UNA VENTANA AL PASADO
Constantino
Constantino fue el primer emperador romano que se convirtió al llamado cristianismo, y su conversión cambió el rumbo de la historia. Abrazó una religión que había sido perseguida y la transformó en el fundamento de la cristiandad, la cual se convirtió en “la fuerza social y política más poderosa” de la historia, asegura The Encyclopædia Britannica.*
¿POR qué debería interesarle a usted la historia de un emperador romano? Bueno, si le interesa el cristianismo, debe saber que las maniobras políticas y religiosas de Constantino influyeron y siguen influyendo en las creencias y costumbres de muchas religiones. Veamos cómo.
En el año 313, Constantino regía sobre el Imperio romano de Occidente, mientras que Licinio y Maximino gobernaban sobre el de Oriente. Constantino y Licinio les otorgaron libertad de culto a todos sus súbditos, incluidos los cristianos. Constantino protegió al cristianismo pensando que la religión le ayudaría a unificar su imperio.*
No extraña, pues, que el emperador se indignara al ver que las iglesias estaban divididas por disputas. Ansioso por ponerlas de acuerdo, estableció —y luego hizo respetar— una doctrina “verdadera”. Los obispos tuvieron que ceder en asuntos doctrinales para complacerlo, y a cambio recibieron subsidios y pagaron menos impuestos. El historiador Charles Freeman comenta: “Aceptar la versión ‘verdadera’ de la doctrina cristiana les abría [a los líderes religiosos] no solo las puertas del cielo, sino también las arcas del Imperio”. Así, el clero se volvió muy influyente en cuestiones de este mundo. “La Iglesia consiguió un protector —dice el historiador A. H. M. Jones—, pero al hacerlo se ató a un amo.”
“La Iglesia consiguió un protector, pero al hacerlo se ató a un amo.” (A. H. M. Jones, historiador)
La alianza entre Constantino y los obispos produjo una religión de dogmas en parte cristianos y en parte paganos. Y no podía ser de otra manera, pues el emperador no buscaba la verdad, sino la pluralidad religiosa. Al fin y al cabo, su imperio era pagano, así que para complacer a cristianos y paganos actuó “con total ambigüedad en su vida y en su gobierno”, como señala un historiador.
Aunque se proclamó defensor del cristianismo, Constantino no abandonó el paganismo. Por ejemplo, practicaba astrología y adivinación, actividades espiritistas condenadas por la Biblia (Deuteronomio 18:10-12). En el Arco de Constantino, en Roma, se le puede ver realizando sacrificios a dioses paganos. Además, siguió honrando al dios Sol al fabricar monedas con su imagen y promover su culto. Al final de su vida, Constantino incluso accedió a que un pueblecito de Italia llamado Umbría les construyera un templo a él y a su familia y nombrara sacerdotes que oficiaran en dicho templo.
Constantino pospuso su bautismo “cristiano” hasta poco antes de morir, en el 337. Según muchos especialistas, lo hizo para conservar el respaldo político de los sectores paganos y cristianos del Imperio. En efecto, su vida y su bautismo tardío ponen en duda la sinceridad de su fe en Cristo. Lo que sí es seguro es que la Iglesia que él hizo oficial se convirtió en una poderosa institución política y religiosa que le dio la espalda a Jesús y le abrió los brazos al mundo. Sin embargo, Jesús mismo había dicho sobre sus discípulos: “Ellos no son parte del mundo, así como yo no soy parte del mundo” (Juan 17:14). De esta Iglesia —que ahora era parte del mundo— surgieron incontables religiones.
¿Qué nos enseña todo esto? Que no debemos aceptar las doctrinas de ninguna religión sin antes compararlas con lo que enseña la Biblia (1 Juan 4:1).
La palabra cristiandad se refiere aquí al conjunto de religiones que dicen ser cristianas.
Muchos cuestionan la sinceridad de la fe de Constantino, en parte debido a lo que una obra llamó “su aparente tolerancia de los cultos paganos, incluso al final de su reinado”.
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Constantino se convirtió en emperador del Imperio romano de Occidente en el año 306 y gobernó los Imperios de Oriente y Occidente entre el 324 y el 337.
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Constantino aseguró haber recibido en una visión (o en un sueño) la garantía de que el Dios de los cristianos lo apoyaría en el campo de batalla.
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Tras una batalla cuya victoria atribuyó a Dios, ordenó que se colocara una espada con forma de cruz en la mano de una estatua suya que se encontraba “en el lugar más público de Roma” (Historia eclesiástica, Eusebio de Cesarea).
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Constantino ostentaba el título pagano de maximus pontifex, el sacerdote principal, y se consideraba la máxima autoridad religiosa del imperio.
El Arco de Constantino conmemora una de sus victorias militares
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“Un buen emperador —incluso un buen cristiano— estaría finalmente obligado a elegir entre perder el cielo y perder el poder. Con su llegada al trono, por supuesto que Constantino no había terminado con el poder ni con los pecados necesarios para retenerlo.” (Richard Rubenstein, profesor de Conflictología y Asuntos Públicos.)
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“Que Constantino fue cristiano por lo menos al final de su vida no se puede cuestionar. Claro, siempre y cuando no se tome en cuenta la calidad de su cristianismo.” (Paul Keresztes, profesor de Estudios Clásicos e Historia.)
Fuente: ¡Despertad!