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Crecimiento personal y autoestima – Parte I

Crecimiento personal y autoestima – Parte I

“Jehová me llamó desde el vientre, desde las entrañas de mi madre tuvo mi nombre por memoria…y me dijo: Mi siervo eres…en ti me gloriaré” Isaías 49:1b,3)

Por dondequiera encontramos artículos de revista, libros, programas de televisión, grupos de apoyo que ofrecen ayudarnos a mejorar como personas. Lamentablemente muchos de ellos se quedan cortos en su oferta.

Preguntas para reflexión:

¿Cómo te ves? ¿Qué valoras de ti y de tu vida? ¿Hay algo en tu vida que te impide disfrutar de una sana auto estima?

Vamos a estar hablando del valor que tenemos para Dios, quienes somos para El y como podemos experimentar la verdadera libertad en Cristo que se refleje en una vida abundante.

¿Quiénes somos si estamos en Cristo?

Cuando Dios creó al hombre y a la mujer los hizo a Su imagen y semejanza (Gen. 1:26-27) gozaban de un adecuado sentido de pertenencia, de seguridad y de propósito porque tenían una estrecha relación con Dios. La comunicación estaba abierta y conocían la voluntad de Dios. Pero cuando decidieron pecar, al desobedecer a Dios (Gen. 3), cayeron del estado de gracia en el cual estaban, sufriendo así las consecuencias de la perdida de comunicación y relación con Dios.

Como consecuencia de la caída, toda la humanidad comenzó a experimentar muerte física y espiritual, pensamientos y emociones negativas (miedo, ira, resentimiento, envidia), enfermedades mentales y físicas. Nuestra voluntad se debilitó cuando Dios dejó de ser el Señor en la vida de Adán y Eva, el hombre quedó esclavo del pecado y pasó a estar dominado por el egocentrismo y el amor por las cosas de este mundo (Salmo 53:2-3, Rom. 3:23, 1 Juan 1:8). La pérdida de relación y del conocimiento de Dios nos llevó a distorsionar la realidad y a confundir nuestro propósito vital. Dejamos de reflejar la imagen de Dios y pasamos a reflejar la nuestra deteriorada a causa del pecado.

Los atributos se vuelven necesidades

Una consecuencia de la muerte espiritual y la falta de relación con Dios es que los atributos gloriosos, que Dios había dado al ser humano en el Edén, se convierten en necesidades vitales que tratamos de satisfacer a toda costa.

-Antes éramos Aceptos y nos sentíamos amados, ahora nos sentimos rechazados: tenemos la necesidad de sentirnos amados y aceptados, de pertenencia. El pecado trajo conflicto en las relaciones humanas, vemos ya a Caín matando a Abel.

-La inocencia se tornó en vergüenza y culpabilidad, así que tenemos la necesidad de reestablecer un sentir de valor propio y pureza. Una mala imagen de sí mismo y la desvalorización han sido producto del pecado. El valor propio no debe depender de cuan ricos, inteligentes o buen físico que tengamos, todo esto lo podemos perder en un momento. El valor propio es un asunto de identidad, de reconocerme hijo de Dios y saberme perdonado y santificado (2 Tim. 1:12; Gal. 4:7).

-La autoridad con la cual había sido investido el ser humano antes de la caída fue reemplazada por debilidad e impotencia. Lucha por el poder y el control. Creemos que somos dueños de la vida. El alma fue hecha para funcionar sirviendo a Dios. Su deseo es restaurar nuestra autoridad, que seamos colaboradores de El y que gocemos de un sano concepto de nosotros mismos (Romanos 12:3; Filipenses 2:3-11)

Dios es el punto de referencia de la Verdad no el hombre

La rebeldía y la conducta pecaminosa es una forma equivocada de búsqueda de identidad y de suplir nuestras necesidades básicas (Colosenses 2:8-10)

Una identidad clara es clave para el Crecimiento personal

El sentido de identidad de una persona y el grado en el cual está su relación con Dios se va a reflejar en su crecimiento personal y autoestima. No podemos tener una sana autoestima sin crecimiento y viceversa, están interrelacionadas. Ser cristianos no es tan solo recibir perdón y vida eterna, es cuestión de andar como hijos de Dios. Nuestro sentido de identidad influye en nuestros pensamientos, lo que decimos y hacemos (Efes. 2:10; 1 Tim. 4:12) La Palabra del Señor nos dice que cuando le conocemos somos hechas nuevas criaturas, el pasado queda atrás y todo es hecho nuevo (2 Corintios 5:17) Es increíble que recibamos una segunda oportunidad de iniciar una nueva vida al conocerle.

Nosotros debemos ser como un espejo que refleje la imagen de Dios. Pero, ¿Verdad que a veces esa reflexión es borrosa? Es como cuando nos vemos en esos espejos que encontramos en las ferias, que deforman nuestra imagen y nos hacen lucir bajitas, gordas o muy flacas. Así pasa en nuestras relaciones con las demás personas, comenzando con nuestros padres y familiares, que contribuyeron con los mensajes que nos dieron por medio de sus opiniones, actitudes y conducta a moldear nuestra imagen.

Los psicólogos concuerdan en que la identidad y sentido de auto estimación se desarrollan principalmente en los primeros años de vida. La Biblia también enfatiza en la importancia de la infancia (Prov. 22:6; Efes. 4:14; 1 Pedro 2:2) Producto de la interacción con el mundo, las relaciones, las experiencias vividas se conforma nuestro ser, nuestra identidad y autoestima. Esto refleja el cómo hoy día respondo a la vida, con pesimismo o esperanza, con resentimiento o perdón, con temor o con valentía, con ansiedad o con paz, con soberbia o con humildad.

Muchos creyentes lamentablemente se encuentran estancados en su proceso de crecimiento, aún con autoestimas dañadas por las experiencias pasadas, no viviendo a la altura del potencial que tienen. Buscan equivocadamente madurar sin tener que obedecer y depender de Dios (1 Cor. 3:1-3) Personas ya adultas, atrapados y cautivos en sus hábitos, creencias equivocadas, frustraciones y temores. Ansiosos, tristes, sin paz. No por nada los trastornos de ansiedad y la depresión son dos de los grandes problemas de salud pública que enfrenta la sociedad.

Es imposible para nosotros comprender la razón de todas las actitudes y acciones de aquellos que nos han herido o que no han cumplido las expectativas que teníamos de ellos. Quizá no pudieron darnos el amor, seguridad, respeto y aliento que necesitábamos. Quizá no recibimos el amor, respeto y seguridad que necesitábamos para un desarrollo sano de nuestra autoestima. No podemos seguir esclavos a nuestro pasado, a lo que sufrimos, a lo que nos hicieron y tomando eso como excusa para no perdonar y seguir adelante. Debemos madurar. Si estamos en Cristo ya a nadie conocemos según la carne (1 Cor. 5:16,17) Ahora conocemos a nuestros padres, hermanos, inclusive a los que nos han hecho daño a través de nuestra relación con Cristo, de su amor y perdón. Ser santificadas, no es otra cosa que ser apartadas para Dios, para crecer y glorificarle a El con nuestro espíritu, alma y cuerpo (1 Tesal. 5: 23)

Al entregar nuestra vida a Cristo acontece algo maravilloso, pasamos de muerte a vida. Pablo nos dice que el viejo hombre (nuestro ser antes de conocer al Señor) fue crucificado juntamente con Cristo, para que el pecado sea destruido y no seamos más esclavos a nuestra vieja vida, sino libres para tomar las decisiones y conductas correctas que nos ayuden a crecer y fomentar una sana autoestima en nosotros al agradar a Dios.

Nuestro propósito es ser colaboradores de Dios en reconciliar al mundo con Cristo.

Esto lo llevamos a cabo a diario al servirle con todo lo que somos, decimos y hacemos como esposas, madres, ciudadanas, trabajadoras, profesionales, estudiantes, amigas.

Palabra diaria Ayuno por lo meno una vez a la semana Vigilia constante Oración en todo tiempo

El atleta necesita tener alimento sólido, nutrirse de la palabra de Dios, porque es mejor preparar que reparar. ¿Cómo estamos de la dieta cristiana? ¿Tiene Pavo? El atleta que va a competir sabe que tiene que comer pero debe evitar la glotonería, para no subir de peso pues eso le haría estar fuera de forma para la prueba que viene sobre él; necesita vitaminarse, y tomar todos los complementos alimenticios necesarios. ¿Estaremos listos y en forma para la prueba que viene?

Hay que estar en forma, listos y ejercitándonos para la carrera. El que corre diez kilómetros y entrena doce…terminará sin problema; el que no se ejercita tendrá tirones en los músculos, sino se entrena y confía nada más en su habilidad, seguramente no terminara la carrera con gozo…

El atleta debe tener siempre una actitud positiva, confesando victoria, en su mente y en su boca. Debe decirse a si mismo cuando esté cansado: ya falta poco, llegaré a la meta, allá me están esperando, la actitud debe ser siempre: todo lo puedo en Cristo que me fortalece.

4to. Su Actitud es con metas

Filipenses 3:12 No que ya (lo) haya alcanzado, o que ya haya llegado a ser perfecto, sino que sigo adelante, a fin de poder alcanzar aquello para lo cual también fui alcanzado por Cristo Jesús. 13 Hermanos, yo mismo no considero haberlo ya alcanzado; pero una cosa {hago:} olvidando lo que {queda} atrás y extendiéndome a lo que {está} delante, 14 prosigo hacia la meta para {obtener} el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.

Vemos que Pablo, como atleta se ejercita en tener una actitud de seguir hacia la meta. Se olvida de los fracasos del pasado, que lo pueden amargar o detener y sigue para adelante todos los días hasta alcanzar la meta y ser premiado. Igualmente nosotros, debemos dejar atrás todo fracaso y aprender de nuestros errores, para obtener la victoria. Si mientras corremos nos caemos, pues nos levantamos y seguimos adelante. Nuestra actitud debe ser seguir siempre adelante, hacia la meta. Hay que tener metas y seguirlas cada día.

Hay que ejercitarnos cada día en tener metas, seguirlas y alcanzarlas. Visión de alcanzar las metas y una vez obtenidas, perseguir más metas. El atleta tiene metas y sabe que los obstáculos no son para detenerlos, sino para saltarlos o pasar de lado. Sabemos que van a haber tormentas en nuestra carrera, pero todo lo va a determinar la actitud que tengamos. La actitud negativa es la que se queja y se deja hundir en la tempestad, pero la actitud positiva es aquella que entiende que no puede dirigir los vientos de la tempestad pero si las velas del barco para dirigirlo en medio de la tormenta y avanzar mas rápido para salir de la tormenta y llegar a un lugar seguro y resguardado. Esta es la actitud en la que debemos ejercitarnos. Somos el resultado de las decisiones que diariamente tomamos, y la manera que levantamos las velas del barco es con la oración.

Por eso escribió Pablo en Filipenses, que tuviéramos el mismo sentir que hubo en Cristo Jesús, porque en su carrera por una meta grande sobre la tierra, él se ejercitó en la disciplina, se despojó a si mismo, tenía una buena dieta de atleta, y siguió su meta hasta cumplirla. Y aunque tuvo obstáculos, los superó y logró el máximo galardón: le dieron un nombre que es sobre todo nombre y ahora está sentado a la diestra del padre. Por eso su nombre no es solamente Jesús, sino, el Señor Jesucristo, que es el Señor de Señores y Rey de Reyes.

Tengamos entonces ese mismo sentir que hubo en él, y seamos los mejores en todo lo que hagamos: Si abogado, el abogado de abogados; si doctor, doctor de doctores, etc. porque fuimos hechos para ser puestos por cabeza, no por cola. (Deuteronomio 28:13)

En cada culto tenemos que venir con la actitud de que se terminará la prueba, el desierto, los problemas, las enfermedades, etc. que estemos atravesando y que Dios nos concederá las peticiones de nuestro corazón. Tenemos que ser el mejor pueblo cristiano de los pueblos cristianos del Señor. Un cristiano esta modelado y planificado de parte de Dios para que viva con una actitud de excelencia, y tenga metas espirituales y seculares grandes, equilibradas y con sentido común.

La meta que tenía Pablo era el premio del supremo llamamiento en Cristo Jesús, que era terminar su carrera con gozo, irse con el Señor, como Enoc Génesis 5:23-25 y Elías 2 Reyes 2.11, sin ver muerte. Esa debe ser nuestra meta, y correr con paciencia hasta alcanzarla. Preparémonos de tal forma que en seamos digno de poder ser reconocido por Cristo en el día glorioso del Rapto. Filipenses 2:16 asidos de la palabra de vida, para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en vano, ni en vano he trabajado.

5to. SUS LOGROS SON CORONADOS

1Corintios 9:24-27 ¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos en verdad corren, pero {sólo} uno obtiene el premio? Corred de tal modo que ganéis. 25 Y todo el que compite en los juegos se abstiene de todo. Ellos {lo hacen} para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. 26 Por tanto, yo de esta manera corro, no como sin tener meta; de esta manera peleo, no como dando golpes al aire, 27 sino que golpeo mi cuerpo y lo hago mi esclavo (pongo en disciplina), no sea que habiendo predicado a otros, yo mismo sea descalificado. El atleta de Dios corre para ganar y obtener una corona de parte de Dios que no solo lo hará más que vencedor sino un Rey, pues ganará una corona.

Hubieron muchos hombres que corrieron hacia la meta y fueron coronados con la recompensa:

1. Abraham corrió hacia la gracia?pues sabia que venia fuego sobre Sodoma y Gomorra, y su premio fue salvación del juicio. El cristiano que corre alcanzara coronas como Abraham.

2. Samuel corrió al llamado en medio de la juventud, no cuando estaba viejo y acabado y llego a ser profeta y padre espiritual de David.

3. David corrió hacia la batalla sabiendo que Dios le daría la victoria, no le importo el tamaño del gigante y el vencer a su enemigo lo catapulto para ser el Rey de una nación.

4. El Padre del pródigo corrió a perdonar a su hijo que volvía a casa y logro que su hijo se gozara de nuevo en la casa.

5. Felipe corrió para enseñar la palabra al eunuco etiope, e hizo un discípulo que llevaría el evangelio a África.

1 Corintios 9:27 sino que golpeo mi cuerpo y lo hago mi esclavo (pongo en disciplina), no sea que habiendo predicado a otros, yo mismo sea descalificado Disciplinemos nuestro cuerpo y nuestra carne. El cuerpo nos pide comida, comodidad, sueño y recreación. El atleta pone su cuerpo en disciplina cuando esta fuera del estadio y no solo a la hora de la competencia. El cuerpo nos tiene que hacer caso. ¿Se somete el cuerpo a nuestras órdenes o nosotros a sus deseos? No satisfagamos los deseos de la carne, porque los deseos de la carne, son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas, y son en contra del Espíritu. Y esas cosas hacíamos antes, pero ahora somos santos y justos delante de Dios. R95 Romanos 12:1 Por lo tanto, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro verdadero culto. Ejercitémonos en la disciplina para mantener nuestro cuerpo en santidad. El cuerpo no es un estorbo, es un siervo que necesita ser disciplinado para que sirva bien. A veces hay que decirle:

¡Hoy no comes! Quiero que mi velo se atenúe para ver la otra dimensión. Hoy vas a orar de rodillas Hoy vas a estudiar la palabra Hoy vas a interceder de madrugada

Conclusión.

Hemos aprendido las cualidades del cristiano como atleta, que va a obtener una corona, y como atletas de Dios debemos ejercitarnos en:

1. SER DISCIPLINADO. Hacer lo que realmente no queremos hacer para poder hacer lo que realmente queremos hacer. Disciplinar nuestras emociones, nuestra lengua, nuestros hábitos, nuestro trabajo para conseguir la corona.

2. SE DESPOJA. Como atletas de Dios debemos despojarnos de las cargas y del peso de pecados y correr hacia la meta.

3. SE ALIMENTA. El atleta cristiano tiene una buena dieta: PAVO. Yo encuentro en la etimología de la palabra PAVO lo siguientes.

Ayuno, Vigilia, Oración.

El Hombre de Dios debe alimentarse de los alimentos sólido y suplemento vitamínico que necesite.

4. METAS CON ACTITUD POSITIVA. El atleta tiene metas y sabe que los obstáculos no son para detenerlos, sino para saltarlos o pasarlos de lado. (Cuando las montañas son muy alta se le dan la vuelta, se ladean hasta poder pasar al otro lado) Sus metas son alcanzables y su cuerpo no es estorbo sino un siervo que sirve bien, solamente hay que disciplinarlo. Tiene una actitud positiva y de excelencia.

5. LOGROS CORONADOS. El atleta de Dios corre por sus metas y las corona. Un atleta corre con paciencia la carrera, llega a la meta, es recompensado y coronado como Rey. GLORIA AL CORDERO QUE VIVE POR LO SIGLOS DE LOS SIGLOS AMEN.

Fuente: www.centraldesermones.com