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Dioses rivales

Dioses rivales

por Tim Keller

La idolatría no sólo representa la falta de obediencia a Dios, sino también la entrega del corazón entero a algo que no es Dios.

La raíz del pecado Es imposible comprender nuestro corazón o nuestra cultura si no discernimos a los dioses falsos que los influencian. En Romanos 1:21-25, San Pablo muestra que la idolatría no solo es un pecado practicado por muchos, sino que también expone lo que básicamente anda mal en el corazón humano: «A pesar de haber conocido a Dios, no lo glorificaron como a Dios ni le dieron gracias… Cambiaron la verdad de Dios por la mentira, adorando y sirviendo a los seres creados antes que al Creador» (Romanos 1:21 y 25). Pablo presenta una larga lista de pecados que producen miseria y maldad en el mundo, pero todos ellos se fundamentan en lo mismo: la tendencia inexorable de las personas de «crear dioses». En otras palabras, la idolatría es siempre el motivo por el cual realizamos algo malo. Nadie llegó a comprender esto mejor que Martín Lutero. En su Catecismo Mayor (1.528) y también en su Tratado sobre las buenas obras, escribió que los Diez Mandamientos comienzan con un mandamiento en contra de la idolatría. ¿Por qué aparece de primero en el orden? Porque él sostenía que la motivación principal para quebrantar la ley es la idolatría. Nunca rompemos ningún otro mandamiento sin antes haber incumplido con el primero. ¿Por qué siempre fallamos a la hora de amar, de cumplir una promesa o de vivir desinteresadamente? ¿Por qué siempre fallamos a la hora de amar, de cumplir una promesa o de vivir desinteresadamente? Por supuesto, la respuesta general es: «porque somos débiles y pecadores»; pero la respuesta específica en cualquier circunstancia es que, para ser felices, sentimos la necesidad de algo que es más importante para nuestro corazón que Dios mismo. No mentiríamos a menos que primero nos decidiéramos por algo (aprobación de otros, reputación, poder sobre otros, ventajas financieras) que resultara más importante y valioso para nuestro corazón que la gracia y el favor de Dios. El secreto para alcanzar el cambio es, en todo momento, identificar y desmantelar de raíz a los ídolos del corazón. Los ídolos de la cultura También resulta imposible entender una cultura sin antes discernir sus ídolos. Los filósofos judíos Halbertal y Margalit dejaron en claro que la idolatría no es simplemente una adoración ritual, sino un estilo de vida basado en convertir determinados valores finitos y las cosas creadas en dioses absolutos. En la Biblia, por lo tanto, apartarse de los ídolos siempre implica un rechazo de la cultura que produce los ídolos. Dios le ordena al pueblo de Israel no solo que rechace a los dioses de otras naciones; también les manda que «no imiten sus prácticas» (Éxodo 23:24). No existe forma de cuestionar a los ídolos sin una previa crítica cultural, y no existe manera de procurar la crítica cultural sin antes haber discernido y desafiado a sus ídolos. Un buen ejemplo de ello es la predicación de Pablo en Atenas (Hechos 17) y Éfeso (Hechos 19). Pablo desafió a los dioses de la ciudad de Éfeso (Hechos 19:26). Esto llevó a una alteración tan importante en los patrones de gastos de los nuevos convertidos que modificó la economía local. A su vez, tal transformación desencadenó un motín liderado por los comerciantes locales. Algunos observadores contemporáneos han señalado con frecuencia que los cristianos modernos son tan materialistas como todas las demás personas en nuestra cultura. ¿Podría ser que esto ocurra debido a que nuestra predicación del evangelio no incluye, como incluía la de San Pablo, la identificación de los dioses falsos de nuestra cultura? Identificar los ídolos No estoy cuestionando si poseemos o no dioses rivales. Doy por sentado que todos los poseemos; están ocultos en cada uno de nosotros. La pregunta es: ¿Qué podemos hacer al respecto? ¿Cómo llegar a alcanzar una visión más clara en lugar de permanecer bajo su influencia falsa? ¿Cómo conseguir librarnos de nuestros ídolos de manera que seamos capaces de tomar decisiones acertadas, sabias para nosotros y para la gente que nos rodea? ¿Cómo lograr discernir nuestros ídolos? Una manera de conseguirlo requiere que nos fijemos en nuestra imaginación. El arzobispo William Temple comentó una vez: «Tu religión es lo que haces con tu soledad». En otras palabras, el verdadero dios de nuestro corazón es aquello hacia dónde dirigimos los pensamientos naturales cuando no existe nada más que demande nuestra atención. ¿Con qué nos gusta soñar? ¿En qué ocupamos la mente cuando no encontramos nada más en qué pensar? ¿Desarrollamos escenarios potenciales para crecer profesionalmente? ¿O pensamos en bienes materiales, tales como una casa de ensueño? ¿O en una relación con una persona en particular? Uno o dos sueños diarios no indican idolatría. Preguntémonos más bien, ¿en lo más íntimo de nuestro corazón, hacia qué enfocamos nuestra mente a diario para sentir alegría y consuelo? Otra manera de discernir el verdadero amor del corazón es observar cómo gastamos el dinero. Jesús dijo: «Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón». (Mateo 6:21) El dinero fluye sin esfuerzo hacia aquello que más amamos en nuestro corazón. De hecho, la muestra de que seguimos un ídolo es cuando gastamos demasiado dinero en algo, y debemos tratar de ejercer constante dominio propio para evitarlo. Como escribió San Pablo, si Dios y su gracia son lo que más amamos en este mundo, ofrendaremos dinero al ministerio, a la caridad y a los pobres en cantidades asombrosas (2 Corintios 8:7-9). La mayoría de nosotros, sin embargo, tendemos a gastar de más en ropa, en nuestros hijos o en símbolos de estatus, tales como casas y automóviles. Estos gastos revelan nuestros ídolos. Una tercera forma de discernir los ídolos funciona mejor para los que han profesado la fe en Dios. Es probable que asistamos con regularidad a un lugar de adoración donde somos miembros. Puede ser que poseamos una serie completa y devota de creencias doctrinales. Podemos estar tratando de creer y obedecer a Dios con mucho esfuerzo. Sin embargo, ¿cuál es nuestra verdadera salvación funcional diaria? ¿Para qué estamos viviendo realmente?, ¿cuál es nuestro Dios real y no sólo el que profesamos? Una buena manera de distinguir esto es la forma de reaccionar ante las oraciones sin respuesta y las esperanzas frustradas. Si pedimos algo que no obtenemos, es probable que nos entristezcamos y nos decepcionemos. Sin embargo, seguimos adelante. La vida no ha terminado. Pero cuando oramos y trabajamos en busca de algo que no conseguimos y en consecuencia reaccionamos con ira explosiva o una profunda desesperación, entonces, es probable que hayamos encontrado a nuestro verdadero dios. Al igual que Jonás, nos enojamos al punto de morir. Una prueba final que cualquiera puede utilizar. Observemos nuestras emociones más difíciles de controlar. Así como un pescador en busca de peces sabe ir a donde el agua está turbia, busquemos a nuestros ídolos en lo más profundo de las emociones dolorosas, especialmente en las que en apariencia nunca cambiaremos, aun sabiendo que nos llevan a acciones malas. Cuando estemos enojados, preguntémonos: «¿Existe aquí algo muy importante para mí, algo que me estoy exigiendo que debo alcanzar a toda costa?» Examinémonos igual con reacciones de miedo, desesperación o culpa. Preguntémonos: «estoy tan asustado porque está en juego algo que creo que es una necesidad cuando en realidad no lo es? ¿Estoy tan deprimido porque he perdido o fallado en algo que creo que es una necesidad cuando no lo es?» Si estamos trabajando excesivamente, dirigiéndonos hacia el fondo del abismo con una actividad frenética, preguntémonos: «¿siento que debo alcanzar esto para sentirme realizado e importante?» Cuando nos planteamos preguntas como estas, cuando «sacamos nuestras emociones desde lo más profundo», por así decirlo, a veces encontraremos a los ídolos a los que ellas se aferran. Sustitución de los ídolos En su carta a los Colosenses Pablo les exhortó a «hacer morir» los malos deseos del corazón, incluyendo «la avaricia, que es idolatría» (Colosenses 3:5). Pero, ¿cómo? Pablo había mostrado el camino en los versículos previos. Ya que han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios. Concentren su atención en las cosas de arriba, no en las de la tierra, pues ustedes han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, que es la vida de ustedes, se manifieste, entonces también ustedes serán manifestados con él en gloria. Por tanto, hagan morir todo lo que es propio de la naturaleza terrenal: inmoralidad sexual, impureza, bajas pasiones, malos deseos y avaricia, la cual es idolatría. Colosenses 3:1-5 La idolatría no solo trata de la falta de obediencia a Dios; implica también dedicar todo nuestro corazón a algo que no es Dios. Este pecado no se puede desechar solamente con arrepentirse por servir a un ídolo, o mediante el uso de la fuerza de voluntad para tratar de vivir de manera diferente. Se requiere mucho más que eso. «Buscar las cosas de arriba», donde «la vida está escondida con Cristo en Dios» (Colosenses 3:1-3) significa reconocer, regocijarse y descansar en la obra de Jesús por nosotros. Esto implica la adoración gozosa, el sentido de la realidad de Dios en la oración. Jesús debe volverse más hermoso en nuestra imaginación, más atractivo para el corazón, que cualquier ídolo. Eso es lo que reemplazará a los ídolos del corazón. Si arrancamos de raíz al ídolo y nos equivocamos al «plantar» el amor de Cristo en su lugar, el ídolo volverá a crecer. Seamos pacientes Creemos que hemos aprendido acerca de la gracia, que hemos dejado a un lado a nuestros ídolos y que hemos alcanzado el lugar donde estamos sirviendo a Dios no por lo que vamos a recibir de él, sino por quién es él en sí mismo. De algún modo pasamos toda la vida pensando que hemos llegado al fondo de nuestro corazón y nos damos cuenta de que es un falso fondo. Los cristianos maduros no son personas que han llegado hasta el fondo del corazón. No creo que eso sea posible en esta vida. Por el contrario, son personas que saben cómo seguir excavando y que se acercan cada vez más. El gran pastor y escritor de himnos, John Newton, escribió una vez acerca de esta lucha: Si se me permite hablar de mi propia experiencia, entiendo que mantener mi mirada solo en Cristo, hacer de él mi paz y mi vida, es por lejos la parte más difícil de mi llamado…. Parece más fácil negarse a sí mismo en miles de situaciones de conducta externa, que en los esfuerzos incesantes de actuar según los principios de justicia y poder. El hombre o la mujer que conocen la diferencia a la que Newton se refiere (la diferencia entre obedecer a las normas de conducta externa en lugar de poner el corazón en Cristo como fuente de paz y vida) se han encaminado hacia la liberación de los dioses falsos que los controlan. Preguntas para estudiar en grupo

  • ¿Qué revela Romanos 1:21-25 sobre el pecado de idolatría?
  • ¿Qué alcanzó a comprender Lutero sobre la idolatría?
  • ¿Cuál es su propia comprensión de ese pecado?
  • ¿Cuál es el secreto para cambiar y dejar de ser idólatras?
  • Examine la predicación de su propia iglesia, ¿excluye la identificación de los dioses falsos de nuestra cultura?
  • Aplique las cuatro pruebas propuestas por el autor para lograr discernir nuestros propios ídolos y, con toda honestidad, exponga cuáles son sus ídolos.
  • ¿Qué decisiones tomará para reemplazar los ídolos de su corazón?
  • Se adaptó del libro Counterfeit Gods. Todos los derechos reservados. Se usa con permiso.
    Se publicó en Apuntes Pastorales XXVIII-2, edición de noviembre – diciembre de 2010.