El dinero de la iglesia

por Eugenio Ongaro

El problema de desfalco religioso es tan antiguo como Judas Iscariote, el «custodio» y tesorero de la bolsa de dinero del grupo de Jesús, que robaba de su contenido (Jn. 12.6). Aun en la iglesia actual, las personas no son inmunes a la tentación de tomar lo que no les pertenece.

Sonó el teléfono de nuestro estudio contable y la voz se escuchó dolida, consternada. Era un pastor de nuestra ciudad que acabada de descubrir que el tesorero de su iglesia había sustraído fondos de la congregación en forma secreta, probablemente por el equivalente a unos $20.000 dólares y quería consultarnos. El mes pasado nos habían pedido de otra iglesia que los ayudáramos. Parece ser que el tesorero que tenían desde hacia 30 años había estado falsificando los registros de las ofrendas asignadas a misioneros y había estado robando de los fondos generales y misioneros. También descubrieron que nunca había realizado los depósitos correspondientes a las jubilaciones y que hasta se había quedado con donaciones de propiedades que habían hecho a la iglesia.


El problema de desfalco religioso es tan antiguo como Judas Iscariote, el «custodio» de la bolsa de dinero del grupo de Jesús, que robaba de su contenido (Jn. 12.6). Aun en la iglesia actual, las personas no son inmunes a la tentación de tomar lo que no les pertenece.


Por otra parte, no debernos vivir y comportamos con desconfianza dentro de la iglesia. La confianza siempre es una parte integral de toda comunidad cristiana saludable. El hecho de que el robo y el fraude ocurran en un porcentaje tan mínimo dentro de las iglesias cristianas es un fuerte testimonio de la honestidad y el carácter de aquellos que administran los fondos dentro del cuerpo de Cristo.


Pero la realidad de la tentación y la existencia de desfalcos sugiere que la práctica de la «confianza total» debería ser cuestionada un poco más. Al adoptar algunos pocos principios financieros sabios, las iglesias pueden mantener una atmósfera de confianza, al tiempo que le evitan a sus miembros la tentación de tomar dinero que fue dado para Dios y su obra.


MEDICINA PREVENTIVAEl lugar más fácil de donde sacar dinero es el de las ofrendas en efectivo y el tiempo más propicio es durante el lapso que hay entre la recepción de las ofrendas y su depósito en el banco o en el lugar que la iglesia haya destinado. ¿Cómo puede usted reducir esta tentación?


PrimeroUna vez recogidas las ofrendas, y hasta que sean contadas, ponerlas a buen recaudo. Muchos las colocan en alguna mesa adelante de la congregación hasta que se termina el culto, lo que posiblemente sea el lugar más seguro; nadie se atrevería a tocar un centavo de allí.


SegundoAsegúrese de que siempre haya al menos dos personas presentes cuando se cuentan y registran las ofrendas. Al principio, esto suele causar nerviosismo en las personas encargadas, pero poco a poco se forma en hábito y pasa a ser forma cultural en poco tiempo. Aun los más honestos agradecerán esta «falta de total intimidad» en el recuento de las ofrendas, porque esto los cubrirá de acusaciones falaces que el enemigo querrá levantar más adelante.


TerceroDesdoble la tarea de control de las ofrendas. Si son dos las personas que cuentan las ofrendas cada domingo, (y que ninguna de ellas sea el pastor), que una de las personas sea responsable de administrar (ya sea por una caja o por el uso de cuentas bancarias) el dinero, según las políticas de distribución adoptadas previamente por la congregación o por la pastoral, y según el gobierno eclesiástico que se tenga. La otra persona será la encargada de llevar los datos en forma general, a fin de poder mostrar regularmente a las autoridades y a la congregación la evolución financiera de la iglesia. En otras palabras, uno será responsable por manejar el dinero y el otro se responsabilizará de comunicar los datos correctos a la congregación. Para esto, los dos tendrán que, necesariamente, mantener en forma cuidadosa los datos de los ingresos y egresos. Es probable que una persona, aunque sea un buen creyente, sea tentado y el dinero santo corra peligro, pero es mucho más difícil que dos se pongan de acuerdo para hacerlo.


CuartoUse un libro de registro de ofrendas donde se van colocando, renglón por renglón y domingo por domingo, todas las ofrendas de la iglesia. Procure conseguir un libro que tenga las páginas numeradas, de manera que nadie pueda cortar alguna para «acomodar» los datos. Además, antes de comenzar a usar el libro, es bueno que cada una de sus hojas sean selladas y firmadas por el pastor.


QuintoProcure controles seguidos. Muchos problemas ocurren porque el encargado de las ofrendas cae en lo que se llama «malversación de fondos», que no necesariamente significa robar. Cuando el tesorero pasa por apremios económicos en su vida personal o familiar, se siente tentado a usar del dinero de la iglesia pensando, sinceramente, que luego los podrá devolver; él habrá solucionado su problema, no habrá robado y nadie se habrá enterado del asunto. El problema sobreviene en que a veces no lo puede devolver a tiempo; otras veces se siente tentado a hacer varios retiros y al final su secreta deuda es grandísima.


No hay gran problema para la iglesia si él repone a tiempo el dinero (lo cual nadie puede garantizar). El problema mayor está en que, además del riesgo, ese cristiano va tomando como hábito y práctica personal el usar algo que no le corresponde, debilitándose en el control y buena administración que debe tener para consigo mismo. Instrumentar controles seguidos ayudarán a estas personas a no malversar los fondos y no caer en ingenuas trampas que luego le traerán descrédito de por vida. Si es posible, es bueno para la iglesia tener una cuenta bancaria donde hacer los depósitos de fondos. Esa cuenta, en sí misma, ya es un buen control.


SextoNo permita que el dinero de la iglesia se maneje en una cuenta personal de alguno de los responsables. La cuenta bancaria debe ser de la iglesia misma y no compartida con nadie. Muchas veces se cae en problemas porque no se cuida este detalle. Ya sea porque hay un miembro que tiene facilidades para tener una cuenta o porque parece que es exponer a la iglesia a una responsabilidad muy grande, siempre está el peligro de mezclar el dinero de la iglesia con el dinero personal de algún miembro. Con el correr del tiempo, tanto la iglesia como ese miembro llegarán a tener disgustos que podrían haberse evitado.


SéptimoProcure apoyo profesional. Muchas iglesias le dan poca importancia a la auditoria anual, pero pocos saben que cuando se les encomienda a Guillermo y a Juan la tarea de inspeccionar la tesorería, y van a la casa del «viejo amigo Carlos» para mirar los libros, mientras que toman una taza de té con tortas, su trabajo puede ser muy engañador y pueden no ver errores que conciente o inconscientemente, «el viejo Carlos» haya cometido.


Probablemente, sería conveniente que la auditoria interna fuera suplementada, cada año o dos, por una auditoría externa independiente, hecha por un profesional la materia.