Biblia

Desnudo en el púlpito, parte I

Desnudo en el púlpito, parte I

por Tim Keel

Predicar es una acción que por naturaleza es insensata. Pablo comenta que Dios lo exhibió públicamente como a un insensato (1Co 4.9–10). Para experimentar la intimidad, debe existir la vulnerabilidad.

Cuando terminé el seminario, pensé equivocadamente que el propósito de predicar era transmitir información. Esa era mi convicción antes de mi viaje a la India. Cerca de un año más tarde de haber fundado la iglesia Jacob´s Well (El pozo de Jacob), un amigo me invitó a predicar en la India, pero, ni bien había llegado, me enteré de que debía predicar catorce veces en once días.
Al principio, me enojé. ¿Cómo iba a poder preparar catorce sermones en tan poco tiempo y sin todos los recursos que había dejado en mi casa? Aunque no me enorgullece admitirlo, esta situación reveló que para mí la tarea de predicar se había convertido en una especie de actuación, para impresionar a la gente con mi conocimiento. Ahora, me encontraba ahí y no había manera alguna de prepararme lo suficiente para impresionar.Predicar es una acción íntima porque demanda que revele públicamente en mi vida a la persona de Cristo.
Cambio de óptica
Entonces, todavía enojado, sentí que Dios me invitaba a hacer algo más que predicar. Esta era una oportunidad para que él me discipulara para beneficio de los que me rodeaban y para el mío propio. Fue así que, de mala gana, acepté no prepararme. Aunque el grupo nunca sería el mismo, sentía que no debía predicar el mismo mensaje dos veces.
En vez de eso, me presentaba y permitía que Dios me diera las palabras que debía pronunciar, dependiendo de las personas, el contexto, y lo que ocurría en mi interior. Así prediqué durante casi dos semanas. Todas las veces, durante los once días, luchaba contra Dios por este asunto. Y todas las veces lo obedecí, y él me guiaba en lo que debía predicar.
¡Nunca me había sentido tan vivo!
Cada vez que me levantaba, Dios estaba ahí. Sin embargo, no era una creación de la nada. Me venían a la cabeza datos aislados de mensajes anteriores, pasajes de las Escrituras en los cuáles había estado meditando (o bien había pasado por alto), aspectos de mi propia vida que se volvieron muy importantes. En algún punto, entre todos estos elementos y el caos del entorno, se producía la creación.
Volver a lo sencillo
Simplemente, me ponía de pie, leía un texto de las Escrituras, y exponía sobre lo que Dios hablaba a través de esa palabra y cómo yo estaba procurando vivirla. Fue muy humillante, y el sentimiento fue todo lo contrario de lo que había experimentado en el ministerio hasta ese momento.
En ese lugar de la India, la influencia de la cultura occidental es muy fuerte, y los jóvenes están deslumbrados con lo que llega de América. Por eso hablé de Eclesiastés y del descontento que sufrió el autor, luego de que todos sus deseos se cumplieran. A una comunidad de viudas, les hablé de Abraham y de la forma en que Dios, luego de hacerle promesas a su siervo, le presentaba dificultades que revelaban su falta de confianza y lo que, a su vez, provocaba que él volviera a confiar en Dios antes de obtener la solución.
En el viaje de regreso de la India a la ciudad de Kansas, sentí que Dios me estaba ordenando: «Lo que acabas de llevar a cabo en la India, quiero que eso mismo lo empieces en tu ciudad».
Hablar desde el corazón
Así comenzó mi peregrinaje. Fue un proceso por el que mis mensajes dejaron de provenir simplemente de mi mente, y empezaron a salir desde lo profundo de mi corazón y de todo mi ser hacia la congregación. En mí, la tarea de predicar se ha convertido en una experiencia íntima, integral. Es mucho más que simplemente pasar información a la cabeza de otras personas.
Cuando me inicié en el ministerio, a los veintidós años, comencé a trabajar semanalmente como obrero. Cada semana, me paraba frente a los adolescentes de la escuela secundaria y les predicaba el evangelio. Luego de practicar eso durante tres años, entré al seminario, donde aprendí exégesis, y luego de la exégesis, tomé el curso de Homilética.
Me empapé de textos bíblicos. Un profesor nos había indicado que debíamos dedicar unas veinte horas por semana para preparar cualquier mensaje, y nos exigía que escribiéramos el sermón palabra por palabra, y luego debíamos exponerlo sin ningún apunte a la vista.
El seminario me ayudó. Era estudiante de arte en la universidad, y los asuntos académicos me ponían nervioso. En el seminario, me enamoré de los estudios. Pero alejé mi corazón de ellos y los instalé en mi cabeza. Y me resultó tan tentador quedarme así.
Mi cabeza estaba repleta de información y no veía la hora de transmitirla a los demás. Creía que si cumplía con mi tarea de predicador, al finalizar el sermón, los oyentes sabrían lo mismo que yo.
Pero desde mi viaje a la India, ya no creo que sea así. Creo que lo que las personas anhelan ver es a Cristo en mí, el relato de una historia.
Cerrar brechas
Hoy día, muy pocos lugares pueden permanecer si sostienen el conflicto entre lo artístico y lo académico, entre las humanidades y la ciencia, entre la gracia y la verdad, entre el corazón y la mente, y esto nos perjudica. Creo que las iglesias deberían ser espacios de conciliación. Predicar es una acción íntima porque demanda que revele públicamente en mi vida a la persona de Cristo. Cuando me paro tras el púlpito, quedo expuesto. La habilidad de estar presente frente a mi iglesia, frente al texto y frente a Dios entraña entregar la vida.
Estoy intentando describir el reino, la vida y a Dios de manera honesta para que se produzca el intercambio. Para que eso ocurra, debo estar dispuesto a ser vulnerable… a desnudarme en algún sentido.
El concepto que plantea el libro de Génesis, de que fuimos creados desnudos y sin vergüenza, es profundo. Consiste en que permitamos a Dios que entre hasta aquellas áreas de nuestra vida que están hechas pedazos, y que nos alumbre con su luz en esos sitios recónditos para que nos sane y restaure. Así, a través de esas experiencias podremos darle esperanza a los demás. Nuestra vida es el escenario donde transcurre la historia de la creación, de la encarnación y de la re-creación.Para experimentar la intimidad, debe existir la vulnerabilidad. Nuestras congregaciones están repletas de gente que lleva mucha vida de iglesia, pero su conexión con Dios es escasa.
Ser vulnerable
El periodista deportivo Red Smith comentó en cierta ocasión «Es muy fácil ser escritor; sólo debes sentarte delante de la máquina de escribir y abrirte». Del mismo modo, pienso que es fácil ser predicador; todo lo que uno debe hacer es pararse delante de la congregación y… abrirse. Pero para eso, necesitamos discernimiento y vulnerabilidad.
Por supuesto que hay que tener en cuenta los niveles apropiados de las revelaciones que hacemos. Para las personas enfermas, el púlpito puede resultar un lugar peligroso para resolver problemas. La congregación no es el lugar apropiado para hacer terapia en público. Uno nunca comparte algo que uno mismo no haya tomado en cuenta para encontrarle el significado, especialmente si se relaciona con la sexualidad.
Cuando a uno lo asaltan dudas de cuánta información debe revelar, es necesario preguntarle a alguien de confianza. Muchas veces comparto las ideas con mi esposa: «Estaba pensando en hablar acerca de este tema, ¿crees que es sabio?» No muestre su interior de una manera inapropiada.
Conclusión
Predicar es una acción que por naturaleza es insensata. Pablo comenta que Dios lo exhibió públicamente como a un insensato (1Co 4.9–10). Para experimentar la intimidad, debe existir la vulnerabilidad. Nuestras congregaciones están repletas de gente que lleva mucha vida de iglesia, pero su conexión con Dios es escasa. Otros, que no son seguidores de Cristo, vienen solamente a fijarse si aquellos que proclaman las buenas nuevas son personas auténticas. Los miembros de nuestras iglesias se están perdiendo a Jesús. Están desesperadamente hambrientos de él. Mi viaje a la India ayudó a que mi predicación diera el paso de la información hacia intimidad.

Tim Keel es el pastor fundador de la iglesia Jacob’s Well (El pozo de Jacob) en la ciudad de Kansas, en Missouri. Derechos reservados © 2005 por el autor y por Christianity Today International/Leadership. Derechos reservados de la traducción ©2010 por DesarrolloCristiano.com