Con el último escándalo, ¿se acabó la evangelización transferida?
por Miguel Angel de Marco
El cristiano en particular debe entender que él debe ser quien evangelizo a quienes lo rodean; Dios siempre le pidió que lo fuera y que su vida cristiana fuera de tal forma madura y santa que pueda persuadir a su prójimo, aunque sus palabras no sean tan elocuentes.
Miles quedaron atónitos al ver en sus televisores el rostro balbucearte de Jimmy Swaggart confesando su pecado. En ese momento, no fueron pocos los que recordaron su rol protagonice en desatar lo que luego se llamaría «El escándalo Baker», y ahora es él mismo quien reconoce haber caído.
Más allá del hecho de que otro famoso predicador haya caído, este nuevo escándalo viene a sumar dificultades a las no pocas que la iglesia tiene, en lo que a su trabajo en el mundo se refiere: el descrédito, la vergüenza, el bochorno y la desautorización pública. Muchos ofrendaron, otros lo recomendaron a vecinos, familiares, y ahora buscan esconder sus rostros de esos ojos a quienes recomendaron «ver el programa, porque es un hombre de Dios».
¿Por qué lo permitió Dios? Además de todos los otros motivos que El tendrá en su perfecta soberanía, mucho me temo que El se está cansando de que su iglesia, la que a través de los siglos se caracterizó en conocer y compartir personalmente su Palabra, esté en la actitud cómoda de evangelizar transfiriendo al inconverso a un programa de TV para que escuche y se convierta. Con esto, ahora es difícil evangelizar derivando al candidato hacia algún personaje de ministerio masivo; deberemos volver a evangelizar uno a uno, cara a cara, como nunca debimos dejar de hacerlo.
El mundo entero está teniendo reservas con estos hombres tan famosos y renombrados a los que después se les descubren problemas descalificarte. La gente ya está recelosa de confiar en lo que diga alguien por televisión, porque ya teme al desengaño. Sólo el testimonio «en vivo y en directo» de «alguien como uno mismo» puede mostrar que Jesucristo tiene poder para cambiar vidas. La gente no quiere más figuras, no más héroes ni Mesías, «lodos terminan cayendo estrepitosamente», dicen. No más entretenimientos, ahora desean ver modelos cotidianos y verdaderos que muestren que Dios es real y que Jesucristo tiene poder. ¿Y qué más verdadero que usted, que yo, que cualquier creyente renacido?
No estoy ignorando lo eficaz de los ministerios masivos ni pienso que ha pasado su cuarto de hora, sólo que costará mucho, de ahora en más, trabajar alrededor de un personaje publicitado. Dos o tres ejemplos bastan para que la gente piense lo mismo de todos. Si se comprueba que en dos o tres cotejos de fútbol se han hecho «arreglos previos», de ahí en más pensarán que todos los partidos son corrompidos de esa forma.
El cristiano en particular debe entender que él debe ser quien evangelizo a quienes lo rodean; Dios siempre le pidió que lo fuera y que su vida cristiana fuera de tal forma madura y santa que pueda persuadir a su prójimo, aunque sus palabras no sean tan elocuentes. Es ese evangelio el que pedirá ahora la gente; ese evangelio ordenó Dios dar. Por otra parle, la elocuencia de muchas vidas cambiadas y victoriosas es lo único que podrá contrarrestar el creciente descrédito que el Señor y su iglesia están soportando de un tiempo a esta parte.
Apuntes Pastorales
Volumen V Número 5