Biblia

Convertíos a mi

Convertíos a mi

“Ahora pues dice Jehová, convertíos a mi con todo vuestro corazón con ayuno, y lloro, y llanto”. Joel 2:12

Este texto Dios me dio hace unos días revelándome la urgente necesidad de que su pueblo y todos los que son parte del cuerpo de Cristo se conviertan de una vez por todas a Dios.

Muchos hoy van a los cultos, cantan, oran, y se van luego pero no ha habido un cambio realmente verdadero en muchos. Vuelven a sus hogares como llegaron y no es la voluntad de Dios así… el libro de Romanos 12:2 nos muestra que su voluntad es buena, agradable, y perfecta. Que es el tiempo en que debemos renovar nuestro entendimiento para comprender su voluntad.

Santiago 4:7-10 nos confirma lo mismo que hay que humillarse a Dios como nunca antes, pero de aquí se rescata algo: que son pocos los que reconocen sus errores y se humillan de verdad.

Para convertirse tiene que haber un cambio en el modo de pensar y buscar a Dios con ayuno y oración que son las dos armas mas poderosas para arrasar con todas las barreras del enemigo, Cristo les dijo a sus discípulos en Mateo 26:41 que debían velar y orad para que no entraran en tentación. Es bueno entonces buscar a Dios durante la noche cuando todos duermen, Cristo espera nuestra conversión total, allí nos trata como el quiere hacerlo y si queremos ver que nuestro alrededor sea transformado por el poder de Dios hay que honrar a Dios, porque el honra a los que le honran.

Es tiempo de dejar el enojo, las envidias, los banqueteos y la idolatría hacia la carne y en vez de hacer nada ayunar y orar fervientemente porque Cristo viene pronto a buscar una iglesia llena de su Espíritu Santo. Es tiempo que los Ministros de Dios se arrepientan de los errores que han cometido en contra de Dios y pidan perdón a quienes han ofendido… el libro de Mateo dice sobre la oración que si queremos que Dios nos perdone entonces nosotros debemos perdonar a los que nos ofenden y que si tenemos una queja contra el hermano debemos ir y pedir perdón y luego nuestra ofrenda será acepta.

Yo he visto por experiencia propia que muchos han contado maravillas y yo lo he vivido también de que Dios hace cosas que van mas allá del entendimiento humano transformando lo que somos y eso quiero yo enseñarles de forma urgente a todos los que valoren la Palabra de Dios. A veces ella nos corrige pero su medicina es letal en contra del pecado y la maldad… Hebreos 4:12 dice que ella es como espada de dos filos.

El novio salga de su tálamo y alabe a Dios en vez de perder el tiempo en algo pasajero; los lideres valoren a sus miembros y no los reprendan pues tanto Uds. como ellos son ganados por la sangre de Jesús y busquen con real humillación a Dios en vez de anhelar riquezas temporales. Dios esta apurado y es hora de apurarse al encuentro con Cristo en las nube.

Ya no es tiempo para hacer competencias sobre quien sabe mas o menos, ojala todos pudieran acatar este mensaje que Dios les trae porque nos ama y desea que todos ojala entren en su reino un día. ¡Hay que convertirse de una vez y dejar las glotonerías dice su Palabra!… buscad el reino de Dios y no vivir como el mundo.

Honremos a Dios. Dejemos el orgullo, la altanería, la mentira y toda cosa de espiritismo ¡que el Señor reprenda esas inmundicias en el nombre de Jesucristo!… porque hay un infierno que esta llevándose todos los días a la gente por su pecado y ¿cual es ese pecado?… es el pecado de decirle: ¡no!; a Dios.

Ahora, que le dirá Ud. a Dios después de este mensaje ¿le dirá que no?, ¿o le dirá: esto no es para mi, nadie me enseña como hacerlo?… si lo hace Ud. estaría rechazando a la voz de Dios, y la Biblia dice que el que se une al mundo se constituye enemigo de Dios… ¿quiere Ud. ser enemigo de Dios y llorar el día que Cristo venga y ya no haya tiempo?; pero bendito es el Señor que dice en su Palabra: mas a vosotros los que teméis mi nombre os nacerá el sol de justicia y saltareis como becerros en la manada.

¡Piénselo y reflexione hoy y no mañana porque el mañana puede ser tarde!, aquí no debe haber un “pero” sino como el profeta Samuel le dijo: Heme aquí que tu siervo oye… así respóndale a su Señor quien le ama de verdad por esto Dios le trae este mensaje para que sus siervos pequeños y grandes despierten y alumbren al mundo con la gloria de Aquel que nos amo y se entrego para ser crucificado por todos.

No les traigo un mensaje con títulos ni puntos como otras veces pues quiero ser lo mas breve que puedo, pero espero sea un medio de bendición a los que lean este mensaje. Les pido a los que ponen los sermones en Internet que ponga este mensaje si pueden porque Dios me ordeno predicar sobre esto. Muchos no han nacido de nuevo y están en nuestra iglesias y necesitan oír una Palabra de arrepentimiento verdadero.

Espero que todos los hermanos autores que predican por Internet se pongan de este lado a nivel mundial y enseñen la verdad de que sin fe, sin frutos, sin amor, sin comunión con Dios, sin decir la verdad entonces muchos se perderán si no reaccionamos a tiempo. El pastor vio que en el redil habían 99 ovejas pero faltaba 1 y esa es la gente que esta en el mundo y en las iglesias que Dios esta preocupado de rescatar de la cegadez (primeramente a los que ya tienen conciencia del Evangelio deben convertirse para ganar a otros)… no es tiempo para despreciarse ni para murmurar del resto sino de ¡CONVERTIRRRRRSEEEE A DIOOOS! amen.

Cada vez que oren a Dios pidan que el les guíe por su Espíritu a hacer la voluntad de Dios plena; pidan sobre todo poder de Dios sobre toda potestad del mal ya sea para echar fuera los demonios, para sanar enfermos y hacer milagros en nombre de Jesús, amen. Pidan que los frutos del Espíritu se hagan manifiestos noche y día en sus vidas y la cobertura de Dios sobre Uds. siempre: son cosas que Dios por su E. Santo me dijo que debía pedir ya que su iglesia ha bajado demasiado su nivel y necesita poder y amor mas que nada para arrasar con el mal. Pidan que Dios active sus dones y trabajemos juntos “CONVERTIDOS DE TODO CORAZÓN” a Dios nuestro Señor y reflexione antes de que sea tarde… gracias le doy por la reverencia de vosotros… ¡amen! ¡que Dios les bendiga a todos!.

El espíritu del hombre vivificado con la vida divina y expresándose a través de un alma dócil, un alma que es sierva del espíritu, un alma que no resiste lo de Dios, que puede seguir en forma sensible lo que la vida de Cristo quiere expresar. Pero desde el día en que Adán cayó, el hombre se expresa a sí mismo. Lo que sale de nosotros no es la expresión de Cristo; es la expresión de nosotros mismos. Lo del hombre se introduce en Su casa, y en la casa de Dios hay mezcla. Por una parte, está lo de Cristo, que a veces fluye, que a veces se manifiesta; pero todavía hay mucho de nosotros en la casa de Dios.

El activismo del alma pero no sólo tenemos un alma fuera de lugar, en una posición para la cual nunca fue creada, sino que esta súper actividad que tiene el alma, esta autonomía que ejerce, esta fuerza con que quiere realizarse, finalmente produce cansancio, produce sudor, produce que tengamos un alma gastada, que cuando suda por agradar a Dios, por servir a Dios, no hay alegría, no hay reposo. Por el contrario, el esfuerzo humano trae consigo quejas, desánimo, frustración, depresión, insatisfacción. ¡Cuántos de los que estamos aquí estamos cansados, cuántos de los que estamos aquí estamos agotados, frustrados, desanimados! Dios no quiere sudor en su casa. Dios quiere que su servicio, el servicio a él, sea hecho con gozo, sea hecho con paz, sea hecho con reposo y con alegría.

Necesitamos el descanso del Señor, necesitamos aquietar nuestra alma, y dejar que el Señor obre a través de nosotros. Vamos a leer en Isaías 57:10. «En la multitud de tus caminos te cansaste, pero no dijiste: No hay remedio; hallaste nuevo vigor en tu mano, por tanto, no te desalentaste». Esta es la situación de nuestra alma. En muchos caminos, buscando participar, buscando realizarse, buscando colaborar, buscando ayudar a Dios. O sea, nuestros caminos nos cansan, pero no hasta el punto de decir: ‘Ya no hay más esperanza’. Nuestra alma vuelve a tomar vigor, vuelve a llenarse de esperanza, y no se desalienta, y continúa. Y volvemos a cansarnos, y volvemos a frustrarnos, pero no hasta el punto de decir: ‘No hay remedio’, sino que tomamos nuevamente energía, y dejamos de desalentarnos. Eso no es lo que quiere el Señor.

El Señor quiere que lleguemos al punto de la rendición total. Versículo 20: «Pero los impíos son como el mar en tempestad, que no puede estarse quieto». Así es el alma del hombre, como el mar en tempestad, que no puede estarse quieto. Y el versículo 21 dice: «No hay paz, dijo mi Dios, para los impíos».Descanso para el alma Jeremías 6:16. «Así dijo Jehová: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma». «Paraos en los caminos…». La palabra caminos está en plural. Isaías había dicho: «En la multitud de tus caminos te cansaste». Ese es el problema del alma: transita por una multitud de caminos. Y el profeta Jeremías dice: «Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino…». En singular, uno solo es el camino. No hay muchos caminos, hay un solo camino, el buen camino. Y el profeta dice que cuando lo encuentren, anden por él, «…y hallaréis descanso para vuestra alma». Cuando miramos en el Nuevo Testamento el cumplimiento de esto, Mateo 11:28-30, leemos: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga».

¿Hay alguien aquí que está trabajado y que está oprimido? «Venid a mí», dice Cristo, «los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar». ¿Cómo nos hace descansar el Señor? «Llevad mi yugo sobre vosotros…». Es decir, que nuestra alma vuelva a la posición original, deje de ser autosuficiente, deje de ser autónoma. Nuestra alma vuelva a sujetarse al espíritu. El yugo de Cristo sobre nosotros es su espíritu. Y dice el Señor: «…y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas». Él tomó la cita de Jeremías capítulo 6. Por lo tanto, según el propio Señor, ¿quién es el buen camino? Él mismo era el buen camino.

Cristo es el buen camino. Y llevando su yugo, hallamos descanso para nuestra alma, porque el yugo de Cristo es fácil, y ligera su carga. Hallamos descanso y reposo, recuperamos el gozo y la alegría, desaparece el sudor, cuando nos enyugamos con Cristo, cuando aprendemos a caminar con él, cuando dejamos que él vaya delante de nosotros, cuando le permitimos que él haga el cien por ciento, cuando nosotros menguamos para que él pueda crecer, para que él lo pueda llenar todo en su casa, para que nosotros volvamos a ser sus siervos, volvamos a ser dóciles a su Espíritu. Y por último, 2ª Timoteo 2:1. «Tú, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús». Aquí pareciera que hay una contradicción. Pablo le dice a Timoteo: «Esfuérzate».

¿En qué quedamos? ¿Hay que esforzarse o no hay que esforzarse? Si miramos bien, Pablo le dice a Timoteo: «Esfuérzate en la gracia». Y esto es una paradoja, porque la gracia es lo opuesto a las obras. Entonces, el verbo ‘esforzarse’, pareciera que no tiene relación con la gracia. Y Pablo le dice a Timoteo: «Esfuérzate…», pero «…en la gracia que es en Cristo Jesús». Parafraseando este texto, sería más o menos así: «Esfuérzate en no hacer nada; esfuérzate en que todo lo haga Dios». Y, ¿por qué requiere esfuerzo el no hacer nada? Porque nuestra alma siempre está presta a hacer algo, nuestra alma siempre está dispuesta a tomar la iniciativa; nuestra alma no puede estar quieta.

¿Cuál es nuestro mayor problema al momento de orar?

Que tenemos un alma que no puede estar quieta ni en silencio. Es así. Apenas queremos estar en la presencia de Dios, sentimos y experimentamos que nuestra alma está activa, llena de ideas, llena de buenas intenciones. Y apenas tratamos de estar quietos, descubrimos que no podemos. Necesitamos un esfuerzo para no hacer nada, porque nuestra tendencia natural es siempre hacer algo. Así que este texto no contradice lo que hemos dicho, sino que es una paradoja. Esfuérzate en no hacer nada tú; esfuérzate en que todo lo haga Dios. Dios es poderoso para hacer el cien por ciento, y quiere hacerlo a través de ti, sin sudor, sin cansancio, sin quejas, sin frustración, sin desánimo, sino con gozo, con alegría, y en el reposo del Señor.

1) Por la atrocidad de nuestra propia culpa.

Primeramente pues vemos que la redención de Cristo solo con medirla por nuestros pecados no fue algo simplemente insignificante. Tan solo póngase a pensar de donde Dios lo ha sacado, donde estaríamos actualmente sino fuésemos cristianos – tal vez sumergidos en el alcohol, drogadicción, fornicación, etc. – pero ante todo te invito a pensar donde estarías en el futuro, cuando venga el juicio eterno.

Vosotros que habéis sido lavados, purificados y santificados, pensad un momento y recordar nuestro primitivo estado de ignorancia; los pecados a los que os entregábamos, los delitos en los que nos precipitábamos, y la continua rebelión contra Dios que teníamos como forma ordinaria de vida.

2) Justicia Divina.

Dios es severamente justo, inflexiblemente riguroso en su trato con el hombre. El Dios de la Biblia no es la clase de dios que algunos imaginan, que tiene tan en poco el pecado que lo pasa por alto sin exigir el castigo debido. No es el dios de aquellos que creen que nuestras transgresiones son minucias, simples pecadillos a los que el Dios  el
cielo hace la vista gorda y tolera hasta que mueran marchitos por el olvido. No, Jehová, el Dios de Israel, ha dicho de sí mismo “El es Dios celoso”. Y he aquí su propia declaración: “De ningún modo justificaré al culpable”. “El alma que pecaré, esa morirá.”

Debemos saber que nunca podremos comprender la plenitud de la expiación, si antes no hemos entendido la verdad bíblica de la inmensa justicia de Dios.

3) El precio que el Pago.

Es imposible para nosotros saber cuán grandes fueron los tormentos de nuestro Salvador; pero el contemplarlos nos dará una pequeña idea de la magnitud del precio que pagó por nosotros.

Les leeré una narración de Charles Spurgeon de lo que él cree que fue la Pasión de Cristo.

¡Oh, Jesús!, Tú fuiste víctima desde tu nacimiento, varón de dolores, experimentado en quebranto. Los sufrimientos cayeron sobre ti en llovizna perpetua, hasta la última pavorosa hora de tinieblas; y entonces, no como nube, mas como torrente, como catarata de aflicción, tus agonías se precipitaron sobre ti. ¡Vedle allá! Es noche de frío y escarcha, pero Él está en el campo. Es de noche; no duerme, sino que está en oración. ¡Oíd en el silencio sus gemidos! ¿Ha tenido nunca ningún hombre lucha como la suya? ¡Acercaos y mirad su faz! ¿Habéis visto alguna vez sobre rostro mortal semejante sufrimiento como podéis contemplar en ella? ¿Oís sus palabras? “Mi alma está muy triste, hasta la muerte.” Se levanta; es agarrado y prendido por los traidores. Avancemos hacia el sitio en que ha estado en agonía. ¡Oh, Dios!, ¿qué es lo que ven nuestros ojos? ¿Qué es esto que mancha la tierra? ¡Sangre! ¿De dónde? ¿Quizás de alguna herida que se ha abierto de nuevo por su espantosa lucha? ¡Ah!, no. “Fue su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.” ¡Oh, agonías que las palabras no bastan para describir! ¡Oh, sufrimientos que el lenguaje es pobre para narrar! ¡Cuán terribles debisteis ser que excitasteis el bendito ser del Salvador hasta hacer brotar sudor de sangre de todo su cuerpo! Y este es el principio, el comienzo de la tragedia. Seguidle tristemente, Iglesia afligida, para dar testimonio de la consumación. Es acuciado en tropel por las calles, arrastrado de un tribunal a otro, desechado y condenado ante el Sanedrín, escarnecido por Herodes, juzgado por Pilato. Su sentencia es pronunciada: “¡Sea crucificado!” Y ahora la tragedia llega a su momento culminante. Su espalda es desnudada, es amarrado a la columna romana del suplicio.

El sangriento látigo levanta tiras de piel, y como por un río de sangre sus lomos se tintan de grana; vestidura carmesí que le proclama emperador de aflicción. Es metido en el cuerpo de guardia; sus ojos son vendados, y la soldadesca le abofetea y le dice: “Profetiza quién es el que te hirió”. Escupen sobre su rostro, tejen una corona de espinas y la clavan sobre sus sienes, le visten con un manto de grana, hincan la rodilla delante de Él burlándose. Enmudece, no abre su boca. “Cuando le maldecían, no retornaba maldición”, sino que encomendó su causa a Aquel a quien vino a servir. Y ahora lo asen, y entre burlas y desprecio lo sacan del palacio y lo llevan en tropel por las calles. Desfallecido por los continuos ayunos y abatido por su agonía de espíritu, tropieza bajo el peso de su cruz. ¡Hijas de Jerusalén!, Él desmaya en vuestras calles. Lo vuelven a levantar, ponen su cruz sobre otros hombros, y lo empujan, quizás a punta de lanza, hasta que llega al monte de la ejecución. Groseros soldados caen sobre Él y lo tumban sobre su espalda; el leño cruzado queda bajo Él, sus brazos son distendidos cuanto el cruel suplicio requiere, los clavos son preparados; cuatro martillos los clavan a una en las partes más tiernas de su cuerpo, y helo allí, acostado sobre el madero, muriendo en su cruz. Todavía no se ha terminado. El leño es alzado por los rudos soldados. El agujero ya está preparado. La cruz es soltada bruscamente en él, lo rellenan con tierra, y allí queda.

Pero mirad los miembros del Salvador, ¡cómo tiemblan! ¡Todos sus huesos se han descoyuntado por el golpe cruel del madero contra el suelo! ¡Cómo llora! ¡Cómo gime! ¡Cómo solloza! Y aún más; oíd su último grito de agonía: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” ¡Oh, sol, no me pasma que cerraras tus ojos para no contemplar por más tiempo un hecho tan cruel! ¡Oh, rocas, no me maravilla que la compasión ablandara y rompiera vuestros corazones cuando vuestro Creador murió! Nunca sufrió nadie como Él. Aun la muerte se enterneció, y muchos de los que estaban retenidos en sus tumbas salieron y bajaron a la ciudad. Pero estas fueron todas las señales externas; y creedme, hermanos, lo que no se vio fue muchísimo peor.

4) El precio que el Pago.

Sé que en este medio que actualmente nos movemos se comenta sobre la redención o salvación del ser humano que si fue una limitada o una ilimitada; ese ha sido la discusión por los siglos entre los arminianos y los calvinianos.

Y aunque nuestra posición es calvinista – y mi interés no es darte clases sobre esto ahora – quisiera que respondieras dentro de ti ¿Por quién murió Cristo? Respóndeme a un par de preguntas y te diré si Cristo murió por ti. ¿Quieres un Salvador? ¿Sientes necesidad de Él? ¿Tienes conciencia de pecado esta mañana? ¿Te ha enseñado el Espíritu Santo que estás perdido? Si es así, Cristo murió por ti y serás salvo. ¿Tienes conciencia de que Cristo es tu única esperanza en este mundo? ¿Comprendes que no puedes ofrecer por ti mismo una expiación que satisfaga la justicia de Dios? ¿Has abandonado toda confianza en ti mismo? ¿Y puedes decir de rodillas: “Señor, sálvame, o perezco? Cristo murió por ti. Pero si dices: “Soy tan bueno como debo ser; puedo ir al cielo por mis propias obras”, entonces, recuerda lo que la Escritura dice de Jesús: “No he venido a llamar justos, sino pecadores a arrepentimiento”. Mientras permanezcas en estas condiciones no hay expiación para ti. Pero si, por el contrario, esta mañana te sientes culpable, miserable, digno del castigo, y estás dispuesto a aceptar a Cristo como tu único Salvador, no solamente te diré que puedes ser salvado, sino, lo que es mejor, que lo serás. Cuando estés desnudo y no tengas nada excepto la esperanza en Cristo, cuando estés preparado para venir con las manos vacías para que sea tu todo, y tu nada, entonces podrás mirar a Cristo y decirle: “¡Tú bendito, Tú inmolado Cordero de Dios! Tú sufriste mis aflicciones; por tus llagas fui sanado, y por tus sufrimientos fui perdonado.” Y cuando hayas hablado así, sentirás que la paz inunda tu conciencia; porque si Cristo murió por ti, no puedes perderte. Dios no castiga dos veces la misma falta. Y si Cristo fue castigado por ti, jamás te castigara.

La única pregunta que debe preocuparos es: “¿Murió Cristo por mí?” Y la única respuesta que puedo daros: “Palabra fiel y digna de ser recibida de todos, que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores”. ¿Podéis escribir vuestros nombres detrás de esta frase, entre los pecadores; no entre los pecadores de compromiso, sino entre los pecadores que se sienten como tales, entre los que lloran su culpa, entre los que la lamentan, entre los que buscan misericordia para la misma? ¿Eres pecador? Si así lo sientes, si así lo reconoces, si así lo confiesas, estás invitado a creer que Cristo murió por ti, porque tú eres pecador; y eres instado a caer sobre esta grande e inamovible roca, y a encontrar seguridad eterna en el Señor Jesucristo.

Fuente: www.centraldesermones.com