De esto ¡mejor no hablemos!
por Esly Carvalho
¿Qué pasa con el tema de nuestros cuerpos? En la iglesia hablamos y enseñamos sobre prácticamente todos los asuntos relacionados con la vida espiritual, sin embargo, uno de los temas que muy rara vez se menciona es el ejercicio de la mayordomía de nuestros cuerpos.
Tenemos claridad sobre la mayordomía de nuestros bienes porque entendemos que, en realidad, son de Dios. Empero, cuando surge el tema del cuidado de nuestra salud física parece que nos inmiscuimos en algo sobre lo cual, aparentemente, existe un pacto de silencio. El cuerpo también le pertenece a Dios, pues es templo del Espíritu Santo. Merece que le dediquemos la misma consideración que le damos a la buena administración de nuestros recursos económicos y materiales.
¿Qué implica el comenzar a considerar los temas relacionados con nuestro cuerpo?
En primer lugar, somos enseñados a cuidar y amar nuestros cuerpos. De hecho, el apóstol Pablo usa esto a modo de ejemplo para ilustrar cómo los maridos deben amar a sus esposas, «porque nadie odia su propia carne, sino que la cuida » (Ef 5.28). En segundo lugar, si el Espíritu Santo vive dentro de nosotros, como de hecho lo hace, entonces debemos cuidar este «templo» con el mismo respeto y reverencia que los israelitas tenían hacia el templo de Dios en Jerusalén.
¿Cómo debemos cuidarlo?
Evitar la tendencia a minimizar la atención. Creo que la preferencia de las iglesias evangélicas ha sido reducir este cuidado a dos simples instrucciones: no tomar bebidas alcohólicas y no fumar. Por supuesto que ambas son prácticas dañinas y deben ser evitadas. Pero el cuidado del cuerpo no debe, en ninguna manera, restringirse a esto.
Buscar información sobre nutrición. Actualmente estamos bien informados sobre cuestiones de nutrición: cuáles comidas nos hacen bien y cuáles nos hacen daño. Por eso, debemos buscar información apropiada sobre cuáles comidas evitar para el bien de nuestra salud, y cuáles ingerir (una dieta balanceada que incluya todos los nutrimentos necesarios).
Vigilar nuestro peso. Muchos líderes viven con un importante sobrepeso lo cual puede llevarlos a serios problemas de salud física. Proverbios dice que debemos «¡meter el cuchillo a la garganta para evitar comer demasiado!» (v. 23.2). El sobrepeso trae complicaciones de colesterol, diabetes y otras enfermedades que perfectamente pueden evitarse si se tienen buenos hábitos alimenticios. Además, pone en riesgo la salud de quienes tienen mayor responsabilidad en la iglesia muchos de ellos mueren prematuramente por lo cual dejan de alcanzar su máximo potencial personal y ministerial.
Comer sin control es un claro testimonio de que no hemos sujetado al Espíritu esa área de nuestra vida, pues el fruto del dominio propio y la templanza mencionados por Pablo en Gálatas 5 están ausentes. La disciplina en la comida también es el fruto de la obra del Espíritu Santo.
Por otro lado, no desconocemos los muchos casos de anorexia (las personas dejan de comer por cuestiones psicológicas) o bulimia (los que inducen el vómito cada vez que comen) presentes en la iglesia, especialmente entre mujeres, aunque a veces ocurre entre los hombres. La obsesión por la apariencia y la importancia de tener un «cuerpo de modelo» han hecho que esas dos enfermedades de rara ocurrencia hace quince años en América Latina hoy sean más frecuentes en los consultorios médicos de nuestros países.
La salud se encuentra siempre en procurar el equilibrio y la moderación. Busquemos tener un peso apropiado a nuestra contextura, lo que demanda que seamos responsables a la hora de comer. Debemos, además, animarnos unos a otros a ser buenos administradores de nuestros recursos alimenticios.
Practicar ejercicio físico. El ser humano en este siglo goza de muchos avances tecnológicos que le facilitan el trabajo y el quehacer cotidiano. Empero esos avances nos han hecho perder las oportunidades para ejercitarnos físicamente. Por eso, el pastor debe tomar tiempo semanalmente para hacer algún tipo de ejercicio físico. Muchos piensan que si el pastor se ejercita en alguna disciplina física en vez de realizar visitas pastorales no está cumpliendo con su deber. Pero esta mentalidad no toma en cuenta que una buena administración de nuestro cuerpo permite que llevemos adelante ministerios más eficaces, con un menor desgaste al habitual.
Realizar exámenes médicos periódicos. No permita que el temor y la ansiedad le impidan hacerse las pruebas médicas básicas. También en esto los líderes suelen ser negligentes, confiando en que su buena salud va a durar para siempre. La presencia de trastornos y enfermedades de riesgo pueden ser detectados a tiempo si se realizan los chequeos médicos necesarios. No debemos olvidar tampoco que después de cierta edad una cita anual con el médico es altamente aconsejable.
Crear momentos de recreación familiar. Los momentos que tomamos para disfrutar de paseos en familia y para dedicarlos a la recreación tienen claras repercusiones en nuestra salud física y emocional. El ministerio se nos presenta con permanentes desafíos. Somos llamados a invertir en la vida de los que están bajo nuestra responsabilidad, una tarea que trae un desgaste lógico muy normal. Además de esto, frecuentemente debemos intervenir en situaciones de crisis, acompañando y ministrando a los enfermos, los deprimidos, los desanimados y los quebrantados. Este ministerio deja sus secuelas en nuestra mente y nuestro corazón. Por tanto, los tiempos que los líderes puedan separar para disfrutar de la comunión con sus cónyuges e hijos restauran admirablemente las fuerzas para seguir adelante con la obra del ministerio.
Recientemente un pastor me comentó: «Después de haber asistido a su clase de consejería cristiana, me di cuenta de que yo podía poner límites a las demandas de mis ovejas. En otros tiempos, dejaba todo, hasta los paseos y momentos familiares, para atender a las personas. Ahora, soy cuidadoso en organizar mi tiempo para poder cuidar a mi esposa y familia.».
En conclusión
Si logramos implementar estas modificaciones en nuestro estilo de vida, podremos asegurarnos de que nuestros ministerios estén construidos sobre un fundamento más sano y tengan una proyección que nos permita invertir nuestros recursos a largo plazo. Necesitamos líderes que muestren con su ejemplo cómo el cristiano lleva los valores del reino al plano de la expresión física de la vida.
La autora es una reconocidad psicóloga, de nacionalidad brasileña, con larga experiencia como terapeuta en psicodrama y capacitadora en esta modalidad de consejería familiar. Ha vivido y trabajado en Brasil, Bolivia, los Estados Unidos de América y Ecuador. Es coordinadora de Exodus Latinoamérica, además de mantener su práctica privada.
© Apuntes Pastorales, Edición octubre diciembre de 2003. Volumen XXI Número 1