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El distintivo divino de vivir en las Escrituras, Parte II

El distintivo divino de vivir en las Escrituras, Parte II

por Ministerios Alfa y Omega, Inc.

Sermón basado en 2 Timoteo 3:14–17.


Texto bíblico: 2 Timoteo 3.14–17

Punto 3. (3.16) La Escritura es inspirada por Dios. Este es un versículo sumamente importante para entender la naturaleza y autoridad de la Escritura. Fíjese en varios hechos:

1. Por supuesto que Pablo se estaba refiriendo al Antiguo Testamento en este versículo ya que el Nuevo aún no había sido terminado. Sin embargo, este pasaje se puede aplicar indudablemente al Nuevo Testamento. William Barclay dice en su libro The Letters to Timothy, Titus, and Philemon (Las epístolas a Timoteo, Tito y Filemón) que: «si Pablo afirma que el Antiguo Testamento es verdadero, cuanto más no lo va a ser las preciosas palabras del Nuevo» (p. 229). A.T. Robertson, el gran erudito griego, comenta: «No hay duda de que los apóstoles declaraban que el Espíritu Santo los ayudaba al hablar…(1 Ts 5.27; Col 4.16) al igual como ocurrió con los profetas de la antigüedad (1 Pe 1.20) ….de esta forma Pedro coloca las cartas de Pablo al mismo nivel que el Antiguo Testamento» (Word Pictures in the New Testament [Imágenes de las palabras del Nuevo Testamento], Vol. 6, p. 179). La idea central es que toda Escritura, Antiguo o Nuevo Testamento, es inspirada por Dios.

2. La frase «inspirada por Dios» (theopneustos) significa soplo de Dios. ¿Qué quiere decir esto con qué Dios dio aliento a las Sagradas Escrituras? Nadie puede afirmarlo con seguridad, pero esto es lo que más se puede decir. La idea es que Dios dio aliento a las Escrituras o que Dios produjo las Escrituras como hizo con la creación (Sal 33.6)

Nota: La Escritura es inspirada por Dios y no por los hombres. En ninguna parte de la Biblia se afirma que fuese escrita por inspiración humana, por lo contrario, sí afirma que su origen es supernatural o soplo de Dios. La Escritura es «exhalada» y no «aspirada» por Dios. La Biblia afirma ser la Palabra dada por el soplo creativo de Dios. El gran erudito griego A.T. Robertson, una vez más, comenta: «El soplo de Dios… contrasta con los mandamientos de los hombres» (Word Pictures in the New Testament [Imágenes de las palabras del Nuevo Testamento], Vol. 4, p. 627). El gran expositor bíblico Matthew Henry afirma: «La Escritura es una revelación divina, la cual podemos confiar que es infalible. El mismo Espíritu que dio soplo a nuestra razón nos da aliento de revelación ya que la profecía no vino por medio de la voluntad de hombres de la antigüedad, sino por aquellos que fueron inspirados por el Espíritu Santo (2 Pe 1.21). Los profetas y los apóstoles no predicaban sus propias ideas, sino aquello que recibían del Señor» (Matthew Henry’s Commentary [Comentario de Matthew Henry], Vol. 5, p. 846f). El excelente predicador Oliver Greene opina que: «Dios Todopoderoso es soberano; y si hallamos salvación a través del poder del Evangelio; si este nos hace sabios para salvación; si la voluntad de Dios no es que ningún hombre perezca sino que se arrepienta, podemos estar seguros de que ¡Él ha preservado y protegido Sus Santas Escrituras a través de los siglos! …Cualquier cosa que necesitemos saber acerca de nuestra relación con Dios o Su relación con nosotros la podemos encontrar en la Biblia. No necesitamos agregar o quitar algún libro a las Escrituras, y si lo hacemos, Dios quitará nuestra parte del libro de la vida…» (The Epistles of Paul the Apostle to Timothy and Titus [Las epístolas de Pablo el apóstol a Timoteo y Tito], p. 355).

3. La exactitud y seriedad de las Escrituras es claramente vista cuando uno estudia lo que la Palabra de Dios tiene que decir de si misma (1 Ts 2.13; 2 Pe 1.19–21).

  • El Espíritu Santo es el autor de las Escrituras (2 Pe 1.19–21, especialmente el verso 21). La traducción más exacta a la palabra profecía es palabra profética. El origen de la Escritura no se encuentra en la voluntad de los hombres, en otras palabras, en su afán de hallar e interpretar la verdad, sino que el Espíritu Santo reveló la verdad a los hombres (Jn 16.12–15; 1 Co 2.9–10).
  • Los escritores del Antiguo Testamento declaran que la Biblia es la Palabra de Dios (2 Sa 23.1–3; Is 8.1, 11; Jer 1.9; Jer 5.14; Jer 7.27; Jer 13.12; Ez 3.4–11; Mi 3.8; Jer 23.29; Hb 2.2; Zac 4.8). Se refieren a la Escritura como «la Palabra», «los Estatutos», «la Ley» y «los Testimonios» (Sal 119:1f). Solo en el Antiguo Testamento, la frase «así dice el Señor» o una similar se utiliza más de dos mil veces. Los escritores del Nuevo Testamento confirman las declaraciones de los escritores del Antiguo Testamento (He 1.1; Mt 1.22, 2:15; Hch 1.16, 28.25; Ef 4.8; 1 Ti 1.18–20), con esto, demuestran la gran autoridad de las Escrituras cuando utilizan frases como «está escrito» o «la Escritura dice». Su esperanza era que los lectores y oidores estuvieran ligados a la Escritura.
  • Los escritores del Nuevo Testamento declaran que la Biblia es la Palabra de Dios (Hch 15.28; 1 Co 2.13, 3.1, 11.23, 14.37, 15.1–4; Gá 1.11–12; 1 Ts 2.13; 2 P 3.2). Pablo afirmó en nombre de los apóstoles que sus palabras provenían de inspiración divina (1 Co 2.13, preste atención a la palabra «hablamos»). Pedro sitúa los escritos del Nuevo Testamento en el mismo nivel de autoridad que los del Antiguo (2 Pe 3.2). Para la iglesia primitiva, el aspecto de inspiración estaba claro. De hecho, el primer concilio afirmó que sus conclusiones fueron dadas a los líderes por el Espíritu Santo (Hch 15.28).
  • Jesucristo sostiene que la Biblia es la Palabra de Dios. Él contrasta las Escrituras y los mandamientos de Dios con las tradiciones e instrucciones de los hombres (Mr 7.6–13). Además, iguala las palabras de Moisés con las Escrituras, y sus propias palabras con las de Moisés y las de Dios (Jn 5.38, 45–47). Jesús dice «la Escritura no puede ser quebrantada» (Jn 10.35). Confirmó los trozos más pequeños de la Escritura (Mt 5.18; Lc 16.17) y continuamente demostró la validez de la misma (Mt 4.4, 7, 10; 22.29, 32, 43; Mr 12.24; Lc 4.4, 8). Se vio asimismo como el centro y realización de las Escrituras (Lc 24.25–27) y aseguró que lo que estaba escrito debía ser cumplido (Lc 22.36–37). Jesucristo predijo y aprobó el Nuevo Testamento y le afirmó a Sus apóstoles que estarían libres de error (Jn 16.13).
  • La Biblia es absolutamente confiable. Mateo 24.35; Juan 10.34–35; 1 Tesalonicenses 2.13; 2 Timoteo 3.16; 2 Pedro 1.21



Punto 4. (3.16) La Escritura es útil para el hombre. La palabra «útil» (ophelimos) significa ventajoso, beneficioso y provechoso. Está claramente establecido, la Biblia es para los hombres; Dios la dio para ayudarnos. Encontramos cuatro ayudas específicas en la Biblia.

1. La Biblia es útil para enseñar. Dios quiere indiscutiblemente que los hombres conozcan no sólo Su Persona sino a ellos mismos, y descubran el principio, el significado y el fin de todas las cosas. La Escritura revela la naturaleza, significado e importancia de la verdad. La Biblia enseña a los hombres acerca de los principios y reglas para la vida así como las doctrinas y fundamentos de la vida. Juan 5.39, 7.16–17, 8.31–32; Romanos 15.4

2. La Biblia es útil para redargüir. Dios quiere que los hombres sientan la convicción y sean reprendidos cuando desobedecen Su voluntad. La Escritura da a conocer la voluntad de Dios y las consecuencias de desobedecerla. Juan 16.7–8; 13 Hebreos 4.12; Jeremías 5.14, 23.29

3. La Biblia es útil para corregir. Dios quiere que los hombres sean corregidos cuando se equivoquen. La Biblia dice que la obediencia se aprende cuando una persona sabe autodisciplinarse aun cuando sea doloroso. Hebreos 5.8; Juan 15.3, 17.17; Efesios 5.26; Salmos 119.9

4. La Biblia es útil para instruir en justicia. Dios quiere que los hombres hagan, piensen y digan cosas correctas. La Palabra indica cómo vivir «sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo» (Tit 2.12–13). 2 Timoteo .14–15; 1 Pedro 2.2–3; Deuteronomio 1.18; Salmos 119.11



Punto 5. (3.17) La Escritura perfecciona al hombre y lo prepara para toda buena obra. Por «perfecto» (artios) se entiende completo, maduro, lleno. Ninguna persona está completa o madura si está separada de la Escritura. Dios creó al hombre para que viviera en Su Palabra. Si el hombre trata de existir sin Dios o Su Palabra, fallará en la vida ya que tendrá una vida incompleta, inmadura, y desequilibrada. Esto se puede ver particularmente en el hombre de Dios, la persona que afirma ser un ministro o maestro de la Palabra de Dios. La Escritura, la Palabra de Dios, por sí sola puede hacer que una persona sea completa y este preparada para toda buena obra. El comentario de William Barclay acerca de este punto penetra hasta el corazón y cada uno de nosotros debería escucharlo:

«El estudio de las Escrituras entrena a una persona en justicia hasta que esté preparada para toda buena obra. Aquí está la conclusión esencial. El estudio de las Escrituras nunca debe ser egoísta ni simplemente para el provecho del alma de una persona. Cualquier cambio o conversión que lleve al hombre a pensar sólo en el hecho de que ha hallado salvación no es uno verdadero. Debe estudiar la Escrituras para poder llegar a ser útil a Dios y a sus semejantes. Debe estudiar, no simple y exclusivamente para salvar su alma, sino para llegar a ser útil a Dios para que Él lo utilice para ayudar a otros a alcanzar salvación de su alma y consuelo para su vida. Ninguna persona es salva al menos que esté ansiosa de ayudar a otros a encontrar salvación» (The Letters to Timothy, Titus, and Philemon [Las epístolas a Timoteo, Tito y Filemón], p. 232).

Este argumento es bastante acusador: «Debe estudiar…que Dios lo utilizará para ayudar a otros a alcanzar salvación de su alma y consuelo para su vida. Ninguna persona es salva al menos que esté ansiosa de ayudar a otros a encontrar salvación.» Todo hombre debería escuchar esta denuncia. Debemos estudiar más y más, debemos permitir que la Escritura nos mueva más y más con el fin de que salgamos a salvar almas y ministrar aún más. Mateo 28.19–20; Juan 5.39; Hechos 17.11–12; Romanos 15.1–4; Deuteronomio 17.19

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