por Jonatan Dawson
Unos mil delegados salieron pensativos hacia la fría noche, casi en silencio después de ver una proyección previa al estreno. Pocas películas han provocado tanta controversia antes de ser proyectadas. La prensa secular había sitiado la sala de esta proyección, pero pocas personas han provocado más reacciones que Aquel quien dijo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí.» Será necesario, pues, e instructivo analizar el trasfondo de «la pasión», pero primero la película en sí.
ALTA TENSIÓN No es para personas sensibles. En esta proyección, tres personas se desmayaron, y otros se salieron. Sus escenas de violencia prolongadas sobre todo la brutal paliza que le dieron a Jesús en el patio romano, la prominencia de la sangre (tema al que se volverá para comentar) y el estado de alta tensión mantenida a lo largo de la película usando técnicas como cámara lenta, redobles y cambios bruscos de escena hicieron que el público estuviera al borde de un ataque de nervios de principio a fin.
Y de hecho, hay mucho que alabar en esta película. La fotografía es preciosa, un reparto más que competente cumple con creces sus exigentes papeles, y el guión es generalmente fiel al relato bíblico. La pasión de Cristo será usada por Dios para recordar a los creyentes y, ¿quién sabe?, tal vez despertar a algunos incrédulos, con respeto al terrible precio pagado por Cristo para lograr la salvación de los pecadores.
La primera escena es maravillosa y destaca un aspecto frecuentemente pasado por alto en las representaciones de la pasión: la agonía de Jesús en el huerto de Getsemaní mientras lucha en oración contra la tentación de tirar la toalla. La personificación de Satanás y la apariencia de una serpiente son un testimonio poderoso a lo que había en juego, y que Jesús estaba más que consciente de ello. Cuando Jesús pisó la cabeza de la serpiente, hubo aplausos en el auditorio, pero será difícil que los que no conocen la Biblia capten este y otro simbolismo en la película, y a partir de ese momento, Jesús llega a ser la víctima de la violencia.
La escena de los azotes es clara y según dicen intencionadamente exagerada. Luego, en el camino a Gólgota, Jesús cae a cámara lenta nada menos que cinco veces (esta proyección era una versión inédita de dos horas y cuarto, así que puede que sea cortada antes de su estreno en el cine). Los espectadores se preguntaban si Jesús pudiera haber sobrevivido a tanto tormento. Las repetidas apariciones de un Satanás afeminado en una ocasión con un niño grotesco en brazos mantuvieron la batalla espiritual en primer plano en la mente del público, sea cual sea el mensaje subliminal sobre la sexualidad que Gibson tuviera en cabeza.
NO HAY ANTISEMITISMO
Una característica debe tenerse clara: la película en absoluto es antisemita. No hay el más mínimo vestigio de esto, a pesar de todas las quejas. La revista americana Newsweek dedicó un artículo de nueve páginas (en su edición del 16 de febrero de 2004) en un intento de demostrar que Gibson ha manipulado la narración de los evangelios de manera poco favorable para los judíos. La realidad es que La pasión de Cristo es fiel a las Escrituras en todos los acontecimientos principales.
Pilato, representado con inteligencia por Hristo Shopov, lucha por sacarse a sí mismo y a Jesús del atolladero en que están metidos, mientras la turba hábilmente manipulada por Caifás y sus compinches exige la crucifixión. Pilato firma la sentencia de muerte, pero son los líderes judíos quienes le presionan a hacerlo. Afirmar que esta película es antisemita es lo mismo que decir que una película sobre la Segunda Guerra Mundial, que es crítica de los nazis, es antigermana. Aun así, y también bajo presión, Gibson eliminó la frase que grita la muchedumbre: «¡Su sangre sea sobre nuestras cabezas!». .
¿FIDELIDAD AL TEXTO BÍBLICO?
En cuanto a los detalles, la fidelidad general de la película pesa más que los fallos, aunque se recomienda una nueva lectura de los pasajes relevantes de los evangelios antes de ver la película. Por ejemplo, es difícil entender por qué la mujer sorprendida en el adulterio es María Magdalena, o la razón por la que la negación de Pedro termina delante de María y Juan. O la escena donde Jesús pende de una cadena justo delante de un desgraciado Judas. El Iscariote luego se ahorca al lado de un cordero muerto es otra imagen incomprensible para las personas bíblicamente analfabetas.
Los flashbacks (escenas retrospectivas) a momentos importantes en el ministerio de Jesús, sin embargo, son interpolados con una precisión impresionante entre sus momentos de tortura. Y el aspecto que ha suscitado muchos comentarios el rodaje de la película enteramente en los idiomas originales; arameo, hebreo y latín es un éxito contundente. Añade una dimensión nueva de autenticidad al aprecio de estos eventos cósmicos. Después de todo, Jesús no hablaba español (ni inglés, claro). Tarea imposible es agradar a los cristianos a quienes no les gusta ninguna imagen de Jesús, pero la verdad es que será difícil mejorar la sensibilidad que trae James Caviezel – que al igual que Gibson, es católico a su papel.
Este crítico, sin embargo, se marchó del auditorio con cierto malestar, difícil de identificar durante las emociones que provoca el film. Pero después de una reflexión, la sensación negativa se debe a la clase de Cristo presentada por la película. Sin lugar a dudas Gibson tiene razón en hacer que Jesús articulase sus palabras con dificultad después de tanto sufrimiento, a diferencia de algunas representaciones donde Jesús habla en la cruz como si de una sobremesa se tratara. Pero el director pierde la serenidad y digna conducta del Mesías, las cuales pueden verse claramente en los Evangelios. La narración de Juan, por ejemplo, del diálogo entre Pilato y Jesús donde los papeles de juez y acusado se invierten está ausente casi por completo. Uno no quisiera salir con cierta insensibilidad de corazón ante un recuerdo tan vivo de cuánto sufrió el Salvador, pero la película falla a la hora de comunicar el elemento del poder divino que operaba en la humanidad de Jesús.
LA SIMBOLOGÍA CATÓLICA
Un segundo motivo del malestar tiene que ver con las imágenes católicas de las que la película está impregnada. La corona de espinas se queda en la cabeza de Cristo, un Cristo sufriente que es el de las estatuas medievales y las procesiones de Semana Santa, y hay una reconstrucción de la Pietá de Miguel Ángel al pie de la cruz. Añadimos a esto que en la casa del sumo sacerdote, uno de los acusadores grita: «Dijo que si no comiésemos su carne ni bebiésemos su sangre, no heredaríamos la vida eterna». Recuerda a las palabras de Jesús en Juan 6, pero ninguno de los evangelistas lo relata durante la pasión, y la película hace mucho hincapié en la sangre de Jesús. Una cantidad copiosa es derramada en el patio y, por supuesto, en la crucifixión, pero lo sublime bajó a lo absurdo cuando las dos Marías (sic) la enjugan con toallas que les había dado la mujer de Pilato, o luego cuando María, la madre de Jesús, lleva la toalla ensangrentada a su boca. Es sorprendente, tal vez, que Gibson no llegue aquí a realizar un vínculo directo con la última cena, pero los matices de la eucaristía católica están claramente presentes para quien quiera verlos.
En definitiva, aunque la escena final ofrece una brevísima vislumbre de la resurrección, La pasión de Cristo deja al espectador con un Cristo que ha hecho un sacrificio noble, pero sin un claro sentido de victoria, ni la seguridad de haber conseguido su propósito. Se usa el terremoto para dañar al templo, pero aun allí no se ve el velo rasgado. Y, ¿dónde está la confesión del centurión romano? Y lo más preocupante: Pedro y Juan se dirigen a María como «MADRE» (con mayúscula en los subtítulos), cosa que acerca más bien a la idolatría que a la fe genuina en Jesús.
Muchos evangélicos americanos parecen haber abrazado a Gibson como «uno de los nuestros» por su película, a pesar de sus conocidas convicciones como católico ultra-conservador ¿Podría tener que ver más bien con el hecho de que una «estrella» de Hollywood haga una película sobre Dios, que con alguna afinidad genuina con sus valores espirituales? En la presentación de la película en esta proyección preliminar dada por un miembro del equipo de producción el comentario de que «Hollywood se está volviendo loco» produjo gritos de júbilo en el auditorio. Pero el éxito de taquilla por sí solo aunque sea por una película de las últimas horas de la vida de Jesús y ante muchas profecías seculares cataclísmicas contra ella es insuficiente para justificar la concesión de la etiqueta honorífica de «evangélico» a Mel Gibson.
¿VERLA O NO VERLA?
¿Hay que ir a ver La pasión de Cristo? Como herramienta evangelizadora será sin duda un buen punto de arranque para conversaciones, y la comunidad cristiana está en deuda con Gibson por poner de nuevo el sacrificio de Jesús en los grandes titulares. Es innegablemente positivo que la gente hable de lo que el Señor sufrió por amor, aun recordando que en este aspecto, al menos la representación de Gibson difiere grandemente de la versión de los cuatro evangelistas. Ellos dan pocos detalles ensangrentados de lo que era, después de todo, un castigo normal de aquellos tiempos. En vez de esto, tienden a enfatizar la actitud y las palabras de Jesús, y cuál ha de ser la respuesta adecuada a Jesús.
Esta «respuesta adecuada» a La pasión de Cristo se encuentra más cercana en unas declaraciones del mismísimo actor que representó a Jesús, James Caviezel. Habiendo sido alcanzado por un rayo durante el rodaje de la escena del Sermón del Monte (evidentemente sin morir) y habiendo sufrido dos «fallos» durante la escena de los azotes que le dejaron una cicatriz de unos 35 cm. en la espalda, huella de una punta metálica, el actor dijo: «Lo amo (a Jesús) más de lo que creía posible. No quiero que la gente me vea a mí; lo único que quiero que vean es a Jesucristo.»
© Tomado de ProtestanteDigital.com, España, ©2004. Usado con permiso.
Jonathan Dawson, Coordinador de la sección en inglés de Protestante Digital, fue una de las pocas personas que pudo ver la polémica película La pasión de Cristo, dirigida por Mel Gibson, en la versión inédita, en la reciente Conferencia de los National Religious Broadcasters en Estados Unidos.
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