Biblia

¡Cuidado con su catedral!

¡Cuidado con su catedral!

por Enrique Zapata

La vida de un pastor puede derrumbarse en cuanto descuide lo básico en sus relaciones, su esposa. No importa qué tan impactante haya sido su ministerio, si se olvida de su esposa, el derrumbe es inevitable.

Al amanecer, Manuel se acercó una vez más, con temor, a la iglesia, sólo para encontrarse con una parte de su catedral derrumbada. Parecía como que el trabajo de cada día se derrumbaba cada noche. Manuel, como dirigente principal de los trabajos, estaba siendo acusado por los sucesos. Al ser escogido para dirigir la gran obra sintió mucha satisfacción y orgullo. Se había dedicado a la tarea y había invertido largas horas. Reconocía que nunca había hecho una iglesia tan grande y majestuosa. Fue escogido, porque no había otra persona con su experiencia y capacidad. Ahora, frustrado y sin respuesta empezó a desesperarse.


Una noche, según la antigua leyenda rumana Mesterul Mahole, Manuel tuvo un sueño en el que le fue dicho que tenía que poner a su esposa en la estructura misma de la catedral, si quería que esta permaneciera; la estructura se derrumbaría una y otra vez si él no hacía de ella una parte reconocida de la obra.


Actuó Manuel con base en el sueño y pronto vio prosperar la catedral que llegó a ser concluida en su majestuosidad. Manuel cuidaba de su esposa y disfrutaba de una gloria y una fama que se extendieron por toda la región.


Un día recibió una oferta para hacer una catedral más grande y esplendorosa aun. Con orgullo aseguró poder hacer una estructura más imponente, sin ningún problema. Sin embargo, olvidó a su esposa…


En la Argentina recientemente oí de labios de creyentes, como también de no creyentes, el escándalo público y televisado de los problemas de pareja del pastor de la iglesia «más grande» de América del Sur. Ya hacía algún tiempo que estaban separados. ¡Qué triste es ver a una mujer acusando a su esposo, y más triste aun cuando se trata de la esposa de un pastor que lo hace públicamente por televisión! Es obvio que algo anda muy mal cuando una esposa, en vez de alabar a su esposo, lo acusa.


Pensé en la vergüenza pública que estaría sufriendo la iglesia evangélica en Argentina. ¿Cuántos hermanos iban a sufrir la burla de sus compañeros en sus lugares de trabajo por este hombre que descuidó a su esposa? A la vez sentí un dolor profundo por esta pareja, con marcados problemas desde hacía mucho tiempo, que no fueron resueltos mientras los dos estaban tan «ocupados» edificando la iglesia «más grande», cuyo lema era: «Ondas de amor». ¡Su catedral se derrumbó! ¿Cómo deben sentirse habiendo predicado a otros el amor?


Fácilmente esto puede ocurrirle a cualquiera. Cada uno de nosotros puede dejarse atrapar por «la obra» y especialmente por los proyectos grandes y gloriosos, dejando que las presiones nos aparten de dar honor, amor y cuidado a nuestra familia.


Después de estar en la Argentina tuve el privilegio de estar con un precioso grupo de pastores y sus esposas en el interior del Perú. Me alegré cuando escuché cómo el evangelio ha avanzado entre los descendientes de los Incas, los Quechuas; historias dignas de estar en el libro de los Hechos. Sin embargo, varias esposas expresaron su dolor al sentirse abandonadas por sus maridos. Estos todavía tienen la gracia de tener mujeres que hasta ahora no han hecho un escándalo; sin embargo, la puerta está abierta. Oro por ellos, para que Dios los ayude a tomar en serio el poner a sus mujeres en el lugar vital de la estructura de sus vidas. Sus catedrales pueden estar al punto de derrumbarse.


Y pensaba en mi propia vida con mi esposa… mi catedral también puede derrumbarse. El matrimonio es frágil; nosotros somos frágiles. Dios espera que coloquemos a la mujer de nuestra juventud (esposa) en medio de todos nuestros proyectos, presiones y planes. Son dones de Dios, dones idóneos, si los cultivamos con amor. ¡Adelante!

Me dio mucho dolor escuchar al hermano Pablo compartir ante un pequeño grupo de personas que su ministerio estaba pasando por una profunda crisis financiera. No hay otro hombre en nuestro continente cuya voz sea escuchada por tantos creyentes, plantando la buena semilla. Sin embargo, él nunca pide dinero en sus programas. Empecé a orar por sus finanzas y por la de otros ministerios continentales que si bien todos disfrutan, pocos son los que los apoyan. Muchos piensan que por ser continentales tienen que tener dinero; sin embargo, la realidad es que estos grupos cada día necesitan fondos si es que van a cumplir sus tareas. ¡Es hora que recordemos que nos están ministrando! ¡Oremos por ellos y no dejemos de mandarles nuestras ofrendas!

Apuntes Pastorales, Volumen XII – número 2