínimo, debió averiguar por qué entraron tantas personas al establo. Es en lo simple y cotidiano que Dios obra su hechos portentosos. Por eso en ningún momento fue conciente, en lo más mínimo, de que muy cerca de él Dios respondía al clamor, de siglos, de su pueblo y traía al Mesías al mundo.
Al posadero no se le reveló directamente el acontecimiento como a los pastores y a los sabios del oriente, pero sí la oportunidad directa de servir al cansado, al humilde, al que está en necesidad, ¡a Dios mismo! En ese servicio Dios pudo habérsele revelado.
Si no prestamos cuidadosa atención a lo simple y cotidiano, también puede ocurrirnos igual, no veremos lo obvio porque nuestro vista estará nublada por el desprecio a las personas sencillas y a los eventos simples, en apariencia, y por la falta de entendimiento a lo que la Biblia anuncia.
HERODES, REY DE JUDEA
Después que Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, llegaron a Jerusalén unos sabios procedentes del Oriente. ¿Dónde está el que ha nacido rey de los judíos? ,preguntaron. Vimos levantarse su estrella y hemos venido a adorarlo. Cuando lo oyó el rey Herodes, se turbó, y toda Jerusalén con él. (Mateo 2.1-3 NVI)Los líderes debiéramos prestar especial atención cuando nos sentimos perturbados por la pérdida de poder, no importa a qué nivel, es una alerta roja. Para Herodes este glorioso nacimiento no pasó inadvertido y menos lo que este significaba para él: Lo consideró amenazador para la continuidad de su dominio y poder. En palabras populares, sintió que le serruchaban el piso. Las noticias de los sabios realmente resultaron perturbadoras, tanto así que el evangelista registra que no solo para él sino también para todo el pueblo en Jerusalén.
Su egoísmo y afán por el poder lo cegó con respecto a la redención única que este bebé Dios traía consigo y de la cual el mismo Herodes podía beneficiarse. Aunque recibió aviso del nacimiento de Jesús, ignoró el verdadero significado y quiso sacar ventaja de la información para «estorbar» el avance del proyecto redentor de Dios.
¿Qué factores contribuyeron para que Herodes se opusiera al evento? Me resulta difícil dejar de observar los siguientes:
La ambición de poder gobernaba su vida
Herodes limitaba el enfoque de su vida a todo aquello que traía beneficio, perjudicaba o amenazaba la realización de sus propias metas de consolidar su poder.
Para él, el nacimiento de un rey judío para el pueblo judío, representaba un desafío a sus intereses materiales y a su poder político.
Herodes se distinguía por su crueldad, de tal manera que había enviado a ejecutar a muchos de sus adversarios o a cualquiera con potencial para arrebatarle el poder entre ellos a la familia de Mariamne, su esposa, y a ella misma. Por eso, sin ningún escrúpulo, dio la orden de matar a todo niño menor de dos años en Belén y sus alrededores.
Si los propósitos de Dios estorbaban el logro de sus metas, se opondría abiertamente a Dios. ¡Cuidado! Igual puede ocurrir con nosotros. Sin darnos cuenta, podemos oponernos a Dios mismo cuando pretendemos manipular las circunstancias a fin de que nada estorbe nuestros planes.
La ambición de poder lo desvió de lo importante
Su ambición lo desvió de vivir y hacer lo realmente importante adorar al bebé-Dios, como lo hicieron los sabios del oriente, para realizar todo aquello que él consideraba importante todo lo que le diera continuidad a su poder, sin importar a quién atropellara.
Solo le importó la connotación política del Mesías
Herodes, a pesar de no ser judío, ni religioso, ni mucho menos teólogo, entendía bien las creencias y las tradiciones del pueblo judío relativas al Mesías. Para la mayoría de ellos, su enfoque del advenimiento del Mesías se centraba en el derrocamiento del gobierno opresor, Roma, y la instauración de un nuevo reino.
A ello dirigió su atención cuando pensaba en el Mesías. Para él, las expectativas políticas y militares eran muy claras. De manera, que a él ni a su conciencia ni nada parecido, ni la inocencia de los infantes lo frenaría a fin de proteger y garantizar la solidez de su reinado. Él sólo pensaba en el poder que le podían arrebatar de las manos.
En nada le importó la connotación espiritual del Mesías
A Herodes le importaba un comino el significado espiritual del Mesías. Creo que nunca lo tuvo en cuenta. Esa actitud lo llevó a perder de vista la redención y liberación de la opresión del pecado por la que tanto clamaba el pueblo piadoso y justo de Israel. La misma redención que lo pudo haber librado de su propia ambición.
Todo lo que cuidó se relacionaba con el control del poder, y dominio a los demás. Por eso no pudo ver que él mismo era dominado por su más acérrimo enemigo, el pecado.
No fue capaz de adorar al Mesías porque descuidó prestar atención a lo que realmente era importante: reconocer su pecado y el poder del Mesías para redimirlo de él. Aunque la misma referencia a Miqueas 5.2 por los escribas señalaba el carácter espiritual del Mesías, su mente se enfocó únicamente en lo que lo perturbaba, su poder político.
La condición de Herodes apela a nuestra fragilidad frente a nuestra propia carne, especialmente en cuanto a la ambición por el poder, el control de los demás. Esta pasión carnal, tan ligada a nuestra humanidad resulta ser tenaz y hasta muy competente para seducirnos y desviar nuestra atención de nuestra relación íntima con Dios. Produce gran insensibilidad para los asuntos espirituales. Los líderes debiéramos prestar especial atención cuando nos sentimos perturbados por la pérdida de poder, no importa a qué nivel, es una alerta roja.
EL LIDERAZGO RELIGIOSO DE JERUSALÉN
Cuando lo oyó el rey Herodes, se turbó, y toda Jerusalén con él. Así que convocó de entre el pueblo a todos los jefes de los sacerdotes y maestros de la ley, y les preguntó dónde había de nacer el Cristo. «En Belén de Judea, le respondieron», porque esto es lo que ha escrito el profeta: "Pero tú, Belén, en la tierra de Judá, de ninguna manera eres la menor entre los principales de Judá; porque de ti saldrá un príncipe que será el pastor de mi pueblo Israel." (Mateo 2.3-6 NVI)La decisión de estos expertos en las Escrituras expone cuán vulnerables somos al afán de sostener una posición de privilegio. Cuando un rey malvado no inclina su corazón a los asuntos espirituales de la venida del Mesías, no sorprende. Pero cuando el liderazgo religioso pasa por alto el hecho más importante de la historia, la encarnación del hijo de Dios, es el colmo, debe cuestionarse y ser considerado amenazante.
¿Qué factores colaboraron para que los sacerdotes y maestros de la ley permanecieran indolentes ante el evento? Quisiera mencionar aunque sea dos de ellos:
No vivían a la expectativa de la redención de Dios
Aunque los turbó la causa de la visita de los sabios en Jerusalén, no fueron capaces de establecer un vínculo entre los datos que las Escrituras registraban del Mesías y la esforzada búsqueda de esta sorpresiva visita. Su falta de expectación de la venida del Señor los cegó de tal manera que no fueron capaces de leer los tiempos. Lamentablemente es una incapacidad que nosotros, «los empapados en las Escrituras», podemos desarrollar con mucha facilidad si no nos mantenemos expectantes de los eventos espirituales. En mi opinión, perdemos esa expectación cuando nuestro interés en los asuntos espirituales se disipa frente a otros más atractivos para nuestra carne. Paradójico ¿verdad?, líderes religiosos, expertos en la Palabra, sin ninguna apetencia espiritual.
Su conocimiento bíblico no aportaba a su espiritualidad
Conocían bien al rey, por eso no es posible que quedaran desapercibidos de las intenciones de este. Prefirieron sostener cómodamente su posición condescendiendo ante el rey. Salir corriendo en busca del bebé-Rey, hubiera significado una actitud desafiante para Herodes. Quedarse en silencio, indolentes, resultaba más «prudente». La decisión de estos expertos en las Escrituras expone cuán vulnerables somos al afán de sostener una posición de privilegio. Ante semejante tentación somos capaces de menospreciar los más preciados tesoros espirituales. Ellos estuvieron dispuestos a perder la valiosa presencia divina en sus vidas y adorar al Rey de reyes.
Permanecieron indiferentes a la urgente necesidad espiritual de Herodes. Se limitaron a responder la pregunta del rey, y no aprovecharon la oportunidad de despertar en él alguna necesidad espiritual. Con solo atender la referencia que ellos mismos le dieron del profeta Miqueas hubieran podido señalarle el papel espiritual del Mesías: «será el pastor de mi pueblo Israel».
El conocimiento bíblico no aporta a nuestra espiritualidad, si no es parte de nuestra vivencia cotidiana. Este debe minar nuestras más viles intenciones, apremiarnos para llevar la Buena Noticia al endurecido, fortalecernos para perder el temor de lo terreno, despertar nuestro interés en los pobres y sencillos, incomodarnos para abandonar la comodidad de la carne, movernos a mantener los ojos puestos en la esperanza, guiarnos a la verdadera adoración.
Y NOSOTROS
¿CÓMO PODEMOS EVITAR QUEDAR AL MARGEN DE LA ADORACIÓN, OPONERNOS A DIOS O SER INDOLENTES ANTE LAS OBRAS PORTENTOSAS DEL SEÑOR?
Ofrecer una respuesta podría ser sencillo, pero lo que sí resulta complejo es debilitar la capacidad que tenemos de disfrazar nuestros rasgos carnales. Nos conviene, entonces, estar concientes de que en cualquier momento nuestras ocupaciones cotidianas, que no dejan de ser importantes, pueden conducirnos a desdeñar la sencillez de la vida y, con ello, perder la oportunidad de participar en los eventos divinos que se desarrollan a nuestro alcance.
A aquellos que en alguna medida ejercemos poder, nos resultará de beneficio examinar continuamente qué tan inseguros podemos sentirnos cuando observamos que ciertas circunstancias provocan que ese poder penda de un hilo.
Señal inequívoca de que ejercemos el poder pero lejos de los proyectos de Dios. Y por último, ¿qué tal si nos atrevemos a preguntarle a una persona piadosa si ve que nuestra vida es transformada a diario por la Palabra que conocemos? No permitamos que nuestro conocimiento de las Escrituras resulte estéril, del quebrantamiento de nuestro espíritu depende su productividad.
«Nunca te permitas a ti mismo encerrarte tanto en tu propio mundo, que pases por alto lo que Dios quiere que encuentres en el suyo».
El autor, costarricense, lleva más de treinta años en el ministerio, ha sido profesor de materias de Antiguo Testamento en varias instituciones teológicas, en Venezuela y Costa Rica. Actualmente pastorea una iglesia, de la Asociación Evangélica Centroamericana de Costa Rica, en San José. Está casado y tiene un hijo y tres hijas. Desarrollo Cristiano Internacional, todos los derechos reservados.