Convierte tus debilidades en tus mejores armas
“SE ACORDÓ DE QUE ERAN CARNE…” (Salmo 78:39)
Tratando con tus debilidades
Todos tenemos debilidades, pero las que nos negamos a enfrentar (a) nos atraen como imanes hacia las cosas malas, (b) dan a Satanás un punto de apoyo que pronto se convierte en una fortaleza y (c) están encaminadas a traer malas consecuencias.
Ten cuidado: tus debilidades pueden surgir en cualquier momento, ¡incluso durante los últimos años de tu vida! Lo que no consigas dominar ahora, te dominará más tarde. Por eso David oraba: “No me deseches en el tiempo de la vejez; cuando mi fuerza se acabe, no me desampares…” (Salmo 71:9). ¡Repetidamente, el Espíritu de Dios te dará convicción antes de que tu debilidad te destruya! Jesús dijo a Pedro: “…Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero Yo he rogado por ti, para que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos” (Lucas 22:31,32).
¡Dios seguirá usándote aun cuando aumente la debilidad en ti porque Él es sufrido y misericordioso! Te brinda una y otra oportunidad para que busques su ayuda. Jesús advirtió a Jerusalén: “¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, pero no quisiste! Vuestra casa os es dejada desierta…” (Mateo 23:37b,38). Piénsalo: cuando reiteradamente rechazas la misericordia de Dios, ¿qué queda? ¡Las consecuencias inevitables!
“¿Qué puedo hacer?”, preguntarás. ¡Vuelve a Dios! Él no se asusta de tus debilidades y está dispuesto a ayudarte. Confiesa tus pecados; hazte enemigo de ellos. Pide al Señor que te dé fortaleza. No sólo puede librarte, sino que puede hacer que tus mayores debilidades se conviertan en tu mejor arma.