Conquista a tus generaciones
por Lucas Ortega
Tenemos la responsabilidad de gestar la fe en los que vienen detrás de nosotros
Texto Bíblico: Salmo 78Contexto: El Salmo 78 expone al pueblo de Dios una breve historia del paso de Israel por el desierto. A pesar de haber visto la mano poderosa del Señor que obraba a favor de ellos en muchas ocasiones, una y otra vez le dieron la espalda y se rebelaron contra él. Es fácil para nosotros creer que estamos exentos de estas actitudes de dureza, pero el salmista presenta esta breve historia precisamente porque desea que aseguremos, en nuestros hijos, la transmisión de las lecciones necesarias para no transitar los mismos caminos recorridos por aquella perversa generación. Introducción: A lo largo de los siglos siempre se han dado situaciones en las que una generación no supo formar en la siguiente la fe necesaria para avanzar en los caminos de Dios. Este problema es tan antiguo como el hombre mismo. En la Biblia encontramos que las cuatro generaciones de patriarcas, según el Génesis, experimentaron algo similar. La fe de Abraham era robusta e inspiradora. La de Isaac carecía de la pasión de su padre. En sus hijos, sin embargo, se presenta un verdadero descalabro espiritual. Esaú abandona la fe, mientras que Jacob resulta ser un hombre mentiroso y tramposo. A la vez, los hijos de Jacob fueron verdaderos malhechores, pues obraban mal ante los ojos de Dios. Otro ejemplo es la distancia que separa la vida devota de Elí y los actos malvados de sus hijos. 1 Samuel 2 nos explica que «eran hombres indignos; no conocían al SEÑOR» (12). La iniquidad de ellos eventualmente movió a Dios a cortar del sacerdocio la casa de Elí (Capítulo 3). De modo que vemos las serias consecuencias que una familia puede sufrir por no darle continuidad a la fe en las siguientes generaciones. Desarrollo: Cuatro razones por las que debemos invertir en la generación que nos sigue
Es nuestra la responsabilidad (vv. 3, 6)El salmista habla de una decisión por parte del pueblo: «no ocultaremos lo que hemos oído y conocido». Nos expone la posibilidad de vivir de manera tal que el testimonio del accionar de Dios no pasará desapercibido por los hijos. La decisión de vivir indolentes, la cual resulta de una actitud de pasividad, es la que más daña el desarrollo espiritual en ellos. Los padres no pueden confiar la formación de sus hijos a una hora de escuela dominical por semana. Son responsables de trabajar con diligencia para que sus hijos tomen parte en los hechos de Dios en la familia.El compromiso de enseñar a los hijos es un ejemplo para que ellos procedan igual con sus propios hijos. Si los padres rehúyen esta tarea, los hijos actuarán de igual manera con sus propios hijos, pues la tendencia es a imitar el ejemplo recibido.
Es un mandamiento (v. 5)El salmista declara que Dios «ordenó a nuestros padres que enseñaran a sus hijos». No lo dejó librado al parecer de cada familia, sino que él dio un mandamiento al respecto. Los mandamientos son para obedecerlos, y el padre diligente rehusará los argumentos típicos que justifican la negligencia en ese asunto, a fin de cumplir lo que se le ha mandado.La exhortación del salmista se fundamenta en la enseñanza de Moisés en la Ley. En el libro de Deuteronomio exhortó a los padres: «estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y diligentemente las enseñarás a tus hijos» (6.6–7). La referencia a una actitud de diligencia no deja lugar a duda de que esta tarea exigirá esfuerzo, paciencia y perseverancia.
Deben aprender a confiar en el Señor (v. 7)El impacto de los padres sobre la vida de los hijos es fundamental, porque ellos automáticamente confían en las personas en quienes también confían sus padres. Muchos hijos de creyentes renuncian a su fe porque descubren que sus padres viven una vida de contradicciones. En la iglesia muestran un carácter opuesto al que exponen en sus casas. La contradicción en el comportamiento habla más fuerte que las predicaciones escuchadas en la Iglesia, porque la vida de sus padres será siempre el mensaje que nunca olvidarán.En la tarea de formar a sus hijos en la fe, nada aportará tan significativamente al proceso como el testimonio diario de una genuina y renovada confianza ejercitada por sus padres cada día. Esta confianza no se puede fingir, pues es el fruto de una vida de entrega, que disfruta de la aventura de caminar con Dios cada día, en medio de las contradicciones y dificultades propias de nuestra existencia.
Deben evitar los errores cometidos por sus padres (v. 8)La cuarta razón por la que este proceso es vital para la formación de los hijos es la ayuda que les provee para evitar los mismos errores cometidos por sus padres. El salmista ofrece una larga lista de los errores de la generación del desierto. Estos incluyen: darle la espalda a Dios en tiempos de crisis (v. 9), no guardar el pacto (v. 10), olvidar sus obras (v. 11), rebelarse contra sus mandamientos (v. 17), no creer en su poder (v. 22), vivir una fe de emergencias (v. 34) y engañar con el corazón (v. 36).El padre que en verdad ama a sus hijos no querrá verlos transitar por los caminos errados que él transitó. Más bien querrá que sus hijos consigan beneficiarse plenamente de la experiencia sufrida por ellos. Por esto, se vestirá de humildad y les enseñará a sus hijos cómo caminar cada día con Dios en espíritu de mansedumbre.
Conclusión: En el verso 4 el salmista expresa el compromiso de contar a la generación venidera las maravillas del Señor. Cuando examinamos el pasaje de Deuteronomio 6 encontramos que el contexto para esta acción es la vida cotidiana. Debemos hablar, en forma natural, de la persona de Dios cuando entramos, cuando salimos, cuando nos sentamos y cuando nos acostamos (6-9). Es decir, la formación espiritual que más impacta sobre la vida de los hijos es aquella ofrecida en forma natural y espontánea, en el transcurso de la experiencia cotidiana de los padres con el Señor.