Dios inmutable
por Christopher Shaw
El compromiso de Dios permanece igual aún cuando las circunstancias cambian
Versículo: Hebreos 6:16-17
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6:16 Los *seres humanos juran por alguien superior a ellos mismos, y el juramento, al confirmar lo que se ha dicho, pone punto final a toda discusión. 6:17 Por eso Dios, queriendo demostrar claramente a los herederos de la promesa que su propósito es inmutable, la confirmó con un juramento.
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Vivimos en un mundo donde la palabra de una persona está grandemente desvalorizada. Los políticos descartan sus promesas ni bien consiguen una victoria electoral. Las empresas prometen un servicio para endulzar el oído de sus clientes, aunque no tienen intención de brindarlo. Las publicidades ofrecen resultados fantásticos para sus productos, aunque la gran mayoría está basada en groseras distorsiones. Los amigos prometen su apoyo, pero desaparecen cuando las cosas se ponen complicadas. En este entorno de incumplimiento es natural que reine la desconfianza y el escepticismo. No obstante, en los tiempos bíblicos la desconfianza se disipaba con un juramento que, como señala el autor, ponía fin a todo argumento. El juramento poseía el peso de un acuerdo sellado por un juez. Resultaba inconcebible que la persona que había pronunciado un juramento no cumpliera con su compromiso. De allí que nos encontramos con la trágica historia de Jefté, que había jurado que si el Señor le concedía la victoria ante los amonitas, entregaría en holocausto a la primera persona que saliera a recibirlo cuando llegara a su casa. Tan sagrado era el juramento que acabó sacrificando a su propia hija (Jueces 11.34). Dios decide ignorar el insulto que representa dudar de su integridad.El Señor entiende que el juramento es algo que surge en un entorno de engaño y mentiras. Es la forma que ha encontrado el hombre de resolver la perfidia de aquellos con quien tiene disputas. No obstante, el Señor en su gran amor por nosotros, entiende el entorno en que vivimos y decide, como señala Kenneth Wuest en su estudio del Nuevo Testamento, ignorar el insulto que significa que dudemos de su integridad. Se ubica a nuestra altura y emplea el método que nosotros mismos hemos elaborado para asegurarnos la confiabilidad de una promesa: el juramento. El Señor lo respalda ofreciéndose a sí mismo como garantía. El autor de Hebreos declara que estas dos realidades son inmutables. La palabra «metathetmenos» se empleaba para describir a una persona que se cambiaba de bandos, que se vendía a otros, que se ubicaba en el lugar más conveniente según las circunstancias. Antepone la letra «a» a este término, indicando que Dios no es alguien que cambia según las circunstancias, sus sentimientos, la conveniencia del momento o los caprichos constantes de los hombres. Es decir, el juramento, que es inalterable, está respaldado por el carácter de Uno que es inmutable. Por lo siglos de los siglos actuará de la misma manera, conforme a los principios que él mismo ha establecido para la vida. La magnitud de la garantía con que contamos es equivalente a estar amarrados al monte Everest en medio de un feroz huracán. Ninguna tormenta, por más violenta que sea, posee el poder de mover semejante masa de roca. Dudar de la Palabra del Señor es creer que, en realidad, un fuerte viento puede llevar a que el monte Everest acabe siendo arrastrado hasta Inglaterra o a algún otro punto lejano de Nepal, donde hoy se levanta majestuoso e imponente.
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