¡Dios mío!, ¿cómo crío a mis hijos?, Parte I
por Wayne Mack
Para muchos matrimonios el área de mayor conflicto son los hijos. Cuando en algunos los hijos son el factor unificador en otros son el elemento que provoca mayores desacuerdos. Esta serie trata las áreas importantes donde la unidad puede ser afianzada u obstaculizada. El tema se ha diviso en cinco artículos, este primero presenta los principios bíblicos para unificar los criterios entre los padres. Además, el Dr. Wayne Mack, en el último artículo, ofrece treinta y cuatro sugerencias prácticas y específicas que le servirán de guía.
¡Pongámonos de acuerdo!
La fuerza que une o separa
Aunque parezca extraño el mismo sol produce reacciones diferentes y aun opuestas sobre diferentes substancias. Por ejemplo, endurece la arcilla pero derrite el hielo; promueve la salud en los seres humanos pero mata a los gérmenes; broncea o quema nuestra piel pero blanquea la tela blanca. Por extraño que parezca, el mismo principio se puede aplicar a los hijos. Los hijos pueden ser una fuerza magnética que une al matrimonio o un obstáculo que los separa.
Al realizar investigaciones para este artículo entrevisté a diferentes cristianos con el fin de descubrir cuáles factores promovían la unidad matrimonial y cuáles lo impedían. Al poco tiempo era evidente que los mismos factores que promovían la unidad a veces eran los que causaban las más grandes fricciones y conflictos.
Varios mencionaron a los hijos como uno de los factores más importantes para la unidad en su matrimonio. Otros indicaban que tenían más desacuerdos serios en cuanto a los hijos que sobre cualquier otro tema. De hecho, un hombre me dijo que el único tema sobre el cual él y su esposa discutían era el de los hijos. Dijo: «Nos llevamos maravillosamente bien en casi todo, pero en cuanto a los hijos a menudo ella tiene sus ideas y yo las mías.»
Para aquellos que no tienen hijos puede sorprenderles el hecho de que estos sean un área de conflicto para las parejas. Sin embargo, es algo muy común.
En primer lugar, es posible que no estén de acuerdo en si deben tener hijos o no. Tal vez él desea tener hijos y ella no. Quizá ella no quiere sentirse limitada o atada por la atención de hijos o no desea sufrir el dolor del parto.
O pueden tener diferentes ideas sobre cuándo tener hijos. Quizá él quiera posponer la paternidad hasta que tenga más dinero en el banco o un mejor empleo. Ella puede desear hijos enseguida porque sus amigas ya los tienen o porque no se sentirá realizada hasta que tenga al menos uno.
Es más, quizá no estén de acuerdo en cuántos hijos deban tener. Quizá él quiera una «camada» y hable acerca de tener su propio equipo de fútbol. Puede que ella diga: «Nada de eso. Amo a los niños pero soy yo la que tiene que darlos a luz, alimentarlos, cambiarles los pañales, cocinar, lavar, y limpiar para ellos. Sólo quiero dos o tres.»
Probablemente los más grandes conflictos que surgen sobre los hijos sean sobre la forma en que deben criarse. En mi experiencia, esta es el área donde ocurren la mayoría de la peleas. En comparación con las diferencias de opinión sobre la crianza de los hijos, todos los otros desacuerdos son muy insignificantes. Quizá él considere que la vara deba utilizarse con frecuencia y con fuerza. Ella en cambio puede pensar que el uso de la vara es brutal, cruel, y hasta salvaje. Él puede considerar que el hijo debe tener poca libertad. Quizá crea que el hijo debe aprender a respetar la autoridad, que necesita orden y estructuras, que debe aprender a controlarse desde su infancia. Por el contrario, puede que ella tenga temor de frustrar la creatividad e iniciativa del niño. Ella cree en la necesidad de disciplinarlo pero sin reprimirlo o inhibirlo. Quizá él haya tomado una posición acerca de las tareas y responsabilidades. En su opinión, los hijos deben aprender a compartir la carga, a ganar algo con el sudor de su propia frente, a servir a los demás desde una edad temprana. Ella considera que los niños deben solo jugar ya que tendrán el resto de sus vidas para trabajar. Además, es más fácil hacer las tareas uno mismo que ellos las hagan. Sus padres jamás la obligaron a realizar trabajos y ella no tuvo problemas después.
Causas de las diferencias
Podría seguir mencionando posibles diferencias de opinión sobre cómo criar a los hijos. Sin embargo, estas son suficientes para ilustrar la realidad y la naturaleza de algunos desacuerdos en cuanto a la crianza de los hijos.
Estoy convencido que muchos maridos y esposas, aun los cristianos, chocan porque no tienen ninguna filosofía básica acerca de los hijos. Si uno les pregunta: «¿Cuál es su filosofía básica sobre sus hijos?», responden: «¿Filosofía básica? ¿Y eso qué es?». La realidad es que nunca se han planteado esto: ¿Por qué queremos hijos? ¿Cuáles debieran ser nuestras metas para nuestros hijos? ¿Cuáles son las responsabilidades de nuestros hijos? ¿Cómo debemos criarlos? ¿Por qué actuamos de cierta forma con respecto a nuestros hijos?
No tienen metas, planes, estrategias o normas para guiarse en la crianza de sus hijos. Disparan para cualquier lado. El marido obra según su criterio y la esposa en base a lo que ella considera mejor. Y lo hacen así porque así lo sienten, o porque sus padres actuaron de esa manera. No saben por qué hacen lo que hacen. No saben lo que tratan de lograr y no es de sorprenderse que tengan conflictos. Muchos matrimonios cristianos podrían eliminar los conflictos más graves si en verdad tomaran a la Biblia como la autoridad final en cuanto a la crianza de sus hijos.
La Biblia: unificadora de criterios
Dios, que es nuestro Creador y el de nuestros hijos, el que todo lo sabe, que conoce el fin desde el principio, nos ha dado en su Palabra claras directivas en cuanto a nuestras responsabilidades como padres. En su Palabra nos ha dado una filosofía básica para la crianza de los hijos. En las Escrituras nos ha delineado las metas, los planes, las estrategias y las normas con las que debemos guiarnos para criar a nuestros hijos. No es necesario trabajar a oscuras, ni andar a los tumbos; no es necesario apoyarnos en nuestra propia prudencia o la de otros hombres que se pueden equivocar en este asunto.
Tenemos la perfecta Palabra de Dios que responde a todas nuestras dudas, pone fin a nuestras disputas y nos guía. Los matrimonios que estén dispuestos a tomar la Palabra como su autoridad final en cuanto a la crianza de sus hijos, y no sus propias ideas, sentimientos u opiniones, pueden solucionar sus conflictos, desacuerdos, o diferencias.
En mi experiencia personal, uno de los versículos más profundos, amplios, instructivos y de apoyo en toda la Biblia sobre el tema de los hijos es Efesios 6.4. En este versículo Dios dice: «Padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor.»
Aquí, en forma resumida, Dios presenta un programa muy amplio acerca de una filosofía básica para la crianza de los hijos. Habla sobre lo que no o sí se debe hacer y sobre cuáles deben ser nuestras metas, planes, estrategias, métodos y normas.
Sugiero que si ambos cónyuges comprenden mutua y completamente los principios de este versículo y los aplican a la crianza de sus hijos, serán buenos padres. Y lo que es más, serán padres unidos. En los tres artículos que siguen de la serie se estudia este versículo.
Consulte los artículos de la serie:
- Parte II: No es solo para uno, ¡es para los dos!
- Parte III: Una tarea con una meta
- Parte IV: Una sola estrategia
- Parte V: ¡Manos a la obra!
Tomado y adaptado del libro Fortaleciendo el matrimonio, Wayne Mack, Ediciones Hebrón – Desarrollo Cristiano.