Dígale sí a los grupos pequeños

por Teresa Blowes

El grupo pequeño es un lugar poderoso para crecer y para ver crecer a la iglesia. Pero los buenos resultados no se logran simplemente creando una red de grupos e integrando a cada miembro de la iglesia a uno de ellos.

—Yo estaba bien alejado del Señor, y el último lugar donde iba a ir era la iglesia —cuenta Miguel, estudiante de no sé qué, de 27 años. Mario tenía un grupo de estudio Bíblico en el departamento de al lado, y cada vez que se reunían yo salía a dar una vuelta, porque sabía que me iba a invitar —agregó con una sonrisa. Pero su persistencia me ganó, y empecé a asistir al grupo. Fue allí que tuve un reencuentro con el Señor, y mi vida empezó de nuevo. En ese grupo fui aceptado. Me recibieron, y me cuidaron por un buen tiempo mientras mi vida se iba ordenando. Si no hubiera sido por el afecto y el acompañamiento del grupo, nunca habría vuelto al Señor ni a la iglesia.

Muchos son los testimonios que provienen del ministerio de un grupo pequeño. ¿Por qué son estos grupos tan eficaces? ¿Por qué se ven conversiones y vidas renovadas en ese ambiente?

El ejemplo de la familia

La mayoría de las personas crece en un grupo pequeño: la familia. ¿Por qué es valioso crecer en una buena familia?

Primero, hay personas grandes que pueden proteger a las más chicas. A través de su modelo y consejos las más chicas van aprendiendo a manejarse en el mundo.

En una buena familia existe un ambiente de amor y confianza. Todos experimentan un sentido de seguridad que permite el crecimiento personal sin miedos, y uno puede equivocarse sin el riesgo de ser rechazado. Incluso, los demás pueden reír con uno sin lastimarlo. ¡Aun pelearse con un hermano ayuda al crecimiento!

Además, hay tiempo y espacio para cada uno, y cada persona es igual en importancia. Todos participan en la vida familiar, asumen responsabilidades apropiadas a su edad y sexo, y van creciendo juntos.

El potencial de un grupo pequeño —como una célula casera— es parecido al de la familia. Con la variedad de experiencias, las personalidades se enriquecen mutuamente. En el grupo pequeño, el líder no tiene que saber todo para responder a las necesidades de los miembros. Cada uno lleva consigo una vida de experiencias y aprendizaje que, en conjunto, llega a formar una gran fuente de recursos. En una familia la persona puede recurrir a los abuelos, los padres, los hermanos, los tíos, y aprender mucho. En el grupo pequeño, la variedad puede ser aun más grande.

El grupo pequeño es un lugar idóneo para el discipulado. Al igual que en una familia, cada miembro del grupo tiene un lugar y se siente útil y valorado. Mientras va madurando, se capacita para ejercitar sus dones. Desde la hospitalidad hasta el acompañamiento personal, el servicio, el evangelismo y la enseñanza de la Palabra, el grupo pequeño da lugar al desarrollo del creyente en un ambiente no amenazante.

Por otra parte, vivimos en una época en la que cada persona cree que la búsqueda de respuestas a las preguntas de la vida es un derecho individual. No existe más el mundo donde la autoridad es aceptada porque sí. En la nueva era, cada individuo quiere encontrar el mejor camino para «realizarse» en la vida. Las respuestas no vienen en paquete como antes: la filosofía de hoy dice que cada uno tiene que encontrarlas personalizadas.

El grupo pequeño permite esto. Junto con un número reducido de personas que le demuestran simpatía, cada integrante tiene espacio para expresarse, para preguntar, para buscar sus respuestas. Lo que aprende allí cobra mayor credibilidad, ya que ha sido comprobado por todo un grupo.

Este ambiente de confianza y aceptación es de gran importancia, porque permite que la persona se atreva a expresarse honestamente, incluyendo sus dudas, problemas, y también fracasos. Esto le permite enfrentar y aceptar sus necesidades, y estar dispuesta a recibir corrección, clarificar dudas, dar y recibir perdón. Así se profundiza la comunión y aumenta el crecimiento, tanto del individuo como del «mini-cuerpo», que es el grupo pequeño.

En la iglesia uno puede escuchar un sermón de 45 minutos y, sin embargo, absorber poco. En contraste, en un grupo pequeño bien manejado, todos participan activamente en el aprendizaje, y lo aprendido se fija mucho mejor.

También en un grupo —como en una familia— hay control en cuanto a la aplicación de lo que se va aprendiendo. Se comparten metas, a menudo como motivos de oración, y luego se pregunta acerca del progreso. Si alguien fracasa, el grupo (como padre amoroso) le ayuda a poner metas nuevas y a volver a empezar. Este tipo de contención no se puede dar en las reuniones multitudinarias de la iglesia. El único marco que generalmente existe allí es el de la asistencia, y uno fácilmente puede estar presente sin haber cumplido lo pactado la semana anterior.

El grupo casero tiene también la ventaja de ser menos amenazante para la persona nueva o el creyente alejado del Señor. Un culto en la iglesia puede ser algo tan extraño para alguien que nunca ha asistido, o el estilo tan diferente a lo que está acostumbrado, que no estaría dispuesto a participar. Pero visitar a un amigo o un pariente en su casa —o aun en casa de otro amigo— no es extraño. Y si la reunión le ofrece un ambiente agradable y un estudio interesante y comprensible, va a volver con gusto. Luego, cuando llegue a conocer al Señor y a acostumbrarse a las personas y su subcultura, le va a resultar mucho más fácil asistir al culto en la iglesia.

¿Por qué fallan los grupos?

El grupo pequeño en sí no es una receta mágica de éxito. Estos grupos no son más eficaces en facilitar el crecimiento de sus miembros que otros modos de trabajar en la iglesia. Para que sean efectivos, tienen que existir ciertas condiciones:

1. La meta

Un grupo pequeño tiene que tener una razón de ser. Si una iglesia trabaja con grupos pequeños solamente porque se ha dicho que son muy exitosos, no va a conseguir mucho. Formar un grupo pequeño simplemente porque sí no logra nada.

La meta general de cada grupo es igual a la meta de la iglesia: «…perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo» (Efesios 5:12). La tarea es ganar personas para Cristo y prepararlas para que, a su vez, puedan alcanzar y servir a otros.

Pero un grupo pequeño puede funcionar como una «mamá gallina». En este caso, el que dirige hace todo para sus «pollitos», mimándolos y asegurando que permanezcan dependientes. Esto no cumple con el mandato bíblico. Dios quiere que produzcamos nuevos líderes, personas maduras y capaces que puedan llevar adelante el reino de Dios en la tierra.

Cada grupo debe tener metas específicas, e incluso metas para cada miembro, que deben llevar hacia la meta general.

2. El contenido

Aunque vivimos en la Nueva Era, no somos «nueva eristas». Creemos que la verdad existe, y que ésta ha sido revelada por Dios a través de las Escrituras. Además, creemos que es posible conocer la verdad con la ayuda del Espíritu Santo.

El grupo pequeño cristiano tiene una «base de datos» no negociable. Apunta hacia el aprendizaje de las Escrituras para que las vidas de los miembros cambien conforme a la voluntad de Dios.

En contraste, en los grupos modernos de superación personal los miembros tienen que encontrar las respuestas dentro suyo. Creen que ahí está la revelación de Dios. En consecuencia, esta clase de grupo es muy limitado en cuanto a su poder para transformar vidas.

Los grupos cristianos pueden sufrir las mismas limitaciones si su enfoque y su autoridad no se basan en la Palabra de Dios, cuidadosamente estudiada y aplicada. Reunirse simplemente para apoyo mutuo es válido, pero aun así la base de entendimiento y crecimiento tiene que ser la Biblia. No estamos flotando en un mundo sin límites; estamos contenidos por las fronteras que Dios nos ha dado, y nos toca descubrirlas en su Palabra.

3. La técnica

La manera de trabajar de un grupo pequeño tiene que diferir de la de un grupo masivo. Cuando el líder conduce el estudio bíblico, los resultados no serán mejores que en un culto masivo si predica como si se tratase de un sermón, o presenta una serie de preguntas que hacen que él sea siempre el eje de la conversación.

La idea de trabajar en un grupo pequeño es contener a las personas en un ambiente seguro, con relaciones de profundidad creciente, y liberarlas para que se expresen y descubran por sí mismas lo que Dios quiere decirles en su Palabra.

Entonces, es de gran importancia que el método de trabajo facilite el diálogo abierto, el intercambio de observaciones e ideas, y la introspección franca.

¿Por qué asistir a un grupo pequeño?

El grupo pequeño es un lugar donde toda la congregación puede servir activamente a otros. El servicio no es una opción para unos pocos que tienen dones de liderazgo público, sino que Cristo llamó a todos a amar al prójimo, y esto debe ser el motivo principal por el cual un creyente asiste a un grupo pequeño.

El reino de Dios es «al revés» que este mundo. Dios nos llama a morir para vivir; a dar para recibir; a perder todo para ganar la vida eterna. Tenemos necesidades propias, pero Dios se responsabiliza de satisfacerlas mientras nosotros nos comprometemos a servir a otros. Cada miembro del grupo puede servir a los demás de cinco maneras muy básicas, pero poderosas 1:

1. Asistencia

La asistencia regular al grupo indica un compromiso muy fuerte. Además, entrega un mensaje de amor: «Estar con ustedes para animarlos y aprender juntos es una prioridad muy alta para mí. Ustedes me importan».

Por otro lado, no asistir con regularidad transmite lo siguiente: «Me gusta el grupo, pero no es de mucha importancia para mí, ni tampoco lo son ustedes. Si algo más interesante ocurre o no tengo ganas, no voy».

La asistencia regular comunica un mensaje poderoso, y no requiere ningún talento extraordinario.

2. Preparación

Prepararse bien para el encuentro bíblico es otra manera de amar a los demás. Si me preparo bien, voy a aprender más (eso no hace falta mencionarlo); mis contribuciones van a estar mejor pensadas, y van a animar y edificar mucho más. En cambio, si no me preparo, corro el riesgo de pasar todo el estudio diciendo lo primero que se me ocurre, que puede ser útil o tal vez no.

3. Oración

Cada miembro de un grupo puede orar por los demás. Quizá sea la manera más importante de amar a los otros. Cuesta estar firmes en la oración y batallar por los hermanos, pero significa amar de verdad. No es una obra visible y no vamos a recibir ningún reconocimiento por ella, pero Dios responde y bendice cuando oramos.

4. Apertura

Compartir la vida y la personalidad con otros abre el camino a relaciones sinceras y profundas. Si uno es honesto y abierto, anima a otros (quizá más tímidos) a hacer lo mismo. Por supuesto, esto no significa que tiremos encima del grupo todo nuestro pasado (o presente) problemático. La idea es servir a otros a través de la apertura honesta de nuestra persona.

5. Amor

Todo lo que se hace en un grupo —cada palabra, cada acción— se debe hacer por el bien de los demás. Cada miembro tiene que buscar cómo ser útil al líder y a los demás miembros. Esto puede ser dando apoyo práctico, haciendo una visita, juntándose para orar o, simplemente, llevando algún alimento a la reunión: «Que todo sea hecho para animar y edificar a nuestro prójimo».

Conclusión

El grupo pequeño es un lugar poderoso para crecer y para ver crecer a la iglesia. Pero los buenos resultados no se logran simplemente creando una red de grupos e integrando a cada miembro de la iglesia a uno de ellos.

Los líderes de los grupos tienen que tener muy en cuenta cuál es la meta. Deben tener buen conocimiento de la Palabra de Dios y de cómo enseñarla, y tienen que estar capacitados en el método apropiado para asegurar que el grupo cumpla sus objetivos.

Sin embargo, la tarea no es simplemente de los líderes. La clave de los grupos pequeños es que constituyan un lugar de servicio mutuo, donde cada miembro pueda aprender lo que es la base de la vida cristiana: darse a sí mismo por el bien de los demás. Tenemos el ejemplo de Cristo. Ahora nos toca seguirlo.

1 Cf. How to be in a Small Group, Fellow Workers, Feb-March 1998, Matthias’ Media, Sydney.

Teresa Blowes es australiana y desde1986 trabaja junto con su esposo en el Noreste argentino como obrera de la Asociación Bíblica Universitaria Argentina. Tiene una licenciatura en Asistencia Social, con especialización en terapia de grupos pequeños, y está a punto de publicar una serie de estudios bíblicos para la mujer cristiana.