Dios confunde a tus enemigos

Predicas Cristianas | Mensajes Cristianos

Introducción

Existen muchas batallas en nuestras vidas que jamás fueron ganadas, y quizás batallas que se ganaron pero no eran como queríamos. También existen batallas que jamás queríamos enfrentar y nos cogen de sorpresas y las enfrentamos al paso. En tu diario vivir en este momento estas enfrentando una dura batallas y no sabes cómo actuar. Cuando esto ocurre en nuestras vidas y por todos lados nos atacan los enemigos y lo que es peor no tenemos ningún armamento para enfrentarlo

El rey Josafat estaba viviendo esos momentos (2 Crónicas 20:2,3), sintió temor, Josafat humilló su rostro a Jehová y pregonó un ayuno en toda Judá. El rey no tenía opción, es cuando  nuestro pronto socorro viene de Dios. El temor nace de situación a la cual nunca nos hemos enfrentado. Surge la pregunta ¿Estamos preparados con nuestras fuerza? Definitivamente nada podemos sin Dios, es donde podemos decir todo podemos en Cristo que nos fortalece.

Es batalla no es tuya sido de Jehová (2 Crónicas 20:15) , cuando vivimos confiados en Dios hay batalla que debemos vencer con ayuno y obediencia, porque él tiene la estrategia para combatir con cualquier enemigo, y cuando eso ocurre nuestro Dios nos pone al frente para declarar su nombre.

(2 Crónicas 20:22) cuando comenzamos a declarar y alabar a Jehová, el reino de las tinieblas tiembla porque se ha levantados un adorador en espíritu y en verdad y ese eres Tú. Se pelearán entre sí,  más a ti no te tocaran. Cuando uno pide a Dios, él te dará cosas que ni siquiera has pedido porque él conoce nuestra necesidad, y cuando nos quiere bendecir los termina haciendo por completo.

Conclusión:

No debes luchar esta batalla solo quizás enfermedades, economía, divorcio, drogas y muchas cosas que nos enfrentamos. Siempre Dios está dispuesto cuando tu corazón esté dispuesto a creer en él y él hará las cosas conforme a su voluntad.

1. Lo primero que Dios pidió (Ex. 20:1-7).

El asunto de santificar el nombre de Dios es tan importante que el “Decálogo” (los Diez Mandamientos), lo más grande que se ha escrito para regir la vida moral y espiritual, se asegura que el nombre de Dios aparezca en primer lugar para ser reconocido, pero sobre todo, para que no sea tomado en vano. Dios quiso que su pueblo santificara su nombre desde el mismo comienzo de su formación. ¿Por qué razón? Porque él es muy celoso de su nombre. Desde un principio dijo que no daría su gloria a ningún otro. El primer mandamiento fue dado para que se prohíba la adoración a todo aquello que no sea Dios. Pero siga viendo esto, el segundo mandamiento no permite que se haga una semejanza de él, ni de cualquier cosa, para usarla en la adoración. Mientras que el tercer mandamiento enfáticamente dice: “No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano” (v.7). Así tenemos que la petición: “Santificado sea tu nombre”, expresa la voluntad de Dios y el deseo de todo aquel que ama al Señor. La única razón de usar el nombre de Dios es para adorarlo. Si usted lo usa de otra manera lo está haciendo en vano.

2. Lo primero que Jesús pide.

Note que Jesús no solo se asegura de enseñarnos acerca a quién oramos, sino de la importancia de dignificar su nombre. ¿Cuál nombre debiera ser santificado? Pues el de Dios como Padre. Vea el significado que Jesús le dio a esta oración al pedir que se honrara primero a Dios. Por lo general nuestras oraciones no tienen la precaución de reconocer esta importantísima parte de la llamada “Oración Modelo”. Solemos decir “Padre nuestro”, con lo cual reconocemos nuestra relación íntima y amorosa con Dios, pero nos olvidamos que lo primero que Jesús nos pide es que tomemos en cuenta el nombre de Dios al orar. ¿Qué significa entonces esto para nosotros? Que al momento de hacerlo no nos olvidemos que estamos en presencia del asunto más grande que jamás se haya dicho, y que se espera que quienes tengamos a Dios como Padre, lo honremos así. Que no entremos a pedirle nada a Dios si primero no honramos su nombre. Que Dios mismo santifique su nombre. ¿Cómo explicar esto? Pues es pedirle que él mismo haga que su nombre sea tan valioso en la mente y corazón de cada creyente. Hay muchas cosas que no son santas en nuestras vidas. De allí esta importante petición.

3. Lo primero que debemos hacer nosotros.

El más grande reto que tenemos al orar es definir si voy a concentrar mi oración en mí mismo o centrar mis pensamientos en la declaración “Santificado sea tu nombre”. Cuando esto hago declaro que me estoy inclinando en humildad y reverencia ante el más excelso y sublime ser que existe a quien con confianza llamo ahora “Padre nuestro”. Esto significa que como adorador le doy a mi Dios el primer lugar en mis pensamientos, mis afectos y en toda mi vida. Expreso con esto mi deseo de honrarlo con mis palabras y mis hechos. “Santificado sea tu nombre” tiene una íntima relación con el más grande mandamiento que demanda un amor a Dios de todo corazón, alma y mente (Mt. 22:27). De esta manera, este mandamiento de Jesús me emplaza a decir que todo lo que haga, donde quiera que vaya, las actividades que elija, los hábitos que formo, la música que escucho, las películas que veo; sea que esto lo haga en el cuerpo, en mi alma o en mi mente, debo asegurarme que estoy santificando el nombre de Dios. Si no estoy santificando el nombre de Dios con mis actos, entonces no estoy orando. La única manera de santificar el nombre de Dios es vivir solo para él.

III. CUANDO ORAMOS “SANTIFICADO SEA TU NOMBRE” ESTAMOS HABLANDO DEL PODER QUE REPRESENTA

1. El poderoso nombre de Yahweh.

El nombre para un hebreo tiene que ver con la esencia misma de la persona. Es como si su carácter está estampado en su nombre. Este es el caso del nombre de Dios. Una primera lectura de la Biblia nos muestra a Dios revelando su nombre. Así aparece en Génesis 1:1: “En el principio creo Dios los cielos y la tierra”. El nombre “Elohim”, que es el que se asigna acá para Dios, nos muestra la gloria de ese nombre en toda su creación. Pero sobre todo, ese nombre nos ha sido dado para saber que no hay otro Dios como él. Que es el único y verdadero Dios. Los demás nombres que se le dan a Dios revelan su función. Pero es el nombre Yahweh que revela su naturaleza y su poder. Tan digno fue ese nombre que los copistas que traducían las sagradas Escrituras, cuando tenían que escribir ese nombre, se detenían. Lo primero que hacían era bañarse y cambiarse de ropa para poder escribir esa palabra. Además, el instrumento con que habían escrito antes, lo desechaban por uno nuevo. Tan sagrado era el nombre Yahweh que no lo pronunciaban, por eso usaron la palabra “Adonai”, que significa “Jehová es el Señor”. ¿Por qué cree usted que Jesús pidió que se santificara ese nombre?

2. “Jehová el poderoso en batalla” (Sal. 24:8).

Esta definición, al lado de “Jehová de los ejércitos”, pone de manifiesto que el nombre de Dios ha sido el ancla sobre el cual el pueblo de Dios ha enfrentado y ganado cada batalla. ¿Quién podrá hacerle frente a Dios en una batalla y vencerlo? El faraón pretendió enfrentarlo, pero Dios le envió diez plagas, una por cada dios que poseía, dejando claro que el nombre de Dios, “Jehová el poderoso en batalla”, lo destruyó junto con su poderío. El arrogante faraón tuvo que entender quién era Dios: “Y a la verdad yo te he puesto para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado en toda la tierra” (Ex. 9:16). Es como si Dios le dijera: “Tu sabes que la razón por la estás todavía vivo es para mostrar mi poder y engrandecer mi nombre”. Faraón conoció por qué Dios es “Jehová el poderoso en batalla”. Cuando David se enfrentó al temible Goliat, este le intimidó con su fuerza, tamaño y poderío militar. Pero el joven pastor de ovejas se puso delante de él y lo derrotó. Lo hizo invocando el nombre de “Jehová el poderoso en batalla” (1 Sam. 17:45). Los discípulos levantaron a un paralítico en el nombre de Jesús (Hch. 3:6). El nombre Yahweh está por encima de todo. Este es el nombre que Dios mismo preserva y por eso debe ser santificado en mi vida.

CONCLUSIÓN:

Hemos visto que la petición de Cristo es “santificado sea tu nombre”. Esto dijo por el carácter de su nombre, por la reverencia que encierra su nombre y por el poder que tiene su nombre. ¿Qué implica santificar el nombre de Dios? Significa honrarlo en palabras y en hechos. Pero, ¿cómo lo deshonramos?

Nosotros deshonramos a Dios cuando honramos a Dios de labios, pero mi corazón está lejos de él. Deshonramos su nombre cuando mis acciones pecaminosas son un mal testimonio para que el inconverso hable mal de mi Dios. Otra manera cómo deshonramos el nombre de Dios es cuando le llamamos “Señor, Señor”, pero no hacemos lo que él nos manda. Deshonramos su nombre cuando decimos: “El Señor te dice”, cuando en realidad no ha dicho nada. Jesús también nos dice que si no santificamos su nombre, el resto de la oración no se cumple (Sal. 25:11). Finalmente, no mencione usted el nombre de Dios si no es para adorarlo. ¡Cuidado cuando usa su nombre! ¿Santificamos su nombre en nuestros corazones?

(571) 251-6590

Fuente: www.centraldesermones.com