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El esposo: el mejor siervo-amante (Segunda parte)

El esposo: el mejor siervo-amante (Segunda parte)

por Wayne Mack

Muchos matrimonios fracasan porque los cónyuges no conocen sus responsabilidades y tareas dentro de la unión matrimonial. El Dr. Mack explica el papel que el esposo juega, sus responsabilidades, sus tareas, las formas en que debe expresar el amor hacia su esposa. Se ha dividido el tema en tres partes, en la primera se presenta el papel de liderazgo del esposo en la relación conyugal, en esta segunda se describe su papel como amante.

Una consideración de las responsabilidades del esposo para que sea realmente un siervo-amante para su mujer

En la primera parte se consideró al esposo como un siervo-líder, sin embargo la Biblia no muestra solamente esa cara del liderazgo del marido, sino que también afirma que debe ser el que ama a su esposa.


El marido debe ser un líder amoroso. En Efesios 5, Dios manda al esposo a amar a su mujer. Esto puede ser porque la esposa siente una gran necesidad de ser amada, o bien porque el marido falta demasiado en este aspecto.

Dos veces en este pasaje Dios insta al marido a amar a su esposa como se ama a sí mismo (vv. 28, 33). Y en una ocasión instruye al marido a amar a su esposa como Cristo amó a la iglesia (v. 25). Estos versículos nos proporcionan un mar de verdades acerca de la relación del marido con su mujer.

Normalmente el hombre dedica mucho tiempo, esfuerzo y dinero pensando mucho sobre su cuidado personal. Para él, sus necesidades, sus deseos, sus aspiraciones, sus esperanzas, su cuerpo, su bienestar son muy importantes. Se nutre y cuida de sí mismo, protege celosamente su cuerpo y busca suplir sus necesidades. De ninguna forma, haría algo que deliberadamente lo dañara. Cuando tiene hambre, come; cuando tiene sed, bebe; cuando está cansado, duerme; cuando tiene dolor, acude al médico. Cuando se corta, lava la herida y la venda; cuando ve que un objeto viene hacia él levanta sus brazos para protegerse. En forma natural, celosa y ferviente se nutre y se cuida.

«Bien», dicen las Escrituras, «así debe el hombre amar a su esposa. Debe alimentar, cuidar, proteger, satisfacer, proveer; se sacrificará por ella y le dará todo lo que necesita con la misma intensidad con que lo hace por sí mismo». El marido debe tener mucho amor por su mujer. Es un nivel muy alto al que debe acceder el esposo, pero hay uno más elevado aún.

Las Escrituras dicen: «Esposos, amad a vuestras esposas así como Cristo amó a la iglesia» (Ef 5.25).

¿Quién de nosotros comprende cabalmente el amor que Cristo tiene por la iglesia? Las Escrituras hablan de la anchura, la longitud, la altura y la profundidad del amor de Cristo, que sobrepasa todo entendimiento (Ef 3.18–19). Samuel Francis escribió acerca de este amor tan grande: «¡Oh profundo amor de Cristo, vasto, inmerecido don! Cual océano infinito, ya me inunda el corazón».

¿Quién, entonces, puede comprender o sondear las profundidades del amor de Jesús por su pueblo? ¡Nadie! «Es posible sondear la profundidad de los poderosos océanos; podemos medir la distancia hasta la estrella más lejana, pero no podemos medir el inmenso amor de Dios. Sus dimensiones son tan altas, tan profundas, tan lejanas» (Primera estrofa de una canción escrita por John Peterson y Alfred Smith. Traducción libre).

El amor de Cristo por su pueblo:

Es un amor incondicional o libre (Ro 5.8).


Es un amor voluntario. Él escoge amarnos (Dt 7.7; Ef 1.6–7).


Es un amor intenso (Jn 13.1; Ef 5.2, 25).


Es un amor sin fin (Jn 13.1; Jer 31.3; Ro 8.39).


Es un amor desinteresado (Fil 2.6–7).


Es un amor con propósito. Él se ocupa de nuestro perfeccionamiento, desarrollo, felicidad y bienestar (Ef 5.26–27).


Es un amor sacrificado. Él nos amó y se entregó por nosotros. Murió, el Justo por los injustos, para llevarnos a Dios. En amor soportó la horrible muerte de la cruz con toda su tortura y agonía física y espiritual. En amor cargó con la culpa y el castigo del pecado, y la ira de Dios en lugar de su pueblo. En amor personalmente llevó nuestros pecados en su propio cuerpo en la cruz para que el castigo, el poder y los defectos devastadores del pecado en nuestras vidas fueran anulados (Ef 5.2, 25; Gá 2.20; 1 Pe 3.18; Ro 5.6–11; 1 Pe 2.24).


Es un amor manifestado. Cristo manifiesta su amor en palabra y en hechos. Nos dice que nos ama. Nos demuestra que nos ama. Nos protege, ora por nosotros, nos guarda, nos fortalece, nos ayuda, nos defiende, nos enseña, nos consuela, nos castiga, nos provee todo lo que necesitamos, nos comprende y satisface todas nuestras necesidades (Jn 10.1–14; 13.34, 35; 14.1–3; 15.9, 10; Ro 8.32; Fil 4.13, 19; He 4.14–16).

Esta es entonces la norma por la cual el marido debe juzgar su relación con su esposa. Ningún hombre jamás ha amado tan cabalmente a su esposa de esta manera, ni en tal grado, o extremo. Sin embargo, es la meta hacia la cual todo esposo debe seguir; el modelo que ha de imitar. De hecho, todo esposo debiera dedicar tiempo para reflexionar acerca de su papel en su relación matrimonial. Todo esposo debiera examinarse frecuentemente para ver en qué aspectos falla a la hora de ser el amante que su esposa necesita y que Dios ordena que sea.

¿En verdad ama a su esposa como se ama a sí mismo? ¿En verdad prosigue hacia la meta de amar a su esposa como Cristo amó a la iglesia? ¿Es incondicional su amor por su esposa? ¿Es voluntario, intensivo, desinteresado, con propósito y sacrificado? ¿Ese amor se manifiesta en distintas y variadas maneras? Todo marido debiera hacerse estas preguntas y quizá también formulárselas a su esposa. Parece que la esposa tiene una gran necesidad de ser amada y que el marido falla precisamente a la hora de amarla.

En cuanto a ser el amante que Dios quiere que seamos, la mayoría no llega s un nivel básico. Muchos esposos se consideran grandes amantes, pero en realidad son muy poco perceptivos. Quizá por esta razón las Escrituras amonestan a los maridos a vivir con sus esposas sabiamente, o con comprensión. Quizá porque los maridos no le brindan a sus esposas y a su relación la suficiente atención que Dios dejó en este mandamiento en 1 Pedro 3.7 (Ver versión Dios Habla Hoy: «Sean comprensivos»).

¿Qué significa en la práctica vivir con la esposa comprensivamente? ¿Cómo puede el marido comunicarle a su esposa su amor? Quisiera sugerir algunas maneras en que usted como esposo puede amar a su mujer.

Una de las formas más sencillas pero menos practicadas de comunicar amor es por medio de las palabras. Algunos maridos consideran que las palabras «te amo» son feas o malas y casi nunca las pronuncian. Otros las consideran como raras piezas de porcelana, y las utilizan solo en ocasiones especiales o cuando sus esposas les preguntan: «¿Me amas?». En realidad, estas palabras se deben pronunciar con frecuencia en el hogar. La mayoría de las mujeres ansían que sus esposos les aseguren en forma verbal su amor.

También, puede amar a su esposa ocupándose de satisfacer todas sus variadas necesidades (1 Ti 5.8; 1 Jn 3.17; Ef 5.28). Recuerde que su esposa tiene diversas necesidades: físicas, emocionales, intelectuales, sociales, de recreación, sexuales y espirituales. Si usted fuera un buen proveedor o amante, se preocuparía por cada una de ellas.

Usted puede amar a su esposa protegiéndola (Ef 5.28). Su esposa necesita protección física. Quizá ella intenta hacer más de lo que sus fuerzas físicas le permiten. Es posible que las exigencias de los embarazos o del cuidado de los hijos la estén consumiendo. Quizá las críticas o las expectativas de otras personas la abrumen. Ella necesita protección en muchas diferentes maneras y usted puede demostrarle su amor siendo su gran protector.

Puede expresar su amor a su esposa ayudándole a cumplir con sus tareas y responsabilidades. A veces los maridos piensan que no es propio del hombre lavar los platos, limpiar la casa, o cuidar de los hijos. Algunos maridos se rehúsan a hacer cualquier actividad que consideran «tareas de mujeres». Él puede estar en un cuarto con el bebé cuando este comienza a llorar y aunque su esposa está en el otro extremo de la casa, el marido no tratará de averiguar por qué llora. En cambio, llama a su mujer y le dice: «El bebé llora. Ven y haz algo». Ella tiene que dejar lo que esté haciendo y acudir a su «auxilio». Si esto ocurre muy a menudo ella comenzará a pensar: «Mi esposo en verdad no me ama. Dice que sí pero si en realidad me amara estaría dispuesto a ayudarme».

Puede expresar su amor sacrificándose por ella (Ef 5.25; Fil 2.5–6). Tal vez usted llega a su casa cansado del trabajo, y lo único que desea es sentarse en una silla para leer el diario, mirar televisión o leer un libro. Su esposa, en cambio, tiene otras ideas. Quiere hablar o salir a comer y a hacer compras, y quiere que usted la acompañe. Si en ese momento usted se niega a sí mismo y hace lo que ella quiere, aunque sea todo lo contrario a lo que usted quería, le dirá muy clara y evidentemente: «Te amo».

Puede amar a su esposa dejando que ella comparta en verdad su vida (1 Pe 3.7: «coherederas de la gracia de la vida»). Hace algún tiempo aconsejé a una pareja cuyo matrimonio tenía serias dificultades. Al hablar con ellos descubrí que la esposa se sentía excluida de la vida de su marido. Conocía muy poco de él, de su pasado, de sus sentimientos internos, sus esperanzas, sus sueños. Sentía que vivía con un extraño porque su esposo era muy reservado. Para ella, era muy difícil creer que él realmente la quería, que la amaba de verdad. La mayoría de las mujeres pensarían lo mismo en esas circunstancias. En términos generales, cuanto más comparte el esposo con su mujer, cuanto más se abre, tanto más recibirá ella el mensaje de que él la quiere, que la ama.

Puede expresar su amor rehusando compararla desfavorablemente con otras personas, especialmente con otras mujeres. A menudo los maridos señalan alguna habilidad que no tiene o alguna característica, cualidad, o aspecto que prefieren. Su intención puede ser motivarlas a cambiar o mejorar algo, pero la esposa lo toma como una humillación. Cree que a él le agrada más la otra persona, o que es más importante o más atractiva que ella.

Puede expresar su amor demostrándole que después del Señor Jesucristo, ella ocupa el primer lugar en su vida. Necesita saber que está antes que su trabajo, sus hijos, sus padres, su casa, sus pasatiempos, sus deportes. Ella necesita saber que, fuera de Cristo, usted se deleita en ella más que en cualquier otra actividad o persona. Si sabe eso se sentirá segura, sabrá que usted la ama. De otro modo puede dudar de su amor. Ahora bien, es fácil decir: «Fuera de Cristo, mi esposa ocupa el primer lugar en mi vida», pero todo esposo debe examinarse para ver si realmente es así. Para ayudarlo a determinar si su esposa ocupa el primer lugar o no, hágase las siguientes preguntas: ¿Qué significa más para mí: mi esposa o mis hijos? ¿Hablar con mi esposa o tener relaciones sexuales con ella? ¿Satisfacer mis deseos o las necesidades de ella? ¿Orar con mi esposa o con otras personas? ¿Ayudar a otros o a mi esposa? ¿Mi trabajo o mi familia? ¿Las actividades de la iglesia o las necesidades de mi familia? ¿Hablar con otras personas o con mi esposa? ¿Recibir el aprecio de otros o el de mi esposa? ¿Las opiniones e ideas de otros o las de mi esposa?

Puede expresar su amor brindándole ternura, respeto, caballerosidad y cortesía (Ef 5.28; Col 3.19; 1 Co 13.4–5). No haga bromas acerca de ella ni le haga comentarios hirientes delante de otras personas. Si se equivoca, o comete un error al citar a otro, o bien hace o dice algo que la desacredite delante de otros, dígaselo en privado, y solo si su error afecta a un tercero. Háblele en forma respetuosa y gentil, sea un caballero, no utilice palabras hirientes o groseras. Trátela como una joya de valor más que como escombros o tacha de basura. Trátela como a un instrumento caro, útil y sensible y no como una herramienta barata, inútil e indestructible.

Puede amarla expresando su aprecio por ella y alabándola generosa y frecuentemente (1 Pe 3.7; Pr 31.28). Ponga atención a todo lo que ella hace para agradecerle. No se ría ni desprecie jamás los pequeños detalles que ella hace por usted. Exprese su aprecio y respeto por su percepción, ideas, preguntas, oraciones, carácter, opiniones y compañerismo; también porque cocina, limpia y satisface sus necesidades físicas. Generalmente los hombres no expresan alabanza y aprecio a sus esposas. Una forma de corregir esta tendencia es hacer una lista de 90 a 100 características que usted aprecia en su esposa. Cuando haya hecho esta lista, piense en todas las maneras en que pueda expresar su aprecio y comience a ponerlas en práctica. Haga todo lo que esté de su parte para que su esposa piense que es la mujer más apreciada y más amada del mundo.

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Tomado y adaptado del libro Fortaleciendo el matrimonio, Wayne Mack, Hebrón. Todos los derechos reservados.