Dios diseña tus problemas

Predicas Cristianas | Estudios Biblicos

“…Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio…” Hechos 8:4

INTRODUCCIÓN:

¿Sabías que si a una estrella de mar le cortan uno de los brazos le nace otro en su lugar? De hecho, si se corta una estrella de mar, todas las piezas que contengan parte del disco central producen una nueva estrella de mar. Algunos pescadores de ostras descubrieron eso, para sorpresa suya, cuando sus ostreros se infestaron con estrellas de mar. Los pescadores habían cortado las estrellas de mar que atraparon y tiraron los pedazos en el agua otra vez. Pero en vez de destruirlas, en realidad las estaban ayudando a multiplicarse.

Durante siglos, en muchas naciones se ha odiado fieramente a los cristianos y se les ha perseguido.

!Pero la persecución no ha destruido al cristianismo! Incluso bajo las circunstancias más espantosas, no sólo ha sobrevivido, sino que ha florecido.

En el pasaje que nos sirve como base para nuestro sermón vemos como Dios utilizo la persecución para extender el evangelio. Hechos 8:5

Pero en medio de las pruebas y problemas…

I. DIOS NO NOS ABANDONA.

En medio de las pruebas Dios nos promete su auxilio. Los problemas pequeños solo necesitan respuestas pequeñas, pero cuando nos enfrentamos a grandes problemas el Dios tiene la oportunidad de ejercer su gran poder. ¡Si grandes son tus problemas! ¡Más grandes entonces serán las respuestas de Dios! En Ex. 6:6, cuando los Hebreos estaban en grandes pruebas Dios se le apareció a Moisés y le dijo: “Yo soy Jehová y yo os sacaré de debajo de las tareas pesadas de Egipto y os libraré de su servidumbre, y os redimiré con brazo extendido, y con juicios grandes”

Pero Dios conoce nuestros límites…

IL. En 1876, el gobierno británico puso una ley en cuanto a los embarques comerciales marítimos. Esta ley requería que todo barco portara una marca en su arco para indicar cuando un bajel ya había recibido la máxima cantidad de carga permitida para un viaje seguro.

Si la marca estaba bajo el nivel de flotación, entonces se requería que el barco bajará la carga suficiente para traer la marca hasta el nivel de agua.

Esta marca se llamó “La Marca Plimsoll”, nombrada en honor al reformador británico quien fue instrumental en pasar esta ley.

Dios ha puesto una “marca Plimsoll” en cada uno de nosotros. Señala el límite en el cual ya no podemos recibir carga adicional. Dios conoce nuestros límites y no nos permitirá llevar más de lo que podemos aguantar.

A veces somos tentados a cuestionar la habilidad de Dios para leer nuestra “marca Plimsoll,” pero el es fiel para mantenernos flotando, aun cuando sentimos que nuestro barco se hunde.

Dios conoce nuestros límites y no nos permitirá sufrir más más de lo que podamos soportar! El salmista decía: “…tu estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento.” Salmo 23:4 Los creyentes del primer siglo en Jerusalén eran perseguidos severamente, pero eso dio como resultado que se esparcieran por toda Judea y Samaria. Y dondequiera que iban, predicaban la Palabra y muchos más creían. En Hechos 8:4-6 leemos que multitudes respondieron a la predicación de Felipe.

Sí, la Iglesia del Señor Jesucristo, por muy severamente que haya sido perseguida, sigue creciendo. Ni siquiera las fuerzas del infierno mismo pueden vencerla.

“LA SANGRE DE LOS MÁRTIRES ES LA SEMILLA DE LA IGLESIA” Tertuliano

II. DIOS DISEÑA LOS PROBLEMAS.

Dios diseña las pruebas en sus hijos, Él nos conoce, y sabe que es lo mejor para ti y para mi.

IL. Había una pareja que viajaban mucho a Inglaterra para ir de compras en las hermosas tiendas. A ambos les gustaban las antigüedades y los artículos de barro, especialmente las tazas.

Un día en una hermosa y exclusiva boutique, vieron una hermosa taza. El hombre dijo: -“¿Puedo verla? nunca he visto algo tan hermoso.” La mujer se le mostró, pero de repente empezó a hablar: -“Es que usted no entiende,” dijo la taza, “no siempre he sido una taza de te. Hubo un tiempo donde yo era roja y esta en barro. Mi maestro me tomó y me enrolló y me pegó una y otra vez y yo grite: -“-Déjame en paz.’ Pero el solo sonrió y dijo: – “Todavía no.”

-“Luego me pusieron en una rueda que daba vueltas, -dijo la taza- y de repente di vueltas y vueltas, vueltas y vueltas. ‘¡Párale! Me estoy mareando”, grité. Pero el maestro solo dijo: – ‘Todavía no.”

Luego me puso en un horno. Nunca había sentido tanto calor! Yo me preguntaba por qué me quería quemar. Yo grité. Toqué en la puerta. Lo podía ver por la abertura y podía leer sus labios mientras meneaba la cabeza diciendo: – “Todavía no.”

Finalmente la puerta se abrió, me puso en una mesa y me empecé a enfriar. Así, esto es mejor,’ yo dije. Luego tomó una brocha y me pintó por todos lados. Los olores eran horribles. Pensé que iba a vomitar. – ‘Detente! ¡Detente!’ exclamé. El sólo dijo, -“Todavía no.

‘Luego de repente me volvió a meter al horno pero no como el primero. Este estaba dos veces más caliente y yo estaba segura que me asfixiaría. Le rogué. Le pedí. Grité. Lloré. Todo este tiempo lo podía ver por una abertura moviendo su cabeza, diciendo – ‘Todavía no.

“Entonces me di cuenta que no había esperanza. Nunca lo podría lograr. Estaba lista para darme por vencida. Pero la puerta se abrió y me sacó y me puso sobre un estante” Una hora después, me entregó un espejo y dijo – “Mírate” y me miré, y dije, -“Esa no soy yo, no puedo ser yo, es hermosa. “¡Soy hermosa!” -‘Yo quiero que recuerdes entonces,’ me dijo, ‘yo se que duele ser enrollada y golpeada, pero si solo te dejo, te hubieras secado. Yo se que te mareaste cuando te di vueltas en esa rueda, pero si no lo hubiera hecho te hubieras hecho pedazos. Yo se que te dolió y que estaba caliente y desagradable en el horno, pero si no te hubiera puesto ahí, te hubieras estrellado. Se que los olores eran fuertes y cuando te llené de pintura por todos lados, pero si no hubiera hecho esto, nunca te hubieras afirmado. No tendrías color en tu vida, si no te hubiera puesto en ese segundo horno, no hubieras sobrevivido por mucho tiempo porque la firmeza no iba a aguantar. ¡Ahora eres un producto terminado!.

CONCLUSIÓN:

Quizás te encuentres en este momento en una difícil prueba, quizás estés en medio del horno mas caliente de toda tu vida, te invito a que no dudes de Dios, el en este momento de esta a tu lado, quizás te este diciendo: “Todavía no, espera un poquito mas.”

DE DIOS Y PARA DIOS

Consecuentemente con lo anterior, el hombre de Dios sabe que le pertenece a Dios y que existe para la gloria de Dios. Hay muchas cosas que hace, no porque le gusten a sí mismo, sino porque a Dios le agradan. Así también hay muchas cosas que nunca hará, porque sabe que a Dios no le agradan, y él quiere agradar a Dios. Esto desemboca en una necesaria consagración, en una comunión íntima, en un presentarse a Dios como sacrificio vivo cada día. El no sólo viene al Señor para ungirle los pies –cual María– sino también, al igual que ella en otro momento, para quedarse sentado a sus pies, en la más maravillosa contemplación de su gloriosa Persona, admirándole, y oyendo de su boca las palabras de verdad.

Él sabe lo que significa haber sido comprado por gran precio, el no ser ya más suyo, sino de Aquél que lo compró. El sabe que desde el día que ofreció su oreja junto a la puerta y su Amo se la honradó con la lesna, es su siervo para siempre, él y todo lo que tiene (Ex. 21: 2-6). El ha dicho: “Yo amo a mi Señor … no saldré libre.” ¡Qué benditas palabras! Bienaventurado es quien puede decirlas. El ya no quiere ser más libre, (¡libertad aparente y engañosa!), sino que quiere ser “de otro, del que resucitó de los muertos” (Rom.7:4), para una verdadera libertad.

Esto hace que un hombre de Dios sea insobornable y no intimidable. “Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo.” (Gál.1:10). Él conserva su independencia de los hombres, cuando su conciencia se ve amenazada por los que se oponen a la fe: “a los cuales ni por un momento accedimos a someternos, para que la verdad del evangelio permaneciera con vosotros” (Gál.2:5).

DELANTE DE DIOS Y DE LOS HOMBRES

“Y el joven Samuel iba creciendo, y era acepto delante de Dios y delante de los hombres.” (1ª Samuel 2:26). “Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres.” (Lucas 2:52). “Jesús Nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo.” (Lucas 24:19). “Porque el que en esto sirve a Cristo, agrada a Dios, y es aprobado por los hombres.” (Rom.14:18). “… procurando hacer las cosas honradamente, no sólo delante del Señor sino también delante de los hombres.” (2ª Corintios 8:21).

Hay un gran peligro en querer caminar sólo delante de Dios, como también en querer caminar sólo delante de los hombres. Un equilibrio aquí es deseable.

Muchos de los que dicen caminar delante de Dios solamente y no delante de los hombres, supuestamente para agradar a Dios y no agradar a los hombres, siguen un camino individualista, de insujeción. Ellos tienen un gran concepto de sí mismos, y piensan que solos pueden dar las batallas de Dios y abrirse su propio camino. Aún más, ellos quieren hacerse un nombre, por lo que no aceptan el contrapeso que significa la presencia de otros hombres de Dios a su lado, sirviendo juntos. Esta expresión aparentemente tan espiritual de andar delante de Dios y no delante de los hombres, es muchas veces una excusa para seguir el camino del error, y para sembrar mortales herejías. Muchos falsos profetas que han salido por el mundo han tomado este camino.

El otro extremo es tan peligroso como el anterior. Si caminamos delante de los hombres y no delante de Dios, entonces somos hipócritas. Buscar agradar a los hombres sin tomar en cuenta a Dios es un pecado grave en un siervo de Dios. Quien toma por este camino, rápidamente será excluido de la carrera, o bien se transformará en un siervo de los hombres.

El hombres de Dios ha de andar delante de Dios y delante de los hombres.

La Escritura nos dice que el joven Samuel, conforme iba creciendo, era acepto delante de Dios y delante de los hombres. Si Dios acepta a una persona para que le sirva, el pueblo lo sabrá.

El Señor Jesús, siendo todavía un joven, crecía en gracia para con Dios y los hombres. ¿Por qué no delante de Dios solamente? Porque su ministerio lo desarrollaría en favor de los hombres y para los hombres. El amaba a los hombres y eso se demostraba en su divino carácter. El testimonio que dieron acerca de él los dos discípulos que iban a Emaús, aunque insuficiente en otro aspecto, concordaba plenamente con lo que del joven Jesús dice la Escritura, en cuanto a su caminar “delante de Dios y de todo el pueblo.”

Pablo, por su parte, dice que es perfectamente posible agradar a Dios y ser aprobado por los hombres. El se refiere específicamente a cómo uno debe conducirse ante los hermanos débiles en la fe para no ponerles tropiezo. Es necesario, entonces, considerar a los demás, para procurar su edificación. De esta manera, se agrada a Dios y se es aprobado por los hombres.

El mismo Pablo, cuando trata el asunto de la recolección de ofrendas, dice que hay que hacer las cosas honradamente, no sólo delante del Señor, sino también delante de los hombres. Quien anda sinceramente delante de Dios, no tendrá inconveniente en ser examinado por los hombres, ni rehuirá el juicio de los demás; antes bien, buscará ser transparente en todo y ante todos.

Esta expresión de Pablo es perfectamente aplicable a todas las cosas que un hombre de Dios debe atender. Ahora bien, si en algún momento hay conflicto entre agradar a Dios y agradar a los hombres, como aconteció a Pedro ante el Concilio, sabemos cuál es la opción correcta. (Hechos 5:28-29). Pero, nótese que allí el conflicto se daba ante los incrédulos, no ante la iglesia. Normalmente en la iglesia nosotros conocemos la voluntad de Dios, porque ella tiene “la mente de Cristo”.

Nosotros hemos visto que el Señor ha puesto delante de nosotros el camino de la iglesia, y es aquí donde con mayor propiedad nosotros debemos andar delante de Dios y delante de los hombres. Sujetos a la Cabeza, pero también “concertados y unidos” a “todas las coyunturas que se ayudan mutuamente.” La iglesia regula nuestro caminar y nos salva de muchos peligros. Si andamos sólo delante de Dios, menospreciando el cuerpo, la iglesia lo sabrá; y si, por otro lado, estamos buscando agradar a los hombres y no a Dios, la iglesia también lo sabrá.

Así que, hace bien a todo siervo de Dios en este tiempo peligroso andar de esta manera, equilibradamente, delante de Dios y delante de los hombres.

LEAL A LA VERDAD

Los profetas antiguos tuvieron que pagar un alto precio por sostener la verdad de Dios en tiempos de apostasía. Isaías clama: “El derecho se retiró, y la justicia se puso lejos; porque la verdad tropezó en la plaza, y la equidad no pudo venir” (59:14). Jeremías, por su parte, dice: “Esta es la nación que no escuchó la voz de Jehová su Dios, ni admitió corrección; pereció la verdad, y de la boca de ellos fue cortada” (7:28), agregando más adelante: “Hicieron que su lengua lanzara mentira como un arco, y no se fortalecieron para la verdad en la tierra …” (9:3). La sangre justa de muchos de ellos fue el precio de la verdad (Mateo 23:35).

En este tiempo, también la verdad tropieza en cada plaza, y duerme debilitada en el corazón de los que debieran sostenerla. Ella no es popular, antes bien, es resistida. No obstante, y pese a eso, nosotros hemos de ser fieles a la verdad revelada y a la comisión que de Dios hemos recibido. Si otros hombres de Dios tienen otra encomienda, ellos son responsables de lo que han recibido, pero nosotros tendremos que dar cuenta de lo que nosotros hemos recibido. Si tenemos esta revelación, no la despreciemos, sino seamos fieles a la verdad.

“Compra la verdad y no la vendas”, dice el Espíritu Santo en Proverbios 23:23. Nosotros vivimos una época de consensos, de negociaciones. Una época en que están los dos extremos del mundo dándose la mano, como nunca antes imaginamos que podría llegar a ocurrir. Los principios más venerados por las generaciones pasadas, caen rendidos ante los intereses comerciales. Las ideologías de ultranza han cedido el paso al pragmatismo y al utilitarismo. Hay variadas formas de relativismo en todas las esferas de la vida contemporánea. Los principios y valores por los cuales en otras generaciones se ofrecieron muchas vidas humanas, ahora provocan, a lo más, una sonrisa en muchos labios.

La verdad se compra, pero no se vende. Hay que pagar un alto precio por ella. No pensemos que la verdad es gratis, como muchas cosas que se ofrecen hoy a precio de ganga. Hoy casi todo se puede comprar a precio de liquidación. La verdad, en cambio, posee un alto precio, y no se rebaja por nada. Quien la ha comprado –si es que de verdad ha podido dar el precio que ella tiene– de seguro que no procurará venderla. No hay liquidaciones de la verdad.

La verdad tiene, además, la cualidad de separar a los hombres, de dividirlos. Simeón dijo a María, la madre del Señor, estas proféticas palabras: “He aquí éste (el Señor) está puesto para caída y levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha …, para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones” (Lucas 2:34-35). Esto significa que, por causa del Señor, unos iban a caer y otros iban a ser levantados. Los pensamientos ocultos de muchos corazones iban a ser puestos a la luz. Juan dice: “Hubo disensión entre la gente a causa de él” (7:43) y aún de los fariseos dice: “Y había disensión entre ellos.” (Juan 9:16). ¿Cuál es la causa de esta disensión? El Señor Jesús es la Verdad, y la verdad separa a los hombres. Los que hacen lo malo, rehúyen la verdad; los que practican la verdad, la aman y se gozan en su luz. El mismo Señor dijo: “¿Pensáis que he venido para dar paz en la tierra? Os digo, No, sino disensión” (Lucas 12:51); “No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada” (Mateo 10:34). No nos sorprendamos de que la verdad produzca ante nosotros estos efectos. Ante el Señor los produjo, ante Pablo también (Hechos 14:4), y es así ante todo aquel que la predica.

Con todo, la verdad es un imperativo para un hombre de Dios. Si la considera sólo como una opción entre otras varias, está perdido como atalaya. (Ezeq. 3:16-21). Por eso muchos de los hombres que fueron usados por Dios en otras épocas parecieron muchas veces rudos. (Ver 2ª Cor.11:6). Ellos denunciaron y atacaron el pecado. Hicieron directamente responsables a sus propias generaciones por los males de su época. Cuando blandían la Palabra de Dios no buscaban agradar a los hombres, sino derribar con ella todos los ídolos que se alzaban contra el testimonio de Dios. Hoy tenemos este imperativo tocando nuestro oído y nuestro corazón. Permita el Señor que lo obedezcamos.

ACEPTA LA CRUZ

Cuando se toca íntimamente el “yo”, entonces se revela lo que de verdad hay en el corazón del hombre. Dios encuentra muchas maneras de tocarnos en nuestro ser anímico, para ir quebrantando nuestras fortalezas, de modo que podamos llegar a ser instrumentos útiles a Dios. Como Dios no nos obliga a aceptar la operación de la cruz sobre nosotros mismos, hemos de ver que esta es nuestra responsabilidad.

Lo primero que ocurre con uno que ha aceptado la operación de la cruz sobre su alma es reconocer su propia pequeñez. Como Pablo, no tiene inconveniente en afirmar: “Soy menos que el más pequeño de todos los santos” (Efesios 3:8). Y si se ve así, entonces puede actuar en consecuencia. ¿Reclamará para sí una cierta posición? ¿Luchará por establecer un liderazgo? ¿Tendrá una excelente opinión de sí mismo en desmedro de los demás? Tales cosas son erradicadas definitivamente de uno que se ve a sí mismo como “menos que el más pequeño de todos los santos”.

Un hombre de Dios reconoce la peligrosidad de la carne en el servicio de Dios. Es uno que no juega con ella, sino que la descalifica tenazmente. Y no sólo reconoce la peligrosidad de la carne, en general, sino de su propia carne, en particular. Él puede afirmar sin ambages: “¡Cuidado, hermanos, mi carne es peligrosa; poned resguardos!” Entonces se cuidará y desconfiará de ella, lo mismo que de la de los demás. Como no hay nada bueno en sí mismo, no osará predicarse a sí mismo, ni exhibir sus propios méritos. Predicará, con todas las fuerzas de que es capaz, a Cristo y sólo a Cristo y su bendita Palabra. Acepta gustoso su propia muerte para que otros vivan: no reclamará por la posición que el Señor le ha asignado, con tal de que ello redunde en gloria para su Señor.

Muchos siervos han caído porque se envanecieron con sus dones. Se vieron a sí mismos tan perfectos, tan llenos de virtudes, tan capacitados, que llegaron a amarse superlativamente a sí mismos. Ellos pensaron que eran favoritos de Dios y que El podía excusarles su cada vez mayor engreimiento. Llegaron a pensar que Dios tenía estándares especiales para tratar con ellos, y que las demandas para ellos eran menores que para los demás. Se autodenominaron “ungidos” (y si no, al menos se lo creyeron en su fuero íntimo), y se pusieron por encima de los demás. Crearon en torno de sí mismos todo un movimiento que desplazó al Señor del centro. Ellos produjeron una nueva división en el cuerpo de Cristo y arrastraron tras sí a muchos incautos, incapaces de ver la verdad más allá de las palabras de su profeta. Ha habido en la cristiandad muchos hombres de Dios grandemente dotados que, sin embargo, han causado graves tropiezos al pueblo de Dios y han traído deshonra al testimonio de Dios.

Por eso Dios está recuperando la revelación del cuerpo de Cristo. En la iglesia no hay súper cristianos que tengan una luz propia, sino que hay muchos miembros sujetos unos a otros. No está la riqueza deslumbrante de unos pocos, sino la consistente riqueza del cuerpo, con sus variados dones y ministerios. Más que los dones carismáticos dados a unos pocos, son los muchos hombres-dones dados a la iglesia los que hacen la riqueza del cuerpo.

El camino es, entonces, no el del individualismo, sino el de la sujeción. ¡Cuántas lecciones hay que recibir, sin embargo, cuánto tiempo suele pasar antes de aprender el camino del cuerpo, y dejar de lado el individualismo! Este es un problema de fondo. El hombre de Dios ha de llegar a ver que todo acto independiente es pecado. La independencia, como la rebeldía y la obstinación, son consecuencias de un “yo” todavía entronizado en el corazón.

Hemos de destronar al yo de nuestro corazón, porque todos los males y pecados son una consecuencia de ello. El orgullo no es sino una exaltación del yo; los celos no son sino el temor del yo a ser sustituido; la rivalidad es la lucha del yo por superar a otros; el enojo es la reacción del yo ante el sufrimiento; el adulterio es la obediencia del yo a las pasiones y concupiscencias; la cobardía es el cuidado del yo en su debilidad.

DISCERNIMIENTO ESPIRITUAL

La mejor descripción de nuestros tiempos la hace el apóstol Pablo en 2ª Tim.3:1: “También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos.” Los postreros días son los nuestros; su característica: peligrosos. Ya en los días de Pablo se veían venir, por lo cual dice a los ancianos de Efeso, en su despedida: “Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos (Hechos 20:29-30). Aunque Pablo estaba con ellos, y les miraba cara a cara en ese momento, parece que ni él mismo podía haber evitado que tal cosa sucediera. Lo único que podía hacer era advertirles.

El signo de los tiempos que vivimos es la apostasía y la confusión. Esto está muy bien descrito en las palabras del Señor de Mateo 24, y en las últimas epístolas del Nuevo Testamento.

“Respondiendo Jesús les dijo: Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán” (Mateo 24:4-5); “Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán. Y muchos falsos profetas se levantarán y engañarán a muchos; y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará” (Mateo 24: 10-12). “Entonces, si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo, o mirad, allí está, no lo creáis. Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos. Ya os lo he dicho antes” (Mateo 24: 23-25).

La palabra “Cristo” significa “ungido”. Hoy no oímos a muchos decir que ellos sean el Cristo (tal cosa sería demasiado ingenua y a pocos podría engañar), pero sí hay algunos que se autoproclaman “ungidos”, que es lo mismo. Estos “ungidos” son los que se arrogan la exclusividad de la unción, que se creen únicos en su género, escogidos para una misión especial, que nadie más podría desarrollar. Un “ungido” de esta clase se considera a sí mismo superior a los demás. Si él es “el ungido”, entonces los demás no lo son. Pero nosotros sabemos, en cambio, a la luz de las Escrituras, que uno sólo es el Cristo (es decir, el Ungido), el Señor Jesús; y lo es, no porque se haya autoproclamado como tal, sino porque “Dios le ha hecho Señor y Cristo”. (Hech. 2:36). Todos los demás, declarados o encubiertos, son “falsos Cristos”.

“Porque debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios … ingratos … implacables … calumniadores, intemperantes, crueles … traidores … infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita … éstos resisten a la verdad; hombres corruptos de entendimiento, réprobos en cuanto a la fe … mas los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados” (2ª Tim.3:1-5,8,13).

He aquí una galería de engañadores, un amplio repertorio de caracteres maleados por el pecado. Ellos no están lejos de los verdaderos hijos de Dios, están muy cerca, ellos tienen “apariencia de piedad”, pero no la practican. Parece que son, pero no lo son. Uno podría pensar que son luces algo opacas, simplemente; pero no: ¡son tinieblas blanqueadas!. Esto es lo que hace necesario tener discernimiento. Si las cosas se mostraran en extremos de blanco y negro sería fácil distinguirlas, pero la dificultad está en que se muestran (más bien, se esconden) con matices muy sutiles, distinguibles sólo a quienes tienen los ojos ungidos con colirio. Es necesario tener una mirada espiritual penetrante para poder ver más allá del ropaje externo. Estos engañadores son los “que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces” (Mateo 7:15).

“… Habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras … y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado, y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas … andan en concupiscencia e inmundicia, y desprecian el señorío. Atrevidos y contumaces … tienen por delicia el gozar de los deleites cada día … aun mientras comen con vosotros, se recrean en sus errores. Tienen los ojos llenos de adulterio, no se sacian de pecar, seducen a las almas inconstantes, tienen el corazón habituado a la codicia, y son hijos de maldición. Han dejado el camino recto, y se han extraviado siguiendo el camino de Balaam … el cual amó el premio de la maldad, y fue reprendido por su iniquidad … hablando cosas infladas y vanas, seducen con concupiscencia de la carne y disoluciones a los que verdaderamente habían huido de los que viven en error” (2ª Pedro 2:1-3,10,13-16,18).

Estos son los falsos maestros de este tiempo. Ellos tienen un discurso atractivo, una moral muy abierta, tienen criterios muy amplios, son relativos y ambiguos. Ellos no molestan a los pecadores con un llamado al arrepentimiento. Estos falsos maestros viven en deleites, aman el dinero, siguen los deseos de la carne, porque nunca han aceptado la operación de la cruz sobre su alma. Y lamentablemente, muchos otros, que andan también tras sus propios deseos, caerán en sus redes para juicio y destrucción. En cambio, los que aman al Señor y quieren hacer su voluntad, escaparán.

LA LECCIÓN DEL VIEJO PROFETA Y EL VARÓN DE DIOS

Respecto a la necesidad de discernimiento espiritual, tenemos en 1 Reyes capítulo 13 un relato que lo ilustra muy bien.

En el tiempo de los reyes de Israel, Dios envió un profeta a Bet-el con un mensaje para el rey Jeroboam, y le instruyó de que apenas diera el mensaje al rey, regresara de inmediato, por otro camino. Había en Bet-el un viejo profeta que, al informarse de lo ocurrido con el varón de Dios ante el rey, salió tras él y lo alcanzó, diciéndole: “Ven conmigo a casa y come pan”. El varón de Dios le explicó que no lo podía hacer por causa de las instrucciones que Dios le había dado. Entonces el viejo profeta le dijo, mintiéndole: “Yo también soy profeta como tú, y un ángel me ha hablado por palabra de Jehová, diciendo: Tráele contigo a tu casa, para que coma pan y beba agua.” El varón de Dios volvió con él, y mientras comían a la mesa, el viejo profeta le dijo de parte de Dios que, por cuanto había sido rebelde a su mandato, no entraría su cuerpo en el sepulcro de sus padres. En el regreso, le topó un león en el camino y le mató. Ante el estupor de los que pasaban por el camino, el viejo profeta les decía: “El varón de Dios es, que fue rebelde al mandato de Jehová; por tanto, Jehová le ha entregado al león, que le ha quebrantado y matado, conforme a la palabra de Jehová que él dijo.”

Este es un caso ejemplarizador, que hemos de atender con diligencia. El calificativo “viejo” en la expresión “viejo profeta” no se refiere tanto a la edad, cuanto a su carácter marchito, sin vida. En alguna época pasada él fue profeta; ahora es sólo un viejo profeta. Sin embargo, él presume que todavía lo es, y conserva la fraseología espiritual, (“un ángel me ha hablado por palabra de Jehová”) de tal manera que puede engañar a un profeta incauto. En el viejo profeta, el Espíritu ha sido reemplazado por la mente, porque ha perdido la comunión con Dios. Permanece en él la forma externa, tal vez lo imperioso de su voz, algún ademán solemne, unos gestos estudiados para producir un determinado efecto. Seguramente él dio en el pasado algunos mensajes de parte de Dios, pero fue apartándose del camino recto y amando la maldad. Los pecados se fueron amontonando y, al no ser confesados, cauterizaron su conciencia, llevándolo a naufragar en cuanto a la fe.

Ahora el viejo profeta siente envidia del varón de Dios, quien ha dado demostraciones de poder de Dios ante el rey. Y entonces corre tras él para provocar su caída. Le miente con tal perfección que lo que no logró el rey –hacerle comer y beber– lo logra él. ¿Cómo lo hace? El usurpa el nombre de Dios y la investidura de un profeta de Dios para mentir. El ademán solemne de quien habla de parte de Dios, se transformó para aquel varón de Dios sin discernimiento, en su tumba. Dios no le habló por el viejo profeta. Dios le había hablado claramente antes de que el varón de Dios fuese al rey. Por eso, Dios le castiga utilizando al mismo viejo profeta que ha causado su ruina. Su desobediencia debía ser ejemplarmente castigada, para nuestra enseñanza.

En nuestros días abundan viejos profetas. ¡Oh, qué dolor causan en el cuerpo de Cristo! ¡Dios les impida a ellos seguir engañando, y a nosotros nos libre de caer en sus manos! ¡Que el Señor tenga misericordia de unos y otros!

Esto nos enseña que un hombre de Dios no vale hoy por lo que fue, sino por lo que es. Dios habla a través de los ductos que están limpios. No importa cuánto historial tenga un vaso, si hoy no está limpio, Dios no lo podrá usar (2ª Tim.2:21). Dios no ha adquirido ningún compromiso con sus profetas, en cuanto a utilizarlos de por vida, ni menos, incondicionalmente. El servicio de un profeta está siempre condicionado por su obediencia y su santidad. ¡Oh, cristianos, temamos delante de Dios, porque El lleva las cuentas muy cortas con los que le sirven!

LA BATALLA POR LA FE

“… Me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos. Porque algunos hombres han entrado encubiertamente … convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios … rechazan la autoridad … Estos son murmuradores, querellosos, que andan según sus propios deseos, cuya boca habla cosas infladas, adulando a las personas para sacar provecho” (Judas 3,4,8,16).

Aquí hay un llamado a dar la batalla en defensa de la fe. Han entrado hombres perversos que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios. Esto es el cumplimiento de lo que Pablo veía venir y de lo cual advierte a los gálatas: “No uséis la libertad como ocasión para la carne” (5:13). Estos son los que cínicamente tergiversaban la enseñanza de Pablo, diciendo: “Hagamos males para que vengan bienes”. Es decir: “Pequemos para que, abundando el pecado, la gracia sobreabunde.” (Ver Romanos 3:8 y 5:20). Hoy en día, esta doctrina está en el corazón de muchos que en el pasado conocieron la gracia de Dios. Ellos recibieron la verdad y se apartaron del pecado, pero después volvieron a caer en las mismas cosas de las cuales habían huido, porque amaron el pecado. En estos se cumplen aquellas terribles sentencias de 2ª Ped.2:20-22, dolorosas, incluso, de reproducir: “Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero. Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado. Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno.”

No hay cosa más dolorosa que ver a los que un día recibieron la gracia y profesaron la fe bendita del Hijo de Dios, volver a sus antiguos pecados, como si nunca la verdad les hubiera resplandecido. Estas cosas nos deben tener siempre alertas, advertidos de lo peligrosos que son estos tiempos, para conducirnos en temor todo el tiempo de nuestra peregrinación. Que el Señor nos ayude. Amén.