EL DAÑO AL UNGIDO

“Y saliendo Joab de la presencia de David, envío mensajeros tras Abner, los cuales le hicieron volver desde el pozo de Sira, sin que David lo supiera. Y cuando Abner volvió a Hebrón, Joab lo llevó aparte en medio de la puerta para hablar con él en secreto; y allí en venganza de la muerte de Asael su hermano, le hirió por la quinta costilla, y murió. Cuando David supo después esto, dijo: Inocente soy yo y mi reino, delante de Jehová, para siempre, de la sangre de Abner hijo de Ner” (2 S. 3:26–28).

Introducción

El ungido tiene que cuidarse de que los “escuderos”, líderes fieles y con su visión; desarrollen alguna raíz de amargura, acompañada por un deseo de venganza que venga a interponerse a su visión. Esto porque alguien con el espíritu vengativo de Joab quiera dar muerte a algún Abner.

Ya Abner había rendido todo su corazón ante David. Se rindió a la visión y al ungido (3:21). Muchos aceptan la visión pero resisten al ungido, otros aceptan al ungido, pero resisten la visión. La unción y la visión siempre andan de la mano.

Con las promesas de Abner de unir al pueblo, de hacer pacto y de aceptar el reinado del ungido, todo ya estaba casi “planchado” (3:21). Pero un Joab “estrujaría” todo por su inmadurez, sentimentalismo e irracionalismo.

Durante todo este operativo diplomático entre David y el comandante Abner, Joab con los siervos de David, estaban en incursiones militares en el campo (3:22).

Leemos: “…Mas Abner no estaba con David en Hebrón, pues ya lo había despedido, y él se había ido en paz” (3:22).

Primero, “pues ya lo había despedido”. El ungido trató a Abner con todos los honores merecidos por un alto oficial, que por voluntad propia se constituyo en su aliado. Como tal lo despidió.

Segundo, “y él se había ido en paz”. Un tratado de paz se consolidó en “la cumbre de Hebrón”. David, aunque guerrero contra sus enemigos, era un hombre de paz con los que querían la paz.

  1. El regaño al ungido

“Entonces Joab vino al rey, y le dijo: ¿Qué has hecho? He aquí Abner vino a ti; ¿por qué pues, le dejaste que se fuese?” (3:24).

De manos del enemigo, Joab y su ejército, tomaron un gran botín (3:22–23). A su regreso Joab fue informado: “Abner hijo de Ner ha venido al rey, y él le ha despedido, y se fue en paz” (3:23). Notemos la redundancia al final de 3:22 y 3:23, indicándose así el logro diplomático del ungido.

Inmediatamente llegó hasta el ungido y lo bombardeó con interrogantes y declaraciones. Se olvidó quién era la verdadera autoridad espiritual, y confundió su posición de poder con la posición de autoridad del ungido.

Primero: “¿Qué has hecho? He aquí Abner vino a ti; ¿por qué, pues, le dejaste que se fuese?” (3:24). Joab actúa como un verdadero entrometido. Estaba metiendo sus narices donde no le correspondía. Notemos con la arrogancia, que se pone a jugar al detective contra el ungido. Los ungidos o las ungidas muchas veces tomarán decisiones o harán cosas, que no le incumbirán a nadie.

“He aquí Abner vino a ti”. En otras palabras: “David, no me niegues que ya te reuniste con Abner, porque me enteré de esa reunión”. Le habló muy sarcásticamente, faltándole el respeto al ungido. Los ungidos tienen que ser respetados. “¿Por qué, pues, le dejaste que se fuese?” Ahora, Joab, regaña al ungido, acusándolo de ser flojo de carácter.

Segundo: “Tú conoces a Abner hijo de Ner. No ha venido sino para engañarte, y para enterarse de tu salida y de tu entrada, y para saber todo lo que haces” (3:25).

Joab juzgó el corazón de Abner, “no ha venido sino para engañarte”. El espíritu de venganza de Joab contra Abner, no le permitió discernir la sinceridad de su corazón. Un corazón lleno de venganza, solo pensará mal de otros.

Joab exageró la actitud de Abner, “y para enterarse de tu salida y de tu entrada, y para saber todo lo que haces”. Para Joab, Abner era un espía, su visita al ungido no era sincera. El único que no era sincero era el mismo Joab.

  1. La muerte de Abner

“Y cuando Abner volvía a Hebrón, Joab lo llevó aparte en medio de la puerta para hablar con él en secreto; y allí, en venganza de la muerte de Asael su hermano, le hirió por la quinta costilla, y murió” (3:27).

Joab, a escondidas de David, mediante mensajeros hizo volver a Abner a la ciudad de Hebrón (3:26). Hebrón era una de las seis ciudades de refugio, separadas contra todo acto de venganza (Nm. 35:22–25; Jos. 21:13); por lo tanto, Abner aceptó sin temor la invitación a esta ciudad que le garantizaba seguridad.

Allí en Hebrón, Joab llamó a Abner aparte bajo excusa de hablarle secretamente, y en medio de la conversación, premeditadamente lo hirió de muerte por la quinta costilla, así como este había matado a Asael (2:23). El espíritu vengativo busca repetir en otros el mismo daño que se ha recibido. La venganza busca siempre cobrar lo que se le ha cobrado.

El ungido tiene que cuidarse de los que tienen espíritu de venganza y son sus asociados.

III. La maldición del ungido

“Caiga sobre la cabeza de Joab, y sobre toda la casa de su padre; que nunca falte de la casa de Joab quien padezca flujo, ni leproso, ni quien ande con báculo, ni quien muera a espada, ni quien tenga falta de pan” (3:29).

Joab con su acción puso en serios problemas al ungido. Para las tribus del norte, la casa de Saúl, esto podría significar un desafío abierto de guerra. El ungido estaba comprometido por el prejuicio de su subalterno Joab.

Leemos: “Cuando David supo después esto, dijo: Inocente soy yo y mi reino, delante de Jehová, para siempre de la sangre de Abner hijo de Ner” (3:28). El ungido proclamó su inocencia. En su reunión de prensa se declaró sin participación de este acto cobarde, y también exoneró a su reinó de Judá o su casa de David. Públicamente señaló al culpable, llamándolo por su nombre Joab y le deseó todo el mal a sus descendientes según la costumbre de sus días (3:29).

El autor o compilador de Segundo Samuel hace una inserción histórica diciendo: “Joab, pues, y Abisai su hermano, mataron a Abner, porque él había dado muerte a Asael hermano de ellos en la batalla de Gabaón” (3:30). Los tres eran sobrinos de David, hijos de su hermana Sarvia (cp. 2 S. 23:18, 24).

Habrán momentos cuando los ungidos a causa de la visión, tendrán que desasociarse públicamente de aquellos Joab, que por su falta de sabiduría matan a los que pueden contribuir a la visión.

  1. El luto del ungido

“Entonces dijo David a Joab, y a todo el pueblo que con él estaba. Rasgad vuestros vestidos, y ceñíos de cilicio, y haced duelo delante de Abner. Y el rey David iba detrás del féretro” (3:31).

Los versículos 31 al 39 presentan el duelo de David por Abner. El ungido ordenó a Joab, el asesino, y a todo el pueblo de que mostraran duelo público por Abner.

Leemos: “Y el rey David iba detrás del féretro” (3:31). A Abner se le dio un funeral oficial, de un alto dignatario gubernamental, en contraste con su asesinato político perpetrado por Joab. En Hebrón a Abner se le dio un entierro nacional, donde David lo lloró, al igual que todo el pueblo (3:32).

En su endecha el ungido en alta voz y con lloró dijo: “¿Había de morir Abner como muere un villano? Tus manos no estaban atadas, ni tus pies ligados con grillos, caíste como los que caen delante de malos hombres” (3:33, 34). Abner no murió como un hombre malo, ni un hombre prisionero, murió a mano de hombres malos cómo Joab y Abisai.

Luego David se abstuvo de comer todo el día (3:35). Leemos: “Todo el pueblo supo esto, y le agradó; pues todo lo que el rey hacia agradaba a todo el pueblo” (3:36). Todo lo que hace un verdadero ungido debe agradar a “todo” el pueblo. Lamentablemente, no todo lo que hace el ungido agrada “a todo el pueblo”.

El ungido logró su objetivo: “Y todo el pueblo y todo Israel entendió aquel día, que no había procedido del rey el matar a Abner hijo de Ner” (3:37). La expresión “y todo el pueblo” se refiere a la casa de David, “y todo Israel” a la casa de Saúl. Dios reveló la inocencia del ungido a Israel.

A sus siervos el ungido le declaró: “¿No sabéis que un príncipe y grande ha caído hoy en Israel?” (3:38). Esta fue su proclama y citación oficial en memoria de Abner.

El relato termina con lo dicho por David a sus siervos: “Y yo soy débil hoy, aunque ungido rey; y estos hombres, los hijos de Sarvia son muy duros para mí; Jehová dé el pagó al que mal hace, conforme a su maldad” (3:39).

Los ungidos también tienen debilidades presentes y tienen subalternos que le son duros, son aguijones y lo único que pueden hacer es entregarlos en las manos de Dios.

Conclusión

(1) El ungido tiene que manejarse cuidadosamente con aquellos líderes bajo sus órdenes, que de tiempo en tiempo confunden su posición de poder con la posición de autoridad del ungido. (2) El ungido se cuidará de líderes como Joab, que por un espíritu vengativo hacen daño a la visión. (3) El ungido si es necesario señalará públicamente el pecado de algún subalterno que lo pueda comprometer. (4) El ungido buscará de nunca defraudar a su pueblo.

Kittim, S. (2002). David el ungido – sermones de grandes personajes bíblicos : Kittim, Silva (192). Grand Rapids, Michigan, EE. UU. de A.: Editorial Portavoz.