¿Complot antievangélico o mundo que nos odia?

por Enrique Zapata

¡Qué hermoso sería que el mundo nos apreciara y deseara publicar nuestras virtudes! Regularmente escucho a muchos pastores y hermanos comentando su preocupación por los ataques de la prensa que estamos recibiendo repetidamente. Algunos hasta hablan de un «complot para desacreditar a los evangélicos».

Necesitamos entender esto desde tres perspectivas.

Primero. En el mundo de la prensa, rara vez las noticias hablan de las cosas buenas que ocurren; por el contrario, se refieren a lo peculiar, lo curioso, lo sensacional o lo malo. Ningún canal de televisión enfoca sus cámaras para fumar como noticia a los automóviles que pasan por la avenida en orden, según la ley, sino que van corriendo al lugar donde hubo un choque espectacular. No filman al muchacho que ayudó a una anciana a cruzar la calle; sí al colectivero que la atropello.

Las noticias son «producto para la venta», por lo que interesa conseguir las que «vendan más». Existe gran competencia entre los medios de comunicación por la novedad que cause mayor interés. Por otro lado, es más fácil venderle al público aquello que apela a la carne, a la pasión de los ojos o a la arrogancia de la vida, que lo que apela al espíritu.

No justificamos a la prensa por esto, sólo trato de ver la realidad de las cosas y cómo ésta nos afecta. Sin duda hay algunos medios de comunicación que buscan nivel y lo logran, pero lamentablemente son la excepción.

Cuando invitamos a la prensa a alguna de nuestras reuniones, donde todo es hecho «decentemente y en orden», para ellos este tipo de acontecimiento no es «noticia», por lo que tienen que buscar alguna cosa curiosa o rara, como pudiera ser un muchacho drogadicto o una mujer histérica, para que la noticia sea vendible. Lo común no es noticia ni buen negocio.

Segundo. Para nosotros, nuestras actividades y nuestro mensaje son muy importantes y estamos convencidos de que estamos en lo cierto. Sin embargo, para la prensa somos un grupo más, con los mismos delirios de grandeza y trascendencia de cualquier otro grupo. Hay centenas de personas y grupos que diariamente intentan declarar su propia justicia y presentándose como los únicos verdaderos y que, según ellos, son los que tienen las soluciones reales para el hombre. Y para peor, en el campo religioso (hasta en los grupos que se denominan evangélicos), la diversidad y la confusión son extremas.

Tercera. Este es el punto más importante. Jesús declaro claramente que el mundo nos iba a odiar (Jn.15.18-25). Si creemos en las palabras de Cristo entenderemos que, más allá de los puntos anteriores, van a existir prejuicios contra nosotros; odio, rechazo y hasta persecución, donde no faltarán quiénes intenten matar- nos (como se ha hecho en él pasado), pensando que así rinden un servicio a Dios (Jn, 16.1-3). No debe sorprendemos, entonces, que la prénsanos ataque ni que el mundo destaque nuestros errores y mienta para crear desprestigio (1 Pe. 3.14-18,4.1-4). Sí debemos estar preocupados cuando esto no sucede.

Jesús no desarrolló un departamento de relaciones públicas para tratar de resolver en problema de «imagen» o la de sus seguidores. Por el contrario, se dedicó a tratar de ayudarlos a vivir de tal forma que otros no tuviesen motivos para criticarlos y a proclamar su Reino. Tal vez fuese más sabio de nuestra parte preocuparnos por la santidad de la iglesia que por la «imagen» de la misma frente al mundo (1 Pe. 4.12-19). La imagen que deberíamos proyectar al mundo es «la imagen de su Hijo», a fin de que la gente pueda reconocemos por nuestra santidad y por las obras de amor que realizamos.

Quiero también mencionar la disciplina ordenada por Dios para que el mundo vea que tomamos en serio la santidad y que no somos meros religiosos (1Co. 5.6). ¡Qué triste es que el mundo tenga que sacar a luz nuestro pecado para que la iglesia tome medidas severas! Derek Kidner dijo: «Un mal oculto es aun más perturbador que un mal expuesto». Cuando nosotros mismos disciplinamos el pecado, quitamos una de las armas del enemigo contra nosotros.

Una ofensiva bien dirigida es la mejor defensa. Cuando el pueblo escuche de nosotros, de primera mano, las buenas noticias, con una apologética sólida y vean en nosotros santidad acompañada de buenas obras, al final del camino serán «avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo».

Dejemos de preocupamos por «tener una imagen», y concentremos nuestros esfuerzos en todo aquello que implica «ser hechos a la imagen de su Hijo» y en hacer sus obras. No estoy queriendo excusar nuestra pereza, torpeza e insensatez mediante el uso de un cliché religioso, sino que quiero animarlos a que persigamos juntos lo que preocupa a Dios.

En el camino, igualmente, van a insultamos y decir todo género de males contra nosotros, pero será falso. Entonces podremos consideramos entre los profetas que fueron antes que nosotros, siendo recompensados en el cielo. Seremos bienaventurados. «Salgamos, pues, a El, fuera del campamento, llevando su vituperio; porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir»!

Apuntes PastoralesVolumen VI – Número 3