Devocionales Cristianos – Sólo los vivos saben alabar
Sólo los vivos saben alabar “Los que viven, y sólo los que viven, son los que te alaban, como hoy te alabo yo. Todo padre hablará a sus hijos acerca de tu fidelidad. El Señor me salvará, y en el templo del Señor todos los días de nuestra vida cantaremos con instrumentos de cuerda.” Isaías 38:18-20
Cuando la alabanza se renovó en la Iglesia evangélica, fue toda una novedad; el piano fue arrinconado, ni que decir del acordeón y las panderetas con cintas; todo estos instrumentos se convirtieron en obsoletos y entonces el viejo himnario, los corarios y hasta el director de canto, cuya destreza al dirigir rítmicamente los dos, cuatro y tres cuartos de tiempo antaño tan elogiado, fue sustituido por el jovencito con aires de cantante de rock.
No escribo esto para criticar la innovación en la liturgia moderna que ahora prevalece en las Iglesias, sino recordar con cariño cómo estos viejos himnos en un momento de mi niñez y juventud, me hicieron sentir agradecida con Dios, me dieron conciencia de un Dios vivo, provocaron que adorara alabar a un Dios vivo.
Pero no sólo los instrumentos fueron lo novedoso en las Iglesias, que a propósito se esforzaron en adaptarse rápidamente a la nueva corriente carismática de adoración, la innovación también trajo nuevos términos en el léxico o terminología evangélico concerniente a la música; antes el que dirigía el tiempo de cantos, era el director de música, ahora sería el “Ministro”; en el pasado, había un orden en la liturgia que mezclaba los himnos, con la lectura antifonal de la Biblia, un himno más, un especial musical con algún solista acompañado además del harmonioso acordeón, otra lectura bíblica preparatoria al sermón, quizá otro especial y al fin, el sermón.
Hoy, son muy jóvenes los que mayormente presiden el tiempo de alabanza y lo principal del tiempo de “ministración” radica en la espontaneidad del adorador, la destreza con la que fluye en los cánticos nuevos, la alegría, ritmo, baile y motivación que puede provocar en la congregación que puede sentirse inspirada o no cuando el motivador hace bien su trabajo.
Como les dije al empezar este pensamiento, no intento hacer leña de los nuevos ministros de adoración, mis propias hijas, jovencitas aún, han empezado a candidatear como directoras de alabanza, sin embargo, no puedo evitar hacer una comparación con la modernidad y el pasado, y con ello, recordar a mi padre con himnario en mano dirigiendo esos viejos himnos de mi niñez. Cuando revivo esos bellos instantes me siento más viva, más agradecida y más adoradora que rodeada de miles de cantantes que gritan, bailan y todo lo que hacen lo hacen en el nombre de Dios.
Hay que estar vivo para alabar a Dios. Si en verdad el que entona canciones está vivo espiritualmente, no necesitará que la batería suene fuerte para danzar, no necesitará que alguien le grite que levante las manos, porque el fervor lleno de vida del adorador le hará alzar todos los miembros en signo de gratitud. “De la misma manera, también ustedes considérense muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús.”
¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor! ¡Cuán bueno es cantar salmos a nuestro Dios, cuán agradable y justo es alabarlo! Está escrito: «Tan cierto como que yo vivo —dice el Señor—, ante mí se doblará toda rodilla y toda lengua confesará a Dios.» Sólo los que están vivos alaban a Dios, ¿Estas listo para alabar su Nombre? NO es necesario que esperes al domingo para empezar a adorar, mejor dicho, quizá sea mejor que empieces a ensayar la resurrección de tus sentidos para que cuando llegue el día del Señor y entres a su atrio, nadie tenga que empujarte para cantar, alegrarte ni ser agradecido, ¡Vive, Despierta! ¡Sólo los que están vivos pueden alabar el Nombre de Dios
Martha Vílchez de Bardales