El ejército de sacerdotes
por Bruce Larson
Los creyentes somos nación santa y real sacerdocio. Somos elegidos por Dios y por tanto debemos marcar la diferencia en este mundo. El presente artículo nos enseña que como nación de sacerdotes estamos llamados a ser evangelistas, ministros de sanidad, misioneros y profetas. Un llamado para sanar un mundo enfermo y necesitado del amor y del poder de Dios.
Un sacerdote es un canal de perdón, gracia, misericordia, sanidad. Un sacerdote provee cuidado pastoral. Este es el llamado que Dios ha hecho a todos los creyentes. El primer paso, entonces, en ayudar a las personas a involucrarse en un ministerio es recordarles ese llamado, que son «sacerdotes».
Hace más de una década, visité una interesante iglesia en la ciudad de Chicago. Mientras que en la mayoría de las iglesias de esta ciudad los sermones dominicales resonaban en auditorios casi vacíos, los sermones del pastor de esta iglesia llegaban hasta los oídos de cientos de personas domingo a domingo. Obviamente, era una iglesia poco común. Las personas sencillamente no se limitaban a dar sus ofrendas y a esperar que el pastor hiciera todo el trabajo. Ellos creían que habían sido llamados a ministrar y que por el poder de Dios podían hacerlo.
Tuve la oportunidad de conversar por un buen rato con el pastor. «¿Cuál es el secreto de su éxito?»
«Sencillo me respondió, solo le digo a la gente quienes son: escogidos por Dios, sus hijos, sus sacerdotes. No los avergüenzo por quienes no son; les digo quienes son.»
En ese momento, me prometí que si alguna vez regresaba al pastorado, iba a recordar eso. De hecho, sí regresé, y cumplí mi promesa. Le he estado diciendo a la gente quienes son, y funciona. Permítame usar mi experiencia como ejemplo.
Un reino de sacerdotes
Justo después de que Dios le diera a Moisés la Ley, lo instruyó a que le dijera al pueblo que eran un reino de sacerdotes (Éxodo 19.6). El Nuevo Testamento repite ese tema. Pedro se refiere a los creyentes como un sacerdocio santo y real (1 Pe 2.5,9). Al final de la Biblia, también se repite que los cristianos son llamados a ser un reino de sacerdotes (Apocalipsis 1.6).
Principalmente, un sacerdote es una persona que media entre Dios y otra persona. Un sacerdote es un canal de perdón, gracia, misericordia, sanidad. Un sacerdote provee cuidado pastoral. Este es el llamado que Dios ha hecho a todos los creyentes. El primer paso, entonces, en ayudar a las personas a involucrarse en un ministerio es recordarles ese llamado, que son «sacerdotes».
En su mayoría, Jesús no escogió como sus discípulos a los más altamente entrenados y bien educados. No es que escogiera a personas poco calificadas; creo que esos doce eran los más calificados. No tuvieron que romper con el hábito de otras disciplinas. Por lo menos tres eran pescadores, y uno era un empleado del gobierno, pero ninguno de ellos pertenecía al clero (es decir, ninguno era maestro de la ley, o rabí).
Estos son los hombres a quienes Jesús les dijo: «Yo os haré pescadores de hombres». Él no dijo «Tal vez os haga» o «Trataré de enseñarles cómo». Él dijo que ellos serían eso, y así fue.
Pero ¿qué significa eso en la actualidad? ¿Qué significa ser pescadores de hombres, sacerdotes? Cuando le decimos a las personas que son sacerdotes, ¿qué les estamos diciendo que hagan?
Creo que este sacerdocio involucra cuatro facetas del ministerio, cuatro funciones distintas en las que cada cristiano necesita intervenir. Todos nosotros estamos llamados a evangelizar, a ser ministros de sanidad, a ser misioneros y profetas.
Llamados a evangelizar
Cuando regresé al pastoreo en la Iglesia Presbiteriana Universitaria, el departamento de evangelización tenía tan solo dos responsabilidades: proveer un orador evangelizador durante una semana cada año y visitar.
Dejé que esa estructura continuara de esa forma por un año para así poder evaluar las debilidades y fortalezas del programa. Después de ese tiempo le propuse a la junta «¿Qué tal si cerramos el departamento de evangelización? Todos los miembros de esta iglesia están llamados a evangelizar, a hablar sobre Jesús con las personas con las que viven y trabajan. Tener un departamento que se responsabilice por eso hace que los demás nos lavemos las manos. Hagamos que evangelizar sea la responsabilidad de todos.»
Por supuesto que ese desafío requirió de una explicación. Teníamos que ayudar a nuestra congregación a que entendiera que los que evangelizan no son eruditos que enseñan teología, aunque hay sus excepciones. Alguien que evangeliza es alguien que presenta la verdad. No todos podemos enseñar pero todos sí podemos presentar la verdad.
Una persona que evangeliza sencillamente le dice a otra que experimenta dolor en su vida: «¿Acaso no has tenido suficiente? Quiero presentarte a la Persona que puede cambiar tu vida: Jesucristo.»
En ocho años sin el departamento de evangelización, esta congregación casi se ha duplicado. Recibimos cerca de casi cuatrocientos nuevos miembros por año. Los creyentes son los evangelistas y tomaron esa comisión responsablemente.
Llamados a ser ministros de sanidad
Si bien evangelizar se enfoca en los no creyentes, ministrar para sanidad a menudo se lleva a cabo entre los creyentes. Somos sacerdotes, llamados a ser agentes de todo tipo de sanidad: emocional, relacional, física, mental, vocacional.
En nuestra iglesia, proveemos un lugar para que ese ministerio se lleve a cabo: un culto de sanidad. Cualquier persona que desee puede venir para que el pastor y los ancianos oren por él o ella. Pero el mejor lugar para que este ministerio funcione es el grupo pequeño.
La comunidad cristiana provee un ambiente de sanidad poderosa. Cuando «dos o tres están reunidos», el poder del Espíritu Santo se manifiesta como lo prometió Jesús. En ese ambiente de amor, una persona puede revelar un problema y los demás escuchar y orar, y la sanidad se realiza. Abrirse, sincerarse, caminar en la luz, todas son medicinas poderosas.
La sanidad no es el área de unos cuantos especializados; hace algunos años un estudio secular probó esta realidad. Dicho estudio se realizó para determinar cual escuela psiquiátrica la rogeriana, freudiana, jungiana, etcétera producía los mejores resultados. Los resultados fueron fascinantes. La consejería más eficaz no provenía de ninguno de los discípulos de estos profesionales, sino de grupos utilizados en esta investigación. Personas comunes y corrientes pilotos de avión, secretarias, amas de casa, hombres de negocios sin ningún entrenamiento terapéutico, quienes simplemente escuchaban, produjeron mejores resultados que los profesionales.
Estudios indican que solamente una persona de cada diez que busca consejería tiene necesidades especiales que requieren de ayuda profesional. El otro noventa por ciento se siente mejor después de haber hablado con una persona que la entienda. Por ejemplo, en los primeros años del siglo XX, no había cura para el alcoholismo. No fue sino hasta que un hombre sin ningún entrenamiento profesional creó los doce pasos de Alcohólicos Anónimos que hubo un programa concreto para la rehabilitación.
Nuestra iglesia ofrece docenas de grupos para aquellas personas que tienen problemas especiales. Hay grupos para adictos, para pacientes de cáncer, para los que no tienen trabajo, para víctimas de embolias, para divorciados, para madres solteras. El ministerio de sanidad está en su mayor parte en manos de personas voluntarias que no reciben ni un solo centavo pero que están llenas del amor de Dios y del poder de sanidad del Espíritu Santo.
Por supuesto que hay casos que requieren de consejería profesional, pero tratamos de que en nuestro equipo no haya consejeros profesionales. Creemos que si tenemos profesionales, enviaremos el mensaje equivocado a nuestra familia de la iglesia. Por esa razón expresamos tanto en palabras como en hechos: «Ustedes son ministros de sanidad.»
Llamados a ser misioneros
El Jesús que dijo: «Vengan a mí todos los que están cansados» también dijo «Id por todo el mundo». Nuestro llamado a discipular incluye el mandato a ir. Hemos sido enviados a una misión.
Los domingos por la mañana, nuestro culto de adoración incluía una comisión de aquellos que iban como misioneros a algún lugar tanto en nuestra ciudad como hasta el otro lado del océano. Un año, 356 personas sirvieron en lugares distantes. Otras sirvieron como misioneros a largo plazo. Otros se iban por un año a China a enseñar inglés. Muchos tomaron «vacaciones con propósito», es decir, trabajaban en un orfanato o construían casas en zonas o países pobres. Estos esfuerzos estaban dirigidos por nuestro pastor de misiones mundiales, cuyos contactos en todo el mundo ayudaron a la iglesia a conectar a personas ansiosas de servir con oportunidades apropiadas al otro lado del mar.
Para preparar a las personas para un ministerio multi-cultural, nuestra escuela dominical incluyo clases de cómo ser un cristiano mundial. Pero realmente el impacto de este tipo de entrenamiento no se realizaba en el salón de clase. Los candidatos a ser misioneros son llamados a practicar misiones interculturales justo en nuestra ciudad.
Nuestra iglesia se localiza a una cuadra del distrito universitario. A cualquier hora, día o noche, en un perímetro de dos o tres cuadras, usted puede encontrar cualquier grupo étnico: jamaiquinos, esquimales, latinos, europeos, africanos y asiáticos. En este distrito puede encontrar miembros de pandillas, estudiantes, traficantes de drogas, profesores, roqueros, compradores, alcohólicos, y mujeres de la calle. Con el propio método de Jesús, las personas salían a esa área en grupos de dos o tres para relacionarse con personas de otras culturas y así encontrar una forma para ministrarlos.
Tres de nuestros jóvenes caminaban por el distrito universitario practicando una misión intercultural como preparación para un viaje misionero a México. Un joven sentado en la acera les pidió dinero. Ellos se sentaron a su lado a pesar de que estaba oloroso, sucio y sin afeitar pero sin duda era amigable y agradable.
«¿Por qué necesitas dinero?» le preguntaron.
«No encuentro trabajo.»
«¿Quieres uno?»
«Por supuesto que quiero uno. Haré cualquier cosa.»
Uno de ellos se quedó con él, mientras que los otros dos recorrieron ambos lados de la calle preguntando tienda por tienda si necesitaban contratar a alguien.
En una pizzería cercana necesitaban un lavaplatos y acordaron una entrevista para la una de la tarde del siguiente día. Los tres se llevaron al joven a casa, le dieron ropa presentable, le prestaron el baño para que se duchara y se afeitara.
Al día siguiente se presentó a las doce mediodía una hora antes y obtuvo el empleo. Y lo mantuvo. Más adelante, empezó a ir a la iglesia y eventualmente se convirtió.
Nuestra familia de la iglesia se dio cuenta que no hay que viajar hasta el otro lado del mar para realizar el trabajo misionero. Usted puede convertirse en un misionero en cualquier parte donde haya gente.
Unos años atrás, algunos de nuestros miembros empezaron a ayudar a varios refugiados del sureste asiático. Les dieron ropa y los ayudaron a encontrar muebles para sus nuevos hogares. A partir de ese modesto inicio, la iglesia vio emerger lo que se convertiría en la iglesia camboyana más grande fuera de Camboya. Esa iglesia floreció como resultado del trabajo misionero hecho en nuestra propia ciudad sencillamente porque unos cuantos cristianos se preocuparon por estas personas.
La misión puede empezar al otro lado de la calle así como también al otro lado del mundo, y no es solamente para unos cuantos misioneros bien entrenados. La familia de nuestra iglesia experimentó esa realidad.
Llamados a ser profetas
Este sacerdocio al cual somos llamados incluye una cuarta función: ser profetas. Un profeta no es solamente alguien que predice hechos futuros sino alguien que habla por parte de Dios sobre las maldades sociales del tiempo. «El pueblo está siendo oprimido dice el profeta. La injusticia y la inmoralidad están incontrolables. Dios tiene un mejor camino si le servimos y somos obedientes.»
En siglos anteriores, la iglesia era un agente del cambio social vanguardista establecía orfanatos, hospitales, escuelas, programas para los pobres. Hoy muchas veces recogiendo las migajas de los demás, aparecemos hasta después de que otros valientes se han esforzado.
No necesita por qué ser de esta forma. La iglesia puede y debería producir gente que nos dirija a una sociedad más pacífica, benevolente y justa.
Uno de nuestros miembros era el superintendente de las escuelas estatales de nuestra ciudad y vi en él una función profética. Cuando este hombre aceptó el puesto hace unos años, no había esperanza para la situación educativa: 43.000 estudiantes apenas tenían recursos económicos y cada día aumentaba el número de estudiantes pobres. Los que sí tenían recursos habían transferido a sus hijos a escuelas privadas o se habían mudado de distrito escolar.
Este hombre fue realista acerca de la situación, pero también observó que algunos estudiantes tenían éxito a pesar de los problemas. La mayoría de esos niños provenían de culturas asiáticas camboyanos, chinos, vietnamitas donde la educación era una alta prioridad. Tenían padres con altas expectativas que le decían a sus hijos: «No jugarás. Harás tu tarea y sacarás solo buenas calificaciones.» Y así lo hacían.
Él se dio cuenta de que todos los niños necesitaban de ese tipo de modelo a seguir. Así que cada vez que hablaba con el Club de Leones o el Club Rotario, compartía su visión de encontrar un mediador, alguien que animara al estudiante, alguien que fuera ajeno del sistema educativo y que se preocupara y a quien el estudiante tuviera que darle cuentas.
Respondieron miles de personas: oficiales en jefe, abogados, empresarios, contadores. Cada uno más de veinte mil en su momento estaba ligado a un estudiante.
Todo eso fue el resultado del esfuerzo de un hombre por cambiar la atmósfera e incrementar el potencial de excelencia en las escuelas públicas. Hay una mejor forma para realizar lo que se está haciendo en cada área de la vida. Hay un mejor camino para practicar medicina o derecho, para conducir un negocio o servicios sociales, para hacer un trabajo policial o educativo.
En nuestros trabajos, clubes sociales, e incluso en nuestras iglesias, hay una mejor manera de hacer cualquier cosa que se está haciendo en este momento. El Espíritu Santo es el autor de la creatividad y podemos participar = de esa creatividad.
Los profetas, del Antiguo Testamento o del siglo XXI, esos hombres y mujeres son llamados a hacer una diferencia. Esa función profética es un elemento esencial del sacerdocio santo que nosotros los cristianos estamos llamados a hacer.
El santuario de nuestra iglesia no era más grande que los de las congregaciones cercanas. Extraordinariamente, sin embargo, el nuestro se llenaba tres veces al día todos los domingos, incluso se requería de tres oficiales de tránsito para dirigir los automóviles en la entrada y la salida del estacionamiento.
Pero esa extraordinaria cifra del domingo en la mañana no podía medir el impacto del reino de sacerdotes sueltos por toda la ciudad durante los siguientes seis días de la semana. En casas, escuelas, fábricas, y oficinas, ellos marchaban como evangelistas, ministros, misioneros y profetas. Llevaban a cabo un cuidado pastoral, tanto entre ellos como en un mundo necesitado de ministración.
Este artículo se publicó por primera vez en Building Church Leaders, usado con permiso. Título del original: Helping People Care for One Another. Copyright © por el autor o por Christianity Today International. Traducido y adaptado por DesarrolloCristiano.com, todos los derechos reservados. Copyright 2004