El vivir bajo el manto de la gracia de Dios nos permite distinguir las falsas alarmas. Una de esas falsas alarmas es el temor a los eventos de los últimos días de la historia humana, el tiempo de tribulación (Marcos 13:19; Lucas 21:25). Si hasta este momento has creído, tal vez involuntariamente, que el temor al inminente tiempo de tribulación es una de tus principales armas de defensa contra los engaños de los últimos días, entonces Satanás realmente te ha engañado. Si le tememos a todo menos a Dios, estamos equivocados. Dios es el único en el universo digno de ser temido.
Los temores enfermizos nos encadenan, nos oprimen y nos impiden avanzar, crecer y convertirnos en la persona que Dios desea que seamos. ¡Cuánto perdemos por causa de nuestros temores innecesarios! Sin duda, las personas desconfiadas y temerosas son más propensas a los engaños que las personas que confían, porque están aprisionadas por sus propios temores.
Satanás emplea los miedos enfermizos
El enemigo está continuamente buscando oportunidades para sacar ventaja de los miedos que podamos experimentar. Mediante cada temor procura que desviemos la mirada de nuestro Padre Celestial, sugiriendo que Dios no es lo suficientemente bueno, poderoso o capaz de resolver nuestras dificultades específicas. Acto seguido sugerirá que le busquemos solución a nuestros problemas por nuestra cuenta porque, después de todo, no podemos confiar en Dios ya que no está atento a nuestras dificultades.
Cuando no tememos a Dios, tendremos temor de todo lo demás. Cuando cedemos ante tales temores:
- Declaramos que Dios no es más grande que nuestras dificultades.
- Rechazamos el hecho de que Dios es más poderoso que Satanás.
- Abandonamos nuestra convicción de que Jesús está siempre con nosotros.
- Alegramos a Satanás por nuestra falta de confianza en Dios.
- Deshonramos a Dios con nuestra carencia de fe.
- Abandonamos la certeza de que Jesús es capaz de satisfacer nuestras más profundas necesidades.
- Vemos al mundo con ojos meramente humanos.
- Abrimos la puerta a falsos dioses que nosotros mismos fabricamos.
John Ortberg describe el temor malsano de esta manera: Este temor nos susurra que Dios no es lo suficientemente grande como para cuidar de nosotros. Nos dice que no estamos verdaderamente seguros en sus manos. Nos hace distorsionar la manera en que pensamos acerca de él…. El miedo ha creado más herejes de lo que jamás haya suscitado la mala teología, puesto que nos hace vivir como si sirviéramos a un Dios limitado, finito, cuasi-ausente y semi-competente *4
Cuando creemos que nuestros miedos son demasiado grandes para que Dios los atienda, sentamos las bases de la idolatría, lo que nos lleva a crear dioses falsos que esperamos resuelvan nuestros problemas en vez de volvernos a Dios. Por otra parte, el sano temor a Dios como respuesta a su evangelio eterno es uno de las mejores defensas contra los engaños que el enemigo presentará en los últimos días.
El temer a Dios nos permite tener una relación de corazón a corazón; una íntima y cercana comunión con nuestro Creador. Al alabarlo y adorarlo, descubriremos que quiere aliviarnos de todas nuestras cargas, calmar todos nuestros temores, y darnos paz y reposo verdaderos. Mas yo, por la abundancia de tu misericordia, entraré en tu casa; adoraré hacia tu santo templo con temor (Salmos 5:7)
Entonces, la próxima vez que sientas miedo, recuerda lo que dijo el salmista:En el día en que temo, yo en ti confío…. En Dios he confiado; no temeré. ¿Qué puede hacerme el hombre? (Salmos 56:3,11)
Autor: Ervin K. Thomsen
Referencias: 1. Apocalipsis 14:7. Las citas bíblicas provienen de la versión Reina Valera revisada en 1960. 2. Mike Yaconelli, http://www.youthspecialties.com/articles/Yaconelli/fear.php3. Oswald Chambers, Run This Race: The Complete Works of Oswald Chambers (Grand Rapids, Michigan: Discovery House Publishers, 2000). Lectura devocional para el 23 de agosto. 4. John Ortberg, If You Want to Walk on Water, You’ve Got to Get Out of the Boat (Grand Rapids, Michigan: Zondervan Publ. House, 2001), p. 43.