Cuestión de peso
por Beatriz Buono
Como mujeremos requerimos de un crecimiento integral, crecimiento que espera de nosotras el Dios que nos creó como seres indivisibles, con cuerpo único y completo …
Melena negra voluminosa, cintura
pequeña, busto abundante
Mamá creció mirando las
películas mexicanas de María Félix y
añorando su cuerpo. Al comparar sus fotos de los años 50
con las imágenes de la actriz que se publican en Internet,
resulta difícil distinguir quién es quién. Los
postizos que mamá tejía al crochet para agrandar sus
pechos y el cabello largo teñido de negro la acercaban al modelo
de belleza que ella idealizaba.
¡Pobre mamá, vivió a contramano de la moda!
Mientras fue delgada envidió las delanteras generosas de sus
cuñadas italianas y se mató comiendo arroz con leche y
aceite de bacalao para engordar. Pero tuvo tanta mala suerte que,
cuando finalmente lo logró, las actrices de moda ya no eran
María Félix o la Coca Sarli, sino Jane Fonda.
La trampa de los medios
Es verdad, existió una época en la que las mujeres flacas
hacían lo imposible por llegar a ser más gorditas y
atractivas. Las estadísticas confirman este cambio en los
patrones de belleza: hace veinticinco años la modelo promedio
pesaba un ocho por ciento menos que la mujer promedio; hoy pesa
veinticinco por ciento menos y todavía los medios presionan para
que sea más delgada.
¡Es imposible pasarse la vida compitiendo por una ilusión!
La autora Joyce Meyer desde su libro Luzca estupenda, siéntase
fabulosa nos advierte: «¿Se parece usted a las modelos que
ve en las revistas y carteleras, o a las actrices de la
televisión y las películas? Son increíblemente
hermosas, extremadamente delgadas, y sospechosamente altas. Su cabello,
dentadura y piel son perfectos. Es imposible tratar de competir con
eso.» A menudo, esa clase de belleza se debe a muchas
cirugías y trucos del oficio: iluminación, maquillaje y
retoques computarizados, que crean gente aparentemente perfecta pero
sin contacto con la vida real.
Cuerpo de Barbie, cerebro de
muñeca
Mamá, aun en sus mejores épocas de delgadez, no hubiera
estado a tono con los cánones actuales de belleza, tan alejados
de la realidad y de la forma en que Dios nos diseñó al
crearnos. Estos sólo contribuyen a enfermarnos emocional y
físicamente. ¡¿Cómo llegar a ser un
«híbrido» de brazos fuertes pero no musculosos,
pecho grande, vientre plano, caderas escurridas, y piernas largas y
musculosas?! Si ese es el modelo a imitar para sentirnos bien, no
necesito ser adivina para asegurar que no lo vamos a lograr.
Hay estudios que señalan que el 90% de las niñas
norteamericanas entre los 3 y los 11 años (probablemente sea
igual en Argentina) tienen una muñeca Barbie, que representa una
de las primeras modelos que de tan flacas ya son anoréxicas.
Esto explica por qué un porcentaje cada vez más elevado
de mujeres sufre algún trastorno de alimentación.
En este momento imagino la sonrisa pícara de mi familia, que
sabe lo mucho que me gustan los helados y chocolates, quien se
preguntará si escribo sobre este tema para comer sin culpa y sin
freno. ¡Cuánto me gustaría encontrar argumentos
para evitar controlar los dulces y las grasas en la alimentación
y no tener que caminar ni tomar todos los litros de agua que
recomiendan los profesionales de la salud! Sin embargo, ese no es el
propósito de este artículo.
Deseo que distingamos claramente que ¡una cosa es amar y cuidar
nuestros cuerpos, y otra muy distinta es mutilarlos o enfermarlos para
fabricar algo que encaje en los cánones de belleza impuestos a
fin de esclavizarnos en un consumo sin fin!
Mis amigas: buenos modelos a imitar
Estoy muy agradecida a Dios por las amigas que tengo. Cada día
las observo e intento imitarlas en su anhelo de ser más
parecidas a Jesucristo. Cómo no reconocer la admiración
de Lesley ante un plato de frutas frescas; la perseverancia de
María Esther cuando corre carreras de resistencia; la paciencia
de Silvia al saborear cada bocado de su plato; la firmeza de
Rosalía en su lucha contra los alimentos con aceites
hidrogenados; la convicción de Adriana en defensa de la siesta y
de hacer un alto para contemplar la puesta de sol, y la valentía
de las que se animaron a encarar una nueva carrera universitaria,
mudanzas o proyectos desafiantes.
Si bien ninguna de ellas exhibe una belleza digna de las pasarelas de
Giordano (un popular estilista argentino), puedo asegurar que son
preciosas y tienen sus neuronas y celulitis bien ubicadas. Se niegan a
ser esclavas de los medios de comunicación o de la industria de
la belleza, y se animan a mostrarse tal como son. ¡No tienen
cuerpos de Barbie pero, tampoco, cerebros de muñeca!
La tapa y el interior: igualmente
importantes
Como editora sé que hay libros con buen contenido que nunca
llegan a las manos del lector porque la tapa y el título son un
freno. En el otro extremo están los que tienen tapas y
títulos increíblemente atractivos, pero que desilusionan
al abrirlos porque sólo exhiben hojas en blanco, mal impresas o
con un contenido que no concuerda con el impacto visual. De la
misma manera, así como hay personas que se exceden en el cuidado
del cuerpo y descuidan su interior, otras se jactan de ser tan
espirituales o intelectuales que desprecian armonizar colores, visitar
la ducha, pasar por la lavandería o estacionar en la
peluquería.
Que no separe el ser humano lo que
unió Dios
El testimonio de Karina nos da un buen ejemplo de equilibrio. Esta
médica de treinta y pico de años llegó al grupo de
jóvenes de la iglesia sintiéndose temerosa de enfrentar
la práctica profesional, excedida de peso y comiéndose
las uñas. A fines del 2006, al agradecer a Dios y a las amigas
que la habían acompañado, levantó sus manos y
dijo: «¡Por primera vez en mi vida tuve las uñas del
largo suficiente como para visitar a una manicura y pintármelas
de blanco nacarado!» Además de adelgazar muchos kilos e
inscribirse en un curso de perfeccionamiento profesional, había
aceptado un trabajo en una clínica. ¡Qué liberador
hubiera sido para mamá conocer al Dios de Karina!
Este crecimiento integral no es mágico ni instantáneo y,
por lo general, requiere de: acompañamiento pastoral, apoyo
psicológico y / o médico, contención de un grupo o
comunidad, y decisión personal. Sin embargo, es el tipo de
crecimiento que espera de nosotras el Dios que nos creó como
seres indivisibles, con cuerpo, alma y espíritu. Por eso,
ninguna actriz, ni modelo, ni paradigma de belleza puede hacernos
dividir, mutilar y aborrecer aquello que Dios ha diseñado e
integrado con tanto amor.
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