Biblia

El camino peligroso Levítico 26:14–46

El camino peligroso Levítico 26:14–46

Por contradictorio que parezca, el hombre gusta de experimentar el peligro en muchas de sus formas. Es más, a veces deja lo que es bueno y seguro para su vida, a cambio de cosas que le darán placeres nuevos y fascinantes. Por ejemplo, la velocidad. A pesar de las numerosas advertencias y estadísticas de accidentes y tragedias automovilísticas, muchos conductores disfrutan de correr a velocidades inmoderadas en carretera y peor aún, en áreas urbanas. Muchos ni siquiera reparan en el hecho de que un choque frontal a tan sólo 50 kilómetros por hora puede ser mortal.

Algo parecido sucede con el pecado. Los seres humanos a menudo actuamos para ver hasta dónde podemos llegar haciendo lo que queremos sin lastimarnos. Pensamos que podemos ofender a Dios y que nada nos va a ocurrir. Craso error. Imprudente forma de conducir la vida.

Como se ha mencionado antes, la obediencia es la base de la madurez cristiana; el impulso necesario para crecer en el discipulado y evidencia de la buena mayordomía en el creyente. La vida de obediencia al Señor no se deja dominar de ningún afán, deseo o pasión desenfrenada. El cristiano responsable sabe cuándo y cómo controlar sus impulsos y toma decisiones calculando bien los posibles efectos de sus actos.

La vida que tenemos en Cristo es una gran bendición y a la vez una enorme responsabilidad. Por una parte, Dios nos da de su gracia a manos llenas. Sin embargo, él también nos prueba en las áreas de nuestra conducta y servicio. Él quiere que desarrollemos los valores y el estilo de vida que hacen a un discípulo fiel y verdadero y a un mayordomo sabio.

El pacto de Dios con su pueblo tenía también este doble aspecto. Por un lado, si la gente obedecía, habría bendición, crecimiento, paz y seguridad de parte de Dios. No obstante, la nación israelita también estaba expuesta a experimentar el otro aspecto: el castigo y la disciplina por el incumplimiento de su parte en el pacto. Siendo justo, el Señor no puede premiar la desobediencia. Su plan perfecto tiene el propósito de formar nuestras vidas para que sean obedientes a su voluntad y reflejen su carácter santo.

CONSECUENCIAS DE LA DESOBEDIENCIA 26:14–39

Las promesas de retribución que se basan en la ley del talión (véase 24:17–22) serían seguramente llevadas a cabo si el pueblo no cumplía su responsabilidad de obedecer los mandamientos de la ley de Dios. De nueva cuenta se advierte que el pacto es la base y garantía de todo lo que pasaría a la nación de acuerdo con su respuesta de obediencia o desobediencia a la voluntad divina. A pesar de todo, ni la desobediencia ni el juicio de Dios invalidarían las provisiones y promesas contenidas en el pacto. Todas ellas se van a cumplir en el futuro.

La expresión “si no oyéreis…” (y otras similares) caracteriza al pasaje que nos ocupa (vv. 14, 18, 21, 23, 27), y va seguida de promesas de retribución divina en caso de incumplir los mandamientos de Dios (vv. 16, 18, 21, 24, 28). Los efectos negativos de la desobediencia para el pueblo de Israel serían:

Terror y enfermedades: Los trastornos físicos en la población provocados por la mano de Dios, iban a producir miedo y desconcierto en todos (v. 16a). La prolongada y evidente falta de salud (“calentura”), agotaría la fuerza física de las personas (“extenuación”). Sin el goce de perfecta salud, no podrían hacer nada bien, quedarían expuestos a cualquier clase de peligro.

Campo improductivo: En una sociedad eminentemente agrícola, la falta de lluvias y cosechas o la aparición de plagas son un desastre mayúsculo. Israel, al tomar posesión de la tierra prometida, iba a dejar de ser un pueblo nómada para ser agrícola y sedentario. La maldición de Dios se mostraría en la sequía e infructuosa siembra. Esto es lo que significa la expresión “haré vuestro cielo como hierro, y vuestra tierra como bronce” (v. 19b; Deuteronomio 28:23).

Un motivo de este castigo se expresa en el v. 19 “quebrantaré la soberbia de vuestro orgullo”. Esto quiere decir que Dios retira su bendición de aquellos que dependen únicamente de sí mismos (de su capacidad, inteligencia y poder o sentido de autosuficiencia) y no se acercan a Dios en humildad y dependencia para recibir lo que necesitan de él (Santiago 4:6; 1 Pedro 5:5; Miqueas 6:8).

Las cuantiosas inversiones de los agricultores en sus terrenos les redituarían cero ganancia (v. 20; Deuteronomio 28:18). Lo poco que pudiera brotar de la tierra sería aprovechado por los enemigos del pueblo “sembraréis en vano vuestra semilla, porque vuestros enemigos la comerán” (v. 16b; Deuteronomio 28:33).

¡PENSEMOS!
En Juan 15:5 Jesús afirma: “porque separados de mí nada podéis hacer”. Cuando no obedecemos al Señor, nuestra vida se seca, se vuelve infructuosa e improductiva. Por lo menos no produce nada que valga la pena, que tenga calidad espiritual. Por otro lado, nuestro Salvador también afirma que la marca que distingue al discípulo del resto de los mortales es la obediencia (Juan 15:8). Y la obediencia debe manifestarse en guardar cada uno de los mandamientos del Señor (Juan 15:10). Esta decisión va a determinar tres cosas que todos necesitamos experimentar: (1) tener una vida fructífera en todos sentidos (15:5); (2) poder para experimentar (dar y recibir) un amor genuino al Señor y al prójimo (Juan 15:10a, 12–13); (3) recibir respuesta a nuestras oraciones (15:7). ¿Disfruta usted de estas tres cosas? ¿Qué le hace falta para que sean una realidad en su vida? ¿Qué va a hacer para comenzar a producir en su vida estos maravillosos resultados?

Peligros naturales: Dios promete enviar toda clase de calamidades naturales sobre la población (vv. 21–22). El lenguaje de estos versículos recuerda los desastres producidos por las plagas que Dios dejó caer sobre Egipto cuando faraón se resistía a obedecer la palabra de Moisés. Las palabras “plagas” y “bestias fieras” (Deuteronomio 32:24) incluyen todas las calamidades que vendrían por agentes naturales y que experimentaría Israel por ser rebelde a la voluntad de Dios.

La razón por la presencia de las plagas naturales se expone en el v. 21: “si anduviereis conmigo en oposición”. Oponerse a Dios es algo muy grave. Cuando esto sucede, aun la misma naturaleza se vuelve en contra nuestra.

Derrota por los enemigos: La descripción más larga de este pasaje (vv. 17, 23–36) se refiere a las maldiciones que alcanzarían a la nación por medio de agentes humanos. El castigo divino sería justo y legitimado por su pacto “espada vengadora” (v. 25a). Esto es lo que quiere decir la frase “en vindicación del pacto” (v. 25).

La derrota militar sería para los hebreos una de las consecuencias de no ser fieles a Dios. El Señor fortalecería a las naciones enemigas contra el pueblo escogido. La desobediencia al pacto debilitaría a la nación hebrea al punto de ser vulnerable a cualquier ataque de sus rivales. Los habitantes de Israel no encontrarían un refugio seguro, ni podrían evitar el ser entregados a sus enemigos (v. 25b; Deuteronomio 28:25; Jueces 2:14; Jeremías 19:7).

LA DESOBEDIENCIA A DIOS

ES LO QUE DEBILITA Y VULNERA

MÁS LA VIDA DEL CREYENTE.

LA OBEDIENCIA LA FORTALECE.

La derrota en la guerra cambiaría por completo la forma de vida. Una de las consecuencias es que habría tal escasez, que el abasto de alimentos no alcanzaría para la hambrienta población (v. 26). Pero el colmo llegaría cuando, por el hecho de encontrarse sitiados por el enemigo e incapaces de salir de las ciudades, tendrían que comerse a sus propios hijos (v. 29 compárese con 2 Reyes 6:24–30).

Destrucción del falso sistema religioso: Dios derribaría todos los lugares y santuarios del sistema religioso que promueve la desobediencia y la maldad. Es interesante notar en el pasaje que los cadáveres de los infieles (idólatras) yacerían en el suelo sobre los cuerpos inertes de los ídolos. La idolatría recalcitrante sólo conduce a la muerte (vv. 30–31; compárese con Isaías 27:9).

Devastación y deportación: La más grande evidencia de que la maldición de Jehová había caído sobre Israel era la deportación. Antiguamente, las naciones vencedoras, aparte de cometer toda clase de atrocidades contra la población civil del país derrotado, acostumbraban llevar en cautiverio a su población.

Para el pueblo de Israel no estar en la tierra prometida era una señal segura de que la bendición divina se les había retirado o suspendido (vv. 31–39; Deuteronomio 28:64–65; Salmos 44:11).

Una de las razones de la deportación, aparte de los pecados ya mencionados, fue el incumplimiento de la ley de santidad, particularmente los mandamientos referentes al año de jubileo y la redención de la tierra. Ésta tendría su descanso sabático (25:4) pero no por la obediencia del pueblo, sino porque ya no la habitarían por mucho tiempo (vv. 34–35, 43).

Los cautivos guardarían tal impresión de los horrores de la guerra y las maldiciones divinas, que sus corazones se acobardarían y morirían no tanto por pelear (contra un enemigo a veces inexistente), sino por el pánico sembrado en ellos (vv. 36–37). Por causa de sus pecados, muchos de los que hubieren logrado sobrevivir morirían en el extranjero en forma por demás oprobiosa (v. 39).

¿POR QUÉ ARRIESGAR

UNA VIDA FELIZ Y BENDECIDA

POR DIOS, A CAMBIO DEL EFÍMERO

Y ENGAÑOSO PLACER DE PECAR?

EL ARREPENTIMIENTO FUTURO 26:40–45

A pesar de todos los efectos adversos de la desobediencia, queda un futuro para el pueblo rebelde y contradictor (Isaías 65:2; Romanos 10:21). Esto sucederá cuando la disciplina divina haya hecho su efecto y se produzca el arrepentimiento (vv. 40–41). Dios va a restaurar a su nación a su condición privilegiada.

Los cristianos podemos escapar de las graves consecuencias de nuestros errores y transgresiones así como del peligro de sufrir daños mayores en nuestra vida espiritual. Para que esto sea posible, tomemos la decisión firme y resuelta de dar la espalda al pecado.

¿NO ES EL ARREPENTIMIENTO

EL ACTO MÁS DIVINO EN EL HOMBRE?

Tomás Carlyle

¡PENSEMOS!
El arrepentimiento es la decisión más oportuna y sabia que cualquier persona puede tomar cuando se ha apartado del Señor. Dar media vuelta al pecado y orientar la vida hacia Dios es el resultado práctico e inconfundible de un discernimiento correcto de las verdades espirituales. Además, esta transformación en el hombre produce cambios en el mismo cielo. La tristeza del pecar se convierte en el gozo del arrepentimiento en la persona y aun en la presencia de Dios se celebra este hecho (Lucas 15:7, 10).

CUANDO UN PECADOR SE VUELVE

A DIOS CON HUMILDE CELO,

SE HACEN FIESTAS EN EL CIELO

Miguel de Cervantes Saavedra

(en “El Rufián Dichoso”)

La base del perdón divino será el pacto de Dios con su pueblo (vv. 43–45). “El pacto antiguo” es la forma que se le llama aquí al pacto mosaico. Los compromisos de Dios con su pueblo nada los puede invalidar (Oseas 11:8; Jeremías 31:10; Romanos 8:35–39; 11:29) porque se basan en su carácter (Números 23:19; Hebreos 13:8). Aunque el Señor suspendió a Israel temporalmente los beneficios de un pueblo pactado, algún día todos ellos le serán devueltos (Romanos 11:25–27). Será entonces cuando regresen a su tierra y se reencuentren con su antigua y bendecida relación con su Creador.

EPÍLOGO 26:46

Levítico empezó con un llamado de Dios a su pueblo para que consagrara su vida a él y aprendiera a vivir en santidad. La obediencia a ese llamado atraería la bendición de lo alto y una vida tanto individual como colectivamente de completa armonía en todos los integrantes de la nación escogida. Se demostró también que el llamado era no sólo para Israel, sino también para la iglesia, que debe vivir a la luz de su vigencia y pertinencia. El pueblo cristiano debe alcanzar los mismos objetivos y cumplir la misión de ser “un reino de sacerdotes y gente santa”.

A lo largo de sus páginas, Levítico nos mostró las condiciones y requisitos para lograr estas metas. Finalmente nos pone ante el Dios del universo, quien nos creó y definió un plan para nuestra vida expresado en su palabra. Sus mandamientos son la tarea específica para que ese plan se cumpla. Y el Señor quiere contar con nuestra fidelidad y respuesta positiva a cada uno de sus estatutos.

Como desde el primer día que se reveló a Moisés en el monte Sinaí, así espera Dios de nosotros una respuesta de obediencia y que tengamos un crecimiento visible y evidente como corresponde a un discípulo fiel del Señor. Él anhela bendecirnos y mantener una relación vital con cada uno de los que somos sus hijos. ¡Caminemos, pues, por la senda correcta y no nos extraviemos por caminos peligrosos!

¡PENSEMOS!
Después de haber estudiado por 12 semanas el libro de Levitico, ¿cómo ha cambiado su opinión y aprecio por el contenido y enseñanza de ese libro? ¿Cuáles fueron los temas que más le llamaron la atención? ¿Qué nuevas lecciones y conceptos captó acerca de Dios (su carácter y sus obras), el hombre, el pecado, el discipulado cristiano, la ley, el servicio, la mayordomía, el sacerdocio del creyente, la salvación, la santificación, la ética cristiana, etc.? ¿Recomendaría a otros hermanos estudiar por tres meses Levítico? ¿Identifica mejor ahora la relación del libro con las enseñanzas del Nuevo Testamento con respecto al cristiano y la iglesia? ¿Reconoce la pertinencia y actualidad que tiene la literatura legal (el Pentateuco) para la vida y ética cristianas? ¿Cómo se benefició (enumere las maneras específicas) de la enseñanza de Levítico?

Vazquez, B. (1997). Estudios Bı́blicos ELA: Cómo vivir en santidad (Levı́tico) (134). Puebla, Pue., México: Ediciones Las Américas, A. C.