Biblia

El diálogo es mucho más que palabras

El diálogo es mucho más que palabras

Por: Carlos Padilla Esteban

Hay momentos para contar y momentos para callar. No todos los momentos son buenos para decir lo que nos está pasando. A veces basta el lenguaje no verbal. Suele ser el más importante.
 
¡Cuántas veces nuestros gestos desdicen nuestras palabras! ¡Cuántas veces bastan los gestos, los silencios, las miradas, las sonrisas, las caricias, los abrazos, las posturas, las muecas, los suspiros, para mostrar a los demás lo que estamos viviendo!
 
A menudo la comunicación más importante es la que no tiene palabras, porque las palabras tantas veces nos confunden. Nos explicamos mal, decimos lo que no queremos decir. Por rabia, porque somos impulsivos. Herimos con palabras.
 
En ciertas ocasiones no somos capaces de contar nada. Estamos bloqueados. Nos pesa el alma. Lo guardamos todo en el corazón y no nos sale plasmar en palabras todo lo que el corazón sufre o siente. No preguntamos. No pedimos. En esos momentos basta una mirada, una caricia, un abrazo. Basta con tocar la vida.
 
¡Qué difícil consolar con palabras al que sufre! ¡Qué complicado expresar con palabras lo que nos duele! ¡Cuánto nos cuesta pedir ayuda! Cuesta contar las cosas importantes, incluso a veces otras menos importantes. No lo sé. No es tan fácil contar, para ser sinceros.
 
La mujer hemorroísa del Evangelio no pregunta, no pide, simplemente toca el manto de Jesús: “Acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando que con sólo tocarle el vestido curaría”.
 
Quiso recibir sin dar. Quiso lograr su objetivo sin pedirlo. ¡Cuántas veces antes habría contado su historia sin resultados!: “Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años”.
 
Doce años visitando médicos sin frutos. Seguía enferma. No pide, no grita, no pregunta. Simplemente toca su manto. No habla. No comunica su dolor. Se pone en camino, se acerca, toca. Es valiente. Entra en contacto con Jesús sin que Él llegue a verla.
 
Muchas personas no logran contar lo que les pasa y lo hacen con gestos, con sus actitudes. El dolor es tan fuerte que no pueden expresarlo en palabras. Tal vez esta mujer no era capaz de hablar del tema. Estaba cansada. Pero tenía fe. Creía que el poder de Jesús no estaba en sus palabras, sino en su cuerpo, en su manto.
 
En la vida no todo son palabras. Son necesarias, claro. Pero importa sobre todo ese diálogo de corazón a corazón. Un diálogo lleno de silencios. La ternura, las caricias, los silencios hondos, las miradas profundas, el respeto ante lo sagrado, la intimidad que Dios nos regala. Las manos que tocan, los brazos que abrazan.
 
Sí, el diálogo es mucho más que palabras. Jesús dijo muchas cosas, pero hizo muchas más. Sus discursos se han recogido en los Evangelios. Y también algunas de sus palabras más importantes.
 
Hoy Jesús se comunica sin palabras. Abre su alma y sale de Él una fuerza cuando alguien lo toca con fe. Le dice sin palabras a esta mujer: “No temas, estás curada! Se lo dice casi sin saberlo. Sorprendido pregunta. No sabe a quién ha curado.
 
Le tocan, no le piden con palabras y Él responde sin palabras. Su alma se abre y responde. Me conmueven los silencios de Jesús. Me gusta cuando usa pocas palabras y muchos gestos.
 
Jesús era un gran comunicador. Era un gran orador. Y sabía además establecer una intimidad única con aquellos que llegaban a Él. Hablaba al corazón. Le bastaba con frecuencia sólo una mirada. Tocaba y se dejaba tocar.
 
Hoy tocan su manto. El lenguaje del tacto es fundamental. Pedimos muchas veces tocando. Una caricia, una palmada, un abrazo. Simplemente una mano tocando el manto. O su misma mano tocando a una niña muerta.