“Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre.” – Salmo 16:11
Esta escritura ha sido una bendición tan tremenda para mí y una maravillosa promesa y realidad del Señor. Nosotros no necesitamos las cosas de este mundo para ser feliz, ni los placeres e intereses de esta vida en seguir las cosas de las cuales el mundo disfruta. La verdadera ‘senda de la vida’ se encuentra en seguir al Señor, y seguir al Señor significa vivir separado de los placeres del mundo y su sistema y ser consagrados a Él. ¡En la presencia de Dios no sólo hay gozo, sino plenitud de gozo! ¡Y nosotros no necesitamos disfrutar de nada sino lo que le glorifica y avanza Sus propósitos, porque cuando andamos en una vida sin compromiso y en Su perfecta voluntad, buscando Su rostro, permaneciendo en Su bendita presencia, encontraremos los verdaderos deleites para siempre y santa y divina satisfacción en El!
Esto es lo que Pablo quería decir cuando dijo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. No estaba diciendo que podía levantar mil libras, o correr un maratón Olímpico y ganar, o nada de eso. Sé que hay boxeadores profesionales que dicen esto antes de una lucha y tratan de torcer la promesa de Dios para que signifique que ellos pueden romper las cabezas de sus adversarios— ¡eso es una tontería (y anti cristiano)! En el contexto, Pablo hablaba de estar contento en cada situación, aún si sus circunstancias físicas eran menos que deseable. El supo cómo estar contento teniendo mucho o teniendo poco. ¡Aún si estaba en la cárcel, Pablo tenía la presencia del Señor con él—se ponía a orar y cantar himnos deleitándose en el Señor hasta que las paredes cayeran, aún en las circunstancias más desafortunadas! Tristemente, la mayoría de los cristianos no experimentan la bendición de caminar con Dios de tal manera porque ellos viven una vida manchada con lo que es impuro, entristeciendo el Espíritu de Dios hasta que él no permanezca con ellos en ningún tipo de plenitud.
La santidad es un cosa bendita, y cuando caminemos en la santidad verdadera (no la falsificación de Satanás del legalismo), disfrutaremos de Dios, Dios se deleitará de en nosotros, y andaremos continuamente en Su presencia. El legalismo trae la esclavitud, condenación y miseria, pero la santidad trae vida, paz, y plenitud de gozo, porque es sólo una vida de santidad que Dios honra con Su presencia continua. La santidad ha llegado a ser mal entendida en nuestros tiempos modernos y ha llegado a ser una palabra casi temida. Habla de santidad y las personas gritarán: “¡Dios no quiere que seamos ermitaños! ¡Dios desea que nos divirtamos!” Sin embargo, si verdaderamente caminamos en santidad (la separación de lo que es profano e impuro, y la consagración a lo que glorifica y honra a Dios) no disfrutaremos de las cosas que no glorifican ni traen honor a Dios. De hecho, las cosas que no glorifican a Dios serán despreciadas en el corazón de los que andan en una santidad sin compromiso, ya que ellos no querrán tener nada que ver con algo que entristece el Espíritu. “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios” (Ef. 4:30).
Las criaturas vivas alrededor del trono nunca dejan el lado de Dios; ellos siempre dicen las mismas cosas por toda la eternidad, “Santo, Santo, Santo, es el Señor Todopoderoso”, y ellos no se aburren ni se frustran, tienen la plenitud de gozo divino vía la virtud del Trono (ve Eze. 1:5, Apoc. 4:6-8). Si verdaderamente permanecemos bajo la sombra del Omnipotente, viviendo en Su presencia todos los días, estaremos contentos continuamente, completamente satisfechos en El. Nosotros no necesitaremos las cosas sensuales ni carnales para traernos gozo, “porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo” (Rom. 14:17). Si realmente vivimos la vida del Reino y andamos con una mente renovada del reino, nosotros no necesitaremos recurrir a perversos programas de televisión para buscar la satisfacción en las cosas de este mundo (que en principio están opuestas radicalmente a todo del Reino de Dios); nosotros no necesitaremos buscar placeres y diversiones insignificantes para ser contentos. Como un hombre de Dios dijo una vez: “La diversión es el sustituto del Diablo para el gozo”.
¿Por qué muchos de los que profesan ser cristianos no toman supremo placer en Dios? ¿Por qué no encuentran ellos gozo en Su presencia? Últimamente, porque la mayoría de ellos son falsos conversos que todavía aman el mundo en sus corazones (si amamos el mundo o las cosas del mundo entonces el amor del Padre no está en nosotros–1 Juan 2:15). Pero otra razón es porque tantos cristianos andan en gran parte en la carne y no en el Espíritu. Esta es la razón porque ellos apenas pueden orar más de diez minutos a la vez. Esta es la razón porque ellos no se deleitan en estudiar profundamente la Palabra de Dios. Esta es la razón porque ellos nunca pasan tiempo en la soledad meditando en y deleitándose en las cosas de Dios o adorando al Padre. La carne dicta sus acciones y placeres. La carne odia ser crucificada, odia pasar tiempo serio en oración buscando a Dios, odia la disciplina de estudiar diligentemente un antiguo Libro, odia todo espiritual. Y porque tantos cristianos todavía tienen una gran parte de la “carne” viva en ellos, es una gran lucha para ellos verdaderamente acercarse y buscar el rostro de Dios, es una lucha para ellos realmente disfrutar las cosas del Espíritu.
Pero cuando la carne está crucificada y el hombre interior, avivado por el Espíritu de Dios, está vivo y bien, y dirigiendo y dando poder al creyente, llega a ser una delicia verdadera acercarnos a el por medio de la oración, llega a ser una delicia encontrar el alimento esencial en las profundas verdades de la Palabra de Dios, llega a ser un clamor del corazón experimentar la presencia de Dios como una realidad diaria. Por eso es que lo más que ores lo más que vas a querer orar. Lo más que estudies lo más que querrás estudiar. Cuándo el hombre-espíritu es fortalecido, comienza a dictar los deseos del corazón, y comienzas a disfrutarte de las cosas de Dios. Cuando te disfrutas de Dios, y solo en El, El comienza a manifestar más y más de Su presencia en tu vida, y es sólo en Su presencia que la plenitud de gozo es hallada.
El Espíritu se deleita en las cosas de Dios mientras la carne se deleita en las cosas de este mundo. ¿Así que en cuál estas andando? ¿En cuál te deleitas? Estimado cristiano, la verdad es clara. Si siembras a la carne, de la carne segarás corrupción. La mayoría de los cristianos pasan tanto tiempo alimentando la carne, comiendo, bebiendo, entreteniéndola, satisfaciéndola, aún con cosas “lícitas”, y sólo una minúscula cantidad de tiempo sembrando al Espíritu, ¿entonces cuál va a ser el más fuerte? Si habitualmente y continuamente siembras al Espíritu, tu hombre espiritual será fuerte, y del Espíritu segarás la vida eterna. De hecho, no esperes cosechar tal vida eterna en el bendito Reino de Dios a menos que siembres al Espíritu y andes en el Espíritu regularmente (ve Rom. 8). Un cristiano verdadero no es nada menos que uno que adora al Señor su Dios con todo el corazón, que es el mandamiento más grande, y uno inevitablemente se deleita en lo que uno adora. ¿Te deleitas en Dios? ¿O te prostituyes y te haces la ramera, cometiendo adulterio contra Dios buscando la satisfacción o la felicidad en las cosas del mundo? (Santiago 4:4)
Así que algunos pueden estar pensando: “¡Lo confieso! ¡No me deleito en las cosas de Dios como debo! ¿Cómo puedo hacerlo? ¿Cómo puedo deleitarme más en Dios? ¿Dónde comienzo?” Estimado lector, todo comienza en la cruz. ¡Vuelve a la cruz! La carne que todavía dicta tus deseos tiene que montarse en la sangrienta cruz y ser estacada con los clavos de la mortificación. Gritará y pataleará hasta el final, sin duda, pero necesita ser dejado y callado. Sigue golpeando en esos clavos hasta que la carne sea dominada completamente y se mantenga cautiva a la cruz. Todo en tu vida que sabes que está comprometido con el mundo, que sabes que no agrada a Dios, necesita ser rendido. Ningunas auto justificaciones están permitidas. ¡Si está contra los principios de las Escrituras, o si sabes en tu corazón que no glorifica a Dios, deshazte de ello! ¡Si es dudoso, deshazte de ello! Algo que te impide de tener una conciencia absolutamente pura necesita ser tratado y crucificado. Permite que la cruz tenga su obra completa porque es sólo en la cruz donde puedes empezar a tener comunión con Cristo.
¡Entonces invoca el nombre del Señor! Clama para la presencia de Dios en tu vida. Comienza pasando tiempo en oración ferviente ante el Trono, implorando que las misericordias de Dios no sólo perdonen tu carnalidad, pero que también te bendigan con Su presencia y Su compañerismo; que con Su Espíritu te vivifique con poder en el hombre interior. Que el clamor de tu corazón sea de simplemente conocerlo más. Aumenta tu tiempo de silencio o tiempo devocional. Ora más con frecuencia a través del día cuando puedas. No te atrevas a decir que no tienes tiempo—tu encontrarás tiempo para lo que realmente quieres hacer. Y pasa tiempo en la Palabra. Lee la Biblia no como una tarea, pero para conocerlo más. Estudia para comprender quién es Dios, en que se deleita, e implora ante Su presencia que El te dé poder para ser conformado a la imagen de Su Hijo. Aférrate a las promesas de Dios en ese Libro bendito y óralas a cumplimiento en tu vida. Estudia para mostrarte ante Dios aprobado.
Otra manera de romper la barrera de la carnalidad hacia el reino del Espíritu es apartando una cantidad determinada de tiempo en buscar a Dios por medio de ayuno y oración. Toma un día, dos días, tres días, o una semana, y abstiene de alimentos sólidos, pasa la mayor parte del día en la Palabra, en oración, alabando y adorando a Dios. Puedes utilizar aún el dinero que habrías gastado en comida para donar a hermanos pobres o a misiones. Esto es siempre beneficioso y edificante al Espíritu. Pero mantente alerto que cualquier nivel de comunión que experimentas cuando en tal temporada de buscar, que sigas caminando en ello continuamente después y no retrocedas a tu antigua forma de vivir. Cuándo hecho con motivos puros, esto es una manera tremenda de experimentar gran avances en el Espíritu, y podría muy bien revolucionar tu entero caminar cristiano.
Mientras continuamente crucifiques la carne y siembres al Espíritu, andando en el Espíritu con una conciencia pura, tu espíritu-hombre interior será edificado y hecho fuerte, y tu corazón será purificado continuamente por fe y los deseos del mismo llegarán a ser deseos santos, verdaderamente, anhelos para la comunión de la presencia de Dios. Tu corazón tendrá hambre y sed para justicia, y cuando seas llenado con el bendito fruto del Espíritu, encontrarás la verdadera delicia interna en Dios, e incluso podrás testificar con el Salmista, “Serán completamente saciados de la grosura de tu casa, y tú los abrevarás del torrente de tus delicias” (Sal. 36:8).
Cuándo realmente entramos en una experiencia real en disfrutar de la presencia de Dios en nuestras vidas, y deleitarnos en El, y no en las cosas de este mundo, amando las cosas que El ama y sinceramente deleitándonos en las cosas de cual El se deleita, siendo llenados del Espíritu continuamente, anhelando la santidad más profunda, disfrutando de las riquezas de Su gracia, entonces nosotros estaremos viviendo la vida cristiana normal—la vida que Dios planeo para que todo su pueblo experimente. Creo que es el deseo más grande de Dios que Su pueblo encuentre el deleite y placer supremo solamente en El. Ya no hay que deleitarnos en satisfacer los deseos de los ojos, los deseos de la carne, o la vanagloria de la vida, en las cosas de este mundo, pero hay que deleitarnos en simplemente conocerlo, y siendo perfectamente satisfechos y contentos en sólo eso. “Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová” (Jer. 9:23-24).
Fuente: www.centraldesermones.com